La economía peruana tiende a estancarse en un escenario de muy bajo
crecimiento y de reducción del PBI per cápita en dólares. No será posible superar
y sostener una tasa de crecimiento por encima de 4% (El FMI pronostica una tasa
de 4.1%). El segundo semestre se reducirá sustancialmente la contribución al
crecimiento de minería y no hay razones para esperar una reactivación
sustancial de la inversión privada. Los recientes desastres naturales (del
llamado niño costero), también
reducirán la tasa de crecimiento. En consecuencia, el crecimiento para este año
podría situarse entre 2 y 2.5%, si la inversión pública aumenta en 10% en
términos reales. Solo si esta última crece entre 20 y 30% en términos reales,
como lo hizo en el año 2009, la tasa de crecimiento del PBI se situaría en un
promedio anual de 3 a 3.5 %. Las razones son las siguientes:
El contexto externo es desfavorable e incierto
Las economías avanzadas enfrentan un escenario de bajo crecimiento
(alrededor de 2% en los años 2017 y 2018). Con un estímulo fiscal en USA, las
tasas pueden subir a 2.3% en 2017 y a 2.5% en 2018. Pero, hay que considerar
que la FED acaba de elevar este miércoles su tasa de interés al rango de 0.25%
s 0.50%, y ha anunciado una política de endurecimiento monetario gradual que
elevará el costo del crédito. (Nótese que su PBI subió solo en 1.6% el 2016).
Las economías desarrolladas, como señalan varios economistas importantes,
han entrado a un período de
estancamiento secular (bajas tasas de crecimiento con reducciones del
ingreso per cápita). No hay, por lo tanto, razones para esperar una
recuperación sostenida de los términos de intercambio y de esta manera relanzar
el crecimiento primario exportador en nuestro país.
Por su parte, las economías de mercado emergentes y en desarrollo
crecerán por encima de 4.0% este año. China crecerá a una tasa cercana al 6%. Hay
consenso en que la recuperación de la post-crisis financiera de 2007-2008 es
muy débil en comparación con la de ciclos recesivos registrados desde el final
de la Segunda Guerra Mundial.
Este contexto externo es, además, totalmente incierto porque las
ligeras recuperaciones del período reciente no son indicación de una tendencia
de crecimiento sostenido. Podríamos estar cerca de una nueva recesión. Si hay
un fuerte estímulo fiscal en USA como lo anunció Donald Trump (con gasto
público y privado en infraestructura y recortes
de impuestos para los más ricos), entonces aumentará la tasa de crecimiento del
producto. Sin embargo, en un contexto en el que aumenta la tasa de inflación,
la Reserva Federal endurecería su política monetaria aumentando más la tasa de
interés, con lo cual se afectaría
notablemente a los sectores dependientes del crédito, y también a las exportaciones
debido a la consecuente apreciación del dólar. Todo esto eventualmente podría
conducir a una nueva recesión —como dice J. K. Galbraith en «Can Trump overcome secular stagnation?»—,
echando a perder los beneficios del estímulo fiscal para la expansión de la
manufactura. Las medidas proteccionistas, también anunciadas por Trump, podrían
revertir este efecto, pero —como dice Galbraith—, esas medidas generarían
inflación, escasez de productos, desempleo y una caída importante en el
consumo.
El contexto interno en «Coyuntura Crítica»
A nivel interno el país atraviesa una Coyuntura
Crítica por la confluencia de la tendencia al estancamiento económico y el
proceso de degradación de las instituciones del Estado de Derecho. La salida de
esta coyuntura puede implicar una regresión política o un cambio hacia un nueva
expresión política favorable al desarrollo. (Para una revisión del concepto de «coyuntura
crítica», véase David y Ruth Collier, Shaping
the Political Arena: Critical Junctures, the Labor Movement, and the Regime
Dynamics in Latin America, 1991).
La tendencia al estancamiento ocurre en una
economía cuya estructura productiva no tiene motores internos listos para
relanzar el crecimiento. Nuestra economía se ha desindustrializado en lugar de
diversificarse. La manufactura redujo su participación en la generación de
empleo y del PBI y, por lo tanto, su contribución al crecimiento económico de
largo plazo. Cayó notablemente la participación de la producción para el
mercado interno en la demanda interna y, se redujo relativamente la capacidad
productiva per cápita que explica la existencia de un alto porcentaje (73.7%
del empleo total) de trabajadores informales. Por eso decimos que la otra cara
del proceso de desindustrialización es la terciarización prematura de la
economía. El 84.7% de la PEA ocupada de la última década se encuentra en los
sectores Agrícola (30.7%) y de Servicios (54.0%), y en estos dos sectores se
encuentra el grueso de las empresas de «1 a 10 trabajadores» de baja productividad y bajos ingresos.
A esta situación económica se suma una crisis
política e institucional de envergadura, con la corrupción convertida en una forma
de gobierno. La crisis atraviesa a toda la estructura institucional del Estado
y a las instituciones políticas. No hay confianza en los partidos ni en los
«políticos». Cada vez se evidencia más la necesidad de una reforma
constitucional, con un rediseño de las relaciones entre los poderes del Estado
y de las relaciones de este con la sociedad y la institución del mercado. De
las misma manera, se hace imprescindible una reforma electoral y política, que
siente las bases para florezcan instituciones políticas de nuevo tipo.
A modo de conclusión
La Coyuntura Crítica es la expresión local de
la crisis de la Globalización Neoliberal que ha acrecentado la desigualdad económica y social en todo el mundo, ha inyectado
mucho dinero en la política y ha degradado a las instituciones de la democracia
constitucional liberal.
Publicado en mi Columna Economía y Democracia en el Diario UNO, el domingo 26 de marzo.
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