Ollanta Humala pasará a la historia,
no como el presidente más mediocre (que sí lo es), sino como el presidente que
dejó que se deteriore la economía (optando por el piloto automático) y que no
frenó la continua degradación de la democracia con una adecuada reforma
política. Además, este presidente dejó que aumente la inseguridad ciudadana y
no hizo prácticamente nada para que disminuya la corrupción. Si fue «conminado»
a no tocar el modelo económico, pudo haber hecho algo importante en el terreno
de la política y la democracia; pero, no lo hizo. Por estas garrafales
omisiones, Humala será recordado como el presidente que allanó el camino para
el retorno (Dios no lo quiera) del fujimorismo y del narco Estado.
El daño en la estructura productiva
Su gobierno nos hizo perder una
excelente oportunidad para resolver los principales problemas estructurales de
la economía. Asumió el poder con una
economía en crecimiento y va a dejar una economía cuasi estancada. Pudo parar
el crecimiento espectacular de las importaciones, pero puso en el Banco Central
a un economista que promovió la sistemática apreciación de la moneda, haciéndoles
perder competitividad a los exportadores de productos no tradicionales. El
resultado fue un creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de
pagos que pasó de 1.9 % del PBI en 2011 a 4.4 % en 2015 y a 4.7% en el primer
trimestre de este año. Recordemos que en los últimos 36 años, la cuenta
corriente fue superavitaria solo durante cuatro (de 2004 a 2007) y nuevamente
se ha vuelto deficitaria por la inacción de los dos últimos gobiernos. No aprovecharon
el boom primario exportador para diversificar el aparato productivo.
Humala nos deja una economía con una
estructura productiva menos industrial, menos agrícola, más productora de servicios
de baja productividad y con una tasa de acumulación del capital per cápita que
no permite la creación de empleos en magnitudes suficientes para reducir el
subempleo y la informalidad. Entre los años 2010 y 2015 el empleo creció a la
tasa de 1.65 % anual (se crearon aproximadamente solo 220 mil empleos por año
(formales e informales). El empleo informal sigue siendo alto (74.3 % en 2012)
y lo más probable es que esté aumentando con la actual desaceleración de la
economía.
También dejará un Banco Central con
solo 13 % del PBI de reservas internacionales. El cambio de las condiciones externas
generó presiones al alza del tipo de cambio desde abril de 2013 y, desde esta
fecha, en solo dos años, el Banco Central perdió US $ 24,447.33 millones, para
impedir el efecto inflacionario de la presión devaluatoria. Con el mismo
objetivo aumentó la tasa de interés en pleno enfriamiento económico, como si
este tipo de política pudiera tener impacto en el flujo de salida de capitales. En la medida en que no habrá —por varios años
más— un nuevo boom de precios de materias primas ni una recuperación sostenida
de la demanda mundial, este gobierno dejará un monto de reservas que no será
suficiente para enfrentar un nuevo shock que presione al alza del precio del
dólar de manera significativa.
Por último, dada estructura productiva
dañada por el neoliberalismo, el espacio para una reactivación con políticas
fiscales y monetarias contra-cíclicas es reducido. Los incrementos de la
demanda interna, sin bien pueden reactivar la industria manufacturera,
propiciaran simultáneamente el aumento del déficit en la cuenta corriente de la
balanza de pagos. El incremento de este déficit provocará presiones
devaluatorias y, por lo tanto, inflacionarias.
Las
posturas sociales de un converso neoliberal
Humala ha apartado aún más la economía
de la democracia y de los derechos sociales. En plena degradación de la
democracia, las reducciones de impuestos decretadas por su gobierno en
beneficio de las grandes empresas, reducirán la presión tributaria. Humala pide
que el próximo gobierno respete «sus» programas sociales, pero los dejará con
financiamiento tributario reducido. Es verdad que existe el Fondo de
Estabilización y algunos depósitos en la banca comercial, pero estos pueden
servir para apuntalar a corto plazo la inversión pública, pero no para sostener
en el tiempo el financiamiento de los programas sociales. Recién en los dos
últimos años de su gobierno, Humala aceptó aumentar el presupuesto (como
porcentaje del PBI) en los sectores sociales, en especial en educación, y no se
dio cuenta, cuando le hicieron firmar las reducciones tributarias, que «borraba
con el codo lo que hizo con la mano».
Pero también Humala ha conspirado
contra la democracia y la soberanía nacional, al promover y firmar tratados
(como el TPP), que encarecerán los medicamentos (limitando el acceso a
medicamentos genéricos más baratos) y que —al igual que los tratados
comerciales—, someten al Estado al poder de las empresas transnacionales. Se le
maniata su capacidad para dictar medidas (regulaciones, controles de capital,
aumentos tributarios, etc.) orientadas a mejorar el desempeño económico en
interés de la población.
Tampoco hizo una reforma del sistema
de pensiones favorable a los trabajadores. Se preocupó más por velar los intereses
de las AFP, instituciones claramente extractivas o rentistas. Se opuso, junto
con su ministro de economía, a la ley que permite el retiro del 95.5 % de los
fondos de las AFP. En el colmo de la
desfachatez, su ministro dice que esta
ley viola el Convenio 102 de la OIT sobre la seguridad social y que él supone
que será denunciada internacionalmente (¡).
El ministro miente porque el Convenio
102 no protege a las AFP. Por el contrario, el propio gobierno —al proteger a las
AFP— es el que ha violado el Convenio 102 porque no se ha preocupado de que
aumente el «el porcentaje de la población protegida por los sistemas de
seguridad social», ni se ha preocupado por las mejoras en las tasas de
reemplazo y en el nivel de la «prestación mínima». Como bien señala la misma
OIT, «el Convenio 102 no prescribe la manera de lograr estos objetivos, sino
que deja una cierta flexibilidad a sus Estados Miembros».
Publicado en el Diario UNO, el sábado 28 de mayo