Hace unos días, al término de mis clases de macroeconomía, fui abordado por un grupo de alumnos que, entre ansiosos y tímidos, me interrogaban sobre la solidez de los fundamentos teóricos de la crítica efectuada por algunos economistas a la reciente adopción del Arancel Externo Común (AEC) por la Comunidad Andina. No hay una seria réplica, me decían, no obstante que se acusaba a sus defensores de mercantilistas, anacrónicos y retrógrados cepalinos. Lo que sigue es una apretada síntesis de la conversación que tuve con mis alumnos, con la advertencia, ciertamente absurda, de que me mantendría en el plano estrictamente académico y que no me arrancarían ninguna crítica política a aquellos economistas contrarios a la Comunidad Andina, cultores del libre comercio bajo ventajas comparativas y defensores de nosotros los consumidores.
La vieja teoría del Comercio Exterior
En primer lugar, les dije que no es verdad que la teoría moderna del comercio exterior sea aquella que se basa en el concepto de las ventajas comparativas. Que esta teoría, decimonónica como lo reconocen sus propios seguidores, aduce que los países comercian porque son diferentes entre sí, es decir, porque tienen distintas especializaciones y, que, por lo tanto, pueden beneficiarse del comercio si cada uno produce y vende lo que sabe hacer relativamente mejor. Suena bien. Pero con un poco de "análisis intuitivo" (es la jerga que usamos en la Católica), les decía que podemos cuestionar los beneficios del libre comercio internacional basado en el patrón de especialización, en el contexto de economías en proceso de crecimiento. Un ejemplo simple sería las pérdidas (ausencia de beneficios) que se producirían si se abre el comercio cuando la especialización existente no es la óptima.
La nueva teoría del Comercio Internacional
En segundo lugar, les dije que la crítica a la adopción del AEC ignora no sólo el hecho de que el arancel flat fue incapaz de expandir y diversificar nuestras exportaciones, sino también que la teoría de las ventajas comparativas que la sustenta no es el fundamento de la teoría moderna del comercio internacional. Ignorar este hecho, y difundirlo sin vergüenza alguna, es grave cuando se trata de un economista ligado a la enseñanza. Uno puede tener sus preferencias, pero tiene la obligación de difundir los avances teóricos y los nuevos enfoques. En efecto, con la aparición del enfoque sraffiano (Piero Sraffa fue el que formalizó la idea de Ricardo de una mercancía patrón) se abandonaron los supuestos tradicionales de la teoría de las ventajas comparativas (rendimientos constantes a escala, elasticidades ingreso de la demanda uniformes, etc.). La abundante literatura surgida en los años setenta y ochenta, muestra que el libre comercio, en ciertas condiciones, puede no ser la mejor opción y resultar incluso una opción inferior a la autarquía (Parrinello, Levy, Ros).
La behetría de algunos economistas
Finalmente, les dije que ahora hay una nueva teoría del comercio internacional según la cual los países comercian para aprovechar la presencia de economías a escala. La behetría de los economistas no familiarizados con esta teoría les impide comprender que la presencia de economías a escala incentiva a los países a especializarse en la producción de un número menor de bienes, pero a mayor escala, y que, por lo tanto, la presencia de este tipo de rendimientos (consistente con estructuras de mercado de competencia imperfecta) puede generar comercio y ganancias derivadas de éste, incluso si no existen ventajas comparativas (Krugman). Terminé la conversación con mis alumnos comprometiéndome a hablarles en una clase especial sobre la política comercial en el contexto de la nueva teoría del comercio internacional.
Diario La República
Tuesday, October 29, 2002
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