La reducción de aranceles a las importaciones de bienes de capital e insumos industriales (DS Nº 211- 2006 EF), ha sido elogiada por diversos analistas, empresarios y hasta políticos opositores. Ellos creen que aumentará la productividad y el empleo, porque casi todas las 2,894 partidas afectadas pertenecen a la agricultura y a la industria. Los entusiastas creen que su efecto en el crecimiento se ubicará entre 0.2% y 1% promedio anual.
Para Alan García la medida beneficiará directamente a 50 mil empresas. En la revista Caretas del 28-12-2006, sentencia: «tiramos los aranceles a cero para 3247 partidas», para favorecer a las pequeñas empresas. (¡353 partidas más que el total que figura en el DS!). Además, García revela un peculiar conocimiento de la economía y del desarrollo: cree que el Banco Central mantiene reservas internacionales en exceso y que la gran inversión extranjera es la «gallina de los huevos de oro», la «punta de lanza» detrás de la cual está «la infantería, que es un ejército enorme de la pequeña empresa del Perú». A este ejército le dice, con una seguridad que sorprende: «Te bajo los costos. Reindustrializate, remaquinizate».
A nuestro juicio, no se puede afirmar que esa medida arancelaria reindustrializará el país. Las razones son las siguientes:
1) La reducción de costos es marginal: el 97% de las partidas tenían sólo 4% de arancel. Podría decirse que este efecto se potencia con el abaratamiento de las importaciones debido a la apreciación monetaria que se acerca al 5%. Pero, precisamente esta apreciación conspira contra las exportaciones no tradicionales que, según García, son las que permiten a la infantería empresarial «sintonizar con el mercado mundial». Además, la apreciación, al desalentar las exportaciones y estimular las importaciones, puede erosionar la tendencia al superávit comercial.
2) El alto costo del crédito es la restricción más importante a la inversión de las pequeñas empresas. Estas, para importar insumos y bienes de capital, tendrían que endeudarse a tasas de interés que superan el 40% y donde sólo un tercio de sus demandas de crédito son satisfechas. Nótese que con una inflación de cerca de 2% anual, la tasa de interés real resultante presupone inversiones con rentabilidades posibles, en nuestro país, solo para las empresas bancarias, las AFP, la telefónica, etc.
3) El bajo costo del dinero es clave para que aumenten las inversiones que mejoran la productividad e introducen cambios técnicos en la producción. El gobierno no tiene propuestas sobre este tema y la SBS no promueve competencia en el mercado crediticio. Peor, no hay reformas a favor del desarrollo del mercado de capitales y de la participación de las empresas pequeñas y medianas. Las grandes, sobre todo las de capital extranjero, están aprovechando lo poco que se avanzó en el desarrollo de dicho mercado. Por ejemplo, EDEGEL acaba de emitir bonos por 50 millones de soles, con un plazo de 7 años y a una tasa de 6.16%. Si las pequeñas y medianas empresas también pudieran hacerlo, recién se abrirían posibilidades reales de reindustrializar el país.
4) Las empresas pequeñas y medianas requieren además que el mercado interno crezca. Para ello es indispensable realizar inversiones en infraestructura a lo largo y ancho del país. Tampoco hay avances en este terreno. Se destinó cerca de 600 millones de dólares para un «shock de inversiones» y se gastó sólo el 8.6%. ¡El déficit en infraestructura es de cerca de 25 mil millones de dólares!
5) Las empresas extranjeras no tienen restricción de financiamiento ni de mercado. Estas, por lo tanto, aprovecharán más la reducción arancelaria. Las mineras serán las más beneficiadas: su óbolo de US$ 158 millones anuales representa sólo el 60% de los US$ 259 millones que pierde el fisco por la reducción arancelaria.
6) Finalmente, el lector habrá advertido que las políticas que configuran precios relativos favorables a la industria y contrarios al actual patrón primario exportador, son las que realmente impulsan la inversión privada nacional y, por lo tanto, permiten sostener el crecimiento económico a largo plazo.
Publicado en La República el 23 de enero de 2007
Tuesday, January 23, 2007
Tuesday, January 09, 2007
La deuda de Alan García con el Perú:Qué debemos entender por «cambio responsable»
Nadie duda que las políticas económicas pueden retrasar o acelerar el crecimiento económico y, por lo tanto, empeorar o mejorar la calidad de vida de un país. Lo que ocurrió en el primer gobierno de Alan García es un trágico ejemplo del primer tipo de políticas: se atrasó el crecimiento económico y se empeoró la calidad de vida de nuestra población, al haber provocado una espectacular caída de su principal determinante: la productividad por trabajador promedio. Entre 1987 y 1990, esta productividad se redujo en 26% y el PBI per cápita en 30.2%. Como resultado de esta brutal contracción, los hogares por debajo de la línea de la pobreza pasaron de 16.9% a 44.3%; el consumo per cápita se redujo en 47% y las remuneraciones cayeron en 53%.
Alan García ha vuelto por segunda vez al gobierno bajo la promesa de un «cambio responsable». ¿Qué debe significar esta promesa si tomamos en cuenta el perjuicio que originó en su primer gobierno? Sus recientes medidas --austeridad, sanciones a los que incumplen las metas fiscales, formalización del óbolo de la mineras, shock (¿?) de inversiones, sierra exportadora, etc.-- y su obsesión por la legalización de la pena de muerte, descubren no sólo su medianía intelectual, sino también, como dice Alberto Adrianzén, la inconsecuencia respecto a sus ofertas hechas durante la campaña electoral (revisión del TLC, eliminación de la renta básica de la telefonía, regreso a la Constitución del 79, libre desafiliación de las AFP, etc.). Pero, lo que es peor, nada de lo que esta haciendo ahora Alan García permite aproximarnos a las políticas económicas que definirían su promesa de «cambio responsable». Lo que sí destaca en su actual gobierno, es la presencia de un comportamiento político amoral porque se ha formalizado el «cinismo político», al haberse cobijado en puestos importantes del Estado a connotados fujimontesinistas, varios de los cuales antes negaban calculadamente su pasado.
Para aproximarnos al significado económico que debería tener una genuina promesa de «cambio responsable», imaginemos que a un gerente que provocó importantes pérdidas en una empresa se le permite, después de cierto tiempo de «saneamiento», una nueva gestión bajo el compromiso de un «cambio responsable». Si aceptamos este supuesto absurdo (porque no ocurre en el mundo de los negocios privados), tendríamos que convenir que se le permitiría una segunda oportunidad sólo con el objeto de resarcir a la empresa de las pérdidas que originó, es decir, para pagar el daño que causó, pero sin afectar el rumbo de la empresa en las nuevas condiciones.
Aplicando esta figura a la promesa de «cambio responsable», tendríamos que exigirle al actual gobierno de Alan García que implemente un conjunto preciso de políticas para que, por lo menos, se recupere el producto per cápita perdido por la irresponsabilidad de su primera gestión gubernamental. Esto es fundamental para no confundir los resultados de su actual gobierno. Por lo tanto, si «cambio responsable» significa «pagar» esa pérdida, Alan García debería adoptar medidas para culminar su mandato con un PBI de 283,561 millones de soles y un PBI per cápita de 9,697 soles, ambos a precios de 1994. En otras palabras, el PBI debería crecer a una tasa de 12.3 % promedio anual durante los años 2007 a 2011 y el PBI per cápita a una tasa de 4.6% (que es la que en promedio se registró en los años 2003 a 2005). El gráfico que ilustra de manera elocuente este ejercicio se ha construido bajo el supuesto de un crecimiento del PBI durante los años 1987 a 1990 a la misma tasa de crecimiento de la población de esos años. En resumen, sólo con un PBI per cápita que en el 2011 sea mayor en 77.8% que el del año 2005, se habrá recuperado responsablemente lo que se perdió entre los años 1987-1990, sin alterar la senda de crecimiento de los últimos años del Toledismo.
Publicado en La República el 9 de enero de 2007
Alan García ha vuelto por segunda vez al gobierno bajo la promesa de un «cambio responsable». ¿Qué debe significar esta promesa si tomamos en cuenta el perjuicio que originó en su primer gobierno? Sus recientes medidas --austeridad, sanciones a los que incumplen las metas fiscales, formalización del óbolo de la mineras, shock (¿?) de inversiones, sierra exportadora, etc.-- y su obsesión por la legalización de la pena de muerte, descubren no sólo su medianía intelectual, sino también, como dice Alberto Adrianzén, la inconsecuencia respecto a sus ofertas hechas durante la campaña electoral (revisión del TLC, eliminación de la renta básica de la telefonía, regreso a la Constitución del 79, libre desafiliación de las AFP, etc.). Pero, lo que es peor, nada de lo que esta haciendo ahora Alan García permite aproximarnos a las políticas económicas que definirían su promesa de «cambio responsable». Lo que sí destaca en su actual gobierno, es la presencia de un comportamiento político amoral porque se ha formalizado el «cinismo político», al haberse cobijado en puestos importantes del Estado a connotados fujimontesinistas, varios de los cuales antes negaban calculadamente su pasado.
Para aproximarnos al significado económico que debería tener una genuina promesa de «cambio responsable», imaginemos que a un gerente que provocó importantes pérdidas en una empresa se le permite, después de cierto tiempo de «saneamiento», una nueva gestión bajo el compromiso de un «cambio responsable». Si aceptamos este supuesto absurdo (porque no ocurre en el mundo de los negocios privados), tendríamos que convenir que se le permitiría una segunda oportunidad sólo con el objeto de resarcir a la empresa de las pérdidas que originó, es decir, para pagar el daño que causó, pero sin afectar el rumbo de la empresa en las nuevas condiciones.
Aplicando esta figura a la promesa de «cambio responsable», tendríamos que exigirle al actual gobierno de Alan García que implemente un conjunto preciso de políticas para que, por lo menos, se recupere el producto per cápita perdido por la irresponsabilidad de su primera gestión gubernamental. Esto es fundamental para no confundir los resultados de su actual gobierno. Por lo tanto, si «cambio responsable» significa «pagar» esa pérdida, Alan García debería adoptar medidas para culminar su mandato con un PBI de 283,561 millones de soles y un PBI per cápita de 9,697 soles, ambos a precios de 1994. En otras palabras, el PBI debería crecer a una tasa de 12.3 % promedio anual durante los años 2007 a 2011 y el PBI per cápita a una tasa de 4.6% (que es la que en promedio se registró en los años 2003 a 2005). El gráfico que ilustra de manera elocuente este ejercicio se ha construido bajo el supuesto de un crecimiento del PBI durante los años 1987 a 1990 a la misma tasa de crecimiento de la población de esos años. En resumen, sólo con un PBI per cápita que en el 2011 sea mayor en 77.8% que el del año 2005, se habrá recuperado responsablemente lo que se perdió entre los años 1987-1990, sin alterar la senda de crecimiento de los últimos años del Toledismo.
Publicado en La República el 9 de enero de 2007
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