Friday, December 31, 1999

Si el fujimorismo se perpetúa será responsable de grave reacción social

El profesor de Economía de la Universidad Católica Félix Jiménez analiza a continuación las opciones de política económica que enfrentará el país a partir del primer día del 2000 anticipando un horizonte recesivo y la gestación de una explosión social nunca antes vista si el presidente Fujimori consigue, con todo el apoyo del Estado, continuar en el poder cinco años más. Aquí una síntesis del diálogo:

-¿Cuáles son sus proyecciones sobre el comportamiento de la economía peruana en el 2000?
No obstante las cifras que maquilla y difunde el gobierno, creo que la recesión continuará. Si no hay cambios en la política económica neoliberal, lo que ocurra en el contexto internacional explicará las fluctuaciones del PBI. Si el régimen fujimorista no hubiera tenido un entorno internacional favorable en los años 1993-1997, con bajas tasas de interés, buen clima, demanda mundial creciente por productos primarios y afluencia de capitales extranjeros (en su forma financiera y de inversión directa), la economía no hubiera crecido. Ahora este gobierno sigue, como lo hizo desde su inicio, apostando al buen clima, a la recuperación notoria de la demanda mundial y al regreso de los capitales extranjeros. Mientras espera, está prácticamente "subsidiando" a los bancos con sus depósitos inmovilizados para que estos no se derrumben. El crédito caro y la morosidad de pagos se refuerzan frente a una política económica que ha mostrado ser inoperante tanto para estimular el crecimiento como para combatir la recesión. Si la Reserva Federal sube las tasas de interés a comienzos del 2000 y, ciertamente, si no hay cambios drásticos en la política económica, es muy probable que la recesión se prolongue por mucho tiempo más. Este gobierno será así recordado por haber provocado la recesión más larga de la historia moderna del país.

Dependientes del extranjero

-¿Puede decirse que la economía peruana después de dos lustros de neoliberalismo es más sólida que antes?
La economía peruana es otra vez primario exportadora, altamente dependiente del capital extranjero, más vulnerable a los shocks externos, y contraria al desarrollo social del país. No genera puestos de trabajo permanentes y con ingresos decentes. El neoliberalismo fujimorista ha empobrecido a la clase media y deteriorado las condiciones de vida de las grandes mayorías. Nos ha hecho más pobres no sólo económicamente sino culturalmente. Ha acentuado el estrangulamiento externo no sólo por el lado de la balanza comercial, sino también por el lado de los servicios financieros (remisión de utilidades de la inversión extranjera y pago de intereses de la deuda externa). En fin, nos ha regresado en condiciones económicas, sociales y políticas peoresñ al mismo sitio de donde partimos hace cincuenta años.

Se perdieron 200 mil empleos

-¿Esto se grafica en la situación del empleo?
Por supuesto. La tasa de desempleo ha aumentado comparada con la registrada en los años 80. Mientras el promedio de desempleo entre 1986 y 1988 fue de 5.5%, este promedio asciende a 8.6% entre 1992 y 1997. En el último año de recesión se han perdido cerca de 200 mil puestos de trabajo en una economía en la que 260 mil personas se incorporan anualmente al mercado laboral. Ha aumentado el empleo informal, de refugio, de mala calidad y precario por ser inestable y carente de beneficios sociales. En 1990 este empleo informal representaba el 52.0% del empleo total y en lugar de reducirse aumentó hasta alcanzar la cifra de 56.9% en 1997. Una economía que no descansa en el dinamismo de la demanda interna y, en particular, del consumo privado, tiene el camino expedito para ajustar el mercado de trabajo mediante la llamada flexibilidad salarial, es decir, ajustando los ingresos de los trabajadores hacia abajo, sin límite legal alguno que lo evite compulsivamente. Los ingresos reales en los años 90, de trabajadores formales e informales, no han recuperado sus altos niveles registrados durante la reactivación económica de 1986-1987. Además, la pobreza no se ha reducido. En 1985 representaba el 41.0% de la población. Subió a 53.0% en 1995 y sólo disminuyó a 51.0% en 1997.

-El período electoral, ¿afectará la marcha de la economía?
No creo que esto ocurra por el lado de la política económica. El gobierno ha optado por la contracción de la actividad económica, es decir, por un ajuste por cantidades y no por precios que sería el caso de una devaluación. Esta es una de las razones por las que sostengo que la recesión se prolongará. El gobierno está haciendo gastos improductivos y los acrecentará de optar por la re-reelección. Y, en estas condiciones, la prolongación de la recesión difícilmente morigerará la fuerte presión sobre las reservas internacionales del Banco Central de Reserva.

-¿Alguna señal de reactivación?
Ya que continuará el atraso del tipo de cambio real, no habrá crecimiento importante de las exportaciones manufactureras. Y, mientras el flujo de créditos no se restablezca, seguirá la contracción de la industria de la construcción y de la manufactura no procesadora de recursos primarios orientada al mercado interno.

-¿Qué puede ocurrir en el sistema bancario?
Actualmente hay una demanda acrecentada de fondos o capitales extranjeros, dada la internacionalización de la crisis financiera. El entorno macroeconómico generado por la política neoliberal es complicado. Junto al agravamiento del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, la política neoliberal es responsable de la fragilidad financiera en términos de cartera pesada y de dolarización del portafolio bancario. Los bancos son reacios a expandir los créditos. Cualquier política destinada a aumentar sus fondos prestables (compra de dólares al sector privado o reducción de encaje en moneda extranjera) tendría efectos contraproducentes. La inyección de oferta de crédito en moneda nacional bajaría la tasa de interés en soles, pero presionaría al alza del tipo de cambio acentuando la fragilidad del sistema bancario. Sería además la renuncia expresa a uno de los instrumentos antiinflacionarios por excelencia.

Política monetaria

-¿No se podría optar por una reducción del encaje?
Si se reduce el encaje en moneda extranjera para aumentar la oferta correspondiente al crédito, se agudizaría la disminución de las reservas internacionales netas del BCRP. Esta política, por lo demás, estimularía a los bancos locales a pagar sus deudas con los bancos extranjeros y, en el mejor de los casos, el correspondiente aumento del crédito favorecería más a las grandes empresas. En consecuencia, la política monetaria es inoperante en el esquema neoliberal fujimorista.

-En su esquema los márgenes de maniobra del gobierno parecen limitados ¿No puede aplicar otra vez una política contracíclica?
Tampoco puede optar decididamente por una política fiscal contracíclica (aumento del gasto orientado a reactivar la demanda interna o disminución de impuestos en la actual recesión), no obstante el ciclo político actual. Los fondos acumulados de la privatización financiarían con creces un gasto deficitario productivo. Pero, optar por esta política significaría no sólo renegar de la premisa neoliberal de neutralidad del Estado, sino enfrentarse a los acreedores de la deuda externa. El gobierno ha optado por gastos improductivos inundando las calles y cerros del país con "pintas" de propaganda oficial. Y, como el lector comprenderá, la industria de pinturas y los bajos ingresos del empleo transitorio asociado a estas "pintas" no tienen un efecto multiplicador suficiente para reactivar el conjunto de la producción para el mercado interno.

Oposición debe prepararse

-¿La alternativa sería el cambio de política económica?
La recesión actual y las consecuencias sociales del neoliberalismo están generando las condiciones para un cambio drástico de las políticas y de su concepción neoliberal. La oposición debe estar preparada para enfrentar este reto. Si el fujimorismo se perpetúa, será responsable de una reacción social sin precedentes en el siglo que termina. Considérese que la pobreza es más triste y deprimente que antes. Hay una especie de perversión moral asociada a la precarización de los espacios públicos y colectivos que puede devenir en un conflicto social de consecuencias imprevisibles.

-¿Por qué?
Porque las condiciones de sobrevivencia son más difíciles que antes. Los empleos permanentes disminuyeron de un 80% del empleo asalariado formal en 1991 a 39% en 1997. Si se considera que el asalariamiento formal (público y privado) es del orden de 45% del empleo total, el porcentaje de trabajadores con una relación formal permanente disminuyó de 36% del total de trabajadores a la cifra inverosímil de 18%. Con los ajustes y políticas neoliberales, la magnitud del aseguramiento en salud ha disminuido en las distintas modalidades de seguros públicos y privados. El porcentaje de personas con seguro de salud disminuyó de 37.7% en 1994 a 23.5% en 1997. La población con seguro privado, además de EsSalud, es la que sufrió la mayor disminución entre 1994 y 1997: a más de la mitad. EsSalud disminuyó en algo más de un tercio y los que sólo tenían seguro privado disminuyeron en casi un tercio. El régimen neoliberal heredó en 1990 un 47.6% de PEA asegurada para después reducirlo sistemáticamente hasta el 27.1% en 1998. Compárese con el porcentaje registrado en 1987 (41.2%).

-Proyectando el escenario para después del 28 de julio del 2000, ¿qué tareas prioritarias tendrá que ejecutar el nuevo gobierno?
Las tareas de un nuevo gobierno que asuma el poder en julio del 2000 tienen que ver con la superación de esta situación social de cuya perversión es responsable el fujimorismo. Hay que cambiar el liderazgo de los sectores primario exportador y no transables. Hay que modificar la dependencia al capital extranjero y la vulnerabilidad de la economía a los shocks externos. Para participar competitivamente en la actual economía mundial abierta y de mercado, hay que poner el tipo de cambio al servicio de la producción y el empleo y hay que recuperar el rol auténticamente regulador del Estado así como el manejo autónomo de la política fiscal y monetaria.

Diario La República

Sunday, October 31, 1999

Seis razones para cambiar el Modelo Económico Neoliberal

El propósito de este artículo es proporcionarle al lector seis razones para rechazar el modelo económico neoliberal impuesto al país por el régimen fujimorista; y, al mismo tiempo, invitarle a reflexionar sobre la alternativa de desarrollo que el país requiere. Estas seis razones son las siguientes:

En primer lugar, el modelo económico neoliberal es reprimarizador. Ha desindustrializado al país, sacrificando los objetivos de empleo e ingresos y acentuando la dependencia de importaciones y del capital extranjero. Por lo tanto, el estilo y patrón de acumulación que lo acompaña no favorece el desarrollo interno. La estructura de precios relativos configurada por la política económica de este régimen no sólo favoreció la producción exportable primaria con ventajas naturales, sino también la producción de bienes y servicios no transables internacionalmente, como la Construcción y el Comercio que son sensibles al crédito. De acuerdo con la composición del crecimiento del PBI para el período 1990-1997, los sectores que registraron tasas superiores a la del PBI (43.5%), fueron Construcción (113.2%), Comercio (54.1%) y la Minería Metálica (52.2%). En Pesca se registran las tasas de crecimiento más altas durante 1993-1994 (60.1%).

En segundo lugar, el modelo económico neoliberal alentó la dependencia del sistema bancario doméstico del capital extranjero de corto plazo. Así, el financiamiento del crecimiento se hizo depender de los capitales extranjeros. La política macroeconómica aumentó los costos industriales de producción al encarecer el crédito y atrasar el tipo de cambio de manera espectacular. El crédito de capital extranjero fue el recurso de la banca doméstica para expandir sus colocaciones internas a costos más bajos, pues estos recursos no eran sujetos de encaje. De esta manera, la deuda de corto plazo del sistema financiero subió de 679 millones de dólares en 1990 a más de 4,000 millones en 1998. Esta cifra aumenta a más de 7,000 millones si se suma la deuda de corto plazo del sector privado no financiero. Entre 1990 y 1997, el crédito de la banca comercial al sector privado en moneda nacional (convertida en dólares) aumentó a una tasa promedio anual de 36.7%, mientras que en moneda extranjera aumentó a la notable tasa de 57.3%. Durante ese mismo período la deuda externa total de corto plazo del sistema financiero (sin BCRP), aumentó a una tasa de 25.5% promedio anual. Si se suma la deuda externa de corto plazo del sector privado no financiero, los pasivos internacionales de corto plazo del sector privado aumentaron a una tasa de 17.0% anual. Pero, esta no fue la única fuente de financiamiento. La inversión extranjera de cartera aumentó de cero en 1990 a 3,185 millones de dólares en 1998. Igual ocurrió con la inversión extranjera directa que pasó de 1,301 millones de dólares en 1990 a 8,051 millones de dólares en 1998.

En tercer lugar, el modelo económico neoliberal no ha estabilizado la economía. El dólar barato y la apertura comercial son los principales responsables de la disminución de la inflación. Ambos, además, provocaron un crecimiento espectacular de las importaciones y el estancamiento de las exportaciones propiamente manufactureras. Mientras las exportaciones aumentaron en 72.3% entre 1990 y 1998, las importaciones lo hicieron en 258.5%. El modelo neoliberal ha exacerbado el desequilibrio externo. La tasa de crecimiento del PBI de 8% alcanzada en el pico del ciclo de 1987 dio lugar a un déficit comercial de 1.4% del PBI, mientras que la tasa de crecimiento de 7.3% correspondiente al pico del ciclo de 1995 generó un déficit comercial de 3.7% del PBI.

En cuarto lugar, el modelo neoliberal ha renunciado al manejo de la política cambiaria y, por tanto, ha conspirado contra la inserción competitiva de la economía en los mercados internacionales. La política macroeconómica fue incapaz de desdolarizar el sistema financiero. Más del 70% de las colocaciones y de los depósitos bancarios están en dólares. La dolarización constituye el obstáculo más difícil de vencer para efectuar un manejo cambiario con mayor flexibilidad. De esta manera, el modelo económico neoliberal ha reducido la capacidad de la autoridad monetaria para el ejercicio autónomo y eficiente de la política monetaria.

En quinto lugar, el modelo económico neoliberal ha sacrificado la utilidad de la política fiscal para el logro de una cuenta corriente sostenible y consistente con una tasa de crecimiento de la economía significativa y estable. La política fiscal se puso al servicio del pago de intereses de la deuda externa, descapitalizando al país. En lo que va del régimen se ha transferido a los acreedores internacionales la cifra espectacular de más de diez mil millones de dólares, más del 50% del stock de deuda existente en 1990. Entre 1990-1998 salieron del país en términos netos, un promedio de 1,166 millones de dólares anuales por servicios financieros del sector público y 472 millones de dólares anuales por servicios financieros del sector privado.

Por último, y en sexto lugar, el modelo económico neoliberal ha empeorado la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población. No han aumentado sostenidamente los puestos de trabajo ni ha mejorado la calidad del empleo, tampoco han aumentado los ingresos. En el Perú se pagan salarios africanos. La calidad de vida de la mayoría de la población no ha mejorado, el sistema educativo está en crisis. En materia de salud seguimos atrasados, los hospitales no han renovado su equipo, ni han incrementado su capacidad para atender la demanda creciente.

Publicado en Ranking Magazine. Año 1, No. 4

Thursday, September 30, 1999

LA POLÍTICA ECONÓMICA NEOLIBERAL DURANTE EL CRECIMIENTO Y LA RECESIÓN DE LA ECONOMÍA PERUANA

El propósito de este artículo es mostrar que la política económica neoliberal del fujimorismo es lesiva al desarrollo y a los intereses nacionales de nuestro país.

Primero, porque el crecimiento económico de los años 1993, 1994, 1995 y 1997 tienen poco o nada que ver con la política económica adoptada por este régimen. Esta política fue contraria al crecimiento exportador con valor agregado, a la producción para el mercado interno (manufacturera y agropecuaria), y a la generación de puestos de trabajo estables y decentes; hizo daño a los asalariados y a la gran mayoría de la población con bajos sueldos porque empeoró su calidad de vida (maestros universitarios, secundarios y primarios, jubilados, trabajadores independientes, y, en general, la denominada clase media); hizo más vulnerable a la economía frente a los shocks externos y más dependiente del capital y la inversión extranjeros; descapitalizó al país acrecentando el déficit de la balanza de servicios financieros privados; en fin... la política económica adoptada por este régimen ha beneficiado perversamente al capital financiero manteniendo la dolarización el sistema bancario doméstico y convirtiéndolo en dependiente de los depósitos del gobierno.

Segundo, porque la recesión económica de los años 1990, 1991, 1992, 1996, 1998 y, sobre todo, e1 agravamiento de la actual, es producto de la política económica neoliberal aplicada dogmáticamente durante más de nueve años consecutivos. Esta política es más que una rendición frente al mercado, es ridículamente peor que el simple “laissez faire, laissez passer”. No administra las fluctuaciones a favor del país. En las fases de crecimiento no se anticipa, ni prepara a la economía, para morigerar sus caídas y, en las fases de recesión, como la actual, se ata de manos frente a una meta fiscal estampada en una carta de intención a todas luces difícil de cumplir. “Si bajan los ingresos hay que bajar los gastos”, sentencian los doctores de los equilibrios macroeconómicos. Esta política, está sacrificando a una generación de peruanos. En más de nueve años de política neoliberal, la calidad de vida de la mayoría de la población no ha mejorado notoriamente; el sistema educativo sigue en crisis; los hospitales no han renovado su equipo, ni han incrementado su capacidad para atender la demanda creciente. Pero, además, la política económica ha erosionado la calidad del empleo, precarizándolo.

Hubo crecimiento a pesar de la política económica neoliberal
De los cerca de 10 años de fujimorismo neoliberal, sólo cuatro fueron de crecimiento (1993, 1994, 1995 y 1997), y los otros seis, como el actual, de recesión. Pero los cuatro años de crecimiento económico no tienen casi nada que ver con las políticas macroeconómicas y las llamadas reformas estructurales de este régimen. En otras palabras, hubo crecimiento económico en esos años, a pesar de las políticas neoliberales. Veamos por qué.

En primer lugar, la política macroeconómica atrasó el tipo de cambio real al mismo tiempo que liberalizó el comercio exterior simultáneamente con el mercado financiero y la cuenta de capitales. Durante el período 1991-1998 el tipo de cambio real se mantuvo casi constante alcanzando un valor promedio equivalente a sólo el 43.0% de su valor registrado en el período 1980-1985 y al 42.6% del que se alcanzó en 1987. ¿Alguien puede afirmar que con este tipo de cambio se estimuló el crecimiento de la producción y de las exportaciones manufactureras?. La apertura comercial y diez años de atraso cambiario, afectaron a la industria al aumentar relativamente sus costos de producción, haciéndole perder competitividad en los mercados internacionales. Pero el atraso cambiario y la apertura comercial también originaron consecutivos déficit comerciales en todos los años de este régimen, al encarecer las exportaciones y abaratar las importaciones. Cuando la balanza comercial es deficitaria, disminuye la demanda agregada y, consecuentemente, la producción, el empleo y los ingresos. En consecuencia, las políticas cambiaria y comercial de este régimen no pueden ser causa de crecimiento económico alguno.

En segundo lugar, el crecimiento tampoco tuvo que ver con la política fiscal cuya orientación fundamental fue servir la deuda externa. No puede producir crecimiento 9 años consecutivos de generación de superávit fiscal primario. En los cursos elementales de economía se aprende que los superávit fiscales contraen la demanda agregada y, por tanto, la producción. El superávit primario de los años 1991-1993 y 1996-1998 fue, en promedio, equivalente al 1.3% del PBI. Únicamente durante los años de la llamada “fiesta fiscal releccionista” 1994 y 1995, el porcentaje del superávit primario bajó a 0.9% y a 0.3%, respectivamente. En consecuencia, no se puede afirmar que el crecimiento económico de esos años fue resultado a la política fiscal de creación de superávit primarios.

En tercer lugar, tampoco puede adjudicarse a la política monetaria el crecimiento económico de los años 1993, 1994, 1995 y 1997. En este caso, no hay manera de identificar el mecanismo de transmisión que expandió la demanda y, por tanto, la producción. La política monetaria restrictiva aplicada durante cerca de una década por este régimen, encareció el crédito. El crédito caro, como sugiere el sentido común, tiene un efecto recesivo y no expansivo en la producción. Pero, además la política monetaria restrictiva mantuvo y reforzó el papel del rezago cambiario en la generación del déficit comercial. Esta política se basó en la esterilización, supuestamente con el propósito de evitar la sobrevaluación del tipo de cambio e impedir, al mismo tiempo, el crecimiento de la cantidad de soles en circulación y, por tanto, de la inflación. Pero, como origina un aumento de las tasas de interés en soles (o, simplemente, no genera ninguna fuerza que presione a su disminución), la política monetaria restrictiva estimula el aumento de la demanda de créditos en dólares que, en las condiciones imperantes, los bancos satisficieron con fondos prestados del exterior. En consecuencia, como alimenta diferenciales de rentabilidad que favorecen la entrada de capitales extranjeros de corto plazo, no logró impedir la sobrevaluación del tipo de cambio. Y, todavía más, estimuló el mantenimiento de un sistema bancario dolarizado, con las consecuencias negativas que ello tiene para un adecuado manejo cambiario y monetario. También claro está, reforzó la tendencia al crecimiento de las importaciones vía la expansión del crédito en moneda extranjera.

Por último, las privatizaciones, parte importante de las llamadas reformas estructurales, tampoco tuvieron un efecto expansivo directo en la producción. Por ejemplo, como resultado de las privatizaciones, en energía eléctrica y en telefonía, pagamos tarifas de monopolio que no sólo perjudica a los consumidores sino también a la empresa privada nacional por sus efectos en los costos de producción. Lo mismo ocurre con el precio del galón de gasolina, que es más o menos 2 veces el precio internacional. Con capacidad de compra reducida y costos de producción relativamente más altos no se puede, ciertamente, esperar que aumente la producción para el mercado interno. Pero, además, con un tipo de cambio atrasado y tarifas públicas caras, hemos perdido competitividad en los mercados internacionales y, lo que es peor, hemos empeorado nuestra posición comercial frente a algunos países de la Comunidad Andina.

Entonces, ¿por qué crecimos? Por mejoramiento del clima y la demanda mundial
El lector se preguntará: entonces ¿por qué hubo crecimiento económico durante esos años?. Ante todo, hay que señalar es que la política económica descrita aplicada, con algunas variaciones, durante cerca de una década, fue deflacionaria y contractiva. Atacó la inflación pero a costa no sólo del agravamiento del desequilibrio externo y de la competitividad internacional, sino también de la producción para el mercado interno. Generó una estructura de precios relativos antiindustrial y, por lo tanto, contraria a la generación de valor; no favoreció la expansión de la industria porque encareció relativamente sus costos de producción. Erosionó su competitividad frente a las masivas importaciones provocadas por la apertura. Pero esa estructura de precios relativos sí favoreció la explotación y producción de productos con alta renta natural, es decir, la producción primaria con ventajas naturales de productividad, como la minería y la pesca que responden al clima. Sin embargo, este tipo de producción tampoco se hubiera expandido sin la demanda internacional correspondiente. La suerte de este régimen fue que esta demanda se recuperó a partir justamente del año 1992.

Ahora bien, el lector comprenderá que las políticas económicas no pueden influir ni en el clima ni en la demanda mundial. Y justamente estos dos factores fueron los que explicaron el notable crecimiento de las exportaciones y de la producción primaria correspondiente.

El comportamiento de la demanda mundial puede ilustrarse con la tasa de crecimiento de las importaciones de los EE.UU. Estas importaciones aumentaron, en términos reales, a una tasa promedio anual de 4.9% durante 1984-1992 y de 10.6% durante 1992-1997. En correspondencia con este comportamiento de la demanda mundial, las exportaciones peruanas crecieron a una tasa promedio anual de 1.9% durante 1984-1992 y de 13.2% durante 1992-1997. Las exportaciones que más crecieron durante este último período fueron justamente las de productos tradicionales pesqueros, en primer lugar, y luego las de productos agrícolas y mineros. Mientras las exportaciones tradicionales totales crecieron en 107.7% durante 1990-1997, las exportaciones de productos pesqueros aumentaron en 226.0%. En el grupo de las exportaciones no tradicionales, los productos que más crecieron durante el mismo período, son los agropecuarios (185%), Pesqueros (160%), minerales no-metálicos (230%) y Otros, que incluye joyas de metales preciosos (212.4%). Todos estos productos pertenecen a la industria procesadora de recursos primarios. Nótese, además, que el grupo de las exportaciones no tradicionales como un todo crece en 106.7%.

En resumidas cuentas, nuestras exportaciones primarias, tradicionales y no tradicionales, crecen no sólo porque la demanda mundial crece, sino también porque el clima favorece a la expansión de la producción pesquera. Nada de esto, ciertamente, tiene que ver con la política económica neoliberal de este régimen.

La estructura de precios relativos configurada por la política económica de este régimen no sólo favoreció la producción exportable primaria con ventajas naturales, sino también la producción de bienes y servicios no transables, como la Construcción y el Comercio que son sensibles al crédito. Y, la expansión de este crédito, como veremos más adelante, tampoco fue resultado de la política económica. De acuerdo con la composición del crecimiento del PBI para el período 1990-1997, los sectores que registraron tasas superiores a la del PBI (43.5%), fueron Construcción (113.2%), Comercio (54.1%) y la Minería Metálica (52.2%). En Pesca se registran las tasas de crecimiento más altas durante 1993-1994 (60.1%).

El sesgo reprimarizador y a favor de la producción de no transables internacionalmente, se refleja también en la composición del crecimiento por el lado de la demanda agregada real. Crecen por encima del PBI (43.5%), durante el mismo período de referencia, la Inversión Privada (113.4%), la Inversión Pública (84.8%) y las Exportaciones (77.1%). El Consumo crece en sólo 34.5%, mientras las importaciones lo hacen en 124%. Estos datos indican que el crecimiento no fue impulsado por la expansión de la Demanda Interna. Esta aumentó en 50.2%, sólo cerca de 7 puntos por encima del crecimiento del PBI. Consecuentemente, la producción manufacturera aumentó en un porcentaje similar al del PBI (44.3%). La expansión de los sectores primarios impulsa poco el crecimiento de la demanda interna, por tanto, no es casual que cuando los primeros desaceleran su crecimiento, los primeros en caer sean la inversión y consumo privados. Pero nótese que la inversión privada en maquinaria y equipo es fundamentalmente importada y que parte de esta inversión se orienta a los sectores primarios. En consecuencia, con la desaceleración de la producción de estos sectores caen, por el lado de la oferta, la construcción y el comercio, y, por el lado de la demanda, el consumo privado. Lo que ocurre, como veremos enseguida, es que esa desaceleración se produce por una interrupción, o freno, en el flujo de financiamiento. ¿No hemos escuchado en el último año hablar de iliquidez bancaria?. ¿Por qué?.

Flujos de capital extranjero y financiamiento del crecimiento
La información anterior muestra que los impulsos fundamentales al crecimiento no provinieron de factores internos. Ninguna de las políticas adoptadas se orientó a la expansión de la demanda interna ni menos al financiamiento de esta expansión. ¿Cómo se financió entonces el crecimiento?. Entre 1990 y 1997, el crédito de la banca comercial al sector privado en moneda nacional (convertida en dólares) aumentó a una tasa promedio anual de 36.7%, mientras que en moneda extranjera aumentó a la notable tasa de 57.3%. Durante ese mismo período la deuda externa total de corto plazo del sistema financiero (sin BCRP), aumentó a una tasa de 25.5% promedio anual. Si se suma la deuda externa de corto plazo del sector privado no financiero, los pasivos internacionales de corto plazo del sector privado aumentaron a una tasa de 17.0% anual. En cifras absolutas, estos pasivos aumentaron de 2,106 millones de dólares en 1990 a 6,327 millones en 1997.

La alta tasa de crecimiento de los créditos en moneda extranjera se explica por el aumento de la liquidez doméstica en dólares debido al endeudamiento externo de corto plazo del sistema bancario. Con este tipo de endeudamiento se abarataba relativamente el crédito, pues este pasivo internacional de la banca comercial no estaba sujeto a encaje ni al impuesto a los activos. Estos créditos son los que financiaron el crecimiento. Pero, esta no fue la única fuente de financiamiento. La inversión extranjera de cartera aumentó de 27 millones de dólares en 1992 a 3,996 millones de dólares en 1997. Igual ocurrió con la inversión extranjera directa que pasó de 1,501 millones de dólares a 7,480 millones de dólares en 1997.

El régimen fujimorista tuvo la suerte de contar con un escenario internacional y con el clima que favoreció el crecimiento de la producción primaria. Y este crecimiento, junto con el de la construcción, fue posible, ciertamente, por la masiva entrada del capital extranjero.

Recesión y entrampamiento del modelo económico
Cuando la modalidad de financiamiento aludida se frena o interrumpe como consecuencia de la crisis internacional (o efectos de las crisis mexicana de 1994-95, asiática de mediados de 1997, rusa de agosto de 1998 y brasileña de enero de este año), la economía entra en recesión. En otras palabras, cuando la entrada de estos capitales se frena, el modelo económico se paraliza. Y como la política económica tampoco fue capaz de desdolarizar el sistema financiero, la presión al alza del tipo de cambio y el encarecimiento del crédito, afectan la capacidad de pago de las empresas endeudas en dólares y ponen al sistema financiero al borde de una crisis general de deuda. La participación de los depósitos del gobierno en las empresas bancarias en el total (en moneda nacional y extranjera) aumentó de 18% a 20% entre julio de 1998 y julio de 1999. En cifras absolutas estos depósitos del gobierno ascienden a cerca de 2,900 millones de dólares. El 30% de este monto se encuentra en diez bancos y en estos bancos los depósitos del gobierno representan en promedio el 44.9% del total. ¿Qué ocurriría con el sistema bancario si el gobierno decidiera retirar sus depósitos?.

Pero el modelo económico neoliberal no sólo encuentra un limite por el lado financiero, sino también por el lado del sector externo. La verdad es que después de más de ocho años de política económica neoliberal, nuestra economía está lejos de ser estable y sólida. Disminuyó notoriamente la inflación pero a costa de la exacerbación del desequilibrio externo. El atraso cambiario y la apertura comercial fueron los factores antiinflacionarios más importantes durante estos años, pero fueron también los causantes del acrecentamiento de la brecha comercial del país. La reproducción de tasas de crecimiento y niveles de producto per capita históricos, implica ahorra la generación de mayores déficit comercial y en cuenta corriente de la balanza de pagos. En 1987, año el pico del ciclo, el PBI aumentó en 8.0% generando un déficit comercial de –1.4% del PBI y un déficit en la cuenta corriente de –5.7% del PBI. En 1995, otro pico del ciclo, el PBI aumento en 7.3%, dando lugar a déficit comercial y en cuanta corriente como porcentaje del PBI mayores: -3.7% y –7.3%, respectivamente. Y, nótese que este último año el producto per cápita fue equivalente a sólo el 87.6% del registrado en 1987. Por otro lado, el modelo reprimarizador con sus política fiscal y cambiaria puestas al servicio del pago de la deuda externa han descapitalizado al país: entre 1090 y 1998 han salido 4248 millones de dólares por concepto de servicios financieros privados netos y 10,492 millones de dólares por concepto de servicios financieros públicos netos.

Conclusión
La crisis internacional, la frenar la entrada de capitales a nuestro país, ha puesto en evidencia la inviabilidad a largo plazo del modelo económico actual, inestable intrínsecamente y contrario al crecimiento sostenido. Habría que mencionar también que la política económica liberal es responsable de la actual inestabilidad social. Al desindustrializar la economía, se eliminó la capacidad de creación sostenida de puestos de trabajo y de ingresos. Así, lo poco que se ganó en los años de crecimiento, se está perdiendo aceleradamente en este período de recesión.



Publicado en en el mes de setiembre de 1999 een los diarios La República y Síntesis

¿Inviabilidad del Modelo Económico o Problema de Confianza?

Mientras en el país se desarrolla un proceso recesivo sólo comparable a lo ocurrido en los años 1983 y 1988-1989, algunos economistas renuentes a aceptar la existencia de grietas en el modelo económico actual y convencidos de que se trata de un problema de confianza, recomiendan implantar un sistema de convertibilidad como paso previo a la total dolarización de la economía. El propósito sería convencer a los inversionistas internacionales de que no habrán desvíos en la política económica que pongan en cuestión al modelo, ...para que inviertan.

La llamada crisis de confianza

Para estos economistas la recesión actual es resultado de una pérdida de confianza en el manejo de la política económica debido a que las autoridades no reaccionaron, frente a los efectos de la crisis internacional, reduciendo significativamente el gasto fiscal y vendiendo activos del Estado o adelantando las privatizaciones pendientes. Se argumenta que esta crisis de confianza, cuyo origen se fecha en agosto del año pasado, se refleja en una presión al alza del tipo de cambio y en pérdida de reservas internacionales.

En la lógica de estos economistas está implícito el supuesto de que la economía peruana seguiría con tasas de crecimiento significativas como las registradas en los años 1993 a 1997, de no haber ocurrido la crisis financiera internacional (Asiática, Rusa y Brasileña). Recurren a estos años de crecimiento, para autopersuadirse de la “solidez” de la economía y para justificar su deseo de mantener el modelo económico. Es bueno recordar aquí que estos economistas participaron durante ocho años seguidos, desde 1991, en la implementación de la receta del Consenso de Washington, de estabilización y ajuste estructural.

La economía no está estabilizada

La verdad es que después de más de ocho años de política económica liberal, nuestra economía está lejos de ser estable y sólida. Disminuyó notoriamente la inflación pero a costa de la exacerbación del desequilibrio externo. El atraso cambiario y la apertura comercial fueron los factores antiinflacionarios más importantes durante estos años, pero fueron también los causantes del acrecentamiento de la brecha comercial del país.

Asimismo, el atraso cambiario y la política fiscal orientada a la generación de superávit primarios, se pusieron al servicio del pago de la deuda externa (han salido del país más de diez mil millones de dólares por este concepto) aumentando significativamente el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Por último, la política económica liberal configuró una estructura de precios relativos que, junto a un escenario internacional favorable en términos de demanda y capitales, estimuló la reprimarización o desindustrialización de la economía y la hizo más dependiente del capital y ahorro extranjeros.

El modelo es inviable a largo plazo

La crisis internacional, la frenar la entrada de capitales a nuestro país, ha puesto en evidencia la inviabilidad a largo plazo del modelo económico actual, inestable intrínsecamente y contrario al crecimiento sostenido. ¿Por qué?. Porque nada de lo que se hizo en materia de política económica liberal explica el crecimiento ocurrido en los años 1993 a 1997.

La pesca y la minería crecieron por factores de clima y de demanda internacional favorable, y con financiamiento del capital internacional. La política económica no creó liquidez suficiente para financiar el crecimiento. Los sectores no transables, como la construcción y el comercio, también crecieron financiados con colocaciones bancarias en dólares. Recuérdese que la banca recurrió al crédito de capital extranjero para expandir sus colocaciones internas a costos relativamente más bajos de lo que hbiera sido posible en caso contrario.

Por otro lado, las privatizaciones aumentaron las tarifas públicas en lugar de reducirlas, afectando la competitividad industrial ya mermada por el atraso cambiario. Finalmente, habría que mencionar también que la política económica liberal es responsable de la actual inestabilidad social. Al desindustrializar la economía, se eliminó la capacidad de creación sostenida de puestos de trabajo y de ingresos. Así, lo poco que se ganó en los años de crecimiento, se está perdiendo aceleradamente desde enero de 1997.

Ranking Magazine, año I No.3

Monday, May 31, 1999

LA PROPUESTA DE DOLARIZACIÓN: ¿UN PASO ATRÁS?

La crisis financiera internacional ha provocado el debate sobre el régimen cambiario apropiado para asegurar la estabilidad de las economías como la nuestra. Un grupo de economistas persuadidos con la idea de que la crisis es resultado de la acción especuladora de inversionistas que apuestan por la depreciación monetaria respecto a una moneda fuerte (el dólar) en economías con problemas, está proponiendo su total dolarización. Muerto el perro, se acabó la rabia, dicen. Desaparecida la moneda doméstica y reemplazada por el dólar, no hay espacio para la devaluación y por tanto para la especulación. Esta propuesta ha sido recogida por algunos economistas de nuestro país, con la misma imaginación con la que recogieron el plan de estabilización del Consenso de Washington. Después de 8 años de experimento estabilizador en el que participaron estos economistas, proponen para nuestra economía el sistema de convertibilidad argentino como paso previo a su total dolarización. La propuesta tiene como valor agregado por estos economistas, el adjetivo shock de confianza. Ellos suponen, claro está, que las presiones devaluatorias y la pérdida de reservas internacionales experimentadas por nuestro país en los últimos meses son resultado de factores externos que, según ellos, no tienen que ver con los sólidos fundamentos de la economía construidos en 8 largos años de estabilización. El lector, sin embargo, debe saber que una economía no puede tener sólidos fundamentos cuando la disminución de la inflación se hizo a costa de la exacerbación del desequilibrio externo. El propósito de este artículo es mostrar por qué el sistema de convertibilidad o Currency Board y la dolarización, sacrifican o subordinan los objetivos de producción y empleo a la estabilidad monetaria.


El sistema de convertibilidad o Currency Board
La convertibilidad supone la existencia de un Currency Board (Junta Monetaria) que emite moneda doméstica convertible a una moneda de reserva internacional (dólar) a un tipo de cambio totalmente fijo. Se requiere 100% de reservas en la moneda ancla contra la base monetaria emitida. Esta conversión es total para la moneda emitida por la Junta Monetaria y no para los depósitos bancarios denominados en moneda doméstica. La Junta Monetaria no tiene responsabilidad alguna de asegurar que esos depósitos bancarios sean convertibles en la moneda que ella emite. Esta es una obligación exclusiva de los bancos. La conversión total a la moneda ancla supone la ausencia de restricciones a las transacciones externas tanto de la cuenta corriente como de la cuenta de capital. Por definición, la Junta Monetaria no tiene poder discrecional. Se pierde autonomía monetaria. En rigor, su única función es cambiar los billetes y monedas que emite por reservas internacionales a un tipo de cambio fijo. El sistema de convertibilidad se establece por ley. Es una reacción al régimen de tipo de cambio fijo defendido por el Banco Central y que corresponde al patrón dólar-oro de Bretton Woods. Se dice que es más creíble porque no da lugar a modificación alguna en el tipo de cambio establecido por ley, obligando a respaldar con reservas internacionales, a este tipo de cambio, toda emisión de moneda doméstica. Pero el hecho que sea más creíble no implica que sea sólido. Su fragilidad está en relación directa a la movilidad de los capitales. Bajo el esquema monetario de Bretton Woods, los inversionistas que dudan, por cualquier razón, de la capacidad del Banco Central de cumplir su compromiso de mantener el tipo de cambio, conspirarán contra la moneda doméstica provocando una crisis con pérdida y salida de reservas. La Junta Monetaria pretende justamente eliminar la posibilidad de esta crisis y simultáneamente mantener estable los niveles de precios. Como señala la evidencia empírica, estos resultados presuponen niveles elevados y sostenidos de reservas internacionales y la subordinación de otros objetivos económicos al mantenimiento de la convertibilidad. Pero, con el sistema de convertibilidad fijo, no hay manera de modificar la estructura de precios relativos a favor de la industria y del empleo, aumentar la competitividad de los productos comercializables internacionalmente, y menos de utilizar la política económica para superar los desequilibrios económicos regionales del país. Con la Junta Monetaria se renuncia a la política monetaria y a la administración del tipo de cambio, sacrificándose así, en general, los objetivos de producción, crecimiento, comercio, acumulación de capital, empleo, en aras de la estabilidad monetaria y de la eliminación de la inflación. Además, la Junta monetaria acrecienta la vulnerabilidad de la economía a los shocks externos en lugar de reducirse, y desaparece la función del Banco Central como prestamista de última instancia. En consecuencia, el sistema de convertibilidad no elimina la posibilidad de la crisis monetaria. La existencia de un sistema bancario implica la adición de depósitos denominados en moneda doméstica a la base monetaria emitida por la Junta. Es decir, no se elimina la posibilidad de dinero bancario a través del endeudamiento empresarial (inside money). Y, como no hay un prestamista de última instancia, las corridas bancarias no pueden ser detenidas para evitar una crisis generalizada. Cuando la cantidad de dinero supera varias veces la magnitud de la base monetaria, es totalmente posible que una corrida contra los depósitos bancarios y hacia la moneda de reserva internacional, provoque una salida de capitales y cause el colapso del sistema de convertibilidad. El desencadenante puede ser, por ejemplo, un shock externo. El caso de la Argentina es elocuente al respecto. La Junta Monetaria no fue garantía de estabilidad monetaria y del tipo de cambio cuando la economía argentina fue afectada por la crisis mexicana de diciembre de 1994. El dilema entre mantener la estabilidad del tipo de cambio (la convertibilidad) y la estabilidad del sistema bancario, fue evitado sólo con la inyección de 8 mil millones de dólares de préstamos internacionales organizados por el FMI.


Del Currency Board a la Dolarización
La devaluación del real brasileño volvió a poner en cuestión el sistema de convertibilidad argentino. El efecto negativo en la cuenta corriente de su balanza de pagos, no pudo ser enfrentado con la presencia de la Junta Monetaria. La reacción inmediata fue el aumento notable de las tasas de interés en moneda nacional y en moneda extranjera. Al momento de escribir este artículo, nos enteramos que el gobierno argentino está negociando un nuevo acuerdo con el FMI en una situación en la que por los efectos recesivos de la crisis internacional, la recaudación tributaria ha caído dramáticamente. La propuesta argentina de una dolarización completa pretende evitar así un ataque especulativo, si la situación brasileña se agrava. Pues, el sistema de convertibilidad argentino volverá a sobrevivir sólo con otro “préstamo internacional” monitoreado por el FMI. Ciertamente, los argentinos piensan que con la dolarización, la ayuda vendría directamente de los EE.UU. La dolarización puede verse como el paso lógico que sigue a la Junta Monetaria. Si esta impide hacer política monetaria, la moneda de reserva internacional (el dólar) puede lógicamente devenir en medio de pago y unidad de cuenta, desapareciendo la moneda doméstica y reemplazándose totalmente con el dólar. En esto consiste la dolarización. Ciertamente, el proceso puede ser acompañado con un tratado firmado con los Estados Unidos, como lo ha propuesto el presidente argentino, que entre otras cosas estipularía que los dos países compartirían el señoreaje del que se dolariza. Con la dolarización el país queda sujeto a los efectos de la política monetaria del Banco Central del país que emite la moneda de reserva, es decir, de la Reserva Federal de los EE.UU. Esto es así, porque la dolarización no genera razones por si misma para que la Reserva Federal actúe necesariamente a favor de la solución de los problemas macroeconómicos del país argentino o peruano dolarizado; en otras palabras, nuestros países no tienen por qué ser considerados por la Reserva Federal como parte de los EE.UU. La situación podría ser distinta si el movimiento libre de capitales y mercancías se acompañara con el libre movimiento de la fuerza de trabajo. Al igual que el Currency Board, la dolarización privilegia la estabilidad monetaria, sacrificando otros objetivos macroeconómicos como el de la producción, el comercio, el empleo, etc. Para que la dolarización tenga algo de sentido se requiere no sólo de un contexto mundial de relativa estabilidad, sino también que los ciclos económicos de los países involucrados estén altamente sincronizados, pues en caso contrario las políticas monetarias de la Reserva Federal pueden tener efectos contraproducentes en los países de mercados emergentes dolarizados.


La réplica de Calvo a las criticas sobre la dolarización
En un reciente y excelente artículo a favor de la dolarización, el economista Guillermo Calvo intenta rebatir a sus críticos con argumentos que vale la pena revisar aquí, aunque sólo sea de pasada. En primer lugar, sostiene que la propuesta es viable en aquellas economías altamente vulnerables a factores externos y con pasivos privados (deudas) parcialmente dolarizados. Estas son las condiciones iniciales que no discute. Pero, como se sabe estas condiciones pueden ser, como en el caso de nuestro país, resultado de las propias políticas económicas domésticas. Se configuran precios relativos que desalientan la producción comercializable y alientan el aprovechamiento de la renta natural reprimarizando la economía. El resultado es el acrecentamiento de la vulnerabilidad externa. De otro lado, estas mismas políticas estimularon la dolarización de los depósitos y colocaciones del sistema bancario. En segundo lugar, sostiene que la devaluación es inútil cuando los shocks provienen de la cuenta de capitales de la balanza de pagos, amén del hecho de que es contractiva según la evidencia empírica. La opción del autor es clara. Cuando la devaluación afectaba a los salarios reales y por esta vía contraía la demanda interna, no se cuestionaba su utilización. Ahora, dada la condición inicial de dolarización de las deudas privadas, la devaluación afectaría fundamentalmente al sistema bancario. No evita la recesión, porque puede dar lugar a una crisis general de deuda y, por tanto, al colapso del sistema financiero. El autor opta por defender el statu quo que favorece al capital financiero y no al capital productivo. No imagina siquiera la posibilidad de un proceso de desdolarización de las deudas cuyos beneficios de largo plazo serían enormes porque se recuperaría la posibilidad de la política cambiaria. Por lo demás, si los shocks provienen de la cuenta de capitales, la recuperación de la utilidad de la devaluación o, en general, de la política cambiaria en un mundo abierto como el actual, puede hacerse mediante la aplicación de tasas impositivas a los flujos de capitales de corto plazo como en Chile, Colombia e Israel. Si las crisis financieras y la salida de capitales en países como el nuestro coinciden en el tiempo con el aumento de las tasas de interés en los países industrializados, ¿por qué la dolarización total va a ser más ventajosa que los controles?. Hay que mencionar de pasada los ejemplos de Chile y México que están enfrentado bien el shock externo gracias en buena medida a que pueden devaluar, y que los efectos de esta devaluación no son tan malos justamente porque no están dolarizados. Finalmente, sugiere utilizar aranceles a las importaciones combinadas con subsidios a las exportaciones, para contrarrestar el efecto negativo del desalineamiento del tipo de cambio real sobre la producción. En este caso, el autor parece no importarle la evidencia empírica de políticas comerciales de este tipo aplicadas en América Latina desde fines de los años 70. Pero, además, no pondera su viabilidad. En una economía abierta y de mercado, la política comercial debería ser sustituida por la política cambiaria para la consecución de los objetivos de producción y empleo. Los beneficios a largo plazo de esta alternativa superan, sin duda con creces el costo de corto plazo de una desdolarización de las deudas privadas y, ciertamente, esta alternativa retienen la autonomía en las decisiones de política que la dolarización enajena. Supongamos que estamos dolarizados, ¿qué ocurriría si frente al incremento de los precios del petróleo los Estados Unidos adoptaran una política monetaria restrictiva justamente cuando nuestra economía se encuentra en recesión y precisa de políticas reactivadoras?.


A modo de conclusión
Krugman, argumentado a favor de monedas nacionales separadas y tipos de cambio flexibles, cita la siguiente observación de Milton Friedman: Si en un país los precios y salarios deben aumentar comparado con los de otro país, las fuerzas de la oferta y la demanda podrían hacerlo generando inflación en el primero y deflación en el segundo. Pero, esto significaría, dice Friedman, pedirle mucho a los mercados, pues sería más fácil que ambos países mantengan sus precios estables en sus respectivas monedas y dejar que el tipo de cambio entre las dos monedas haga el ajuste. O dicho de otra manera, un país cuyos salarios y precios son muy altos comparados con los de otro país, encontrará que es más fácil hacer el ajuste mediante la modificación del valor de su moneda que a través de miles de cambios en sus precios individuales.


REFERENCIAS

Calvo, Guillermo A., 1999, “On Dollarization”, University of Maryland, Mimeo.
Eichhengreen, Barry, 1998, Globalizing Capital, A History of the International Monetary System, Princeton University PreesNew Jersey, USA.
Eichhengreen, Barry and Ashoka Mody, 1998, “Interest Rates in the North and Capital Flows to the South: Is there a Missing Link?”, International Finance, 1,1, October, pp.35-58.
Hanke, Steve y K. Schuler, 1994, Currency Board for Developing Countries: A Handbook, International Center for Economic Growth, San Francisco, USA.
Krugman, Paul, 199, “Monomoney Mania”, Slate Magazine, The Dismal Science.
Tobin, James, 1998, “Financial Globalization: Can National Currencies Survive?”, World Bank, Washington, D. C.

(Publicado en la Revista MONEDA del Banco central de Reserva del Perú, No. 114, Abril-Mayo 1999)

Monday, April 26, 1999

Sobre el modelo económico: el crecimiento no fue resultado de la política económica

En el debate sobre los límites del modelo económico se ha vertido el argumento de que el crecimiento de los años 1993, 1994, 1995 y 1997, fue el resultado de las políticas económicas adoptadas por el régimen fujimorista. Sus voceros oficiales recurren a estos años de crecimiento para justificar su afirmación de que no se harán cambios en el modelo económico. Y, para no dudar ellos mismos de lo que dicen, se repiten en voz alta que la recesión actual no es resultado de las políticas adoptadas. El propósito de este artículo es mostrarle al lector la falacia de esta argumentación oficial.

Crecimos a pesar de la Política Económica

De los 10 años de fujimorismo liberal, sólo cuatro fueron de crecimiento (1993, 1994, 1995 y 1997), y los otros seis, como el actual, de recesión. Pero los cuatro años de crecimiento económico tienen muy poco o casi nada que ver con las políticas macroeconómicas y las llamadas reformas estructurales de este régimen. En otras palabras, crecimos durante esos años a pesar de las políticas liberales. Veamos por qué.

En primer lugar, la política macroeconómica atrasó el tipo de cambio real al mismo tiempo que se liberalizó el comercio simultáneamente con el mercado financiero y la cuenta de capitales. Durante el período 1991-1997 el tipo de cambio real se mantuvo casi constante alcanzando un valor promedio equivalente a sólo el 42.8% de su valor registrado en el período 1980-1985 y al 42.4% del que se alcanzó en 1987. ¿Alguien puede afirmar que con este tipo de cambio se estimuló el crecimiento de la producción y de las exportaciones?. La apertura comercial y diez años de atraso cambiario, afectaron a la industria al aumentar relativamente sus costos de producción, haciéndole perder competitividad. Pero el atraso cambiario y la apertura comercial también originaron consecutivos déficit comerciales en todos los años de este régimen, al encarecer las exportaciones y abaratar las importaciones. Cuando la balanza comercial es deficitaria, disminuye la demanda agregada y, consecuentemente, la producción. En consecuencia, las políticas cambiaria y comercial no pueden ser responsables de crecimiento económico alguno.

En segundo lugar, el crecimiento tampoco tuvo que ver con la política fiscal cuya orientación fundamental fue servir la deuda externa. No puede producir crecimiento 9 años consecutivos de generación de superávit fiscal primario. En los cursos elementales de economía se aprende que los superávit fiscales contraen la demanda agregada y, por tanto, la producción. El superávit primario de los años 1991-1993 y 1996-1998 fue, en promedio, equivalente al 1.3% del PBI. Únicamente durante los años de la llamada “fiesta fiscal releccionista” 1994 y 1995, el porcentaje del superávit primario bajó a 0.9% y a 0.3%, respectivamente. En consecuencia, no se puede asociar el crecimiento a la política fiscal de creación de superávit primarios.

En tercer lugar, tampoco puede adjudicarse a la política monetaria el crecimiento de los años 1993, 1994, 1995 y 1997. En este caso, no hay manera de identificar el mecanismo de transmisión que expandió la demanda y, por tanto, la producción. La política monetaria restrictiva que caracteriza a este régimen, encareció el crédito. El crédito caro, como sugiere el sentido común, tiene un efecto recesivo y no expansivo en la producción.

Por último, las privatizaciones, parte importante de las llamadas reformas estructurales, tampoco tuvieron un efecto expansivo directo en la producción. Por ejemplo, como resultado de las privatizaciones, en energía eléctrica y en telefonía, pagamos tarifas de monopolio que no sólo perjudica a los consumidores sino también a la empresa privada nacional por sus efectos en los costos de producción. Lo mismo ocurre con el precio del galón de gasolina, cuyo precio es más o menos 2 veces el precio internacional. Con un tipo de cambio atrasado y tarifas públicas caras, hemos perdido competitividad en los mercados internacionales y, lo que es peor, hemos empeorado nuestra posición comercial frente a algunos países de la Comunidad Andina.

El Clima y la Demanda Mundial

El lector se preguntará: entonces ¿por qué crecimos?. Lo primero que hay que señalar es que esa estructura de precios relativos era antiindustrial; no favorecía la expansión de la industria porque encarecía relativamente sus costos de producción. Erosionó su competitividad frente a las masivas importaciones provocadas por la apertura. Pero esa estructura de precios relativos favoreció la explotación y producción de productos con alta renta natural, es decir, la producción primaria con ventajas naturales de productividad, como la minería y la pesca que responde al clima. Sin embargo, este tipo de producción tampoco se hubiera expandido sin la demanda internacional correspondiente. La suerte de este régimen fue que esta demanda se recuperó a partir del año 1992.

Como se comprenderá, las políticas económicas no pueden influir ni en el clima ni en la demanda mundial. Y justamente estos dos factores fueron los que explicaron el notable crecimiento de las exportaciones y de la producción primaria correspondiente.

El comportamiento de la demanda mundial puede ilustrarse con la tasa de crecimiento de las importaciones de los EE.UU. Estas importaciones aumentaron, en términos reales, a una tasa promedio anual de 4.9% durante 1984-1992 y de 10.6% durante 1992-1997. En correspondencia con este comportamiento de la demanda mundial, las exportaciones peruanas crecieron a una tasa promedio anual de 1.9% durante 1984-1992 y de 13.2% durante 1992-1997. Las exportaciones que más crecieron durante este último período fueron justamente las de productos tradicionales pesqueros, en primer lugar, y luego las de productos agrícolas y mineros. Mientras las exportaciones tradicionales totales crecieron en 107.7% durante 1990-1997, las exportaciones de productos pesqueros aumentaron en 226.0%. En el grupo de las exportaciones no tradicionales, los productos que más crecieron durante el mismo período, son los agropecuarios (185%), Pesqueros (160%), minerales no-metálicos (230%) y Otros, que incluye joyas de metales preciosos (212.4%). Todos estos productos pertenecen a la industria procesadora de recursos primarios. Nótese, además, que el grupo de las exportaciones no tradicionales como un todo crece en 106.7%.

En resumidas cuentas, nuestras exportaciones primarias, tradicionales y no tradicionales, crecen no sólo porque la demanda mundial crece, sino también porque el clima favorece a la expansión de la producción pesquera. Nada de esto, ciertamente, tiene que ver con la política económica de este régimen.

La estructura de precios relativos configurada por la política económica de este régimen no sólo favoreció la producción exportable primaria con ventajas naturales, sino también la producción de bienes y servicios no transables, como la Construcción y el Comercio que son sensibles al crédito. Y, la expansión de este crédito, como veremos más adelante, tampoco fue resultado de la política económica. De acuerdo con la composición del crecimiento del PBI para el período 1990-1997, los sectores que registraron tasas superiores a la del PBI (43.5%), fueron Construcción (113.2%), Comercio (54.1%) y la Minería Metálica (52.2%). En Pesca se registran las tasas de crecimiento más altas durante 1993-1994 (60.1%).

El sesgo reprimarizador y a favor de los no transables se refleja también en la composición del crecimiento por el lado de la demanda agregada real. Crecen por encima del PBI (43.5%), durante el mismo período de referencia, la Inversión Privada (113.4%), la Inversión Pública (84.8%) y las Exportaciones (77.1%). El Consumo crece en sólo 34.5%, mientras las importaciones lo hacen en 124%. Estos datos indican que el crecimiento no fue impulsado por la expansión de la Demanda Interna. Esta aumentó en 50.2%, sólo cerca de 7 puntos por encima del crecimiento del PBI. Consecuentemente, la Manufactura aumentó en un porcentaje similar al del PBI (44.3%).

Flujos de capital extranjero y financiamiento del crecimiento

La información anterior muestra que los impulsos fundamentales al crecimiento no provinieron de factores internos. Ninguna de las políticas adoptadas se orientó a la expansión de la demanda interna ni menos al financiamiento de esta expansión. ¿Cómo se financió entonces el crecimiento?. Entre 1990 y 1997, el crédito de la banca comercial al sector privado en moneda nacional (convertida en dólares) aumentó a una tasa promedio anual de 36.7%, mientras que en moneda extranjera aumentó a la notable tasa de 57.3%. Durante ese mismo período la deuda externa total de corto plazo del sistema financiero (sin BCRP), aumentó a una tasa de 25.5% promedio anual. Si se suma la deuda de corto plazo del sector privado no financiero, los pasivos internacionales de corto plazo del sector privado aumentaron a una tasa de 17.0% anual. En cifras absolutas, estos pasivos aumentaron de 2,106 millones de dólares en 1990 a 6,327 millones en 1997.

La alta tasa de crecimiento de los créditos en moneda extranjera se explica por el aumento de la liquidez doméstica en dólares debido al endeudamiento externo de corto plazo de la banca doméstica Con este tipo de endeudamiento se abarataba relativamente el crédito, pues este pasivo internacional de la banca comercial no estaba sujeto a encaje ni al impuesto a los activos. Estos créditos son los que financiaron el crecimiento. Pero, esta no fue la única fuente de financiamiento. La inversión extranjera de cartera aumentó de 27 millones de dólares en 1992 a 3,996 millones de dólares en 1997. Igual ocurrió con la inversión extranjera directa que pasó de 1,501 millones de dólares a 7,480 millones de dólares en 1997.

Conclusión

En resumen, los liberales de nuestro país tuvieron la suerte de contar con un escenario internacional y con el clima que favoreció el crecimiento de la producción primaria. Y este crecimiento, junto con el del sector construcción, se hizo posible por la masiva entrada del capital extranjero.

En consecuencia, cuando disminuye la liquidez por efectos de la crisis internacional, la economía entra en recesión. En otras palabras, cuando la entrada de estos capitales se frena, el modelo económico se paraliza. Y como la política económica tampoco fue capaz de desdolarizar el sistema financiero, la presión al alza del tipo de cambio y el encarecimiento del crédito, afectan la capacidad de pago de las empresas endeudas en dólares y ponen al sistema financiero al borde de una crisis general de deuda. El modelo está entrampado.

Diario Síntesis