En un artículo anterior argumentamos que el neoliberalismo en los Estados Unidos significó la generación de una creciente desconexión entre la tasa de crecimiento de los salarios reales y la tasa de crecimiento de la productividad, con el consecuente incremento de la desigualdad. El impacto negativo de este hecho en la demanda agregada, fue neutralizado inyectando demanda, primero, mediante déficit fiscales, segundo, con la reducción del ahorro privado personal cuando declinó el papel del déficit público y, tercero, mediante el creciente endeudamiento que se adicionó al desahorro como mecanismo de financiamiento de los gastos de consumo de las familias. El resultado fue la elevación del ratio de deuda respecto a los ingresos, hasta hacerse insostenible. La transferencia de ingresos del sector real hacia el sector financiero, el aumento de la desigualdad y el estancamiento de los salarios, han desembocado en una crisis cuya superación radical no será posible si no se cambia el modelo neoliberal.
La economía peruana atraviesa por una situación parecida. Aquí también se deprimieron los ingresos de los trabajadores, se desregularon los mercados, en especial el mercado de trabajo, se debilitaron las organizaciones sindicales, se aplastó a la clase media, se empobreció la calidad de la educación y aumentó la desigualdad. Se adoptó así un modelo de crecimiento que no puede auto-sostenerse en el tiempo, sin recurrir a factores externos.
El modelo de crecimiento proexportador neoliberal
El modelo neoliberal (del Consenso de Washington) impuso, junto con la flexibilización del mercado de trabajo, la liberalización comercial y el crecimiento liderado por las exportaciones. Pero la estrategia de crecimiento exportador no podía basar las ganancias de competitividad internacional en el crecimiento de la productividad; primero, porque el Estado renunció a su obligación de generar las condiciones para la expansión de los mercados internos y los cambios técnicos endógenos; segundo, porque la globalización del libre comercio presionó a la redución del costo del trabajo o al estancamiento de los salarios; y, tercero, porque la privatización, la reducción del Estado, y la eliminación de la estabilidad y otros derechos laborales, precarizaron el empleo y los ingresos de los trabajadores.
En estas condiciones, el crecimiento económico no podía basarse en factores de demanda internos (salarios y sueldos decentes para obreros y empleados, inversión privada y financiamiento nacionales), sino en factores externos. El gobierno de Alan García ha llevado hasta el límite la ideología neoliberal. Su discurso, supuestamente modernizador, se resume en inversión extranjera sin condiciones, exportaciones competitivas con bajos salarios y un Estado que vende, concesiona y alquila «cerros y tierras del país para ponerlos en valor con compradores o inversionistas extranjeros» y que excluye a las comunidades campesinas y poblaciones nativas de la sierra y de la selva del país.
El Gráfico 1 muestra la disparidad de los sueldos y salarios en el año 2007. Los ejecutivos de la minería ganan 23 veces más y los ejecutivos del sector financiero 17 veces más que un obrero. Las políticas neoliberales excluyeron a obreros, empleados públicos y pueblos de la sierra y de la selva, de los beneficios de los aumentos de la productividad y del crecimiento económico.
Gráfico 1
Fuente: MTPE
El crecimiento liderado por las exportaciones primarias y no primarias, dejó de lado el desarrollo enraizado en la expansión del mercado doméstico y no generó conexiones con el resto de la economía. La presión por crecer sobre la base de la expansión de la demanda del resto del mundo y que ha puesto en competencia a los países en desarrollo por desmantelar los estándares regulatorios, ha exacerbado, en nuestro país, la vulnerabilidad de la economía a cambios en la demanda mundial y a los flujos del capital internacional.
Los límites del modelo neoliberal peruano
La crisis internacional ha develado los límites de este modelo de crecimiento. Desde los años 1990 hay una desconexión entre el comportamiento del salario real y el crecimiento del producto per cápita. Entre 1987 y 1990, el salario real cae en 72%, después se recupera lentamente hasta alcanzar en el año 2000 el 58.6% de su valor registrado en 1987; y vuelve a caer monótonamente hasta representar en el año 2008, pasadas dos décadas, sólo el 52.8% del salario de 1987. El PBI per cápita también se recupera después de haber caído 31.2% entre los años 1987 y 1990, pero sus movimientos posteriores ya no coinciden con los del salario real; por el contrario, ambos evolucionan separándose de manera creciente y significativa sobre todo en los últimos siete años. Como puede verse en el Gráfico 2, el PBI per cápita ya recuperó sus niveles de hace treinta años, mientras el salario real de los años 1994-2008, sigue estancado en un valor que, en promedio, constituye únicamente el 54.3% de su nivel de hace treinta años.
Gráfico 2
Fuente: BCRP y MTPE
El gráfico también muestra, de manera elocuente, que el crecimiento de las exportaciones per cápita ocurre con salarios reales estancados. Crecen más rápido que el PBI per cápita y no contribuyen para nada a elevar los salarios reales. Las exportaciones se concentran en productos primarios y productos no tradicionales intensivos en mano de obra no calificada y barata. Es claro entonces que el patrón de crecimiento económico de las últimas décadas, prescindió del mercado interno y se basó principalmente en factores externos: precios de intercambio favorables, demanda mundial creciente e inversiones extranjeras fundamentalmente para la explotación de recursos naturales.
Con la crisis internacional han caído las exportaciones, han disminuido las inversiones extranjeras y se han contraído de manera notable (2 puntos del PBI) los ingresos tributarios del Estado. Con la prolongada recesión de la economía internacional no habrá continuidad sino ruptura de este patrón de crecimiento.
A modo de conclusión
Este estilo de crecimiento no puede autosostenerse a largo plazo. No reactiva ni dinamiza la demanda efectiva interna, porque no crea empleos e ingresos decentes, porque no elimina la exclusión social y, por lo mismo, porque no articula ni expande los mercados internos. Esto tiene que cambiar. Es la hora del desarrollo basado en la expansión y creación de mercados internos. El comercio global debe servir al desarrollo nacional y los mercados internos no deben descuidarse por la búsqueda de ventajas competitivas internacionales.
Publicado en el Diario La República
Sunday, June 07, 2009
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