Saturday, July 25, 2015

Repensando la política económica para el Perú del siglo XXI (III)

Antes de abordar el tema de las políticas para la construcción de fuentes internas de crecimiento y desarrollo, en este artículo propondremos algunos cambios en el actual esquema institucional de políticas monetaria y cambiaria orientados a la configuración de una estructura de precios relativos funcional a un nuevo estilo de crecimiento basado en la expansión de los mercados internos y de las actividades transables.

Reglas vigentes de políticas monetaria y cambiaria

Desde 2002 la política monetaria está basada en una meta de inflación (con una banda de +/- 1%), y una regla con la tasa de interés de referencia del Banco Central (BCRP) como instrumento. Se supone que los movimientos de esta tasa influyen positivamente en el resto de tasas de interés de plazos más largos. Bajo este esquema de política, el BCRP mueve su tasa para asegurar que la inflación y las expectativas de inflación no se alejen de la meta anunciada y, al hacerlo, también asegura la reducción de la brecha del producto. En el mismo año 2002 se introdujo una regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario para contrarrestar las fluctuaciones del precio del dólar. La aplicación de esta regla, dada la inflación doméstica, debería impedir apreciaciones o depreciaciones abruptas del tipo de cambio real y, al mismo tiempo, debería permitirle al BCRP contar con suficientes reservas internacionales para intervenir en el mercado.

Para garantizar la eficiencia de este nuevo esquema de políticas monetaria y cambiaria, el BCRP debería desdolarizar el crédito y, al mismo tiempo, contribuir al desarrollo del mercado de capitales en soles. La lección que nos dejó la crisis de 1998-1999, fue concluyente: la dolarización del crédito bancario, a familias y empresas con ingresos en soles, implica un riesgo cambiario notable por el efecto hoja de balance a que da lugar un aumento del tipo de cambio. (Este mismo riesgo cambiario lo tiene la deuda pública cuando es predominantemente externa o en moneda extranjera).

La reciente aplicación de las reglas monetaria y cambiaria

A inicios de 2002, el BCRP anunció una meta explícita de inflación de 2.5%, dentro de una banda de 1.5% y 3.5%. Pero, en enero de 2007, el nuevo directorio del BCRP decidió bajar la meta de inflación a 2% (+/- 1%). La única justificación para esta reducción fue que la inflación subyacente se mantuvo por debajo de la meta desde fines de 2004 hasta fines de 2006. Esta decisión no tomaba en cuenta la importancia que en nuestro país tienen los choques de oferta, dada su estructura productiva. Pero, además, no se ponderó que la disminución de la meta a 2% podría restarle eficiencia a la política monetaria en situaciones recesivas en las que aún se precisan de estímulos monetarios.

La administración de Julio Velarde, además, de reducir la meta de inflación, en 2007 cambió la política de encaje que en 2004 «se impuso a los adeudados con el exterior de la banca comercial para evitar (los) ciclos de expansión y contracción del crédito en moneda extranjera de origen externo». Con este cambio de política Velarde promovió nuevamente el incremento del crédito en moneda extranjera. (Véase O. Dancourt y R. Jiménez, 2014, Perú: lecciones de la recesión de 2008-2009).

Por último, en la actual desaceleración económica el BCRP utiliza la tasa de encaje en moneda nacional, en lugar de bajar significativamente su tasa de interés de referencia. Entre noviembre de 2013 y junio de 2014, disminuyó esta tasa de 4.25% a 4%, y realizó disminuciones posteriores hasta llegar a 3.25%, que es la tasa vigente en la actualidad. Su temor es que mayores rebajas estimulen mayores salidas de capital que den lugar a incrementos en el precio de dólar y, consecuentemente, a aumentos en la tasa de inflación y a efectos hojas de balance por la existencia de crédito en moneda extranjera.

Reforma de la  política monetaria y cambiaria

Las siguientes propuestas de reforma están orientadas a mejorar la eficiencia de las políticas monetaria y cambiaria, y a promover la transformación de la estructura productiva y del actual estilo de crecimiento económico. Estas reformas son:
 
1)  Adoptar una meta de inflación de 3% (con una banda de +/- 1%).
2)  Mantener un tipo de cambio real alto y competitivo por largos períodos, con la aplicación eficiente de la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario.
3)  Adoptar restricciones fiscales y de otro tipo, fundamentalmente a la entrada de capital financiero especulativo.
4)  Desdolarizar el sistema financiero.
5)  Fortalecer el mercado doméstico de capitales en soles.

Las tres últimas son condiciones indispensables para mejorar la eficiencia de la política monetaria y cambiaria. Sobre la quinta trataremos con más detalle en nuestra próxima entrega. Lo que importa destacar aquí es que un mercado de capitales en soles robusto, aumenta la competitividad en el mercado financiero, abaratando el costo del endeudamiento.

La adopción de una meta de inflación de 3% (+/-1%) permitirá al BCRP enfrentar con mayor flexibilidad los choques de oferta y las restricciones sectoriales que ocurran durante el proceso de transformación de la estructura productiva, que a su vez debe ser acompañado por incrementos de la demanda interna. Tener más espacio para la política monetaria, es fundamental en una economía que va a transitar de un estilo de crecimiento primario exportador a otro basado en la expansión de la agricultura, la agroindustria y la manufactura, entre otros.

Por último, la adopción de un tipo de cambio real estable y competitivo para promover la expansión de las actividades transables. Según la teoría, un régimen de tipo de cambio flotante permite aislar la economía doméstica de las fluctuaciones financieras internacionales: la moneda se aprecia cuando entran capitales y de deprecia cuando salen. Pero, cono señala Dani Rodrik, «pocas economías toleran (estos) reajustes cambiarios. La apreciación abrupta de la moneda local destruye la competitividad internacional del país. Y la depreciación abrupta provoca consecuencias inflacionarias que la convierten en pesadilla de los bancos centrales».

A modo de conclusión

Transformar el actual estilo de crecimiento requiere una nueva estructura de precios relativos.




 Publicado recortado y con errores en el Diario UNO, el sábado 25 de julio
 

Saturday, July 18, 2015

Repensando la política económica para el Perú del siglo XXI (II)


El estilo de crecimiento primario exportador de los últimos 25 años ha llegado a su límite. La crisis internacional iniciada en 2008-2009 ha provocado un largo estancamiento de la demanda externa de commodities, con términos de intercambio a la baja y condiciones financieras desfavorables. Se habla de un periodo de estancamiento secular por el que estarían atravesando las economías industrializadas, lo que significaría que el «motor externo» que dio lugar al alto crecimiento de los años 2003-2013, se mantendría apagado por un tiempo relativamente largo. Esto obliga, a países como el nuestro, a construir fuentes internas de crecimiento y desarrollo.
 
Con el «motor externo» apagado, es imposible crecer a una tasa igual o superior a 4% promedio anual y menos a las tasas que se registraron durante la «década dorada» de 2003-2013. Las políticas fiscal y monetaria contra-cíclicas no pueden reemplazar a ese «motor externo», ni configurar, sin cambios estructurales y de precios relativos, las condiciones para un nuevo estilo de crecimiento, distinto al neoliberal primario exportador.
 
Los problemas generados por el neoliberalismo    
 
Los que creen que las políticas contra-cíclicas son suficientes para enfrentar la actual desaceleración económica (la tasa de crecimiento de los meses de enero-mayo de este año con respecto a similar período de 2014, ha sido de solo 2.14%), no toman en cuenta los problemas generados en nuestra economía con la aplicación de las reformas y políticas neoliberales.
 
En primer lugar, la desaceleración ocurre por la caída de la demanda (fundamentalmente de inversión en el sector extractivo), simultáneamente con una presión al alza de la tasa de inflación originada por una sistemática depreciación monetaria. El tipo de cambio sube porque salen capitales debido al giro en sentido contrario de la política monetaria norteamericana y porque aumenta el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Este déficit fue de 4.0% en 2014 y ha subido a 5.7% en el primer trimestre de este año.
 
No hay caída conjunta de la demanda agregada y de la tasa de inflación para reducir la tasa de interés, siguiendo la regla de Taylor. Como la inflación sube en lugar de bajar, una disminución de la tasa de interés con el propósito de aumentar la demanda, puede exacerbar la presión al alza del tipo de cambio. En lugar de reactivar la economía se originaría un efecto contrario. Dada la dolarización de las colocaciones del sistema bancario, aumentaría su cartera morosa, provocando una contracción mayor de los créditos y problemas de «hoja de balance» en los bancos que dolarizaron los créditos.
 
No se ha aprendido nada, o muy poco, de los efectos que produjo en nuestro país la crisis asiática y rusa de los años 1997-1998. Entre abril de 2013 y el 1 de julio de 2015, el Banco Central (BCRP) en su intento fallido de impedir la subida del tipo de cambio, ha perdido el 42.9% de sus reservas internacionales (posición de cambio). La tasa de pérdida mensual entre  enero y junio de este año, fue de US$ 1,193 millones.  El BCRP ahora tiene solo US$ 28,212.6 millones, cifra que alcanzaría  únicamente para 24 meses, si la tasa de pérdida mensual continúa.
 
En segundo lugar,  la tasa de crecimiento del producto potencial es muy baja: entre 3.5% y 4.5% del PBI. Las magnitudes varían según los métodos de estimación que se adopte y según se tome en cuenta para el cálculo del producto potencial, todo el PBI o solo la producción material, dejando de lado las actividades de servicios. Impulsar el crecimiento mediante aumentos de la demanda interna, a tasas superiores a la del producto potencial, exacerbaría las presiones inflacionarias y acrecentaría el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
 
Las reformas y políticas neoliberales cambiaron la estructura productiva y, por tanto, el comportamiento a largo plazo del PBI. La economía peruana actual es menos productora de bienes manufacturados y agrícolas, y más productora de servicios de baja productividad. El 67.1% del PBI de 2013 corresponde a actividades no transables (comercio, construcción y servicios). Este porcentaje se eleva a 79.2% si se le adiciona la producción de minería e hidrocarburos. La producción manufacturera, agrícola y pesquera representa solo el 20.8% restante, producción que equivale al 25% de la suma del consumo e inversión del sector privado. De otro lado, el total de las importaciones de bienes asciende a 157% de la producción manufacturera a precios de 2007. Este porcentaje se reduce a 112.5% si la producción agrícola y pesquera se suma a la producción manufacturera.
 
En tercer lugar, el patrón de acumulación de capital que dio lugar a este tipo de estructura productiva, si bien aumentó el coeficiente de inversión a PBI, estuvo caracterizado por un sesgo hacia la inversión en construcción. La participación de esta inversión se mantuvo, en promedio, por encima de la participación de la inversión en maquinaria y equipo. Esta última aumentó en los años de la «década dorada», pero estuvo dirigida fundamentalmente hacia el sector extractivo.  Como resultado de ello, el stock de capital per cápita aumentó en solo 26.9% durante el período 1990-2013, casi la mitad del incremento registrado (43.5%) en los años 1960-1980. Esta reducción relativa de la capacidad productiva per cápita explica la existencia de un alto porcentaje (73.7% del empleo total) de trabajadores informales (de baja productividad y bajos ingresos), a pesar del crecimiento en la «década dorada». Pero, además, esa reducción opera como una barrera a los aumentos sostenidos del PBI per cápita, debido a que aumentarían significativamente las importaciones y, por lo tanto, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
 
A modo de conclusión
 
La actual estructura de precios relativos --funcional a este estilo de crecimiento sesgado a la producción de commodities y de bienes y servicios no transables--, tiene que cambiar para dar inicio a la construcción de motores internos de crecimiento y desarrollo. 
 
 
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 18

Saturday, July 11, 2015

Repensando la política económica para el Perú del siglo XXI (I)

Los efectos económicos contractivos de la crisis internacional de 2008-2009, que aún no se revierte totalmente, nos obligan a replantear el contenido de la política económica aplicada en el país en los últimos veinticinco años. La vulnerabilidad externa de la economía peruana no es nueva. En la mayor parte de su historia, los impulsos al crecimiento y los factores de su desaceleración, no fueron internos sino fundamentalmente externos. Tampoco es nuevo que en las etapas de enfriamiento económico, como el actual,  «redescubramos» que se hizo muy poco o casi nada por desarrollar fuentes internas de un crecimiento y desarrollo sostenible. Lo nuevo es que la actual desaceleración económica, al igual que la recesión de los años 1998-2001, ocurre en una economía con una estructura productiva afectada por las políticas neoliberales. Además, este hecho nuevo nos dice que es imposible construir motores de crecimiento internos con las mismas políticas que acompañaron a los episodios de crecimiento de los años 1993-1997 y 2003-2013.

Las lecciones que tenemos que aprender
En primer lugar, no se puede seguir con una economía dependiente de las fluctuaciones de la economía internacional. El carácter abierto de la economía no tiene por qué entrar en contradicción con la necesidad de generar fuentes internas de crecimiento económico, es decir, fuentes de crecimiento que se encuentren dentro del Estado-Nación. Esta endogenización del crecimiento es la alternativa de desarrollo con relativa independencia de los mercados internacionales.
Después del fracaso del proceso sustitutivo de importaciones y de la crisis de la deuda externa, se introdujeron políticas de ajuste estructural, de desmantelamiento de los estándares regulatorios y las privatizaciones, en consonancia con el decálogo del Consenso de Washington, que afectaron notablemente la estructura productiva, la composición del producto, y su capacidad de absorción de empleo. Las políticas de industrialización y de diversificación productiva fueron dejadas de lado porque, según la ideología neoliberal, no eran compatibles con la libertad y auto-regulación de los mercados y con la noción de que las intervenciones del Estado solo generan distorsiones en los mercados.
En segundo lugar, la libre movilidad de capitales es otro factor de vulnerabilidad de la economía ante cambios repentinos en los mercados financieros. Los efectos de estas fluctuaciones son nocivos para el crecimiento y  el empleo. Las entradas de capitales aprecian la moneda minando la competitividad de las actividades transables y sus abruptas salidas generan fuertes presiones inflacionarias. A esta apreciación que genera el influjo de capitales se suma la llamada «enfermedad holandesa» que es la apreciación provocada por el modelo primario exportador.
En tercer lugar, no es verdad lo que dice la «teoría» de la libre movilidad de capitales. Según esta «teoría» las inversiones productivas domésticas son financiadas por los fondos de capital internacionales. Lo que sí es verdad es que las empresas transnacionales aprovechan la libre movilidad de capitales para financiar sus inversiones, en el país o en sus países de origen, mediante la absorción de ahorro doméstico a través de emisiones de títulos financieros en el mercado nacional de capitales.
En relación a los problemas que genera en nuestros países la libre movilidad de capitales, el propio FMI señaló en febrero de 2010 que «la lógica sugiere que los controles a los flujos de capitales diseñados apropiadamente podrían ser útiles complementos a otras políticas». Los controles impedirían la pérdida de competitividad de las actividades transables por la apreciación monetaria que generan los influjos de capitales, y, también reducirían –como bien señala Dani Rodrik— «la vulnerabilidad de la economía a cambios repentinos en el sentimiento de los mercados financieros que causan estragos en el crecimiento y en el empleo».
En cuarto lugar, no hay que olvidar que el problema central en países con escaso desarrollo industrial y agrícola como el nuestro, no está en la magnitud de las inversiones domésticas, sino en la orientación de su asignación. Las inversiones privadas nacionales no se dirigen, por sí solas, a desarrollar agroindustria y manufactura en la sierra y la selva del país. Estas tienen restricciones tanto de mercado como de financiamiento que las inversiones extrajeras no las tienen. Esta es la razón por la cual no se puede prescindir del Estado, de su capacidad para orientar la transformación productiva y su diversificación.
Finalmente, la experiencia enseña que las políticas pro crecimiento y empleo deben estar acompañadas por políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria, cambiaria y de desarrollo del mercado de capitales) que les son funcionales. Estas políticas no pueden operar en sentido contrario ni ser, ni son en la práctica, absolutamente neutrales. Las políticas macroeconómicas son las que determinan la estructura de precios relativos útiles para la orientación de la asignación de las inversiones; y, la política de inversiones públicas, en particular, es fundamental para superar la restricción de mercado de las inversiones privadas nacionales.  
A modo de conclusión
Suena mal decir, «se les dijo; se les advirtió». Pero, en este caso es preciso recordar que los responsables del retraso en el gasto de inversión en las regiones y del enorme riesgo cambiario que enfrentan las empresas privadas endeudadas en dólares son Luis Miguel Castilla y «el mejor banquero central de América Latina», Julio Velarde. El porcentaje de dolarización de los créditos corporativos, de la gran empresa y de la mediana empresa está por encima del 50%, y el de los créditos hipotecarios es de 33.5%.
 
 
Publicado en el Diario UNO, hpoy sábado 11 de julio.

Sunday, July 05, 2015

Grecia: ¿camino al rescate de su soberanía nacional?

El gobierno griego no pudo convencer a sus acreedores para que le reduzcan significativamente su deuda y para cobrar mayores impuestos a las grandes empresas y fortunas. Esta propuesta era la alternativa a los rescates condicionados a los recortes de gastos y a los incrementos de los impuestos indirectos que le exigían sus acreedores. El martes 30 de junio Grecia tenía que pagar 1,600 millones de euros al FMI y, como no lo hizo, esta institución lo declaró en default.

Grecia en el espejo de América Latina

Seguir con las políticas de austeridad (recortar gastos sociales y limitar los gastos de inversión priorizando el pago de los servicios de la deuda pública), es condenar a la economía griega a un largo estancamiento. Los ajustes fiscales no ayudan a salir de la crisis; por el contrario, la prolongan. Grecia viene aplicando desde hace cinco años estas recetas de la «troika» (el grupo de decisión integrado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, y el Fondo Monetario Internacional), y en lugar de mejorar económicamente, está peor.   

América Latina fue el lugar del primer experimento de este tipo de políticas. Tan pronto se inició la crisis de la deuda externa, en 1982, el gobierno norteamericano puso en marcha el Plan Baker, junto a los programas de estabilización del FMI, con el objetivo de generar liquidez en los países deudores bajo la condición de que éstos aplicaran ajustes fiscales drásticos. Se trataba de una liquidez generada por los préstamos denominados de ajuste estructural, que no incorporaban la reducción de la deuda ni de la carga de sus servicios.  Los recortes de los gastos que hicieron los gobiernos, provocaron un largo estancamiento económico que luego fue denominado la «década perdida de América Latina».

A fines de la década, en 1989, se puso en marcha el Plan Brady que sí contemplaba la reducción del valor nominal de la deuda, la rebaja de sus servicios y la obtención de nuevos préstamos, pero que sumaba a las políticas de austeridad, la privatización de las empresas públicas, la liberalización comercial y financiera, la flexibilización del mercado laboral, las facilidades a las inversiones extranjeras, el pago obligatorio de los atrasos y otras reformas estructurales, todo bajo la supervisión conjunta del FMI y del Banco Mundial. Así, las políticas económicas para nuestros países se dictaron desde el exterior, con lo cual perdió sentido la concepción del Estado Nacional como centro básico y soberano de decisiones de política. Grecia está ahora en una situación parecida.

¿Crisis de la Unión Europea?

Algunos eventos socio-políticos pueden convertirse, sin que necesariamente se hayan propuesto sus actores, en hechos ejemplares y con transcendencia histórica. Este puede ser el caso si el pueblo griego vota masivamente por el NO en el referéndum convocado para el próximo domingo 5 de julio. Votar por NO someterse a las políticas definidas por la «troika», sería la expresión de la recuperación --por medios democráticos-- del Estado Nacional como «centro básico y soberano de decisiones» para reestructurar la economía griega. Pero hay que señalar que el objetivo de la «troika» es otro. Pretende que el referéndum sea el que saque al primer ministro Alexis Tsipras del gobierno.

La crisis que provocaría la salida de Grecia del sistema del Euro, sería la demostración de que la globalización o integración económica mundial, no es posible ni siquiera en términos de un federalismo «regional» como lo es la llamada Unión Europea. Aspirar a un supra-Estado y a una economía global, es posible solo sacrificando la democracia y la soberanía nacional.

El proyecto político de la Unión Europea tuvo un defecto de origen. Les quitó soberanía monetaria a sus integrantes, creando un Banco Central único, pero dejó un conjunto desigual de países con relativa autonomía fiscal. Los miembros de esta Unión perdieron la posibilidad de hacer política monetaria y cambiaria, pero podían implementar programas fiscales deficitarios, endeudándose con los bancos de los países del centro europeo. Este tipo de endeudamiento encontró su límite en plena crisis financiera internacional desatada con la quiebra de Lehman Brothers.

Grecia es solo un eslabón de la cadena de países endeudados de la periferia europea. Los otros son Italia y Portugal con una deuda de 132% y 130% de su PBI, respectivamente. Pero aunque sólo represente el 2% de la economía de la Unión Europea, el triunfo del NO podría acabar con el mito de tener un «Estado Nacional» totalmente receptivo a las necesidades de la economía internacional (o del centro europeo), sin afectar la democracia. Las decisiones de política fuera de las fronteras nacionales afectan la democracia. Como dice Dani Rodrik, «Democracia, soberanía nacional e integración económica mundial son objetivos mutuamente incompatibles. Si se desea más globalización hay que renunciar a algo de democracia o a algo de soberanía nacional. Alcanzar los tres objetivos es imposible».

A modo de conclusión

Alexis Tsipras no propone ciertamente sacar a Grecia de la zona euro. Pero la decisión no está en sus manos, sino en la de sus acreedores y de la «troika». Estos ya han conseguido que más de la mitad del presupuesto griego se destine al pago de intereses y amortizaciones de la deuda. Acentuar las políticas de austeridad y ajuste, como pretende la «troika», será imposible si gana el NO en el referéndum. Por eso la salida de Grecia del sistema del Euro es altamente probable; y, si ocurre, puede constituirse en un ejemplo de recuperación del Estado Nacional. No habrá más efectos que la  continuación del estancamiento económico internacional. En todo caso sus efectos financieros serán mínimos. Grecia, la cuna del pensamiento democrático republicano y del Estado de Derecho, está ante la posibilidad, como dice Stiglitz, de  «modelar un futuro»





Publicado en el Diario UNO, el sábado 04 de julio



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