Sunday, March 24, 2013

Notas para leer el Plan La Gran Transformación (Final): Diversificación productiva e inclusión social

La supuesta oposición entre la libertad y la igualdad es parte del discurso polarizador patrocinado por la oligarquía de nuestro país. La derecha liberal se considera el adalid de la libertad y utiliza el argumento de «igualdad ante la ley» como criterio de existencia de la libertad. En el plan LGT no hay oposición entre la libertad y la igualdad. No hay libertad si no hay condiciones materiales para que ella exista; por lo tanto, se hace énfasis en la generación de estas condiciones. El fortalecimiento de la democracia y la vigencia de la libertad, son sus objetivos.

Transformar el Estado es una apuesta por la libertad

Las políticas de desregulación de los mercados han reducido el espacio de las políticas públicas y con ello el ejercicio de la libertad. La concentración de la riqueza en pocas manos y la creciente desigualdad en la distribución funcional de los ingresos, limitan la libertad porque generan pobreza y exclusión. La precarización del empleo y de los ingresos, las pensiones de jubilación inciertas, la privatización de los servicios públicos, el deterioro de los servicios de educación y salud,  el estancamiento de los salarios reales y el subempleo, han deteriorado las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías y, con ello, su independencia y libertad. Los que menos tienen o no tienen nada, pierden autoestima y autonomía, y su existencia material depende del arbitrio del Estado neoliberal y de su capacidad de financiamiento de las políticas sociales.

El Estado neoliberal ha perdido soberanía frente a los grupos de poder económico. Su afán por atraer inversiones extranjeras le impide reformar el sistema tributario para hacerlo más progresivo y le obliga a promover «la desnacionalización de los recursos con concesiones que afectan al interés nacional y sin rigurosos estudios de impacto ambiental de las inversiones mineras». Así, el Estado neoliberal conspira contra la libertad de los ciudadanos y aplica políticas sociales sólo como mecanismo de atenuación de los conflictos y de compensación de los costos sociales que genera. Transformar el Estado neoliberal es también, por eso, una apuesta por la inclusión y,  por lo tanto, la libertad.

En el plan LGT se plantea luchar contra la pobreza y, en general, contra la precarización de las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías; pero, también, contra las asimetrías de poder económico. La concentración de este poder en pocas manos, constituye una auténtica amenaza a la libertad y a la democracia republicana. Con este fin se propone, en primer lugar, transformar al Estado para hacerlo «promotor del desarrollo, regulador de la economía y proveedor de servicios sociales básicos (educación, salud, justicia, seguridad social, agua y desagüe), con políticas públicas que tengan alcance universal»; y, en segundo lugar, cambiar el actual modelo económico rentista y primario exportador.

De la especialización productiva a la diversificación

El neoliberalismo, además de reducir el espacio de las políticas públicas, ha propiciado el dominio del capital transnacional orientado principalmente a la explotación de los recursos minerales y energéticos con mercados externos relativamente seguros, y hacia actividades de servicios de alta tecnología con mercados internos cautivos (como la telefonía). El resultado ha sido la consolidación de un modelo económico rentista, primario exportador, y el descuido del desarrollo de la agricultura y de la industria manufacturera.

Para pasar de la especialización primario exportadora a la industrialización y diversificación productiva, según el plan LGT, primero se tiene que «recuperar nuestro derecho preferencial a la gestión, explotación y usufructo de los recursos naturales del país, en especial de las fuentes de energía. Una nación que no controla sus fuentes de energía no controla su futuro». Esta es la condición necesaria para la diversificación productiva, es decir, para iniciar el proceso de crecimiento económico diversificado, liderado por la industria manufacturera y la agricultura, sectores sin los cuales es imposible generar y multiplicar puestos de trabajo estables y con ingresos dignos.

La industrialización y diversificación productiva es un proceso que acompaña a la expansión de los mercados internos mediante inversiones en infraestructura, en educación y capacitación, en ciencia y tecnología, y con el desarrollo del mercado de capitales en soles para financiar las inversiones privadas nacionales. Como se dice en el plan LGT, «el trato prioritario a la inversión privada nacional y un Estado promotor del desarrollo y regulador de la economía constituyen la base para institucionalizar el circuito nacional de generación de demanda e ingresos». Todo esto, sin embargo, supone cambiar de raíz las instituciones políticas extractivistas que son las que conspiran contra el desarrollo inclusivo y la libertad republicana.     

A modo de conclusión

La intervención del Estado invirtiendo en infraestructura, definiendo políticas de ciencia y tecnología, regulando los mercados, controlando el flujo de capitales para asegurar un tipo de cambio estable y competitivo, financiando servicios sociales universales, etc., no tiene por qué afectar la libertad de los ciudadanos. La democracia republicana que se propone en el plan LGT no solo garantiza esta libertad sino también la existencia de mecanismos de participación de los ciudadanos en las decisiones del Estado.

 

 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 23 de marzo.

Sunday, March 17, 2013

Notas para leer el Plan La Gran Transformación (V): La derecha no es propietaria del mercado

Uno de los notables errores que ha cometido cierta izquierda en nuestro país, es difundir la idea que desarrollar mercados es una tarea de «derecha». Por ejemplo, sobre nuestra propuesta de desarrollo de una «economía nacional de mercado» varios «izquierdistas» reaccionaron afirmando: «¡claro que es de derecha, así como su Gran Transformación!».

Regalarle el «mercado» a la derecha ha conducido a varias confusiones. Primero, a creer que la izquierda está contra el  «mercado» y que la derecha lo defiende con su propuesta de un Estado neutral. Segundo, que la izquierda es estatista y contraria a la propiedad privada y que la derecha es la defensora de este tipo de propiedad.

Desarrollar mercados para transformar la sociedad

Las izquierdas ahora se interesan por el individuo y la democracia, y también por la libertad y los derechos fundamentales de las personas. Pero les falta incorporar la idea del mercado como institución social; que el mercado puede ser también un instrumento de transformación económica y social. Desarrollar mercados internos a lo largo y ancho del país, contribuiría, por ejemplo, a eliminar la exclusión y la marginalidad de las poblaciones de la sierra y de la selva, y de las poblaciones de la periferia urbana. El mercado puede constituirse en un instrumento integrador y de desarrollo social inclusivo.

La transformación de la sociedad no puede hacerse excluyendo al mercado. Es posible desarrollar un economía de mercado donde los intercambios de bienes y servicios entre los individuos sean «justos»; que asegure que todos los individuos lleven en el «bolsillo su conexión con la sociedad»; que sea regulada para que las asimetrías de poder no limiten la competencia y la innovación; que dé lugar al desarrollo de instituciones económicas inclusivas; y, que genere las condiciones materiales para el ejercicio de la libertad de los individuos. Pero todo esto requiere la intervención del Estado. Sin intervención no hay mercado regulado. El mercado como institución social es, pues, resultado de una acción política. Hay acciones que se orientan a la defensa de las asimetrías de poder, a la defensa de instituciones económicas extractivistas; y, ciertamente, puede haber acciones que se orienten a la defensa de los intereses del conjunto de la sociedad o de la nación. El plan LGT es una propuesta de este segundo tipo de acciones.

Por otro lado, en el plan LGT, no hay oposición entre la libertad y la igualdad. No hay libertad si no hay condiciones materiales para que ella exista; por esta razón, no se puede luchar por la igualdad sacrificando la libertad. Una izquierda nueva debe basar su existencia en su compromiso con la libertad y democracia republicanas. La construcción de un mercado sin grandes desigualdades y asimetrías de poder, ayuda a la conquista de esta libertad y democracia.

¿Cómo se construye una economía nacional de mercado?

En el plan LGT se responde: «Primero, promoviendo la eclosión de la capacidad empresarial nacional y de los mercados internos; segundo, desarrollando instituciones y espacios de política para generar de manera estable demanda interna e ingresos, vinculando el corto con el largo plazo; y, tercero, con un nuevo contrato social que asegure la democracia republicana».

Desarrollar capacidad empresarial nacional supone enfrentar las  restricciones que enfrenta la inversión privada asociada a ella. «En primer lugar, el reducido tamaño y poca diversidad de los mercados internos; en segundo lugar, la limitación de financiamiento de mediano y largo plazo; y, en tercer lugar, la limitación de capital humano y tecnología». La superación de estas restricciones debe conducir a «centrar el circuito de generación de demanda e ingresos dentro del territorio nacional» y, por lo tanto, a reducir la dependencia de los mercados externos, sin cerrar la economía y diversificando su aparato productivo.

Por su parte, el circuito nacional de demanda e ingresos, exige «conectar la administración del ciclo de la demanda con el crecimiento y las transformaciones estructurales». «La condición necesaria para construir este circuito es eliminar las restricciones que impiden que la inversión privada nacional se expanda» y «la administración del ciclo debe ser funcional a este objetivo de largo plazo». Entre las políticas de corto plazo se proponen: uso de la tasa de interés para administrar el ciclo de la demanda agregada (en especial, de la inversión privada nacional); mejorar la eficiencia de esta política y hacer sostenible la política fiscal desarrollando el mercado de capitales en soles; política fiscal con regla contra cíclica; controlar el flujo internacional de capitales; y, asegurar un tipo de cambio real estable y competitivo. Finalmente, se propone restablecer el salario mínimo como instrumento de política de ingresos e introducir estándares laborales decentes, el derecho a la libre sindicalización y un sistema de protección social universal.

A modo de conclusión

«Cambiar la estrategia de desarrollo neoliberal por otra que implique la construcción de una economía nacional de mercado –se dice en el plan LGT-- requiere un nuevo entorno político y social, una nueva coalición de poder, que asegure la construcción de la Nación y la práctica de una democracia republicana. No hay otra manera de centrar la generación del circuito de demanda e ingresos en el interior del país y en beneficio de toda la población».




Publicado en el diario La Primera el sábado 16 de marzo.

Saturday, March 09, 2013

Notas para leer el Plan La Gran Transformación (IV):Transformar la economía desarrollando mercados

En el plan LGT no hay oposición entre el Estado y el desarrollo de la economía de mercado. El Estado debe ser libre de captura por los grupos de poder económico y los ciudadanos deben ser libres de dominación social. Sin  embargo, como no se puede concebir la libertad fuera del contexto de «relaciones e instituciones sociales», hay que partir del reconocimiento del carácter «políticamente no neutral de la vida social». Por eso, a diferencia de los liberales y neoliberales, sostenemos que los individuos de la sociedad no disfrutan «igualmente un conjunto de derechos», sino que interactúan en un espacio con «asimetrías de poder». Por lo tanto, la libertad tiene un carácter socialmente endógeno: hay que conquistarla, hay que hacerla posible construyendo instituciones inclusivas.

El papel social del Estado republicano

Las relaciones e instituciones sociales se construyen. Es posible, por lo tanto, construir una sociedad sin grandes asimetrías de poder y generando las condiciones materiales para una «existencia social autónoma de los individuos o libres de dominación social». En el plan LGT se propone instaurar un Estado con deberes públicos, ejercidos por autoridades legítimas. Un deber público fundamental de este Estado es, entonces, «erradicar las causas de la dominación social». Tiene que impedir, por ejemplo, que los recursos que permiten el acceso a la propiedad se concentren en pocas manos, generando marginación y exclusión social.

Sin embargo, como este Estado, de acuerdo a la concepción de la democracia, se rige por la voluntad general de los integrantes de toda la comunidad política, tienen que existir canales adecuados para el ejercicio del control de las instituciones por parte de los ciudadanos. El objetivo de erradicación de la dominación social por el bien del conjunto de la sociedad, no es compatible con un Estado detentado y usufructuado por grupos de poder que luego convierten «el orden social en una oligarquía o en una tiranía plutocrática». La institución política del Estado y su aparato gubernamental, no pueden convertirse en espacios de dominios de poder de grupos que los utilizan para su propio beneficio.

El mercado es una institución social

En el plan LGT el mercado es concebido como una institución social. El mercado, o los mercados, de las economía capitalistas, son evidentes escenarios de asimetrías de poder y, por ello, fuentes de conflicto. El neoliberalismo ha exacerbado estas asimetrías: ha acrecentado la desigualdad en la distribución de los ingresos y recursos, al oponerse al papel regulador del Estado con políticas orientadas a desmantelar los estándares regulatorios en casi todos los mercados. 

Los mercados de las economía capitalistas han dado lugar, pues, a la aparición de marginados o excluidos de la «vida social». «El hombre lleva su nexo con la sociedad en el bolsillo», decía el joven Marx. Los menesterosos, los pobres, los desdichados, es decir, los que no tienen dinero en el «bolsillo», son los desconectados con la «sociedad». Y los que tienen esa conexión, han convertido las relaciones entre las personas en relaciones alienadas, intermediadas por cosas.

Pero los mercados como institución social pueden cambiar de naturaleza. Pueden ser rediseñados y regulados de tal manera que no hayan grupos de poder que lo utilicen para su propio beneficio, desapareciendo así las causas de la dominación social. Los mercados pueden operar reproduciendo y fortaleciendo la independencia material de todos los individuos de la sociedad y, en consecuencia, la inclusión social. Se puede cambiar su actual diseño que favorece a los grupos de poder, internos y externos, para que sus beneficios de una asignación descentralizada de bienes y recursos, «no erosione la posición social de los individuos como actores económicos libres».

Este planteamiento Smithiano tiene que ser rescatado por las izquierdas. El mercado –que también es usado por las derechas, como dice Casassas-- «puede alimentar el encuentro entre individuos libres y civilmente independientes, encuentros que pueden asegurar: el mejoramiento de las condiciones de vida que todo ser humano aspira y que este mejoramiento material ocurra en una comunidad plural, diversa y en ningún caso en una sociedad socialmente fracturada».  La mano invisible de Smith «guía a la sociedad hacia la máxima libertad y felicidad cuando la comunidad es una sociedad de individuos libres e iguales».

A modo de conclusión

En el plan LGT  se dice que «cambiar la estrategia de desarrollo neoliberal por otra que implique la construcción de una economía nacional de mercado, requiere un nuevo entorno político y social, una nueva coalición de poder, que asegure la construcción de la Nación y la práctica de una democracia republicana». Como dijimos desde el inicio de esta serie, en el «contexto político» se configuran las instituciones económicas. Por lo tanto, para transformar el país desarrollando mercados, teníamos que advertir que era y es necesario partir de la identificación de quién o quienes detentan ahora el poder del Estado. Una nueva coalición de poder que construya legítimamente instituciones políticas inclusivas, puede dar lugar a la generación de instituciones económicas también inclusivas, y dar inicio de este modo al círculo virtuoso de crecimiento y desarrollo.

 

 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 09 de marzo
 

 

Saturday, March 02, 2013

Notas para leer el Plan La Gran Transformación (III): La Transformación del Estado

La democracia republicana no puede ser compatible con el totalitarismo. La critica a la democracia y al Estado existentes en nuestro país --que se hace en el plan LGT--, descubre una crisis de efectividad o de legitimidad de esa democracia y de ese Estado; una distancia entre la «teoría y la praxis» que el neoliberalismo acentuó en las últimas décadas. Esta práctica de la impostura fue también la que finalmente provocó el derrumbe de los regímenes totalitarios que se reclamaban «gobierno de la clase obrera». Por lo tanto, la propuesta de una democracia republicana en el plan LGT, apunta no solo a la eliminación del control del gobierno y el Estado de nuestro país por los grupos de poder económico que el neoliberalismo reforzó, sino también a la transformación del Estado para hacerlo más democrático y republicano, es decir, sujeto al control ciudadano.

La crítica al Estado real o actual

En el plan LGT decimos que «la democracia es débil e incompleta porque esta acosada permanentemente por poderes fácticos, tanto nacionales como internacionales, quienes a través de canales y mecanismos no institucionales ejercen niveles de incidencia pública y política, fijan las agendas políticas, organizan a la opinión publica y alcanzan niveles de participación privilegiada en la toma de decisiones y ejercicio de poder».

«Décadas de militarismo y de gobiernos civiles escasamente reformistas menoscabaron el desarrollo democrático del país y la consolidación de una sociedad igualitaria y de una cultura ciudadana como fundamento de una convivencia pacífica. Este ejercicio antidemocrático del poder impidió el desarrollo de ciudadanos, hombres y mujeres libres, y el surgimiento de un Estado democrático y nacional representativo». Este Estado «fue débil y represor internamente mientras era obsecuente con las potencias extranjeras. Por eso el Perú sigue siendo hasta ahora una nación en formación. Concluir su construcción es la principal tarea de todos los peruanos».

El neoliberalismo ha hecho evidente la carencia de un Estado que represente e incluya a todos los peruanos. Además, su propuesta de reforma del Estado «se ha concentrado casi exclusivamente en los circuitos por los que discurren los intereses de las grandes empresas y de un reducido grupo de individuos que hoy maneja el país». Por esta razón, los poderes del Estado, Ejecutivo, Judicial y Legislativo, siguen en «una profunda crisis que se manifiesta no solo en una creciente pérdida de legitimidad sino también en un mayor desinterés por las condiciones de vida de los pueblos indígenas y nativos, de los más pobres y excluidos del país».

La concepción democrática y republicana del Estado

La solución, por lo tanto, no es menos Estado, como señala el neoliberalismo, sino un Estado que «debe dejar de ser propiedad de unos pocos y pasar a servir a todos los peruanos, debe dejar de estar al servicio de pequeños, aunque poderosos, grupos económicos» para promover el desarrollo del país. Minimizar el Estado es impedir la integración del país y perpetuar el carácter inacabado de la Nación.

El plan LGT propone, en consecuencia, instaurar un Estado con deberes públicos, para alcanzar la libertad, la justicia, la universalización de los derechos sociales, y posibilitar el control de las decisiones políticas por parte de los ciudadanos. En otras palabras, se construye Nación «con un Estado social de derecho, democrático, eficiente y descentralizado, que represente a todos los peruanos, que defienda nuestro patrimonio, promueva la integración cultural, proteja el ambiente y los recursos naturales; a la vez que fomente el desarrollo nacional y la integración latinoamericana».

Por lo tanto, la transformación del Estado incluye la reforma constitucional para evitar que se priorice los intereses privados por encima de los intereses públicos de la Nación. Esto tiene relación con la heteronomía introducida en el capítulo económico de la Constitución del año 1993. Pero, la citada reforma también debe incorporar los mecanismos que aseguren la descentralización de la administración gubernamental del Estado, la desconcentración del poder, la participación ciudadana en las decisiones políticas y la regulación de los mercados, para hacer posible la democracia republicana.

La transformación del Estado también incluye la nacionalización, es decir, poner al servicio del interés nacional los recursos naturales, en especial, los recursos energéticos. Este concepto de nacionalización y la propuesta de culminar la construcción de la Nación le daban significado, en el momento actual, al nacionalismo como alternativa democrática a la modernización neoliberal excluyente y desnacionalizadora. El nacionalismo, dice el plan, es «un programa político de cambio radical de un modelo neoliberal que acentúa la desigualdad social, depreda los recursos naturales, violenta la legalidad y la democracia, y no genera desarrollo. Pero, más específicamente, el «nacionalización» es una forma de impedir el control del Estado por el capital transnacional. Es una ruptura de la «heteronomía» ancestral que ha impedido a nuestro país desarrollarse autónomamente.

A modo de conclusión

Según el republicanismo, «un individuo es libre en la medida en que dispone de los recursos y los medios instrumentales necesarios para realizar o determinar sus propios planes de vida, su autorrealización personal»; de la misma manera, una Nación es libre si tiene los recursos para desarrollarse autónomamente.




Publicado en el diario La Primera, el sábado 02 de marzo.