Para algunos economistas el crecimiento económico de 7.3% registrado en septiembre, según el INEI, y que terminaría con una tasa cercana al 5% en el presente año, no tiene nada que ver con la política macroeconómica de gobierno actual. El propósito de este artículo es mostrar lo contrario.
Antes quisiera recordar que en un artículo publicado en plena dictadura en este mismo diario, sostuve que el crecimiento de los años 1993-1995 y 1997 ocurrió a pesar de la política fiscal y monetaria de ese entonces. El razonamiento era simple y claro. Fueron años de recuperación importante de la demanda mundial, de notables ingresos de capitales externos en forma de pasivos bancarios internacionales, y de inversiones extranjeras significativas en los sectores primarios y de servicios. Como resultado de estos factores creció el crédito doméstico, fundamentalmente en dólares y para consumo importado, y aumentó la inversión privada en minería, servicios y construcción. Consecuentemente creció el PBI --7% promedio anual durante 1992-1997--, pero este crecimiento liderado por los sectores primarios no tuvo importantes efectos sobre el empleo. En esa década ominosa se reprimarizó la economía.
Crecimiento económico actual
A diferencia de lo que ocurrió entonces, el actual crecimiento del PBI está acompañado del aumento del empleo, porque está liderado por las actividades económicas no primarias. La manufactura no primaria, la construcción y los servicios gubernamentales crecieron en septiembre a las tasas de 9.7%, 13.3% y 9.3% respectivamente. El empleo asalariado de empresas de más de 100 trabajadores creció entre agosto del 2001 y agosto del 2002 en cerca de 3% y en lo que va del año en 2.3%.
La composición de este crecimiento es, por lo tanto, cualitativamente distinta. Lo lideran actividades que generan empleo, que multiplican los ingresos en el mercado doméstico y que explican más del 70% de la recaudación tributaria, sin considerar el impuesto a los ingresos. Además, tómese en cuenta que estas son actividades que responden a estímulos de demanda (políticas monetaria y fiscal), a diferencia de las primarias que se encuentran limitadas fundamentalmente por factores de oferta.
Papel de la Política Monetaria
En ausencia de significativos flujos de capitales externos y de privatizaciones, y con una demanda internacional en recesión, el crecimiento tiene que estar vinculado a factores domésticos antes que a factores externos. El crédito real total del sistema bancario al sector privado está aumentando desde el mes de julio, después de un largo período de contracción. Este incremento es, sin duda, resultado de la actual política monetaria que ha dado lugar a una significativa reducción de las tasas de interés de mercado. Las tasas para préstamos en moneda nacional de hasta 360 días y de más de 360 días bajaron de 21.3% y de 31.8% en julio del 2001 a 14.0% y 26.5% en septiembre del 2002, respectivamente. También bajaron las tasas para préstamos en dólares, para los mismos plazos, de 11.9% y 13.6% en julio de 2001 a 8.1% y 9.4% en septiembre del presente año. Por último, la tasa de interés interbancaria actualmente se sitúa alrededor de 4%. Esta notable disminución del costo del crédito no puede desvincularse de la actual política monetaria porque, a diferencia del crecimiento de la década pasada, ahora no hay entrada masiva de capitales extranjeros.
Aumentan Consumo e Inversión privados
Cuando baja el costo del crédito, aumentan la inversión y el consumo privados, dos importantes componentes de la demanda agregada, impulsando así el crecimiento de las actividades no primarias. Pero también la disminución de las tasas de interés aumenta el ingreso disponible de familias y empresas, con lo cual se incrementa sus demandas de gasto en consumo e inversión. Habría que agregar, además, como otro shock de demanda positivo, el relanzamiento del programa MiVivienda.
Finalmente, la disminución de los aranceles a las importaciones de bienes de capital, luego de la aprobación del ATPA, debe, asimismo haber estimulado la producción e inversión sobre todo en actividades exportadoras de productos no tradicionales.
Y ¿la política fiscal?
El déficit está bajo control, y en un porcentaje del PBI inferior a los registrados en los años 2000 (3.2%) y 2001 (2.5%). Este año se terminará con un déficit de 2.3% . Con este nivel de déficit, tasas de interés externas menores y tipo de cambio estable, se mejoraron el nivel y la eficiencia del gasto, haciendo crecer, en el tercer trimestre, el consumo e inversión públicos, otros dos componentes importantes de la demanda agregada. Sin embargo, la contribución de la política fiscal al crecimiento económico durante el año será, en promedio, nula. Podemos convenir entonces que la política fiscal actual es neutral, pero hay avances significativos que todos debemos saber, desde las mejoras en la administración tributaria, la puesta en práctica de procedimientos de transparencia, hasta la incorporación de reglas macrofiscales para la formulación del presupuesto y que permitirán, a futuro, respuestas contracíclicas sin poner en cuestión la sostenibilidad de la deuda pública.
Diario La República
Sunday, November 24, 2002
Tuesday, October 29, 2002
La behetría de algunos economistas
Hace unos días, al término de mis clases de macroeconomía, fui abordado por un grupo de alumnos que, entre ansiosos y tímidos, me interrogaban sobre la solidez de los fundamentos teóricos de la crítica efectuada por algunos economistas a la reciente adopción del Arancel Externo Común (AEC) por la Comunidad Andina. No hay una seria réplica, me decían, no obstante que se acusaba a sus defensores de mercantilistas, anacrónicos y retrógrados cepalinos. Lo que sigue es una apretada síntesis de la conversación que tuve con mis alumnos, con la advertencia, ciertamente absurda, de que me mantendría en el plano estrictamente académico y que no me arrancarían ninguna crítica política a aquellos economistas contrarios a la Comunidad Andina, cultores del libre comercio bajo ventajas comparativas y defensores de nosotros los consumidores.
La vieja teoría del Comercio Exterior
En primer lugar, les dije que no es verdad que la teoría moderna del comercio exterior sea aquella que se basa en el concepto de las ventajas comparativas. Que esta teoría, decimonónica como lo reconocen sus propios seguidores, aduce que los países comercian porque son diferentes entre sí, es decir, porque tienen distintas especializaciones y, que, por lo tanto, pueden beneficiarse del comercio si cada uno produce y vende lo que sabe hacer relativamente mejor. Suena bien. Pero con un poco de "análisis intuitivo" (es la jerga que usamos en la Católica), les decía que podemos cuestionar los beneficios del libre comercio internacional basado en el patrón de especialización, en el contexto de economías en proceso de crecimiento. Un ejemplo simple sería las pérdidas (ausencia de beneficios) que se producirían si se abre el comercio cuando la especialización existente no es la óptima.
La nueva teoría del Comercio Internacional
En segundo lugar, les dije que la crítica a la adopción del AEC ignora no sólo el hecho de que el arancel flat fue incapaz de expandir y diversificar nuestras exportaciones, sino también que la teoría de las ventajas comparativas que la sustenta no es el fundamento de la teoría moderna del comercio internacional. Ignorar este hecho, y difundirlo sin vergüenza alguna, es grave cuando se trata de un economista ligado a la enseñanza. Uno puede tener sus preferencias, pero tiene la obligación de difundir los avances teóricos y los nuevos enfoques. En efecto, con la aparición del enfoque sraffiano (Piero Sraffa fue el que formalizó la idea de Ricardo de una mercancía patrón) se abandonaron los supuestos tradicionales de la teoría de las ventajas comparativas (rendimientos constantes a escala, elasticidades ingreso de la demanda uniformes, etc.). La abundante literatura surgida en los años setenta y ochenta, muestra que el libre comercio, en ciertas condiciones, puede no ser la mejor opción y resultar incluso una opción inferior a la autarquía (Parrinello, Levy, Ros).
La behetría de algunos economistas
Finalmente, les dije que ahora hay una nueva teoría del comercio internacional según la cual los países comercian para aprovechar la presencia de economías a escala. La behetría de los economistas no familiarizados con esta teoría les impide comprender que la presencia de economías a escala incentiva a los países a especializarse en la producción de un número menor de bienes, pero a mayor escala, y que, por lo tanto, la presencia de este tipo de rendimientos (consistente con estructuras de mercado de competencia imperfecta) puede generar comercio y ganancias derivadas de éste, incluso si no existen ventajas comparativas (Krugman). Terminé la conversación con mis alumnos comprometiéndome a hablarles en una clase especial sobre la política comercial en el contexto de la nueva teoría del comercio internacional.
Diario La República
La vieja teoría del Comercio Exterior
En primer lugar, les dije que no es verdad que la teoría moderna del comercio exterior sea aquella que se basa en el concepto de las ventajas comparativas. Que esta teoría, decimonónica como lo reconocen sus propios seguidores, aduce que los países comercian porque son diferentes entre sí, es decir, porque tienen distintas especializaciones y, que, por lo tanto, pueden beneficiarse del comercio si cada uno produce y vende lo que sabe hacer relativamente mejor. Suena bien. Pero con un poco de "análisis intuitivo" (es la jerga que usamos en la Católica), les decía que podemos cuestionar los beneficios del libre comercio internacional basado en el patrón de especialización, en el contexto de economías en proceso de crecimiento. Un ejemplo simple sería las pérdidas (ausencia de beneficios) que se producirían si se abre el comercio cuando la especialización existente no es la óptima.
La nueva teoría del Comercio Internacional
En segundo lugar, les dije que la crítica a la adopción del AEC ignora no sólo el hecho de que el arancel flat fue incapaz de expandir y diversificar nuestras exportaciones, sino también que la teoría de las ventajas comparativas que la sustenta no es el fundamento de la teoría moderna del comercio internacional. Ignorar este hecho, y difundirlo sin vergüenza alguna, es grave cuando se trata de un economista ligado a la enseñanza. Uno puede tener sus preferencias, pero tiene la obligación de difundir los avances teóricos y los nuevos enfoques. En efecto, con la aparición del enfoque sraffiano (Piero Sraffa fue el que formalizó la idea de Ricardo de una mercancía patrón) se abandonaron los supuestos tradicionales de la teoría de las ventajas comparativas (rendimientos constantes a escala, elasticidades ingreso de la demanda uniformes, etc.). La abundante literatura surgida en los años setenta y ochenta, muestra que el libre comercio, en ciertas condiciones, puede no ser la mejor opción y resultar incluso una opción inferior a la autarquía (Parrinello, Levy, Ros).
La behetría de algunos economistas
Finalmente, les dije que ahora hay una nueva teoría del comercio internacional según la cual los países comercian para aprovechar la presencia de economías a escala. La behetría de los economistas no familiarizados con esta teoría les impide comprender que la presencia de economías a escala incentiva a los países a especializarse en la producción de un número menor de bienes, pero a mayor escala, y que, por lo tanto, la presencia de este tipo de rendimientos (consistente con estructuras de mercado de competencia imperfecta) puede generar comercio y ganancias derivadas de éste, incluso si no existen ventajas comparativas (Krugman). Terminé la conversación con mis alumnos comprometiéndome a hablarles en una clase especial sobre la política comercial en el contexto de la nueva teoría del comercio internacional.
Diario La República
Subscribe to:
Posts (Atom)