Vientos de cambio regionales contra el centralismo limeño

Por: 

Félix Jiménez, Economista Ph.D. Profesor Principal de la PUCP




José Matos Mar, en su libro «Perú: Estado Desbordado y Sociedad Nacional Emergente» (2011), describía la existencia de Otro Perú constituido por la población serrana y amazónica, pobre y discriminada por el poder metropolitano de Lima, por el Perú Oficial básicamente costeño. 

Las peripecias del Otro Perú

En la década de 1940 los campesinos de la costa y sierra del Otro Perú se alzaron demandando modernización económica y mejores relaciones sociales. Pero, fracasaron. Y, como alternativa de cambio, optaron por migrar. «Casi como una guerra de desplazados en la vida nacional, comenzaron las migraciones del Otro Perú» a las ciudades más desarrolladas y modernas de la «costa, de preferencia a Lima, en busca de una vida promisoria» para «abatir su precariedad y pobreza». 

Sin embargo, contrariamente a lo que esperaba Matos Mar, este proceso de casi siete décadas, también fracasó. No condujo a cerrar la brecha histórica entre los dos Perú. Los intentos del Otro Perú, desde hace 70 años, por integrarse social y culturalmente al país, como camino alternativo a la modernidad conservadora de la metrópoli, fueron inútiles. Nuestros compatriotas del Otro Perú tropezaron con barreras, impuestas desde el poder central Limeño mediante ajustes estructurales que abrieron el camino a un estilo de crecimiento extractivista y dependiente.

Cuarenta años de neoliberalismo empobrecedor —que desmantelaron la ruta modernizadora abierta desde arriba por Juan Velasco Alvarado—, cerraron la posibilidad de integración social y económica del Otro Perú y, frustraron su «demanda de trabajo formal, de educación de calidad, de servicios de salud, de agua potable y alcantarillado y, sobre todo, de un Buen Gobierno dispuesto a realizar los cambios estructurales requeridos y necesarios», como anhelaba Matos Mar.

La hazaña de Pedro Castillo: otra alternativa de cambio

Los procesos sociales y políticos dan sorpresas, sobre todo cuando ocurren en coyunturas críticas. Tuvo que fracasar el neoliberalismo globalizador en casi todo el mundo, para que nuestros compatriotas del Otro Perú opten por el camino electoral en busca de una vida promisoria. No importa si Pedro Castillo tenía o tiene conciencia de esta nueva alternativa de cambio. Lo que importa es que él encarna la esperanza del Otro Perú. No encarna la protesta, como creen algunos, sino el sueño recurrente durante 200 años de modificar su situación de discriminación y dominación. Fracasaron las rebeliones campesinas de fines del siglo XIX; los levantamientos de los años 1940; se frustraron los objetivos de las migraciones de los últimos 70 años; y, por fin ahora, en plena crisis pandémica y del neoliberalismo, los postergados desde 1821, se aproximan a ser gobierno en vísperas del bicentenario. Si lo logran, podría iniciarse, en democracia, los sueños independentistas e integradores del Otro Perú. Puede ser el inicio de la construcción de una Democracia Republicana, de la libertad sin dominación, de un Estado auténticamente republicano, gestado por un movimiento liberador desde las regiones, desde los cinturones de miseria de las grandes ciudades, con protagonismo propio liderado por un maestro agricultor de sombrero y ojotas. 

No será fácil. Habrá conflictos y disputas con el poder económico y sus instituciones extractivistas, con los defensores del estilo de crecimiento primario exportador. De un estilo de crecimiento que descuidó el desarrollo de mercados internos, la integración de la economía con la geografía y demografía del país, y que se subordinó a la idea de la «complementación económica y política para incorporarnos y actuar ante el mundo». Esta propuesta neocolonial, de subordinación al capital transnacional y contraria a los intereses de las mayorías, corresponde a la ideología neoliberal que considera a nuestros países un campo de inversión, sin condiciones, para el capital transnacional. 

A modo de Conclusión