Los datos
desestacionalizados del PBI muestran que la economía no crece desde noviembre
del año pasado. El desfavorable contexto internacional que se inicia con la
crisis de 2008-2009, es su causa fundamental. Los términos del intercambio
disminuyeron en 14.0% entre enero de 2013 y abril de 2014; y, las exportaciones
totales se redujeron en US$ 4199 millones de 2013 a 2014 (US$ 3871 millones corresponden
a los exportaciones tradicionales). Por otro lado, la cuenta corriente de la
balanza pagos es deficitaria desde el año 2008 (el más alto déficit del periodo
post crisis se registró en el primer trimestre de este año: 6% del PBI).
Desaceleración y estilo
de crecimiento
La magnitud del
efecto del deterioro del contexto externo sobre el crecimiento de la economía
tiene relación directa con el estilo de crecimiento. Cuanto menos diversificado
es el aparato productivo y más concentrada en productos primarios es la canasta
exportadora de la economía, el impacto del estancamiento internacional sobre el
crecimiento del producto será mayor. A mayor especialización en la producción
de materias primas, más dependiente es el crecimiento de la demanda externa y
más dependiente es la economía de bienes importados.
La especialización de
la economía en la «ventaja comparativa de extracción y explotación de recursos naturales»,
fue promovida por las políticas neoliberales. En consecuencia, la desaceleración
de la tasa de crecimiento que experimenta la economía peruana, tiene que ver con
el modelo neoliberal implementado en las últimas décadas. Si el aparato productivo
y la canasta exportadora fueran más diversificados, los efectos del deterioro
del contexto externo en el crecimiento serían mucho menores; es decir, ante una
fuente externa de crecimiento que se deteriora, tendríamos fuentes internas que
lo sostienen.
La actual
desaceleración revela, entonces, la necesidad de cambiar el actual estilo de
crecimiento primario exportador, por otro basado en la modernización de la
agricultura, y el desarrollo agroindustrial y manufacturero. Para que este
cambio ocurra no son suficientes las políticas monetaria y fiscal
contra-cíclicas (disminuir la tasa de interés de referencia y aumentar el gasto
fiscal). Estas políticas son indispensables para evitar caer en una recesión,
pero no son las que en definitiva sustituirán el papel que en el actual estilo
de crecimiento desempeñó la demanda externa impulsada por el crecimiento de las
economías industrializadas y de China, y los altos precios de los bienes
«intensivos en recursos naturales». Tampoco podrán sustituir ni compensar completamente
el financiamiento externo relativamente barato y los influjos de capital
internacional que caracterizaron al contexto externo anterior a la crisis de
2008-2009.
Política cambiaria
para impulsar la diversificación productiva
Las reformas en las políticas, monetaria y fiscal, efectuadas
durante los años 2001-2003, crearon las condiciones para la aplicación de
políticas contra-cíclicas. Disminuyó la dolarización de las colocaciones y
depósitos en el sistema bancario; se redujo el peso de la deuda pública en
moneda extranjera, pre-pagándola y sustituyéndola por deuda pública en moneda
nacional; aumentaron los recursos del Fondo de Estabilización Fiscal; bajó
notoriamente el ratio de deuda pública a PBI; se institucionalizaron la
política monetaria basada en metas de inflación y dos reglas de política: una,
sobre la tasa de interés como instrumento de política monetaria y otra de
intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario; y, aumentaron
significativamente las reservas internacionales del Banco Central. Como
resultado de estas reformas, entonces, se redujeron las posibilidades de una
crisis financiera como la que ocurrió a fines de los noventa.
Pero, con la reversión de la política monetaria de los Estados
Unidos no solo aumentará el costo del financiamiento o crédito externo, sino
que seguirán saliendo capitales del país generando presiones al alza del tipo
de cambio. La pregunta entonces es si, en estas condiciones, el Banco Central
debe liberarse de su temor a la depreciación. Hasta ahora ha impedido que el
tipo de cambio suba y parece estar interesado en mantenerlo en 2.80 soles por
dólar. Desde abril de
2013 a febrero de 2014, disminuyó su posición de cambio en cerca de US$ 9500
millones, cifra superior a los US$ 8113 millones de reducción de su posición de
cambio entre abril de 2008 y febrero de 2009.
No
hay razones para el temor a la depreciación. La autoridad fiscal tiene mayores posibilidades
de financiamiento interno en soles que antes, y los riesgos cambiarios en la
deuda pública y en la deuda privada son ahora menores por la desdolarización
registrada en la última década. Por otro lado, el esquema de metas de inflación
y la endogenización de las expectativas inflacionarias han independizado en
cierta manera a la inflación de los movimientos en el tipo de cambio. Esta es
la otra cara de las mayores posibilidades que ahora existen para aplicar
políticas contra-cíclicas. En consecuencia, estas políticas pueden ser
acompañadas de una política cambiaria orientada a recuperar la competitividad que
los productores nacionales perdieron durante el largo período de apreciación monetaria.
A
modo de conclusión
Si el
Banco Central deja subir gradualmente
el tipo de cambio, con ese fin, perderá menos reservas internacionales. La posición
de cambio del Banco Central en abril de 2013 fue de 49403.4 millones y en solo
diez meses se redujo a US$ 39953.4. Una política de depreciación cambiaria rentabilizará
la producción de transables, revertirá el déficit en la cuenta corriente, y
permitirá a mediano plazo, si se acompaña con políticas de diversificación
productiva, modificar el actual estilo de crecimiento.