Los políticos actuales y los mercantilistas neoliberales siguen dominados por el razonamiento centrífugo cuando se enfrentan a los temas básicos del crecimiento económico. Como ayer, están convencidos que debemos buscar mercados fuera de nuestras fronteras --no crearlos adentro-- y promover al mismo tiempo la inversión extranjera. Al igual que en los años del primer gobierno de Belaúnde y del gobierno militar que le siguió, no discuten cómo desarrollar y expandir las cadenas productivas, cómo aumentar la inversión en infraestructura vial y portuaria, ni indagan en las formas, distintas a los créditos convencionales, de expandir el financiamiento para la inversión productiva local. Unos buscan la proliferación de tratados comerciales y otros se organizan para promover fundamentalmente la inversión extranjera.
Si bien estos temas son también relevantes, pocos debaten cómo sostener el crecimiento de los últimos 40 meses e impedir que se bloquee o que se pervierta su patrón actual. ¿Tendrá que venir un out-sider con una visión de país, para apoyar la actual configuración de un nuevo estilo de crecimiento liderado, como a fines de los años 50, por los sectores productivos no primarios, pero que en esta oportunidad es acompañado con superávit externos, con bajísima inflación, con relativa flexibilidad cambiaria bajo libre movilidad internacional de capitales, con apertura comercial, y con un cambio significativo en la composición de las exportaciones, donde las más dinámicas son las manufactureras y agro-industriales?.
Para apuntalar este nuevo patrón de crecimiento se necesita expandir la inversión privada local. Y para que esta inversión crezca y se expanda, a lo largo y ancho del país, hay que superar las dos restricciones que ella enfrenta en economías como la nuestra: en primer lugar, el tamaño reducido y la poca diversidad del mercado nacional, factor que influye en su rentabilidad; y, en segundo lugar, la inexistencia de financiamiento de mediano y largo plazos. Estas restricciones no las tiene la inversión privada extranjera.
La restricción del tamaño y diversidad del mercado doméstico no se resuelve cabalmente sólo mirando a los mercados externos. Es harto sabido que entre la economía y la geografía del país no existe vinculación estrecha. No se desarrollan relaciones entre la agricultura y la industria, porque los espacios geográficos y demográficos provinciales no están interconectados. La marginación de grandes masas campesinas y, ciertamente, su atraso tecnológico, se explican por el desarrollo de actividades manufactureras modernas que no generaron encadenamientos con el sector agropecuario. Esta economía desarticulada hace imposible crear nuevos mercados en sus vastos espacios geográficos y demográficos provinciales. Por tanto, hay una tarea urgente de colonización vial, como reclamaba Belaúnde, que fue incumplida o marginada históricamente por otros intereses. Las conexiones viales entre las distintas zonas geográficas y demográficas ampliarán los mercados existentes y harán posible la creación de otros nuevos, condición indispensable para el aumento sostenido de la productividad y, consecuentemente, de la competitividad.
Por otro lado, la restricción de financiamiento en moneda local que enfrenta la inversión privada doméstica, es mayor para plazos medios y largos cuando los sistemas financieros están dominados por la intermediación bancaria. La revolución del crédito que preconizaba Belaúnde, es la segunda tarea urgente para sostener la nueva modalidad de crecimiento económico surgida en los años recientes. Esta tarea, en los tiempos actuales, significa implica expandir y diversificar el mercado doméstico de capitales en moneda local. El gobierno actual empezó esta tarea con su Programa de Creadores de Mercado, pero todavía falta mucho por hacer.
Para terminar, pregunto si podrá surgir otro out-sider como Fernando Belaúnde, después de 50 años de su incursión partidaria, que nos convenza ahora sí a todos que para integrarnos bien al mundo como país, hay que «salir del villorrio para buscar fortuna» mediante la colonización vial creadora de mercados internos y mediante la expansión del mercado de capitales, en nuestra propia moneda, para canalizar los ahorros hacia la inversión productiva a lo largo y ancho de nuestro territorio. Si la historia se repite, ojalá que no sea como farsa, sino como esperanza.
Diario La República
Friday, December 24, 2004
Thursday, December 23, 2004
Una Vieja Oportunidad Perdida
Por segunda vez en la historia moderna del país, durante los años 2005-2006 se realizará un proceso electoral en el marco de una economía que crece sostenidamente y que se encuentra en los albores de un nuevo patrón de crecimiento. La primera vez fue el proceso de los años 1961-1962 que terminó en un golpe y en un contragolpe de estado. En el año 1959 se había promulgado la ley de industrialización y la economía crecía a tasas por encima del 8% anual. Eran los primeros años de un nuevo estilo de crecimiento basado en la industrialización por sustitución de importaciones, pero que nació espurio por el dominio del mercantilismo liberal en la política económica y en los procesos políticos del período que va del régimen militar de Odría a la crisis económica de 1967-1968.
El gobierno surgido del contragolpe, convocó a nuevas elecciones generales para 1963. La economía crecía a la tasa de 5.4%, menor que la de años anteriores. El nuevo partido Acción Popular --fundado en 1956-- resultó vencedor a medias, pues su líder Fernando Belaúnde asumió la presidencia huérfano de mayoría parlamentaria. Los años de su gobierno fueron dominados por el llamado primer poder del estado, es decir, por un congreso dominado por el APRA y su aliado, antes su represor, la Unión Nacional Odriista. Desde este lugar se generaba un recalcitrante ruido político en el contexto, como ahora, de una economía que crecía a una tasa de 6.2% promedio anual entre 1963 y 1967.
Al releer los hechos económicos, sociales y políticos de esos años, uno se pregunta si Belaúnde no habría sido el primer out-sider triunfador y que, sin embargo, era un auténtico in-sider por el contenido nacional de sus propuestas. En efecto, y sólo para destacar la similitud con algunos temas que deben discutirse en la actualidad, debemos mencionar dos de los cuatro componentes del plan de acción política de su partido: la colonización vial del país y la revolución del crédito. Con la primera se pretendía incorporar las mejores tierras para la agricultura y, al mismo tiempo, elevar la calidad del habitat de los hombres del campo. Con la segunda se proponía promover el crédito hipotecario y la utilización del ahorro interno en el desarrollo nacional, reformando el mercado dominado por la intermediación bancaria o, con palabras de Belaúnde, por el oligopolio financiero-comercial. Ninguno de estos temas captó la atención de los partidos tradicionales de la época. ¿No es verdad que la prensa de esos años ridiculizaba el proyecto acciopopulista de la marginal de la selva y de su versión ampliada: la unión vial de países vecinos como paso previo para alcanzar la integración del continente?
Cuando el congreso del gobierno de Prado revisó la ley de industrialización, los citados dos temas brillaron por su ausencia. En cambio, a la ley se le incorporaron incentivos a la participación del capital extranjero y exoneraciones de impuestos a la importación de equipos y bienes intermedios. Además, se adoptó una modalidad de industrialización que hizo inviable la posibilidad de sustituir bienes intermedios y de capital, bloqueando, por tanto, la continuación del propio proceso industrialista. Se creó así una industria incapaz no sólo de articular la economía y el mercado internos, sino también de modificar la composición del comercio exterior y su tendencia recurrente al déficit. Esta industria, surgida de la componenda, exigía una alta protección efectiva para compensar el efecto negativo de la apreciación monetaria sobre la rentabilidad de las inversiones en manufacturas.
Como los políticos tradicionales no miraron hacia adentro para imaginar medidas orientadas a superar el tamaño pequeño del mercado interno, buscaron en la reforma agraria y la integración el remedio para impulsar la expansión manufacturera. El gobierno militar de 1968-1975, más proteccionista que el anterior, precisamente por descuidar la expansión y la creación de mercados internos, no logró impulsar las inversiones privadas para sostener el crecimiento, superar el atraso agrícola, y promover la articulación intraindustrial y sectorial de la economía. Al igual que los neoliberales de ahora, los militares de esos años miraron fuera del país para ampliar los mercados con pactos de comercio e integración, pero con la diferencia de que adherían a la programación industrial conjunta. Además, los militares proteccionistas sustentaron el crecimiento, como lo hicieron los mercantilistas neoliberales en los 90, en las exportaciones de productos derivados de la explotación de los recursos naturales no renovables. Así, durante casi tres lustros se perdió la oportunidad de crecer construyendo país.
Diario La República
El gobierno surgido del contragolpe, convocó a nuevas elecciones generales para 1963. La economía crecía a la tasa de 5.4%, menor que la de años anteriores. El nuevo partido Acción Popular --fundado en 1956-- resultó vencedor a medias, pues su líder Fernando Belaúnde asumió la presidencia huérfano de mayoría parlamentaria. Los años de su gobierno fueron dominados por el llamado primer poder del estado, es decir, por un congreso dominado por el APRA y su aliado, antes su represor, la Unión Nacional Odriista. Desde este lugar se generaba un recalcitrante ruido político en el contexto, como ahora, de una economía que crecía a una tasa de 6.2% promedio anual entre 1963 y 1967.
Al releer los hechos económicos, sociales y políticos de esos años, uno se pregunta si Belaúnde no habría sido el primer out-sider triunfador y que, sin embargo, era un auténtico in-sider por el contenido nacional de sus propuestas. En efecto, y sólo para destacar la similitud con algunos temas que deben discutirse en la actualidad, debemos mencionar dos de los cuatro componentes del plan de acción política de su partido: la colonización vial del país y la revolución del crédito. Con la primera se pretendía incorporar las mejores tierras para la agricultura y, al mismo tiempo, elevar la calidad del habitat de los hombres del campo. Con la segunda se proponía promover el crédito hipotecario y la utilización del ahorro interno en el desarrollo nacional, reformando el mercado dominado por la intermediación bancaria o, con palabras de Belaúnde, por el oligopolio financiero-comercial. Ninguno de estos temas captó la atención de los partidos tradicionales de la época. ¿No es verdad que la prensa de esos años ridiculizaba el proyecto acciopopulista de la marginal de la selva y de su versión ampliada: la unión vial de países vecinos como paso previo para alcanzar la integración del continente?
Cuando el congreso del gobierno de Prado revisó la ley de industrialización, los citados dos temas brillaron por su ausencia. En cambio, a la ley se le incorporaron incentivos a la participación del capital extranjero y exoneraciones de impuestos a la importación de equipos y bienes intermedios. Además, se adoptó una modalidad de industrialización que hizo inviable la posibilidad de sustituir bienes intermedios y de capital, bloqueando, por tanto, la continuación del propio proceso industrialista. Se creó así una industria incapaz no sólo de articular la economía y el mercado internos, sino también de modificar la composición del comercio exterior y su tendencia recurrente al déficit. Esta industria, surgida de la componenda, exigía una alta protección efectiva para compensar el efecto negativo de la apreciación monetaria sobre la rentabilidad de las inversiones en manufacturas.
Como los políticos tradicionales no miraron hacia adentro para imaginar medidas orientadas a superar el tamaño pequeño del mercado interno, buscaron en la reforma agraria y la integración el remedio para impulsar la expansión manufacturera. El gobierno militar de 1968-1975, más proteccionista que el anterior, precisamente por descuidar la expansión y la creación de mercados internos, no logró impulsar las inversiones privadas para sostener el crecimiento, superar el atraso agrícola, y promover la articulación intraindustrial y sectorial de la economía. Al igual que los neoliberales de ahora, los militares de esos años miraron fuera del país para ampliar los mercados con pactos de comercio e integración, pero con la diferencia de que adherían a la programación industrial conjunta. Además, los militares proteccionistas sustentaron el crecimiento, como lo hicieron los mercantilistas neoliberales en los 90, en las exportaciones de productos derivados de la explotación de los recursos naturales no renovables. Así, durante casi tres lustros se perdió la oportunidad de crecer construyendo país.
Diario La República
Sunday, November 28, 2004
Sobre el mercado de capitales, la política monetaria y las AFPs
Los que apoyan la solicitud de las AFPs de elevar el límite de sus inversiones en el exterior afirman que el BCR “pretende impedir, sin razones técnicas, que el dinero de los trabajadores salga del país”, o, también, que “es mejor favorecer a tres millones de afiliados antes que favorecer a unos cuantos emisores de títulos en el país”. (Esta última pertenece al superintendente de la SBS).
Los autores de estas afirmaciones no abordan los temas de fondo. Para colmo, el presidente de la asociación de las AFPs insinuó que los directores del BCR no entienden que al invertir en el exterior diversifican el riesgo de su portafolio. ¿Qué economista no sabe que el riesgo no-sistemático de un portafolio de inversión puede minimizarse con la incorporación de un número suficiente de activos con movimientos independientes uno del otro? ¿Qué economista no sabe que también se puede reducir el riesgo sistemático de activos con un mismo rendimiento, al invertir parte del portafolio en mercados diversos justamente porque los ciclos de los países no están estrechamente correlacionados?
Las AFPs ya invierten en el exterior y aun no llegan a utilizar el límite operativo de 10.5% que tienen autorizado. En consecuencia, la diversificación no es el tema de fondo. ¿Quién se hubiera opuesto a un aumento gradual de dicho límite, sobre la base de alguna referencia explícita? Presionar para subirlo a 20%, de golpe y porrazo, o en un plazo que no pase de junio del 2005, como lo sugería la SBS, revela la convicción de los representantes de las AFPs de que estas no tienen por qué asociarse al desarrollo del mercado doméstico de capitales, en moneda local. Este es uno de los temas de fondo. Las AFPs convierten los aportes obligatorios de los trabajadores en ahorros de largo plazo; por tanto, abren la posibilidad del financiamiento de largo plazo de la actividad productiva doméstica, es decir, la posibilidad de emitir deuda o acciones de mediano y largo plazos, de desarrollar el mercado secundario de estos papeles, y también de introducir productos derivados y otras innovaciones financieras. La práctica de las empresas grandes de financiarse con bonos de mediano y largo plazos, es muy reciente; no tiene ni dos años. Además, recién se están creando las condiciones que facilitarán el financiamiento de las empresas medianas en el mercado de capitales. Todavía hay mucho por hacer para consolidar este mercado. Existen impedimentos legales que inhiben la mayor participación de las AFPs en el mercado doméstico y sobre los cuales alguien tiene que trabajar. ¿Qué ha hecho la SBS para propiciar el aumento del número de emisores de títulos en el país? Piénsese, por ejemplo, en el mecanismo de préstamo temporal de valores. ¿No sabe la SBS que cuánto más líquido y profundo sea este mercado, más creíble y transparente será el vector de precios que le proporciona a las AFPs para la valoración de sus activos? En mi opinión, mientras el mercado doméstico de capitales no sea sólido y transparente, debemos seguir el ejemplo gradualista de Chile en el tema del limite a sus inversiones en el exterior.
¿Por qué es importante fortalecer y expandir el mercado doméstico de capitales? No sólo por el conocido círculo virtuoso: un mercado de capitales desarrollado permite aumentar la inversión productiva de mediano y largo plazos, la expansión de esta inversión incrementa la tasa de crecimiento económico, este mayor crecimiento aumenta los ingresos y el empleo, mayores empleos elevan los aportes obligatorios y, así sucesivamente. También porque las crisis mexicana de 1994, la asiática de 1997 y la rusa de 1998, revelaron la importancia de desarrollar el mercado doméstico de capitales, en moneda local, para reducir la volatilidad que mostraron los mercados emergentes como el nuestro. El mercado Chileno impulsado por sus fondos de pensiones permitió absorber el citado shock externo sin mayores sobresaltos. Por el origen de la larga recesión de los años 1998-2000 sufrida por nuestro país, no cabe duda que un sólido mercado doméstico de capitales, constituirá la mejor contribución al fortalecimiento de sus instituciones financieras. Con mayores activos de mediano y largo plazos en moneda local, el sistema financiero se desdolariza y disminuye su fragilidad asociada a los descalces de monedas.
Pero esto no es todo. Decir que el BCR impide sin razones técnicas que el dinero de los trabajadores salga del país, refleja desconocimiento de la actual política monetaria, por decir lo menos. El esquema institucional de esta política comprende, aparte de las metas explícitas de inflación y de la regla monetaria a la Taylor, un régimen de tipo de cambio de flotación controlada bajo libre movilidad internacional de capitales. Este régimen incorpora intervenciones esterilizadas de compra-venta de dólares para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. No es difícil imaginar que para efectuar estas intervenciones, el BCR debe tener suficientes reservas. Su magnitud es importante, además, para evitar quiebras bancarias como las ocurridas en el período 1998-2000 por la salida masiva de capitales provocada por las crisis financieras internacionales. ¿Es difícil acaso imaginar lo que ocurriría con las RIN del BCR si se autoriza una salida de cerca de 700 a 750 millones de dólares y en vísperas de un año electoral? Cuando se llega al extremo de pedir que la SBS sea la que regule el límite de las inversiones de las AFPs en el exterior, yo me pregunto si no habrá aquí algo más que un problema de behetría mental.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
Los autores de estas afirmaciones no abordan los temas de fondo. Para colmo, el presidente de la asociación de las AFPs insinuó que los directores del BCR no entienden que al invertir en el exterior diversifican el riesgo de su portafolio. ¿Qué economista no sabe que el riesgo no-sistemático de un portafolio de inversión puede minimizarse con la incorporación de un número suficiente de activos con movimientos independientes uno del otro? ¿Qué economista no sabe que también se puede reducir el riesgo sistemático de activos con un mismo rendimiento, al invertir parte del portafolio en mercados diversos justamente porque los ciclos de los países no están estrechamente correlacionados?
Las AFPs ya invierten en el exterior y aun no llegan a utilizar el límite operativo de 10.5% que tienen autorizado. En consecuencia, la diversificación no es el tema de fondo. ¿Quién se hubiera opuesto a un aumento gradual de dicho límite, sobre la base de alguna referencia explícita? Presionar para subirlo a 20%, de golpe y porrazo, o en un plazo que no pase de junio del 2005, como lo sugería la SBS, revela la convicción de los representantes de las AFPs de que estas no tienen por qué asociarse al desarrollo del mercado doméstico de capitales, en moneda local. Este es uno de los temas de fondo. Las AFPs convierten los aportes obligatorios de los trabajadores en ahorros de largo plazo; por tanto, abren la posibilidad del financiamiento de largo plazo de la actividad productiva doméstica, es decir, la posibilidad de emitir deuda o acciones de mediano y largo plazos, de desarrollar el mercado secundario de estos papeles, y también de introducir productos derivados y otras innovaciones financieras. La práctica de las empresas grandes de financiarse con bonos de mediano y largo plazos, es muy reciente; no tiene ni dos años. Además, recién se están creando las condiciones que facilitarán el financiamiento de las empresas medianas en el mercado de capitales. Todavía hay mucho por hacer para consolidar este mercado. Existen impedimentos legales que inhiben la mayor participación de las AFPs en el mercado doméstico y sobre los cuales alguien tiene que trabajar. ¿Qué ha hecho la SBS para propiciar el aumento del número de emisores de títulos en el país? Piénsese, por ejemplo, en el mecanismo de préstamo temporal de valores. ¿No sabe la SBS que cuánto más líquido y profundo sea este mercado, más creíble y transparente será el vector de precios que le proporciona a las AFPs para la valoración de sus activos? En mi opinión, mientras el mercado doméstico de capitales no sea sólido y transparente, debemos seguir el ejemplo gradualista de Chile en el tema del limite a sus inversiones en el exterior.
¿Por qué es importante fortalecer y expandir el mercado doméstico de capitales? No sólo por el conocido círculo virtuoso: un mercado de capitales desarrollado permite aumentar la inversión productiva de mediano y largo plazos, la expansión de esta inversión incrementa la tasa de crecimiento económico, este mayor crecimiento aumenta los ingresos y el empleo, mayores empleos elevan los aportes obligatorios y, así sucesivamente. También porque las crisis mexicana de 1994, la asiática de 1997 y la rusa de 1998, revelaron la importancia de desarrollar el mercado doméstico de capitales, en moneda local, para reducir la volatilidad que mostraron los mercados emergentes como el nuestro. El mercado Chileno impulsado por sus fondos de pensiones permitió absorber el citado shock externo sin mayores sobresaltos. Por el origen de la larga recesión de los años 1998-2000 sufrida por nuestro país, no cabe duda que un sólido mercado doméstico de capitales, constituirá la mejor contribución al fortalecimiento de sus instituciones financieras. Con mayores activos de mediano y largo plazos en moneda local, el sistema financiero se desdolariza y disminuye su fragilidad asociada a los descalces de monedas.
Pero esto no es todo. Decir que el BCR impide sin razones técnicas que el dinero de los trabajadores salga del país, refleja desconocimiento de la actual política monetaria, por decir lo menos. El esquema institucional de esta política comprende, aparte de las metas explícitas de inflación y de la regla monetaria a la Taylor, un régimen de tipo de cambio de flotación controlada bajo libre movilidad internacional de capitales. Este régimen incorpora intervenciones esterilizadas de compra-venta de dólares para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. No es difícil imaginar que para efectuar estas intervenciones, el BCR debe tener suficientes reservas. Su magnitud es importante, además, para evitar quiebras bancarias como las ocurridas en el período 1998-2000 por la salida masiva de capitales provocada por las crisis financieras internacionales. ¿Es difícil acaso imaginar lo que ocurriría con las RIN del BCR si se autoriza una salida de cerca de 700 a 750 millones de dólares y en vísperas de un año electoral? Cuando se llega al extremo de pedir que la SBS sea la que regule el límite de las inversiones de las AFPs en el exterior, yo me pregunto si no habrá aquí algo más que un problema de behetría mental.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
Friday, November 05, 2004
La Inversión de las AFPs en el Exterior y el Precio del Dólar
En una reciente conferencia que dicté a estudiantes del último año de una universidad amiga, uno de los asistentes me hizo la siguiente pregunta: ¿Puede un alto funcionario del gobierno vestirse de analista económico y recurrir a su vieja experiencia de hace cuatro o cinco décadas, mayor que la de cualquiera de los directores actuales del BCRP, para sentenciar que esta institución debería aumentar el límite de inversión de las AFPs en el exterior con el fin de reducir la presión a la baja que hoy se registra sobre el precio del dólar? Recordando mis lecturas de Savater, le contesté suelto de huesos y, ciertamente, sin mucho rigor: puede vestirse de lo que sea y afirmar lo que piensa, pero espero que no se haga lo que él quiere.
Todos rieron, pero otro estudiante comentó que había temas de fondo en la pregunta de su compañero que yo no había reparado. En primer lugar, dijo, ¿sirve la experiencia de hace tanto tiempo para entender la actual apreciación monetaria, tendiendo en cuenta las críticas que ha hecho usted al estado del conocimiento de esa época?. ¿Acaso las explicaciones acerca de la determinación del tipo de cambio basadas en los equilibrios de flujos no han sido sustituidas en los últimos lustros por modelos basados en los equilibrios de stocks y en la hipótesis de expectativas racionales? En segundo lugar, preguntó, ¿no se afectaría el actual esquema institucional de la política monetaria al aumentar el límite de inversión de las AFPs en el exterior?, ¿qué efectos tendría esta medida en el incipiente mercado doméstico de capitales y en el de deuda pública, temas que usted ha mencionado en su charla?
Efectivamente, dije respondiendo a la primera pregunta, hace cuarenta años el esquema monetario internacional se caracterizaba por la existencia de regímenes cambiarios fijos o cuasi fijos y de mecanismos de control de capitales. A esas épocas se refiere, imagino, el susodicho analista económico, pues efectivamente en esas épocas las grandes apreciaciones monetarias terminaban en grandes problemas. Cuando la autoridad monetaria ya no podía defender el tipo de cambio porque ya no tenía reservas, se recurría al FMI por un préstamo stand-by adoptando a cambio un paquete de medidas entre las que destacaba la devaluación monetaria. Eran épocas, además, de predominio de los modelos de equilibrios de flujos según los cuales el tipo de cambio se determinaba como el precio de cualquier bien, por la oferta y demanda de divisas. Pero esto se acabó con la crisis del sistema de Bretton Woods en los años 1971-1973.
En el mundo de hoy conviven países con economías abiertas, comercial y financieramente, y con regímenes cambiarios flexibles o de flotación controlada. La notable integración financiera de estas economías constituye la base de las modernas explicaciones del comportamiento del tipo de cambio. Según estos nuevos enfoques el tipo de cambio se determina como el precio de cualquier activo financiero que reacciona rápidamente ante cualquier nueva información y que está dominado por las expectativas de los agentes económicos. A los cambios en la realidad económica le siguieron cambios importantes en las teorías monetaria y de la banca central. Nuestro país no podía estar ajeno a estos cambios. Desde el año 2002, el BCRP introdujo un nuevo esquema institucional de política monetaria que incluye: a) metas explícitas de inflación para anclar las expectativas inflacionarias de los agentes económicos; b) una regla monetaria a la Taylor, es decir, una función de reacción de la autoridad monetaria donde el instrumento tasa de interés es administrado ante los desvíos de la inflación con relación a su valor meta o ante la brecha del producto efectivo respecto al potencial; y, c) un régimen de tipo de cambio relativamente flexible bajo libre movilidad internacional de capitales, es decir, un régimen que incorpora las intervenciones esterilizadas de compra-venta de dólares para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. Es importante destacar que con esta intervención esterilizada se evita apreciaciones o devaluaciones monetarias significativas. Por ejemplo, las recientes compras esterilizadas de dólares hechas por el BCRP están, sin duda, impidiendo una mayor apreciación monetaria.
Ahora bien, aludiendo al segundo tema de fondo me pregunté yo mismo, ¿tiene sentido, en la lógica de este esquema institucional de la política monetaria, aumentar el límite de inversión de las AFPs en el exterior para que salgan del país US$ 750 millones adicionales? La respuesta, dije enfáticamente, es no, porque frenaría el proceso de desdolarización iniciado con la expansión del mercado doméstico de bonos públicos y privados en soles, y de los certificados que el BCRP utiliza en sus operaciones de esterilización. La dolarización limita la eficacia de la política monetaria y conspira contra la estabilidad del sistema financiero. La elevación de dicho limite, además y como consecuencia, frenaría el desarrollo del mercado doméstico de capitales porque disminuiría la demanda de bonos públicos y privados en soles. Hay cambios importantes en este mercado que no debemos bloquear. Estos son: el financiamiento de empresas grandes y medianas con bonos cuadruplica al bancario; las colocaciones de créditos que más crecen son las de corto plazo porque el financiamiento a mediano y largo plazo se ha trasladado en gran medida hacia el mercado de capitales; y, en fin…las negociaciones de bonos en soles ha desplazado a la de dólares.
Si se frenan estos cambios, se encarecerá la posibilidad de colocar deuda en el mercado de capitales y, por tanto, se bloqueará el círculo virtuoso, antes inexistente, entre el ahorro doméstico y la inversión productiva local. Leía hace poco que un ejecutivo bancario decía que las grandes empresas preferían financiarse en el mercado de capitales debido a que las tasas de interés son bastante mejores que las que obtienen en el sistema bancario. ¿No es esto bueno para el país?, pregunté.
Todos rieron, pero otro estudiante comentó que había temas de fondo en la pregunta de su compañero que yo no había reparado. En primer lugar, dijo, ¿sirve la experiencia de hace tanto tiempo para entender la actual apreciación monetaria, tendiendo en cuenta las críticas que ha hecho usted al estado del conocimiento de esa época?. ¿Acaso las explicaciones acerca de la determinación del tipo de cambio basadas en los equilibrios de flujos no han sido sustituidas en los últimos lustros por modelos basados en los equilibrios de stocks y en la hipótesis de expectativas racionales? En segundo lugar, preguntó, ¿no se afectaría el actual esquema institucional de la política monetaria al aumentar el límite de inversión de las AFPs en el exterior?, ¿qué efectos tendría esta medida en el incipiente mercado doméstico de capitales y en el de deuda pública, temas que usted ha mencionado en su charla?
Efectivamente, dije respondiendo a la primera pregunta, hace cuarenta años el esquema monetario internacional se caracterizaba por la existencia de regímenes cambiarios fijos o cuasi fijos y de mecanismos de control de capitales. A esas épocas se refiere, imagino, el susodicho analista económico, pues efectivamente en esas épocas las grandes apreciaciones monetarias terminaban en grandes problemas. Cuando la autoridad monetaria ya no podía defender el tipo de cambio porque ya no tenía reservas, se recurría al FMI por un préstamo stand-by adoptando a cambio un paquete de medidas entre las que destacaba la devaluación monetaria. Eran épocas, además, de predominio de los modelos de equilibrios de flujos según los cuales el tipo de cambio se determinaba como el precio de cualquier bien, por la oferta y demanda de divisas. Pero esto se acabó con la crisis del sistema de Bretton Woods en los años 1971-1973.
En el mundo de hoy conviven países con economías abiertas, comercial y financieramente, y con regímenes cambiarios flexibles o de flotación controlada. La notable integración financiera de estas economías constituye la base de las modernas explicaciones del comportamiento del tipo de cambio. Según estos nuevos enfoques el tipo de cambio se determina como el precio de cualquier activo financiero que reacciona rápidamente ante cualquier nueva información y que está dominado por las expectativas de los agentes económicos. A los cambios en la realidad económica le siguieron cambios importantes en las teorías monetaria y de la banca central. Nuestro país no podía estar ajeno a estos cambios. Desde el año 2002, el BCRP introdujo un nuevo esquema institucional de política monetaria que incluye: a) metas explícitas de inflación para anclar las expectativas inflacionarias de los agentes económicos; b) una regla monetaria a la Taylor, es decir, una función de reacción de la autoridad monetaria donde el instrumento tasa de interés es administrado ante los desvíos de la inflación con relación a su valor meta o ante la brecha del producto efectivo respecto al potencial; y, c) un régimen de tipo de cambio relativamente flexible bajo libre movilidad internacional de capitales, es decir, un régimen que incorpora las intervenciones esterilizadas de compra-venta de dólares para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. Es importante destacar que con esta intervención esterilizada se evita apreciaciones o devaluaciones monetarias significativas. Por ejemplo, las recientes compras esterilizadas de dólares hechas por el BCRP están, sin duda, impidiendo una mayor apreciación monetaria.
Ahora bien, aludiendo al segundo tema de fondo me pregunté yo mismo, ¿tiene sentido, en la lógica de este esquema institucional de la política monetaria, aumentar el límite de inversión de las AFPs en el exterior para que salgan del país US$ 750 millones adicionales? La respuesta, dije enfáticamente, es no, porque frenaría el proceso de desdolarización iniciado con la expansión del mercado doméstico de bonos públicos y privados en soles, y de los certificados que el BCRP utiliza en sus operaciones de esterilización. La dolarización limita la eficacia de la política monetaria y conspira contra la estabilidad del sistema financiero. La elevación de dicho limite, además y como consecuencia, frenaría el desarrollo del mercado doméstico de capitales porque disminuiría la demanda de bonos públicos y privados en soles. Hay cambios importantes en este mercado que no debemos bloquear. Estos son: el financiamiento de empresas grandes y medianas con bonos cuadruplica al bancario; las colocaciones de créditos que más crecen son las de corto plazo porque el financiamiento a mediano y largo plazo se ha trasladado en gran medida hacia el mercado de capitales; y, en fin…las negociaciones de bonos en soles ha desplazado a la de dólares.
Si se frenan estos cambios, se encarecerá la posibilidad de colocar deuda en el mercado de capitales y, por tanto, se bloqueará el círculo virtuoso, antes inexistente, entre el ahorro doméstico y la inversión productiva local. Leía hace poco que un ejecutivo bancario decía que las grandes empresas preferían financiarse en el mercado de capitales debido a que las tasas de interés son bastante mejores que las que obtienen en el sistema bancario. ¿No es esto bueno para el país?, pregunté.
Friday, September 24, 2004
Las reformas en la gestión fiscal del período 2001-2004 (Parte III final)
Aparte del programa de creadores de mercado y de los modelos de programación y sostenibilidad de la deuda, durante el año 2003 trabajamos en la formulación de un programa que llamamos de reperfilamiento de la deuda pública. ¿Por qué es importante este programa? Si nos guiáramos sólo por las tendencias del déficit fiscal (disminuye de 3.2% del PBI en el 2000 a 1.4% en el 2004) y de los superávit primarios (sube de -0.9% del PBI en el 2000 a 0.7% en el 2004), podríamos concluir, ceteris paribus, que su sostenibilidad está asegurada a mediano plazo, puesto que con la disminución relativa del nuevo endeudamiento también decrece la relación deuda a PBI. Sin embargo, esto no es verdad tanto por el alto nivel de la deuda (47.7% del PBI, más de tres veces que Chile y que se refleja en servicios que superan el 5% del PBI), como por los riesgos de mercado para las finanzas públicas que genera su estructura.
La deuda pública es predominantemente externa, con servicios altamente concentrados en los próximos años y expuesta a notorios riesgos de mercado al haber sido pactada en distintas monedas y tasas de interés. El 75% de los servicios de la deuda externa se concentra en los próximos 10 años; el 43% está en monedas distintas al dólar, principalmente en Euros y Yenes; el 50% está pactada a tasas de interés variables; y, el 38% se concentra en el Club de Paris donde la deuda comercial es mayoritaria. Los riesgos se deben justamente a esta estructura. Es importante, por tanto, cubrirse de las variaciones en la relación dólar/sol, pero lo es más de las variaciones del dólar frente al Euro y al Yen. Recuérdese que la deuda aumentó en los años 2001-2003 en US $ 1 986 millones sólo por el efecto-tipo-de-cambio; por los nuevos desembolsos netos de amortizaciones aumentó sólo en US $ 1 921 millones.
A este riesgo cambiario hay que adicionarle el asociado a las variaciones de las tasas de interés y, ciertamente, el riesgo de refinanciamiento por la concentración de sus servicios. El lector recordará que el incumplimiento de los pagos de los servicios de la deuda por parte del gobierno de Alan García aisló al país del mercado financiero internacional: se nos declaró inelegible para los préstamos de FMI y del Banco Mundial; y, a principios de 1990, la banca internacional enjuició al país en reclamo del pago de sus acreencias. Pero cuando se normalizaron las relaciones con los acreedores durante el fujimorismo, la nueva programación de los servicios de la deuda y de los nuevos créditos concertados por esa administración, concentró las amortizaciones e intereses justamente en los primeros años de la presente década (alrededor de US $ 2 625 millones en promedio entre los años 2004-2009).
Esta política de reestructuración, no podía repetirse. Había que modificar la estructura de los plazos de amortización de la deuda, su composición por foros y la estructura de las tasas de interés, para generar un perfil relativamente estable de sus servicios y con un nivel menor al mencionado 5% del PBI. Para ello no era suficiente contar con una estrategia de sustitución progresiva de la deuda externa por interna, sino también con un programa de reperfilamiento basado en modelos de valuación financiera para distintas operaciones de pasivos (intercambio de bonos Brady, intercambio de bonos domésticos, swaps de monedas, swaps y caps de tasas de interées, prepagos, etc.). Ahora la Dirección General de Crédito Público del MEF (DGCP) cuenta con estos instrumentos técnicos y puede evaluar propuestas sobre operaciones similares que frecuentemente le llegan de los bancos de inversión.
La ejecución del programa permitirá alargar la duración y vida media de la deuda, amortiguar los efectos de los shocks internacionales adversos y reducir el valor presente en la deuda o incluso su valor nominal. Y, su efecto inmediato, será, sin duda, el mejoramiento de la posición crediticia del país. Buena parte de las operaciones de reperfilamiento propuestas son de mercado, precisamente para aprovechar las condiciones favorables del contexto nacional e internacional. El lector debe saber que las operaciones que no son de mercado, como las de conversión de deuda, dependen absolutamente de la voluntad del acreedor.
Finalmente, debo destacar que en el marco de dicho programa de reperfilamiento, el 20 de agosto se realizó la primera operación de intercambio de bonos domésticos, íntegramente estructurada por la DGCP sin asesoramiento de ningún banco de inversión. Se canjearon el 86% de los bonos 08OCT2004 por bonos VAC de 6,5 años de plazo. Su impacto positivo fue mayor que el meramente presupuestal: durante los días que duró la operación, aumentaron los precios de todos los bonos soberanos en soles transados en el mercado secundario. Bajaron los rendimientos en todos los plazos, no obstante el contexto de incremento de las tasas de referencia locales e internacionales.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
La deuda pública es predominantemente externa, con servicios altamente concentrados en los próximos años y expuesta a notorios riesgos de mercado al haber sido pactada en distintas monedas y tasas de interés. El 75% de los servicios de la deuda externa se concentra en los próximos 10 años; el 43% está en monedas distintas al dólar, principalmente en Euros y Yenes; el 50% está pactada a tasas de interés variables; y, el 38% se concentra en el Club de Paris donde la deuda comercial es mayoritaria. Los riesgos se deben justamente a esta estructura. Es importante, por tanto, cubrirse de las variaciones en la relación dólar/sol, pero lo es más de las variaciones del dólar frente al Euro y al Yen. Recuérdese que la deuda aumentó en los años 2001-2003 en US $ 1 986 millones sólo por el efecto-tipo-de-cambio; por los nuevos desembolsos netos de amortizaciones aumentó sólo en US $ 1 921 millones.
A este riesgo cambiario hay que adicionarle el asociado a las variaciones de las tasas de interés y, ciertamente, el riesgo de refinanciamiento por la concentración de sus servicios. El lector recordará que el incumplimiento de los pagos de los servicios de la deuda por parte del gobierno de Alan García aisló al país del mercado financiero internacional: se nos declaró inelegible para los préstamos de FMI y del Banco Mundial; y, a principios de 1990, la banca internacional enjuició al país en reclamo del pago de sus acreencias. Pero cuando se normalizaron las relaciones con los acreedores durante el fujimorismo, la nueva programación de los servicios de la deuda y de los nuevos créditos concertados por esa administración, concentró las amortizaciones e intereses justamente en los primeros años de la presente década (alrededor de US $ 2 625 millones en promedio entre los años 2004-2009).
Esta política de reestructuración, no podía repetirse. Había que modificar la estructura de los plazos de amortización de la deuda, su composición por foros y la estructura de las tasas de interés, para generar un perfil relativamente estable de sus servicios y con un nivel menor al mencionado 5% del PBI. Para ello no era suficiente contar con una estrategia de sustitución progresiva de la deuda externa por interna, sino también con un programa de reperfilamiento basado en modelos de valuación financiera para distintas operaciones de pasivos (intercambio de bonos Brady, intercambio de bonos domésticos, swaps de monedas, swaps y caps de tasas de interées, prepagos, etc.). Ahora la Dirección General de Crédito Público del MEF (DGCP) cuenta con estos instrumentos técnicos y puede evaluar propuestas sobre operaciones similares que frecuentemente le llegan de los bancos de inversión.
La ejecución del programa permitirá alargar la duración y vida media de la deuda, amortiguar los efectos de los shocks internacionales adversos y reducir el valor presente en la deuda o incluso su valor nominal. Y, su efecto inmediato, será, sin duda, el mejoramiento de la posición crediticia del país. Buena parte de las operaciones de reperfilamiento propuestas son de mercado, precisamente para aprovechar las condiciones favorables del contexto nacional e internacional. El lector debe saber que las operaciones que no son de mercado, como las de conversión de deuda, dependen absolutamente de la voluntad del acreedor.
Finalmente, debo destacar que en el marco de dicho programa de reperfilamiento, el 20 de agosto se realizó la primera operación de intercambio de bonos domésticos, íntegramente estructurada por la DGCP sin asesoramiento de ningún banco de inversión. Se canjearon el 86% de los bonos 08OCT2004 por bonos VAC de 6,5 años de plazo. Su impacto positivo fue mayor que el meramente presupuestal: durante los días que duró la operación, aumentaron los precios de todos los bonos soberanos en soles transados en el mercado secundario. Bajaron los rendimientos en todos los plazos, no obstante el contexto de incremento de las tasas de referencia locales e internacionales.
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Friday, September 17, 2004
Las reformas en la gestión fiscal del período 2001-2004 (Parte II)
En el primer artículo publicado en este diario el pasado viernes, mencionamos la puesta en funcionamiento del Programa de Creadores de Mercado en marzo del año 2003, como una de las principales reformas de mercado efectuadas en el esquema institucional de gestión de la política fiscal. Otro cambio importante fue la introducción de un instrumento de programación y análisis de la sostenibilidad de la deuda pública basado en la restricción presupuestaria intertemporal del gobierno.
Al inicio de la actual administración se escuchaba hablar, entre periodistas y analistas, que los déficit fiscales por de 2% del PBI eran insostenibles, pero los que discutían o hablaban no sabían qué era el concepto de sostenibilidad y menos cómo operar con él. Dos años y medio más tarde, un orondo economista de un conocido instituto que en la década pasada recibió financiamiento del programa de fortalecimiento institucional, afirmaba que contar con un instrumento como el mencionado no era relevante, pues lo tenía cualquier banco de inversión.
La Dirección General de Crédito Público cuenta ahora con un modelo dinámico de análisis de la sostenibilidad de la deuda y, por tanto, de la política fiscal. A diferencia de los modelos conocidos, basados en Domar y Blanchard, este incorpora dos tipos de deuda (interna y externa) y hace explícito el incumplimiento de la paridad no cubierta de los intereses (de los mercados interno y externo de la deuda pública). La otra novedad de este modelo, que incluye además el de programación de la deuda, es que endogeniza el déficit fiscal bajo el supuesto de una trayectoria de los superávit primarios. (Uno de los ejes de la actual política fiscal es precisamente la trayectoria gradualmente creciente de dichos superávit). Sobre la base del supuesto de ausencia de financiamiento Ponzi (es decir, de nueva deuda para pagar intereses de la deuda antigua), el modelo permite obtener el superávit primario que mantiene constante el porcentaje de deuda respecto al PBI o que lo reduce a un nivel objetivo durante un determinado período.
De acuerdo con los resultados del modelo, el superávit que hace sostenible la deuda depende no sólo de la magnitud inicial de la misma y de las tasas de interés doméstica y de crecimiento del PBI, sino también del porcentaje de deuda externa respecto al PBI, de la tasa de interés internacional y del tipo de cambio real. Así, el modelo revela que el esfuerzo en generación de superávit primarios para que la política fiscal sea sostenible, es mayor cuanto mayor es la participación de la deuda externa, dada una ratio de deuda pública total. Pero, además, como es obvio, se requerirá también un superávit mayor cada vez que aumenta la tasa de interés internacional o que aumenta el tipo de cambio real.
El modelo programación y sostenibilidad permitió ponderar la importancia de sustituir deuda externa por interna para atenuar la fragilidad de las finanzas públicas al riesgo cambiario y a los shocks externos adversos de tasas de interés. Para hacer viable dicha sustitución se requería contar, ciertamente, con un mercado de deuda pública interna y, por tanto, con un mercado interno de capitales más desarrollados. El Programa de Creadores de Mercado, mencionado en el artículo anterior, tiene ese fin.
Asimismo, con el modelo se puede definir un perfil relativamente óptimo de endeudamiento público en términos de una combinación de tasas de interés y de plazos que minimicen el peso de los servicios a lo largo del tiempo y que también lo distribuyan con cierto grado de homogeneidad, para evitar los costos de los ajustes significativos que habría que realizar cuando se acumulan pagos en uno o más años.
Finalmente, en el Marco Macroeconómico Multianual 2005-2007 (otro de los instrumentos de modernización de la gestión fiscal desarrollado por la Dirección de Asuntos Económicos y Sociales del Viceministerio de Economía), se ha incorporado por primera vez un capítulo sobre política de endeudamiento y otro sobre dinámica de la deuda y su sostenibilidad. Entre sus objetivos de mediano plazo se encuentran no sólo la disminución del déficit fiscal y, consecuentemente, de la relación deuda/PBI, sino también la sustitución gradual de deuda externa por deuda interna para asegurar un perfil de endeudamiento público total con niveles de riesgo aceptables.
Nuestro próximo artículo versará sobre la estrategia de operaciones de manejo de la deuda pública, que hace énfasis en la administración de los riesgos de mercado, del costo de financiamiento y del riesgo de refinanciamiento.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
Al inicio de la actual administración se escuchaba hablar, entre periodistas y analistas, que los déficit fiscales por de 2% del PBI eran insostenibles, pero los que discutían o hablaban no sabían qué era el concepto de sostenibilidad y menos cómo operar con él. Dos años y medio más tarde, un orondo economista de un conocido instituto que en la década pasada recibió financiamiento del programa de fortalecimiento institucional, afirmaba que contar con un instrumento como el mencionado no era relevante, pues lo tenía cualquier banco de inversión.
La Dirección General de Crédito Público cuenta ahora con un modelo dinámico de análisis de la sostenibilidad de la deuda y, por tanto, de la política fiscal. A diferencia de los modelos conocidos, basados en Domar y Blanchard, este incorpora dos tipos de deuda (interna y externa) y hace explícito el incumplimiento de la paridad no cubierta de los intereses (de los mercados interno y externo de la deuda pública). La otra novedad de este modelo, que incluye además el de programación de la deuda, es que endogeniza el déficit fiscal bajo el supuesto de una trayectoria de los superávit primarios. (Uno de los ejes de la actual política fiscal es precisamente la trayectoria gradualmente creciente de dichos superávit). Sobre la base del supuesto de ausencia de financiamiento Ponzi (es decir, de nueva deuda para pagar intereses de la deuda antigua), el modelo permite obtener el superávit primario que mantiene constante el porcentaje de deuda respecto al PBI o que lo reduce a un nivel objetivo durante un determinado período.
De acuerdo con los resultados del modelo, el superávit que hace sostenible la deuda depende no sólo de la magnitud inicial de la misma y de las tasas de interés doméstica y de crecimiento del PBI, sino también del porcentaje de deuda externa respecto al PBI, de la tasa de interés internacional y del tipo de cambio real. Así, el modelo revela que el esfuerzo en generación de superávit primarios para que la política fiscal sea sostenible, es mayor cuanto mayor es la participación de la deuda externa, dada una ratio de deuda pública total. Pero, además, como es obvio, se requerirá también un superávit mayor cada vez que aumenta la tasa de interés internacional o que aumenta el tipo de cambio real.
El modelo programación y sostenibilidad permitió ponderar la importancia de sustituir deuda externa por interna para atenuar la fragilidad de las finanzas públicas al riesgo cambiario y a los shocks externos adversos de tasas de interés. Para hacer viable dicha sustitución se requería contar, ciertamente, con un mercado de deuda pública interna y, por tanto, con un mercado interno de capitales más desarrollados. El Programa de Creadores de Mercado, mencionado en el artículo anterior, tiene ese fin.
Asimismo, con el modelo se puede definir un perfil relativamente óptimo de endeudamiento público en términos de una combinación de tasas de interés y de plazos que minimicen el peso de los servicios a lo largo del tiempo y que también lo distribuyan con cierto grado de homogeneidad, para evitar los costos de los ajustes significativos que habría que realizar cuando se acumulan pagos en uno o más años.
Finalmente, en el Marco Macroeconómico Multianual 2005-2007 (otro de los instrumentos de modernización de la gestión fiscal desarrollado por la Dirección de Asuntos Económicos y Sociales del Viceministerio de Economía), se ha incorporado por primera vez un capítulo sobre política de endeudamiento y otro sobre dinámica de la deuda y su sostenibilidad. Entre sus objetivos de mediano plazo se encuentran no sólo la disminución del déficit fiscal y, consecuentemente, de la relación deuda/PBI, sino también la sustitución gradual de deuda externa por deuda interna para asegurar un perfil de endeudamiento público total con niveles de riesgo aceptables.
Nuestro próximo artículo versará sobre la estrategia de operaciones de manejo de la deuda pública, que hace énfasis en la administración de los riesgos de mercado, del costo de financiamiento y del riesgo de refinanciamiento.
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Friday, September 10, 2004
Las reformas en la gestión fiscal del período 2001-2004 (Parte I)
En dos artículos publicados en este diario en julio y agosto pasados, mostramos por qué las políticas macroeconómicas y el propio modelo económico actuales, se diferencian sustantivamente de los aplicados durante la década del fujimorismo. Con ellos pretendíamos responder a los grupos opositores que en ese momento denunciaban el modelo económico y exigían modificar el actual esquema institucional de las políticas fiscal y monetaria. Nuestros interlocutores ahora son otros. Periodistas supérstites del fujimorismo han dicho y escrito nefandos cuentos contra una “asombrosa reacción antiliberal”, a propósito de la renuncia de Kurt Burneo y de la mía. Por respeto a la ciudadanía, creo indispensable informar sobre los cambios efectuados en el esquema institucional de la política fiscal durante los años 2001-2004, período durante el cual trabajé en el MEF con el entonces viceministro de hacienda Kurt Burneo. Este informe-balance permitirá, espero, desnudar la behetría mental de aquellos liberales que se arrogan la posición de únicos defensores de la economía de mercado.
¿Por qué durante la década de los 90s no se realizaron reformas que directamente estimularan el desarrollo del mercado doméstico de capitales? Aunque yo mismo no tengo la respuesta precisa, debo señalar que en el año 2002, cuando el BCRP modificaba su función de reacción con una regla donde la tasa de interés se convertía en el instrumento fundamental de política para administrar los desvíos de la inflación de su valor meta o la brecha del producto efectivo respecto al potencial, en el MEF trabajábamos en la institucionalización del Programa de Creadores de Mercado Interno de Deuda Pública en soles, como parte de una estrategia de sustitución gradual de deuda externa por interna, a fin de reducir los riesgos asociados al tipo de cambio y a las tasas de interés a los que está expuesto la deuda pública total.
Este Programa, puesto en funcionamiento en marzo de 2003 con la participación de cinco importantes bancos privados, constituye una de las principales reformas de mercado efectuadas por la administración actual. Con él se hacía posible el mantenimiento de un perfil de endeudamiento público con niveles de riesgo aceptables. Letras del tesoro para administrar la estacionalidad de la caja fiscal y bonos soberanos de plazos mayores a un año, como activos financieros alternativos al dinero, se fueron incorporando al mercado interno sobre la base de un reglamento detallado con prerrogativas y obligaciones de las instituciones financieras participantes como creadores de mercado.
El Programa pretende, además, estimular la expansión del mercado doméstico de capitales en soles, mediante el desarrollo de una curva de rendimientos en el mercado de deuda pública interna, que sirva de referencia al sector privado para emitir deuda en la misma moneda local, reduciendo su riesgo cambiario y, por supuesto, combatiendo de este modo la dolarización de la economía. No hay otra manera de hacer posible la transformación de los ahorros disponibles en inversión productiva doméstica de mediano y largo plazos y, por tanto, un crecimiento económico realmente liderado por el sector privado doméstico en una economía menos vulnerable y volátil. Un mercado doméstico de capitales desarrollado permite superar la restricción de financiamiento que enfrenta la inversión productiva doméstica orientada a la producción para el mercado interno y de exportables no tradicionales. Su anterior raquitismo explica el dominio de la inversión privada extranjera que usualmente no enfrenta restricciones de financiamiento ni de demanda, y que se orienta principalmente a la producción de commodities y algunos servicios.
¿Por qué los liberales supérstites del fujimorimo no alentaron el desarrollo de este mercado y, por tanto, la desdolarización de la economía? Varios de ellos propusieron el camino argentino y, claro, no podían imaginar la necesidad de fortalecer el mecanismo de transmisión de la política monetaria, de modo tal que los cambios de las tasas interbancarias de muy corto plazo sobre la que ejerce influencia directa la autoridad monetaria de acuerdo con la regla mencionada, generen movimientos similares en las tasas de mediano y largo plazos, que son las que finalmente influyen en el gasto privado de inversión doméstica. El fortalecimiento de dicho mecanismo es otro de los objetivos del Programa de Creadores de Mercado.
En casi año y medio que tiene de funcionamiento, hay logros importantes. Deseo mencionar sólo dos. Desde su inicio, las tasas de interés mostraron una marcada tendencia a la baja. Aún en el escenario actual de presiones al alza, las colocaciones se hacen a tasas menores a las que se obtendrían sin el Programa, en todos los tramos de la curva de rendimientos. Además, ahora existen precios y rendimientos de mercado para referencias que van hasta los siete años de plazo, a renta fija y en soles. La curva de rendimientos generada ha servido de referencia para las crecientes emisiones privadas efectuadas desde el año pasado. Estas emisiones con plazos mayores a un año y en soles muestran una fuerte correlación con las emisiones de Bonos Soberanos.
Para terminar, hay que reiterar que, por primera vez en la historia económica de nuestro país, se están creando las condiciones para que la inversión productiva privada nacional encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales. No sólo bajaron relativamente las tasas de interés durante los dos últimos años, sino también los niveles de dolarización de la economía.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
¿Por qué durante la década de los 90s no se realizaron reformas que directamente estimularan el desarrollo del mercado doméstico de capitales? Aunque yo mismo no tengo la respuesta precisa, debo señalar que en el año 2002, cuando el BCRP modificaba su función de reacción con una regla donde la tasa de interés se convertía en el instrumento fundamental de política para administrar los desvíos de la inflación de su valor meta o la brecha del producto efectivo respecto al potencial, en el MEF trabajábamos en la institucionalización del Programa de Creadores de Mercado Interno de Deuda Pública en soles, como parte de una estrategia de sustitución gradual de deuda externa por interna, a fin de reducir los riesgos asociados al tipo de cambio y a las tasas de interés a los que está expuesto la deuda pública total.
Este Programa, puesto en funcionamiento en marzo de 2003 con la participación de cinco importantes bancos privados, constituye una de las principales reformas de mercado efectuadas por la administración actual. Con él se hacía posible el mantenimiento de un perfil de endeudamiento público con niveles de riesgo aceptables. Letras del tesoro para administrar la estacionalidad de la caja fiscal y bonos soberanos de plazos mayores a un año, como activos financieros alternativos al dinero, se fueron incorporando al mercado interno sobre la base de un reglamento detallado con prerrogativas y obligaciones de las instituciones financieras participantes como creadores de mercado.
El Programa pretende, además, estimular la expansión del mercado doméstico de capitales en soles, mediante el desarrollo de una curva de rendimientos en el mercado de deuda pública interna, que sirva de referencia al sector privado para emitir deuda en la misma moneda local, reduciendo su riesgo cambiario y, por supuesto, combatiendo de este modo la dolarización de la economía. No hay otra manera de hacer posible la transformación de los ahorros disponibles en inversión productiva doméstica de mediano y largo plazos y, por tanto, un crecimiento económico realmente liderado por el sector privado doméstico en una economía menos vulnerable y volátil. Un mercado doméstico de capitales desarrollado permite superar la restricción de financiamiento que enfrenta la inversión productiva doméstica orientada a la producción para el mercado interno y de exportables no tradicionales. Su anterior raquitismo explica el dominio de la inversión privada extranjera que usualmente no enfrenta restricciones de financiamiento ni de demanda, y que se orienta principalmente a la producción de commodities y algunos servicios.
¿Por qué los liberales supérstites del fujimorimo no alentaron el desarrollo de este mercado y, por tanto, la desdolarización de la economía? Varios de ellos propusieron el camino argentino y, claro, no podían imaginar la necesidad de fortalecer el mecanismo de transmisión de la política monetaria, de modo tal que los cambios de las tasas interbancarias de muy corto plazo sobre la que ejerce influencia directa la autoridad monetaria de acuerdo con la regla mencionada, generen movimientos similares en las tasas de mediano y largo plazos, que son las que finalmente influyen en el gasto privado de inversión doméstica. El fortalecimiento de dicho mecanismo es otro de los objetivos del Programa de Creadores de Mercado.
En casi año y medio que tiene de funcionamiento, hay logros importantes. Deseo mencionar sólo dos. Desde su inicio, las tasas de interés mostraron una marcada tendencia a la baja. Aún en el escenario actual de presiones al alza, las colocaciones se hacen a tasas menores a las que se obtendrían sin el Programa, en todos los tramos de la curva de rendimientos. Además, ahora existen precios y rendimientos de mercado para referencias que van hasta los siete años de plazo, a renta fija y en soles. La curva de rendimientos generada ha servido de referencia para las crecientes emisiones privadas efectuadas desde el año pasado. Estas emisiones con plazos mayores a un año y en soles muestran una fuerte correlación con las emisiones de Bonos Soberanos.
Para terminar, hay que reiterar que, por primera vez en la historia económica de nuestro país, se están creando las condiciones para que la inversión productiva privada nacional encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales. No sólo bajaron relativamente las tasas de interés durante los dos últimos años, sino también los niveles de dolarización de la economía.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
Friday, August 13, 2004
¿Sabe usted cuál es el modelo económico actual?
En un artículo anterior señalamos que no hay razones para modificar el actual esquema institucional de las políticas fiscal y monetaria. Estas políticas, distintas a las adoptadas en los años noventa, contribuyeron a salir de la larga recesión de los años 1998-2001 y, por cierto, no son responsables de los insuficientes niveles de empleo e ingresos de la población. ¿Qué debe cambiar, entonces? ¿El modelo económico? A juzgar por la información de la prensa de las últimas semanas, existe un cuestionamiento abierto al modelo económico por parte de algunos políticos, economistas y periodistas. El lector recordará que muchos de estos se cuidaron mucho de criticar (sobre todo durante las campañas electorales) tanto las políticas como el modelo económico del fujimorismo.
¿Usted cree, estimado lector, que los citados críticos saben cuál es el modelo económico actual? O, en fin… ¿cree usted que ellos saben qué es un modelo económico? Sin duda saben que el modelo se define, en primer lugar, por la forma cómo se asignan los recursos con el propósito de aumentar la capacidad de producción de una economía. Si esta asignación se hace fundamentalmente a través del mercado, entonces se trata de un modelo económico de mercado. Pero esto no basta. La asignación de recursos a través del mercado presupone la existencia de una determinada estructura de precios relativos. Este es el segundo elemento definitorio del modelo económico, pues la naturaleza de esa estructura determina el patrón de crecimiento de una economía, es decir, nos permite identificar no sólo a los sectores que lideran el crecimiento económico, sino también el carácter de la relación que establece la economía de un país con el resto del mundo. El patrón de crecimiento y la tecnología que se adopta, permite saber si el modelo económico es capaz de generar empleo e ingresos, y también de multiplicarlos. Si este patrón es primario exportador y no se sustenta en la expansión del mercado interno, entonces el crecimiento económico generará relativamente poco empleo y se frenará, más temprano que tarde, por el creciente desequilibrio externo que él origina.
A esta altura, el lector se preguntará ¿cómo se configura una determinada estructura de precios relativos? Son las reformas y los esquemas de política macroecómica los que configuran una determinada estructura de dichos precios. Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en los años de crecimiento 1993-1997 de la década pasada. Se trató de un crecimiento fundamentalmente reprimarizador y contrario a la producción de transables no primarios. Se utilizó el tipo de cambio como principal instrumento antiinflacionario en un mercado financiero con altas tasas de interés y que favorecía el crédito en dólares. En consecuencia, las altas tasas de crecimiento de los años 1993-95 y 1997 no incrementaron el empleo ni redujeron drásticamente la pobreza, y fueron acompañadas de crecientes déficit en la balanza comercial.
El patrón de crecimiento económico actual es, a nuestro juicio, totalmente distinto aunque embrionario. El nuevo esquema de política monetaria –que hemos comentado en otro artículo-- no utiliza el tipo de cambio con propósitos antiinflacionarios. El tipo de cambio real bilateral disminuyó a una tasa de 5.9% promedio anual durante los años 1990-1997, período que incluye todos los años de crecimiento de la década pasada. Pero aumentó a una tasa de 0.3% promedio anual durante los años 2001 a 2003. Un comportamiento similar registra el tipo de cambio real multilateral.
De otro lado, la incorporación al mercado del Programa de Creadores de Mercado de Deuda Pública Interna ha fortalecido el mecanismo de transmisión de la política monetaria --que en el esquema mencionado, es la tasa de interés--, con la generación de la curva de rendimientos libre de riesgos, en soles y a distintos plazos. Esto está estimulando el desarrollo del mercado doméstico de capitales. Por primera vez en la historia económica de nuestro país se están creando las condiciones para que la inversión productiva privada nacional encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales. Las tasas de interés bajaron durante los dos últimos años y se redujo ligeramente la dolarización del portafolio bancario. Por esta razón, a diferencia del crecimiento de la década pasada, el aumento de los créditos domésticos no está asociado a flujos de capital externos.
Finalmente, ¿qué podemos decir de la composición sectorial del crecimiento actual? A diferencia de lo ocurrido en los años noventa, la tasa promedio de crecimiento de la manufactura es mayor que la del PBI. Lo contrario ocurre con la tasa de crecimiento del conjunto de los sectores primarios. Además, es la primera vez en la historia moderna del país que el crecimiento económico es acompañado de superávit comerciales crecientes. Se trata de un crecimiento económico relativamente menos adicto a importaciones e impulsado también por el repunte de las exportaciones no tradicionales, sobre todo agroindustriales y textiles. Es verdad que tasas más altas de crecimiento económico darán lugar a mayores tasas de importaciones de bienes de capital, pero lo que no podrá restaurarse es la propensión al “stockeamiento” de este tipo de importaciones como ocurrió en la década pasada antes de la crisis financiera internacional, debido al atraso cambiario y la evidente posibilidad de una devaluación monetaria. No hay que olvidar que la autoridad monetaria actual no tiene una meta cambiaria, sino una meta inflacionaria.
El modelo económico actual ha resuelto la contradicción entre la estabilización y el crecimiento que caracterizó al modelo de los noventa. Si bien falta mucho por hacer, visto en perspectiva, su consolidación y mejoramiento irá de la mano con la satisfacción de las demandas de la población.
Gestión. Diario de Economía y Negocios
¿Usted cree, estimado lector, que los citados críticos saben cuál es el modelo económico actual? O, en fin… ¿cree usted que ellos saben qué es un modelo económico? Sin duda saben que el modelo se define, en primer lugar, por la forma cómo se asignan los recursos con el propósito de aumentar la capacidad de producción de una economía. Si esta asignación se hace fundamentalmente a través del mercado, entonces se trata de un modelo económico de mercado. Pero esto no basta. La asignación de recursos a través del mercado presupone la existencia de una determinada estructura de precios relativos. Este es el segundo elemento definitorio del modelo económico, pues la naturaleza de esa estructura determina el patrón de crecimiento de una economía, es decir, nos permite identificar no sólo a los sectores que lideran el crecimiento económico, sino también el carácter de la relación que establece la economía de un país con el resto del mundo. El patrón de crecimiento y la tecnología que se adopta, permite saber si el modelo económico es capaz de generar empleo e ingresos, y también de multiplicarlos. Si este patrón es primario exportador y no se sustenta en la expansión del mercado interno, entonces el crecimiento económico generará relativamente poco empleo y se frenará, más temprano que tarde, por el creciente desequilibrio externo que él origina.
A esta altura, el lector se preguntará ¿cómo se configura una determinada estructura de precios relativos? Son las reformas y los esquemas de política macroecómica los que configuran una determinada estructura de dichos precios. Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en los años de crecimiento 1993-1997 de la década pasada. Se trató de un crecimiento fundamentalmente reprimarizador y contrario a la producción de transables no primarios. Se utilizó el tipo de cambio como principal instrumento antiinflacionario en un mercado financiero con altas tasas de interés y que favorecía el crédito en dólares. En consecuencia, las altas tasas de crecimiento de los años 1993-95 y 1997 no incrementaron el empleo ni redujeron drásticamente la pobreza, y fueron acompañadas de crecientes déficit en la balanza comercial.
El patrón de crecimiento económico actual es, a nuestro juicio, totalmente distinto aunque embrionario. El nuevo esquema de política monetaria –que hemos comentado en otro artículo-- no utiliza el tipo de cambio con propósitos antiinflacionarios. El tipo de cambio real bilateral disminuyó a una tasa de 5.9% promedio anual durante los años 1990-1997, período que incluye todos los años de crecimiento de la década pasada. Pero aumentó a una tasa de 0.3% promedio anual durante los años 2001 a 2003. Un comportamiento similar registra el tipo de cambio real multilateral.
De otro lado, la incorporación al mercado del Programa de Creadores de Mercado de Deuda Pública Interna ha fortalecido el mecanismo de transmisión de la política monetaria --que en el esquema mencionado, es la tasa de interés--, con la generación de la curva de rendimientos libre de riesgos, en soles y a distintos plazos. Esto está estimulando el desarrollo del mercado doméstico de capitales. Por primera vez en la historia económica de nuestro país se están creando las condiciones para que la inversión productiva privada nacional encuentre financiamiento de mediano y largo plazos en el mercado doméstico de capitales. Las tasas de interés bajaron durante los dos últimos años y se redujo ligeramente la dolarización del portafolio bancario. Por esta razón, a diferencia del crecimiento de la década pasada, el aumento de los créditos domésticos no está asociado a flujos de capital externos.
Finalmente, ¿qué podemos decir de la composición sectorial del crecimiento actual? A diferencia de lo ocurrido en los años noventa, la tasa promedio de crecimiento de la manufactura es mayor que la del PBI. Lo contrario ocurre con la tasa de crecimiento del conjunto de los sectores primarios. Además, es la primera vez en la historia moderna del país que el crecimiento económico es acompañado de superávit comerciales crecientes. Se trata de un crecimiento económico relativamente menos adicto a importaciones e impulsado también por el repunte de las exportaciones no tradicionales, sobre todo agroindustriales y textiles. Es verdad que tasas más altas de crecimiento económico darán lugar a mayores tasas de importaciones de bienes de capital, pero lo que no podrá restaurarse es la propensión al “stockeamiento” de este tipo de importaciones como ocurrió en la década pasada antes de la crisis financiera internacional, debido al atraso cambiario y la evidente posibilidad de una devaluación monetaria. No hay que olvidar que la autoridad monetaria actual no tiene una meta cambiaria, sino una meta inflacionaria.
El modelo económico actual ha resuelto la contradicción entre la estabilización y el crecimiento que caracterizó al modelo de los noventa. Si bien falta mucho por hacer, visto en perspectiva, su consolidación y mejoramiento irá de la mano con la satisfacción de las demandas de la población.
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Friday, July 16, 2004
¿Deben cambiar las actuales políticas fiscal y monetaria?
Entre los opositores al gobierno actual hay dos grupos: i) los que le exigen cambiar las políticas macroeconómicas y, ii) los que denuncian el modelo económico. Permítanos, estimado lector, compartir algunas reflexiones sobre la primera exigencia, dejando para después el tema del modelo económico. Nuestro objetivo es contribuir a enriquecer la discusión, proporcionando elementos que permitan diferenciar las políticas monetaria y fiscal actuales de las que se practicaron en gobiernos anteriores.
El grupo que arremete contra la política económica no es homogéneo. Unos piensan que en países como el nuestro, en verdad, en cualquier país, sea este industrializado o no, y también en cualquier momento, por ejemplo, ante shocks externos positivos o negativos como el actual de aumento en la tasa de interés internacional, es –nos dicen-- contraproducente utilizar activamente las políticas monetaria y fiscal. Es suficiente, dicen, crear confianza en el mercado, pues este es autoestabilizable y capaz de resolver, solo, todos los problemas económicos del país. Otros piensan, creo, por desconocimiento, que las actuales políticas monetaria y fiscal son causa de la ausencia de mejoras tangibles en el empleo y en los ingresos de la población.
A los primeros no tenemos mucho que decirles. Quizá sólo recordarles que la confianza no es condición suficiente para aumentar la inversión privada, elemento, sin duda, fundamental para sostener el crecimiento económico a largo plazo. Pero, a los segundos, junto con reconocerles la justa motivación de su crítica, es decir, su preocupación por la pobreza y la carencia de empleos suficientes en nuestro país, debemos recordarles que las actuales políticas monetaria y fiscal fueron útiles para salir de la recesión y reiniciar el crecimiento, y que estas políticas han desplazado la preocupación hacia la sostenibilidad del crecimiento económico en el contexto de una baja inflación, dejando para la historia, ojalá, el fenómeno de la hiperinflación que en los años 80 tuvo su origen precisamente en políticas, monetaria y fiscal, totalmente distintas a las actuales.
La actual administración ha hecho cambios importantes en las políticas macroeconómicas. El lector debe saber, por ejemplo, que desde el año 2002 el BCRP introdujo un nuevo esquema institucional de política monetaria que incluye, primero, metas explícitas de inflación para anclar las expectativas inflacionarias de los agentes económicos; segundo, una regla monetaria a la Taylor, es decir, una función de reacción de la autoridad monetaria donde el instrumento tasa de interés es administrado para reaccionar ante los desvíos de la inflación con relación a su valor meta o ante la brecha del producto efectivo respecto al potencial; y, tercero, un régimen de tipo de cambio flexible. Con este nuevo esquema de política, la cantidad de soles que circula en la economía se determina endógenamente en el mercado. Están equivocados, por tanto, aquellos que recurren a la teoría cuantitativa del dinero para explicar el reciente aumento de la inflación. No entienden que este repunte inflacionario se debe a factores de oferta exógenos. Por último, hay que mencionar que este nuevo esquema, ha contribuido no sólo a salir de la recesión, sino también a reducir el descalce de monedas (desdolarización) del sistema financiero.
También se han hecho cambios importantes en el esquema institucional de la política fiscal, cuyos objetivos centrales de mediano plazo son: a) la disminución del déficit y el aumento progresivo de los superávit primarios que permitirán reducir la relación deuda/PBI; y, b) el mantenimiento de un perfil de endeudamiento público total con niveles de riesgo aceptables. Parte de este último objetivo es sustituir gradualmente deuda externa por deuda interna. El nuevo esquema institucional para el logro de estos objetivos comprende: a) el Marco Macroeconómico Multianual en el que de definen las hipótesis macro y los límites del presupuesto, así como las políticas de endeudamiento y de reperfilamiento de la deuda pública; b) un instrumento de evaluación de la sostenibilidad fiscal y una estrategia de colocaciones y operaciones de manejo de deuda pública interna y externa que hace énfasis en la administración de los riesgos de mercado, del costo de financiamiento y del riesgo de refinanciamiento; y, c) el Programa de Creadores de Mercado puesto en funcionamiento desde marzo del 2003, en el que participan cinco importantes bancos privados, y cuyo propósito central es desarrollar el mercado doméstico de deuda pública en soles, para expandir el mercado de capitales en moneda local. Con el crecimiento de este mercado será posible transformar los ahorros domésticos disponibles en inversión doméstica de largo plazo, con lo cual el crecimiento económico será realmente liderado por el sector privado doméstico en una economía de mercado menos vulnerable y volátil.
Estos son los cambios en políticas que nos han sacado de la recesión de los años 1998-2001 y que, por cierto, no son necesariamente responsables de que los ingresos y empleo generados estén muy por debajo de las expectativas de la población. Finalmente, hay que destacar que para gastar más, por ejemplo, en infraestructura, la principal limitación se encuentra en los niveles de ingresos fiscales. La presión tributaria en el Perú es de 13%, mientras que la de Chile es de 17.3%. Hay que aumentar, en consecuencia, la presión tributaria, hay que fomentar la cultura tributaria. Pero para ello se requiere una reforma impositiva integral y, ciertamente, este es un tema que compromete a todos y no sólo al gobierno actual.
Gestión, Diario de Economía y Negocios
El grupo que arremete contra la política económica no es homogéneo. Unos piensan que en países como el nuestro, en verdad, en cualquier país, sea este industrializado o no, y también en cualquier momento, por ejemplo, ante shocks externos positivos o negativos como el actual de aumento en la tasa de interés internacional, es –nos dicen-- contraproducente utilizar activamente las políticas monetaria y fiscal. Es suficiente, dicen, crear confianza en el mercado, pues este es autoestabilizable y capaz de resolver, solo, todos los problemas económicos del país. Otros piensan, creo, por desconocimiento, que las actuales políticas monetaria y fiscal son causa de la ausencia de mejoras tangibles en el empleo y en los ingresos de la población.
A los primeros no tenemos mucho que decirles. Quizá sólo recordarles que la confianza no es condición suficiente para aumentar la inversión privada, elemento, sin duda, fundamental para sostener el crecimiento económico a largo plazo. Pero, a los segundos, junto con reconocerles la justa motivación de su crítica, es decir, su preocupación por la pobreza y la carencia de empleos suficientes en nuestro país, debemos recordarles que las actuales políticas monetaria y fiscal fueron útiles para salir de la recesión y reiniciar el crecimiento, y que estas políticas han desplazado la preocupación hacia la sostenibilidad del crecimiento económico en el contexto de una baja inflación, dejando para la historia, ojalá, el fenómeno de la hiperinflación que en los años 80 tuvo su origen precisamente en políticas, monetaria y fiscal, totalmente distintas a las actuales.
La actual administración ha hecho cambios importantes en las políticas macroeconómicas. El lector debe saber, por ejemplo, que desde el año 2002 el BCRP introdujo un nuevo esquema institucional de política monetaria que incluye, primero, metas explícitas de inflación para anclar las expectativas inflacionarias de los agentes económicos; segundo, una regla monetaria a la Taylor, es decir, una función de reacción de la autoridad monetaria donde el instrumento tasa de interés es administrado para reaccionar ante los desvíos de la inflación con relación a su valor meta o ante la brecha del producto efectivo respecto al potencial; y, tercero, un régimen de tipo de cambio flexible. Con este nuevo esquema de política, la cantidad de soles que circula en la economía se determina endógenamente en el mercado. Están equivocados, por tanto, aquellos que recurren a la teoría cuantitativa del dinero para explicar el reciente aumento de la inflación. No entienden que este repunte inflacionario se debe a factores de oferta exógenos. Por último, hay que mencionar que este nuevo esquema, ha contribuido no sólo a salir de la recesión, sino también a reducir el descalce de monedas (desdolarización) del sistema financiero.
También se han hecho cambios importantes en el esquema institucional de la política fiscal, cuyos objetivos centrales de mediano plazo son: a) la disminución del déficit y el aumento progresivo de los superávit primarios que permitirán reducir la relación deuda/PBI; y, b) el mantenimiento de un perfil de endeudamiento público total con niveles de riesgo aceptables. Parte de este último objetivo es sustituir gradualmente deuda externa por deuda interna. El nuevo esquema institucional para el logro de estos objetivos comprende: a) el Marco Macroeconómico Multianual en el que de definen las hipótesis macro y los límites del presupuesto, así como las políticas de endeudamiento y de reperfilamiento de la deuda pública; b) un instrumento de evaluación de la sostenibilidad fiscal y una estrategia de colocaciones y operaciones de manejo de deuda pública interna y externa que hace énfasis en la administración de los riesgos de mercado, del costo de financiamiento y del riesgo de refinanciamiento; y, c) el Programa de Creadores de Mercado puesto en funcionamiento desde marzo del 2003, en el que participan cinco importantes bancos privados, y cuyo propósito central es desarrollar el mercado doméstico de deuda pública en soles, para expandir el mercado de capitales en moneda local. Con el crecimiento de este mercado será posible transformar los ahorros domésticos disponibles en inversión doméstica de largo plazo, con lo cual el crecimiento económico será realmente liderado por el sector privado doméstico en una economía de mercado menos vulnerable y volátil.
Estos son los cambios en políticas que nos han sacado de la recesión de los años 1998-2001 y que, por cierto, no son necesariamente responsables de que los ingresos y empleo generados estén muy por debajo de las expectativas de la población. Finalmente, hay que destacar que para gastar más, por ejemplo, en infraestructura, la principal limitación se encuentra en los niveles de ingresos fiscales. La presión tributaria en el Perú es de 13%, mientras que la de Chile es de 17.3%. Hay que aumentar, en consecuencia, la presión tributaria, hay que fomentar la cultura tributaria. Pero para ello se requiere una reforma impositiva integral y, ciertamente, este es un tema que compromete a todos y no sólo al gobierno actual.
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Friday, June 18, 2004
Abuso del Pecado Original o adicción a endeudarse en dólares
Suben créditos en dólares y bajan créditos en soles, así destacaba este diario parte del informe del BCRP correspondiente al período comprendido entre la última semana de abril y el 22 de mayo. Al leer ese título recordé, por asociación, dos hechos. En primer lugar, la dificultad que enfrentó el sistema financiero durante las crisis asiática y rusa debido al descalce en sus hojas de balance por prestar en dólares a clientes con ingresos en soles; y, ciertamente, me vino a la memoria los nombres de varios bancos quebrados y que hoy ya no existen. Pero, además, recordé el enorme esfuerzo que hizo el Estado para evitar una crisis sistémica con la ejecución de los llamados programas de consolidación y rescate financiero que, entre los años 1999 y 2001, generaron una deuda pública interna en ¡dólares! de aproximadamente 580 millones. Me dije a mi mismo, cuando no asumimos responsablemente las consecuencias de nuestros actos, reforzamos la incapacidad de corregir nuestros propios errores y la propensión a buscar en otros a los culpables o salvadores.
El segundo hecho que recordé y que motiva este artículo, es aun más interesante. La reciente crisis financiera internacional dio lugar a una intensa discusión teórica sobre los descalces de monedas en las hojas de balance de países como el nuestro. En el debate se identificó como el Pecado Original de esos países a su incapacidad de prestarse en el exterior en su propia moneda o, para ponerlo en otras palabras, a su rendición ante la tentación de endeudarse en dólares en el exterior. Como castigo por este pecado (“comerás el pan con el sudor de tu frente”) nuestros países no fueron capaces de prestarse, en su propia moneda y en su propio mercado, a plazos largos. Las consecuencias de dicho pecado son conocidas: las deudas de nuestros países, sobre todo sus deudas públicas, enfrentan dos riesgos que han frenado y todavía siguen frenando su crecimiento a largo plazo.
El primer riesgo es del tipo de cambio. En cualquier país como el nuestro, los agudos ruidos políticos y/o los shocks financieros externos adversos, pueden provocar una salida de capitales y, por tanto, una devaluación monetaria. Si el país en cuestión no fuera un Pecador Original, la devaluación resolvería la crisis porque haría más competitiva a sus exportaciones. Este pecado impide poner el tipo de cambio al servicio de la producción y el empleo. Cuando la deuda pública es fundamentalmente externa y en moneda extranjera, la devaluación aumenta el costo de sus servicios y, por tanto, al disminuir la capacidad de pago, puede forzar a realizar ajustes fiscales recesivos que, al desacelerar el crecimiento, empeoran aun más la situación de crisis. En general, en un país con el mencionado descalce en las hojas de balance de sus agentes económicos, el tipo de cambio pierde su capacidad reactivadora.
El segundo riesgo es el de refinanciamiento por el descalce de plazos de la deuda pública y que impide fortalecer la relación entre el ahorro y la inversión productiva internos. Como no hay deuda pública en moneda doméstica, a renta fija, y de mediano y largo plazos, no hay curva de rendimientos referencial para las emisiones privadas de títulos en soles y también a renta fija. La ausencia de un mercado doméstico desarrollado de deuda en moneda local, refuerza el efecto negativo del Pecado Original sobre el crecimiento económico de largo plazo: se generalizan las preferencias de los inversionistas institucionales privados por títulos valores en moneda extranjera tanto en el mercado doméstico como el mercado internacional, es decir, se abusa, por así decirlo del Pecado Original. Además, cuando el ahorro interno se utiliza para inversiones financieras en el exterior en moneda extranjera, se rompe el círculo virtuoso de entre ahorro y la inversión productiva privada domésticos.
¿Cómo redimirnos o librarnos del Pecado Original? Una manera obvia es emitiendo deuda en el exterior en moneda local y a plazos largos. Pero hay muchos países emergentes y muchas monedas. Quizá sea mejor, como proponen algunos, emitir deuda en el exterior en una canasta de monedas indexadas a las respectivas inflaciones de un grupo de países emergentes. Hay otro camino que nos alivia del pecado pero no nos regresa al paraíso. Hay que hacer un cambio en la estrategia de endeudamiento futuro, reduciendo significativamente la concentración en obligaciones externas y promoviendo un financiamiento doméstico no inflacionario a través de la emisión ordenada e institucionalmente organizada de deuda interna en moneda local, a renta fija y a distintos plazos. La idea es empezar independizando poco a poco las finanzas públicas del riesgo cambiario y de los shocks externos adversos. El gobierno peruano ha empezado a hacerlo con su Programa de Primary Dealers o de Creadores de Mercado, que ha permitido colocar Bonos Soberanos de hasta seis años de plazo de maduración. Pero falta mucho por hacer para que la adicción a endeudarse en dólares disminuya notablemente y, con ello, desaparezca el riesgo cambiario y se allane el camino para poner al tipo de cambio al servicio de la producción y el empleo.
Gestión, Diario de Administración y Negocios
El segundo hecho que recordé y que motiva este artículo, es aun más interesante. La reciente crisis financiera internacional dio lugar a una intensa discusión teórica sobre los descalces de monedas en las hojas de balance de países como el nuestro. En el debate se identificó como el Pecado Original de esos países a su incapacidad de prestarse en el exterior en su propia moneda o, para ponerlo en otras palabras, a su rendición ante la tentación de endeudarse en dólares en el exterior. Como castigo por este pecado (“comerás el pan con el sudor de tu frente”) nuestros países no fueron capaces de prestarse, en su propia moneda y en su propio mercado, a plazos largos. Las consecuencias de dicho pecado son conocidas: las deudas de nuestros países, sobre todo sus deudas públicas, enfrentan dos riesgos que han frenado y todavía siguen frenando su crecimiento a largo plazo.
El primer riesgo es del tipo de cambio. En cualquier país como el nuestro, los agudos ruidos políticos y/o los shocks financieros externos adversos, pueden provocar una salida de capitales y, por tanto, una devaluación monetaria. Si el país en cuestión no fuera un Pecador Original, la devaluación resolvería la crisis porque haría más competitiva a sus exportaciones. Este pecado impide poner el tipo de cambio al servicio de la producción y el empleo. Cuando la deuda pública es fundamentalmente externa y en moneda extranjera, la devaluación aumenta el costo de sus servicios y, por tanto, al disminuir la capacidad de pago, puede forzar a realizar ajustes fiscales recesivos que, al desacelerar el crecimiento, empeoran aun más la situación de crisis. En general, en un país con el mencionado descalce en las hojas de balance de sus agentes económicos, el tipo de cambio pierde su capacidad reactivadora.
El segundo riesgo es el de refinanciamiento por el descalce de plazos de la deuda pública y que impide fortalecer la relación entre el ahorro y la inversión productiva internos. Como no hay deuda pública en moneda doméstica, a renta fija, y de mediano y largo plazos, no hay curva de rendimientos referencial para las emisiones privadas de títulos en soles y también a renta fija. La ausencia de un mercado doméstico desarrollado de deuda en moneda local, refuerza el efecto negativo del Pecado Original sobre el crecimiento económico de largo plazo: se generalizan las preferencias de los inversionistas institucionales privados por títulos valores en moneda extranjera tanto en el mercado doméstico como el mercado internacional, es decir, se abusa, por así decirlo del Pecado Original. Además, cuando el ahorro interno se utiliza para inversiones financieras en el exterior en moneda extranjera, se rompe el círculo virtuoso de entre ahorro y la inversión productiva privada domésticos.
¿Cómo redimirnos o librarnos del Pecado Original? Una manera obvia es emitiendo deuda en el exterior en moneda local y a plazos largos. Pero hay muchos países emergentes y muchas monedas. Quizá sea mejor, como proponen algunos, emitir deuda en el exterior en una canasta de monedas indexadas a las respectivas inflaciones de un grupo de países emergentes. Hay otro camino que nos alivia del pecado pero no nos regresa al paraíso. Hay que hacer un cambio en la estrategia de endeudamiento futuro, reduciendo significativamente la concentración en obligaciones externas y promoviendo un financiamiento doméstico no inflacionario a través de la emisión ordenada e institucionalmente organizada de deuda interna en moneda local, a renta fija y a distintos plazos. La idea es empezar independizando poco a poco las finanzas públicas del riesgo cambiario y de los shocks externos adversos. El gobierno peruano ha empezado a hacerlo con su Programa de Primary Dealers o de Creadores de Mercado, que ha permitido colocar Bonos Soberanos de hasta seis años de plazo de maduración. Pero falta mucho por hacer para que la adicción a endeudarse en dólares disminuya notablemente y, con ello, desaparezca el riesgo cambiario y se allane el camino para poner al tipo de cambio al servicio de la producción y el empleo.
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Friday, May 28, 2004
Costos Salariales, Productividad y Competitividad
La inversión privada doméstica, en economías como la peruana, enfrenta restricciones tanto de financiamiento como de demanda efectiva o, mejor, de extensión y existencia de mercados. Para superar la restricción de financiamiento el gobierno está desarrollando el mercado doméstico de capitales, mediante la expansión ordenada del mercado de deuda pública interna, en soles, a renta fija y a diferentes plazos. Ahora el mercado de capitales ya cuenta con una curva de rendimientos libre de riesgos para tramos cortos, medios y largos, referencia importante de la que antes carecían las emisiones privadas.
La segunda restricción, extensión y existencia de mercados, tiene que ver con las inversiones públicas en obras de infraestructura. No se puede ampliar los mercados existentes ni crear otros nuevos, por ejemplo, sin buenas conexiones viales entre las distintas zonas geográficas y demográficas del país. Estas conexiones, resultantes de las inversiones públicas, permiten reducir los costos de transporte y, por tanto, el surgimiento de nuevas líneas de producción y de nueva demanda para la producción existente. A su turno, la expansión de los mercados domésticos, al hacer posible la ampliación y profundización de la división del trabajo, da lugar a aumentos sostenidos de la productividad de la mano de obra.
Cómo bajar los costos unitarios de producción
El dilema que enfrentan las economías desconectadas y subdesarrolladas como la peruana, es: o la producción de transables, expuesta a la competencia de las importaciones, sucumbe ante una estructura de precios relativos que le es desfavorable, o se generan las condiciones para la producción y creación de empleos mediante costos unitarios competitivos. Existen dos maneras de disminuir estos costos unitarios de producción. En primer lugar reduciendo los costos salariales y no salariales por persona ocupada o por hora trabajada; y, en segundo lugar, aumentando la productividad de los trabajadores.
Curiosamente el primer camino es lo que más se recomienda para aumentar la competitividad de países como el nuestro, sin tener en cuenta que los costos salariales y no salariales se pueden reducir sólo por una vez, no todos los años, y únicamente en la medida en que exista margen para hacerlo. Esta ruta de la mano de obra barata no tiene sentido frente a otros competidores como la China y, lo que es peor, puede cerrar la posibilidad de generar condiciones para la aparición de economías a escala en un contexto de crecimiento. Es mejor, en un país como Perú, compatibilizar competitividad con mejores niveles de vida, mediante aumentos sostenidos de la productividad del trabajo.
Para el lector será fácil comprender, por ejemplo, que la diferencia entre los niveles de productividad de los EE.UU. --con quien deseamos firmar un TLC-- y el de Perú, es mucho mayor que las diferencias entre sus respectivos costos salariales y no salariales por hora trabajada. Los EE.UU a pesar de operar con costos laborales por hora más altos (19.2 dólares) que Perú (2.1 dólares), registran, en general, costos por unidad producida más bajos. El problema de nuestro país es, por tanto, su bajo nivel de productividad que, al dar lugar a costos unitarios de producción relativamente más altos, le resta competitividad frente a aquellos países con mayores niveles de productividad de sus trabajadores y también de industrialización.
Inversión Pública y Competitividad
Ahora bien, ¿puede una economía desconectada de su geografía, aumentar sostenidamente la productividad? No, porque esos aumentos de productividad se dan en mercados domésticos más amplios y diversos. Y, para extender y crear dichos mercados, se requiere de inversiones públicas en obras de infraestructura económica y social. En el nuestro país hay una enorme brecha de inversiones privadas porque hay un significativo déficit de infraestructura pública que bordea los 20 mil millones de dólares.
Esta infraestructura es la base para que nuestras exportaciones netas de importaciones, ganen competitividad en los mercados internacionales. Esta no es la ruta de costos laborales más bajos, sino de aumentos sostenidos de productividad. En mercados domésticos crecientes y diversos, los cambios tecnológicos y los consecuentes aumentos en la productividad, tienden a reducir los costos por unidad producida, incrementando de este modo la capacidad de penetración de la producción nacional en los mercados externos. Esta penetración extiende aún más el mercado, provocando un círculo virtuoso de causación acumulativa (ley de Verdoorn y Kaldor).
Gestión, Diario de Economía y Negocios
La segunda restricción, extensión y existencia de mercados, tiene que ver con las inversiones públicas en obras de infraestructura. No se puede ampliar los mercados existentes ni crear otros nuevos, por ejemplo, sin buenas conexiones viales entre las distintas zonas geográficas y demográficas del país. Estas conexiones, resultantes de las inversiones públicas, permiten reducir los costos de transporte y, por tanto, el surgimiento de nuevas líneas de producción y de nueva demanda para la producción existente. A su turno, la expansión de los mercados domésticos, al hacer posible la ampliación y profundización de la división del trabajo, da lugar a aumentos sostenidos de la productividad de la mano de obra.
Cómo bajar los costos unitarios de producción
El dilema que enfrentan las economías desconectadas y subdesarrolladas como la peruana, es: o la producción de transables, expuesta a la competencia de las importaciones, sucumbe ante una estructura de precios relativos que le es desfavorable, o se generan las condiciones para la producción y creación de empleos mediante costos unitarios competitivos. Existen dos maneras de disminuir estos costos unitarios de producción. En primer lugar reduciendo los costos salariales y no salariales por persona ocupada o por hora trabajada; y, en segundo lugar, aumentando la productividad de los trabajadores.
Curiosamente el primer camino es lo que más se recomienda para aumentar la competitividad de países como el nuestro, sin tener en cuenta que los costos salariales y no salariales se pueden reducir sólo por una vez, no todos los años, y únicamente en la medida en que exista margen para hacerlo. Esta ruta de la mano de obra barata no tiene sentido frente a otros competidores como la China y, lo que es peor, puede cerrar la posibilidad de generar condiciones para la aparición de economías a escala en un contexto de crecimiento. Es mejor, en un país como Perú, compatibilizar competitividad con mejores niveles de vida, mediante aumentos sostenidos de la productividad del trabajo.
Para el lector será fácil comprender, por ejemplo, que la diferencia entre los niveles de productividad de los EE.UU. --con quien deseamos firmar un TLC-- y el de Perú, es mucho mayor que las diferencias entre sus respectivos costos salariales y no salariales por hora trabajada. Los EE.UU a pesar de operar con costos laborales por hora más altos (19.2 dólares) que Perú (2.1 dólares), registran, en general, costos por unidad producida más bajos. El problema de nuestro país es, por tanto, su bajo nivel de productividad que, al dar lugar a costos unitarios de producción relativamente más altos, le resta competitividad frente a aquellos países con mayores niveles de productividad de sus trabajadores y también de industrialización.
Inversión Pública y Competitividad
Ahora bien, ¿puede una economía desconectada de su geografía, aumentar sostenidamente la productividad? No, porque esos aumentos de productividad se dan en mercados domésticos más amplios y diversos. Y, para extender y crear dichos mercados, se requiere de inversiones públicas en obras de infraestructura económica y social. En el nuestro país hay una enorme brecha de inversiones privadas porque hay un significativo déficit de infraestructura pública que bordea los 20 mil millones de dólares.
Esta infraestructura es la base para que nuestras exportaciones netas de importaciones, ganen competitividad en los mercados internacionales. Esta no es la ruta de costos laborales más bajos, sino de aumentos sostenidos de productividad. En mercados domésticos crecientes y diversos, los cambios tecnológicos y los consecuentes aumentos en la productividad, tienden a reducir los costos por unidad producida, incrementando de este modo la capacidad de penetración de la producción nacional en los mercados externos. Esta penetración extiende aún más el mercado, provocando un círculo virtuoso de causación acumulativa (ley de Verdoorn y Kaldor).
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Wednesday, March 17, 2004
Inversión Pública y Desarrollo del Mercado Interno
Imagino que nadie duda, ni políticos ni aficionados a la economía, que la inversión privada es uno de los determinantes más importantes del crecimiento en una economía de mercado. Además, es posible que no exista empresario ni ciudadano que no crea en la importancia que la estabilidad jurídica y política tiene en las decisiones de inversión privada. Pero, ciertamente, la estabilidad no agota la explicación de la dinámica de esta inversión. Ella es parte del contexto institucional-legal de una economía de mercado, que se supone dado cuando se analizan las decisiones económicas de los agentes privados. Por tanto, otras son las restricciones a la inversión privada que, en economías como la nuestra, adquieren especial relevancia: en primer lugar, el tamaño y diversidad de mercados, factor que influye en su rentabilidad; y, en segundo lugar, la existencia de financiamiento de mediano y largo plazo. Estos dos factores son fundamentales en la teoría de la demanda de inversión.
Restricciones a la inversión privada
Hay dos tipos de inversión privada: la dirigida a la producción para el mercado externo y la dirigida a la producción para el mercado doméstico. La primera, que en nuestro país es básicamente extranjera, no tiene, en general, problemas de financiamiento y su rentabilidad está casi siempre asegurada por la existencia de mercados. Piénsese, por ejemplo, en la inversión extranjera dirigida a la producción de commodities, aunque también hay en la producción de servicios para el mercado interno cuya oferta, poco competitiva, tiene una demanda asegurada por la escasa posibilidad de sustitución.
No ocurre lo mismo con la inversión privada, no extranjera, dirigida a la producción para el mercado interno. Esta inversión enfrenta las dos restricciones. La restricción de financiamiento en moneda local es mayor para plazos medios y largos cuando los sistemas financieros como el nuestro se encuentran dominados por la intermediación bancaria. La solución no es de corto plazo porque significa expandir significativamente el mercado doméstico de capitales. El gobierno ha empezado esta tarea mediante el crecimiento ordenado del mercado de deuda pública interna, en soles, a renta fija y a diferentes plazos: cortos, medios y largos. La curva de rendimientos de esta deuda, al constituirse en referencia de tasas de interés, estimulará a las empresas y corporaciones privadas a emitir deuda en la misma moneda.
La otra restricción es el tamaño y la poca diversidad del mercado nacional. Es harto sabido que entre la economía y la geografía del país no existe vinculación estrecha. Las relaciones entre la agricultura y la industria son débiles porque los espacios geográficos y demográficos provinciales no fueron incorporados al proceso de industrialización. El crecimiento desarticulado con actividades manufactureras modernas que no generaron encadenamientos con el sector agropecuario, explica la marginación de grandes masas campesinas y ciertamente su atraso tecnológico. Esta economía desarticulada hace imposible crear nuevos mercados en sus vastos espacios geográficos y demográficos provinciales.
Inversión Pública y Creación de Mercados Nacionales
Pero, ¿puede una economía de mercado articularse con la geografía del país al que pertenece, sin la construcción por el Estado de una infraestructura básica, como es, por ejemplo, la infraestructura vial?. Nadie estará en desacuerdo que las posibilidades de ampliar los mercados existentes y de crear otros nuevos, son mayores en un país con buenas conexiones viales entre sus distintas zonas geográficas y demográficas. La disminución del costo de transporte hace posible nuevas líneas de producción, al mismo tiempo que aumenta la demanda para la producción existente. Es verdad, como dice Peyrefitte, que “la movilidad geográfica no basta para explicar el desarrollo, pero jamás ha habido desarrollo sin movilidad de los hombres. Hay que salir del villorrio y no sólo mirar la hora en su campanario: hay que ir a «buscar fortuna»”.
En nuestro país, la superación de la desconexión entre su economía y geografía, tiene que ser resultado de las inversiones del Estado. Las inversiones privadas no van con facilidad allí donde no existen posibilidades rentables de mercado. Por tanto, el papel del Estado, debe ser facilitar la creación de mercados con sus inversiones en obras de infraestructura. Estas inversiones públicas estimulan las inversiones privadas. No la desplazan (no hay crowding out). Las razones son obvias. Las obras públicas de infraestructura expanden y mejoran la distribución de lo que ya se produce y estimulan la generación de nuevas actividades productivas privadas. En otras palabras, tienen efectos multiplicadores en el empleo, los ingresos y la productividad, porque abren la posibilidad de ampliar los mercados existentes y de crear otros en el ámbito nacional en el mediano y largo plazo. Estas inversiones del Estado, en países fracturados y pobres como el nuestro, son las que garantizarán sostenidamente el orden público o la estabilidad jurídica y política para favorecer el trabajo y la generación de riqueza.
Diario La República
Restricciones a la inversión privada
Hay dos tipos de inversión privada: la dirigida a la producción para el mercado externo y la dirigida a la producción para el mercado doméstico. La primera, que en nuestro país es básicamente extranjera, no tiene, en general, problemas de financiamiento y su rentabilidad está casi siempre asegurada por la existencia de mercados. Piénsese, por ejemplo, en la inversión extranjera dirigida a la producción de commodities, aunque también hay en la producción de servicios para el mercado interno cuya oferta, poco competitiva, tiene una demanda asegurada por la escasa posibilidad de sustitución.
No ocurre lo mismo con la inversión privada, no extranjera, dirigida a la producción para el mercado interno. Esta inversión enfrenta las dos restricciones. La restricción de financiamiento en moneda local es mayor para plazos medios y largos cuando los sistemas financieros como el nuestro se encuentran dominados por la intermediación bancaria. La solución no es de corto plazo porque significa expandir significativamente el mercado doméstico de capitales. El gobierno ha empezado esta tarea mediante el crecimiento ordenado del mercado de deuda pública interna, en soles, a renta fija y a diferentes plazos: cortos, medios y largos. La curva de rendimientos de esta deuda, al constituirse en referencia de tasas de interés, estimulará a las empresas y corporaciones privadas a emitir deuda en la misma moneda.
La otra restricción es el tamaño y la poca diversidad del mercado nacional. Es harto sabido que entre la economía y la geografía del país no existe vinculación estrecha. Las relaciones entre la agricultura y la industria son débiles porque los espacios geográficos y demográficos provinciales no fueron incorporados al proceso de industrialización. El crecimiento desarticulado con actividades manufactureras modernas que no generaron encadenamientos con el sector agropecuario, explica la marginación de grandes masas campesinas y ciertamente su atraso tecnológico. Esta economía desarticulada hace imposible crear nuevos mercados en sus vastos espacios geográficos y demográficos provinciales.
Inversión Pública y Creación de Mercados Nacionales
Pero, ¿puede una economía de mercado articularse con la geografía del país al que pertenece, sin la construcción por el Estado de una infraestructura básica, como es, por ejemplo, la infraestructura vial?. Nadie estará en desacuerdo que las posibilidades de ampliar los mercados existentes y de crear otros nuevos, son mayores en un país con buenas conexiones viales entre sus distintas zonas geográficas y demográficas. La disminución del costo de transporte hace posible nuevas líneas de producción, al mismo tiempo que aumenta la demanda para la producción existente. Es verdad, como dice Peyrefitte, que “la movilidad geográfica no basta para explicar el desarrollo, pero jamás ha habido desarrollo sin movilidad de los hombres. Hay que salir del villorrio y no sólo mirar la hora en su campanario: hay que ir a «buscar fortuna»”.
En nuestro país, la superación de la desconexión entre su economía y geografía, tiene que ser resultado de las inversiones del Estado. Las inversiones privadas no van con facilidad allí donde no existen posibilidades rentables de mercado. Por tanto, el papel del Estado, debe ser facilitar la creación de mercados con sus inversiones en obras de infraestructura. Estas inversiones públicas estimulan las inversiones privadas. No la desplazan (no hay crowding out). Las razones son obvias. Las obras públicas de infraestructura expanden y mejoran la distribución de lo que ya se produce y estimulan la generación de nuevas actividades productivas privadas. En otras palabras, tienen efectos multiplicadores en el empleo, los ingresos y la productividad, porque abren la posibilidad de ampliar los mercados existentes y de crear otros en el ámbito nacional en el mediano y largo plazo. Estas inversiones del Estado, en países fracturados y pobres como el nuestro, son las que garantizarán sostenidamente el orden público o la estabilidad jurídica y política para favorecer el trabajo y la generación de riqueza.
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