La integración del país a la economía
global basada en las «ventajas comparativas», según el recetario neoliberal,
conduce a privilegiar el mercado externo perjudicando al mercado interno. Los
países como Perú que adoptaron este recetario, redujeron los costos unitarios
de producción mediante la represión salarial y la «flexibilidad» del mercado de
trabajo, con el objetivo de ganar competitividad de precios en los mercados
internacionales. Sin embargo, lo que supuestamente se ganaba con el freno
salarial, se perdía con la caída del tipo de cambio real.
Represión salarial y mercado interno
El resultado del estancamiento de los
salarios reales y de la apreciación monetaria fue contraproducente. Por un
lado, la contracción del mercado interno originada por la reducción del costo
del trabajo, más que compensó el efecto positivo esperado de esta reducción
sobre las exportaciones no-tradicionales y sobre la inversión orientada a la
producción nacional. Y, por otro, las
ganancias de participación de las exportaciones no-tradicionales en los
mercados internacionales fueron más que compensadas por la espectacular
penetración de importaciones y la consiguiente pérdida de mercado interno para
la producción nacional.
Una distribución de los ingresos que
perjudica a los trabajadores, no dinamiza la economía interna. «El descuido del
mercado interno –dice Bhaduri--, conduce a una visión especial de la
productividad laboral que se centra en la obsesión por reducir el costo del
trabajo y limitar el crecimiento de los salarios. Con ello se busca aumentar su
productividad para mejorar la competitividad internacional de la economía». El
resultado es nocivo para la producción nacional y la sostenibilidad del
crecimiento económico.
Por el contrario, sueldos y salarios
razonablemente satisfactorios para los trabajadores dan lugar a un mercado
interno más amplio para la expansión del empleo y la productividad. El aumento
del ingreso de los trabajadores estimula el desarrollo del mercado interno y este
desarrollo estimula los aumentos de la productividad y, por lo tanto, el
crecimiento de los salarios. La posibilidad de este círculo virtuoso está
ciertamente condicionada a la aplicación
de políticas industriales que cambien el actual estilo de crecimiento primario
exportador.
Evidencia empírica de la represión de
los ingresos laborales
La distribución de la PEA ocupada por
tamaño de empresa revela el empobrecimiento relativo de parte importante de los
trabajadores. El 72.0% tiene ingresos de «0 a 999» soles y el 73.5% se
encuentra en empresas de «1 a 10 trabajadores», donde el ingreso promedio
mensual no llega a los mil soles. Sólo el 14.3% de la PEA ocupada tiene
ingresos de «1,500 a más» soles.
Los sueldos y salarios reales en el
sector privado crecen hasta mediados de la década de 1970, después descienden y
sufren una caída espectacular con la hiperinflación, que se frena recién en 1993.
En los años siguientes el salario real promedio se mantuvo en un valor equivalente
a sólo el 37.2% del registrado en 1987. Los sueldos reales promedio también
tienen un comportamiento parecido (véase Grafico 1). Otro tanto ocurre con la
remuneración mínima. Su valor real crece hasta los primeros años de la década
de 1970 para luego mostrar una tendencia decreciente que termina en 1993;
después no recupera el valor real que registró en 1987. Durante 1990-2000 se
mantuvo en un promedio equivalente al 37,2% de su valor de 1987 y subió a 58.1%
en el período 2001-2011.
Gráfico 1
El neoliberalismo también estanca el
ingreso de los trabajadores del sector público. La remuneración real promedio
de estos trabajadores se mantiene prácticamente constante durante el período
neoliberal: sus valores promedio de los periodos 1995-2000 y 2001-2011
equivalen al 34.7% y al 36.9%, respectivamente, de su valor registrado en 1987
(véase Gráfico 2).
La masa de trabajadores del sector
público y privado, que se constituyó en parte importante de la demanda durante
los años de industrialización por sustitución de importaciones hasta su
agotamiento a mediados de la década de 1970, dejó de ser un factor dinamizador
del mercado interno.
Gráfico 2
A modo de conclusión
Según el Banco Mundial (2010) «los
altos costes salariales no laborales y el salario mínimo obligatorio, en
particular, promueven la informalidad de la mano de obra». Los funcionarios de
este banco deberían leer a John Bates Clark (1847 – 1938), autor de la teoría
de la distribución del ingreso basada en la productividad marginal. Clark dice
que «La disciplina del hambre incapacita al trabajador para hacer una
negociación exitosa, y si el empleador está en total libertad de contratar a trabajadores,
que en estas condiciones podrían individualmente ofrecerse a trabajar, él puede
conseguirlo por muy poco» (J. B. Clark, «The
Minimun Wage», 1913, p. 292). El otro Clark, el institucionalista John
Maurice Clark (1884 – 1963) dice: «una industria que no paga un salario digno,
realmente está pasando parte de sus costos a otras industrias, dado que estas
otras industrias terminarían pagando los gastos de subsistencia de los
trabajadores mal pagados, si es que finalmente lo hacen. Y si no lo hacen, hay
una pérdida de capacidad productiva que cae como una carga generalizada en la
sociedad, a menudo afectando a las futuras generaciones» (J. M. Clark, «Social Control of Business»,1929, pp.451-452).