Saturday, May 23, 2015

Presidente del Banco Central en su laberinto

En los periodos de auge de las exportaciones primarias  --porque sus precios y demanda externa aumentan--, la abundancia relativa de moneda extranjera (enfermedad holandesa de tipo I) genera presiones a la baja del tipo de cambio. Estas presiones se exacerban con la entrada de capitales (enfermedad holandesa de tipo II) atraídos por las oportunidades financieras que ofrece la economía primario exportadora en crecimiento. Lo contrario ocurre cuando se estanca la demanda externa y los precios de las materias primas ya no aumentan. La economía se enfría, la cuenta corriente de la balanza de pagos se hace deficitaria y se van los capitales generando presiones al alza del tipo de cambio.
     
La actual presión devaluatoria, en plena desaceleración del crecimiento, es, entonces, un conocido hecho estilizado de la economía primario exportadora. Justamente por esta razón, la reforma de la política monetaria y cambiaria efectuada en los años 2001-2002, incorporó la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario, junto al objetivo de acumulación de reservas internacionales, para morigerar las fluctuaciones del tipo de cambio. El nuevo esquema de política cambiaria y  monetaria (esta última, basada en metas de inflación y una regla con la tasa de interés como instrumento), exigía, para ser eficiente, desdolarizar el crédito bancario y la deuda pública.
La notable apreciación monetaria
El directorio del BCRP presidido por Julio Velarde no aplicó eficientemente este nuevo esquema de política monetaria y cambiaria. Desde julio de 2006 hasta enero de 2013, el tipo de cambio real bilateral  se redujo en 27%, perjudicando a los productores de bienes y servicios transables. Velarde expresó más de una vez su adhesión a la libre flotación cambiaria, por eso dejó que la moneda se apreciara sistemáticamente hasta que terminó el auge primario exportador.
Cuando en 2013 se inició la «normalización» de la política monetaria norteamericana con el anuncio del alza futura de las tasas de interés, la salida de capitales de nuestra economía se intensificó dando lugar a fuertes presiones al alza del tipo de cambio. El BCRP no ha logrado revertir esta presión devaluatoria no obstante que entre el 30 de abril de 2013 y el 11 de mayo de 2015, redujo su posición de cambio en cerca de 40% (vendió 19,492.54 millones de dólares).  La actual posición de cambio del BCRP se encuentra por debajo de los 30 mil millones de dólares.
La dolarización de los créditos
Durante sus ocho años y cinco meses como presidente del BCRP, Velarde hizo muy poco por desdolarizar los créditos del sistema bancario. Desde el inicio de su gestión alentó el crédito en dólares al «relajar las regulaciones preexistentes sobre el encaje en moneda extranjera para las líneas de crédito y al elevar la remuneración a este encaje». En octubre de 2007 modificó las «normas de encaje para fomentar el financiamiento externo de largo plazo de los bancos y desincentivar el de corto plazo». Ello, sin embargo, no impidió la alta dolarización de los créditos a grandes empresas y corporaciones (59.6%), a medianas empresas (58.1%), para financiar compra de vehículos (66.5%) y crédito hipotecario (33.5%).
Esta dolarización de los créditos obliga al BCRP a impedir la continua subida del tipo de cambio, porque, de lo contrario, se pondría en peligro a bancos y cajas que han dolarizado sus créditos. Una crisis bancaria como la de los años 1999-2000 convertiría el actual enfriamiento económico en una franca y prolongada recesión. Hay que señalar, además, que las presiones al alza del tipo de cambio continuarán a lo largo de este año y del próximo, porque a partir de setiembre próximo subirán, según lo anunciado, las tasas de interés en Estados Unidos. Mientras mayores sean las tasas de interés en Estados Unidos, más capitales saldrán de los países como el nuestro.
Velarde en su laberinto
En 2014 la tasa de crecimiento del PBI se redujo a 2.4% y no hay signos de una franca recuperación. El BCRP debería bajar su tasa de interés para reactivar la economía, pero no lo hace por temor a exacerbar la salida de capitales. En su lugar está utilizando la tasa de encaje. En un contexto de presiones devaluatorias aumenta la demanda de dólares y el retiro de los depósitos bancarios en soles. Por esta razón, las reducciones de la tasa de encaje están generando escasez de liquidez en el sistema bancario y el consecuente aumento de la tasa de interés interbancaria.
La dolarización de los créditos del sistema bancario obliga al BCRP a impedir que suba más el tipo de cambio. Velarde ha creado, así, su propio laberinto. No baja la tasa de interés para no exacerbar el alza del tipo de cambio y vende dólares (reduce la posición del cambio del BCRP) para impedir que suba el tipo de cambio. Usa dos instrumentos para un solo objetivo, el cambiario.  De otro lado, usa la tasa de encaje (la reduce) para aumentar la liquidez en el sistema bancario y ayudar a la recuperación de la economía, pero provoca un efecto contrario. Con menores reservas de encaje los bancos enfrentan una escasez de liquidez frente a la demanda en aumento de retiros de los depósitos en moneda nacional, lo que da lugar a un incremento de la tasa interés interbancaria, y, consecuentemente, a un encarecimiento del crédito precisamente cuando se requiere abaratarlo.  
A modo de conclusión
Velarde, «el mejor banquero central de América Latina», dice que para bajar la tasa de interés de referencia y así abaratar el costo de los créditos en soles, «tiene que darse un escenario en que el tipo de cambio esté calmado».
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 23 de mayo

Sunday, May 10, 2015

Tía María y la agenda de las izquierdas para el siglo XXI

El conflicto por el proyecto minero Tía María –como los de Conga y Bagua en su momento--, es la expresión de la fractura del país en dos: el Perú oficial y el otro Perú postergado, menospreciado, discriminado y violentado en sus derechos. No hay reconocimiento político y jurídico explícito del carácter multicultural del otro Perú de la sierra y de la selva. Por eso, el Perú Oficial, actualmente aliado con el extractivismo neoliberal, menosprecia sus demandas de preservación ecológica y sus derechos de posesión o uso de sus territorios.

Los agricultores del valle de Tambo, en cuya cabecera se encuentran los yacimientos de cobre Tía María y  La Tapada, temen que la ejecución del proyecto minero afecte su actividad agrícola al disminuir y contaminar el flujo de agua. Y tienen razón por el historial ambiental negativo de la Southern. Pero los defensores del modelo neoliberal del Perú oficial, usufructuarios del crecimiento económico impulsado por la inversión de los grandes proyectos mineros, los acusan de enemigos de la minería y de la modernidad. Su visión etnocentrista les impide aceptar que la población del valle de Tambo puede tener razón y que, por lo tanto, sería mejor someter a evaluación de expertos neutrales el  Estudio de Impacto Ambiental (EIA). Imponer un proyecto minero sin contar con una licencia social legítima, es políticamente etnocrático  –como diría Rodolfo Stavenghagen-- y antidemocrático, porque viola los derechos de las comunidades.

Preservación ecológica y defensa del multiculturalismo

Este es el tema de fondo del actual conflicto que revela el carácter aun inacabado de la Nación. Es un tema que debiera ser parte del ideario de la izquierda del siglo XXI y que, por lo tanto, debiera convocar ahora mismo a una amplia coalición progresista con una agenda de transformación económica y política del país.

La defensa de los derechos de las comunidades y sus demandas de preservación ecológica, se inscriben en la concepción de Democracia republicana que reivindica la soberanía de la comunidad de ciudadanos frente a sus representantes elegidos. Como dice Ambrosio Velasco: es el pueblo el que «autoriza a ciertos miembros de su comunidad a gobernar en su representación».

La libertad política de los ciudadanos y de los pueblos, es decir, su participación en las decisiones que atañen a su comunidad, es un valor democrático fundamental que los liberales y neoliberales obvian. Como afirma Ambrosio Velasco, «Los principios fundamentales de la democracia liberal, que exigen igualdad de derechos entre todos los individuos de un Estado, excluyen la posibilidad de satisfacer el reclamo multiculturalista del reconocimiento jurídico y político de las diferencias sociales y culturales entre diferentes grupos, principalmente étnicos, que conforman la población de todo Estado».

La agenda de transformación de la izquierda del siglo XXI debe incorporar, en consecuencia, la construcción de una democracia donde el ejercicio del gobierno se base en «leyes que expresen el consenso entre las diferentes clases y grupos sociales que conforman el pueblo y que por lo tanto conduzcan al bien común de toda la sociedad».

Otra democracia y otro patrón de crecimiento económico

Con la globalización económica neoliberal «los Estados se han puesto al servicio de la economía, con lo cual --dice Todorov-- lo único que queda de democracia es el nombre, porque ya no es el pueblo el que detenta el poder». La democracia bajo el neoliberalismo, entonces, propicia la despolitización y privatización de la vida pública. Por esta razón, cambiar esta situación en nuestro país significa cambiar íntegramente el modelo neoliberal, es decir,  cambiar el patrón de crecimiento extractivista primario exportador y, simultáneamente, la democracia constitucional liberal reivindicando el principio de la participación política en sociedad. Se requiere una nueva Constitución para generar las condiciones institucionales y legales de una democracia donde, no solo el origen, sino también la legitimidad del poder político provengan del pueblo, incorporando mecanismos explícitos de comunicación y control ciudadano sobre los elegidos por el voto popular.

Pero, para que esta fundamental reforma política no encuentre su muerte en el «orden espontáneo del mercado», como lo advertimos en nuestro artículo del 14-03-2015, hay que transformar el modelo económico neoliberal y crear «un contexto social que permita mejorar la calidad de la democracia bajo los principios de la justicia social y económica, del interés general y de la libertad política». Con este fin, el nuevo modelo  económico debe basarse en la expansión de mercados internos mediante el desarrollo agrícola, agroindustrial e industrial, diversificando, al mismo tiempo, las exportaciones. En esta estrategia de desarrollo que hemos denominado Economía Nacional de Mercado cabe la producción minera que respete los derechos de las comunidades, que contribuya a la preservación ecológica y que funde su legitimidad en la licencia social.

A modo de conclusión

Hay más, pero esta es la agenda mínima que debe convocar a la unidad de las izquierdas. Es el parteaguas de una postura progresista y de izquierda en los tiempos actuales. El parteaguas no puede ser la «integración sudamericana», como afirma otro articulista de este diario. ¿Qué tipo de integración?; ¿una unión monetaria?, ¿una programación económica conjunta?, ¿una integración comercial?, ¿una integración política? ¿Cuál? La globalización neoliberal es también una integración, pero que vulnera la autodeterminación nacional y resta soberanía a los Estados de nuestros países. La estrategia que planteamos es de autodeterminación frente a la presión de la globalización; pero esta, sin duda, requiere de mecanismos de cooperación política y económica como la Comunidad Andina, el MERCOSUR, la UNASUR y el CELAC, para mantener nuestra independencia de las grandes potencias.
 

Nota: El Diario UNO no salió el sábado 9.