El
corazón del discurso neoliberal sobre lo que ocurre con la inversión privada es
la «confianza de los inversionistas»
que, según dicen, habría sido erosionada por el propio gobierno del Presidente
Humala. El tema de Repsol, aunque ya aclarado; la modernización de la refinería
de Talara garantizada por el Estado; la posibilidad, prácticamente descartada, de
un apoyo estatal a la inversión en el gasoducto del sur y al desarrollo de la
industria petroquímica; la intervención del Presidente «tomando partido» contra
la concentración de la propiedad en la
prensa escrita; la regulación de la
pesca; el proyecto de ley de educación que «no toma en cuenta la opinión de los
propios involucrados» (léase los propietarios de universidades que no pagan
impuestos); en fin, cualquier medida que vaya más allá de las políticas
«sociales» y que involucren aumentos «importantes» del gasto público, son todas
consideradas desincentivos a la inversión privada, nacional y extranjera,
porque generan desconcierto y desconfianza entre los empresarios.
La
confianza y el aumento de la inversión privada
Los
neoliberales sostienen que la intervención del gobierno en la economía es
inherentemente indeseable. Se sienten los únicos defensores del mercado. No
entienden que puede desarrollarse mercados sin demonizar la acción pública. La ideología
individualista encarnada por los poderes económicos privados, ha llegado al
extremo de dictar contenidos y formas de gobernar, menoscabando la democracia,
la legalidad y la propia constitucionalidad de los gobiernos elegidos. Como no
admiten la existencia del bien común en una sociedad de individuos libres,
contraponen el interés privado al público. Y en esta línea de razonamiento,
creen que las decisiones privadas de invertir en una economía de mercado se
fundan en la confianza que genera la ausencia de intervenciones gubernamentales.
La
confianza entendida como no interferencia del Estado no aparee en la literatura
especializada como determinante fundamental de la inversión privada. Desde la crisis de los años treinta del siglo
XX, se sabe que ni esta confianza, ni las bajas tasas de interés, ni los
recortes de impuestos, determinan el incremento de la inversión. Las empresas
producen cantidades que ellas consideran que pueden vender. Si ellas esperan que
sus ventas sean crecientes durante una larga serie de años futuros, entonces y
solo entonces decidirán invertir para expandir su capacidad productiva. Ni la
confianza, ni el recorte de impuestos per
se, ni las bajas tasas de interés, aseguran que aumenten las ventas en el
mediano y largo plazo.
El
actual estancamiento de los mercados externos es, por lo tanto, un obstáculo al
aumento de la inversión en economías primario-exportadoras como la nuestra. El
gobierno de Humala puede rendirse totalmente ante los reclamos de la CONFIEP,
pero no aumentarán las inversiones privadas mientras no haya claros signos de
crecimiento sostenido de la demanda externa. De otro lado, en un contexto de salarios
reales estancados, tampoco aumentarán sostenidamente las inversiones privadas
para el mercado interno. Las empresas que no esperan un sostenido crecimiento
de los ingresos, no invertirán aun cuando las tasas de interés se ubiquen en niveles
cercados a cero. «Podemos llevar el caballo
al agua, pero no podemos obligarle a que se lo tome».
La
relación inversión pública-inversión privada
De acuerdo con el discurso neoliberal deberíamos
esperar que en los recientes años de crecimiento, la inversión pública haya
desplazado a la inversión privada. Esta hipótesis del «crowding out» no se cumple en nuestro país. Ambos tipos de
inversión tienen una misma tendencia ascendente. Sus tasas de crecimiento
anuales registran el mismo signo en la gran mayoría de años del período
2000-2013. Es más, en los años en que crece la inversión pública como
porcentaje del PBI también crece el respectivo porcentaje de la inversión
privada. De 2011 a 2013 estos porcentajes fueron de 4.5%, 5.2% y 5.8% para la
inversión pública, y 19.6%, 21.4% y 22.0% para la inversión privada.
La complementariedad que hay entre ambos tipos de
inversión no es aceptada por el discurso neoliberal. La inversión pública (en
servicios básicos, en infraestructura social y económica, etc.), genera
externalidades positivas para la inversión privada. Sin la inversión pública
que el Estado realiza en la sierra y selva del país, sería imposible que las
inversiones privadas tuvieran la misma orientación. Esta complementariedad se
da, no obstante que la parte dinámica del inversión privada es la inversión
extranjera que se dirige básicamente a la explotación de los recursos
naturales.
En el actual escenario de una economía internacional
estancada, la combinación adecuada de inversiones públicas e inversiones
privadas nacionales orientadas a la transformación industrial del país, es la que
aseguraría un rápido y sostenido crecimiento económico. Para que esto ocurra,
el gremio industrial debe adquirir autonomía frente a la CONFIEP y promover
políticas para relanzar un programa de industrialización de largo plazo.
A modo de
Conclusión
La
reciente crisis internacional ha puesto de relieve la necesidad de pasar de un
crecimiento impulsado por la producción de materias primas, a otro cuya
sostenibilidad provenga de la expansión de los mercados internos y de la
eclosión de la inversión privada nacional.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 25.