Hace aproximadamente dos meses leí en un artículo dedicado a Lucas, Premio Nobel de Economía 1995, que sus ideas estaban más cerca a las ideas de los economistas clásicos (es decir, de Smith y de Ricardo) que a las de los economistas neoclásicos. El autor del artículo, luego de identificarlo como abanderado de las ideas liberales, dijo que precisamente por esta cercanía de sus argumentos, Lucas es considerado el fundador de la escuela de los nuevos-clásicos. Ciertamente, no dudo que esta es una versión muy difundida en algunos círculos de economistas, pero estoy seguro que el mismo Lucas no lo aceptaría frente a un auditorio más acucioso.
Lo que sigue, si se nos permite el juego de palabras, es un ejercicio de manejo racional de la información que debemos revisar, antes de formar nuestras expectativas sobre la proximidad de las nuevas corrientes teóricas a los conceptos de la la economía clásica. Reflexiones, aunque breves como estas, podrían ser útiles para mejorar el conocimiento de nuestra economía, si recordamos que los clásicos escribieron sobre una realidad que pertenece justamente a la primera etapa del desarrollo de las economías de mercado.
1. La escuela de expectativas racionales incorpora al interior de la teoría neoclásica, el supuesto que los individuos usan la información eficientemente y que no cometen errores sistemáticos en sus expectativas. Para ambas escuelas o teorías, los mercados siempre se equilibran y los agentes económicos determinan salarios y precios, dada su información, de modo tal que se logra el pleno empleo y se maximizan los beneficios y el bienestar económico general. Así, mientras que los neoclásicos y nuevos-clásicos asumen como datos iniciales de su teoría de precios y cantidades: (a) los gustos y preferencias de los consumidores, (b) la tecnología y (c) la dotación de factores; los economistas clásicos, Smith y Ricardo, desarrollan una teoría de precios, separada de la teoría del producto, asumiendo como datos: (a) el tamaño y la composición del producto, (b) la tecnología y (c) el salario real. Por consiguiente, para los neoclásicos, partidarios o no de las expectativas racionales, la distribución del ingreso es parte de la teoría de los precios, mientras que para Smith y Ricardo, la distribución está determinada por factores sociales e institucionales. Esto ciertamente no se oponía con las ideas liberales de estos fundadores de la ciencia económica.
2. Desde W.Petty o, más precisamente, desde la aparición de las economías de mercado, se sostiene que la conducta económica está basada en expectativas, porque todo lo que se hace hoy tiene consecuencias en el futuro. No se puede imaginar otra conducta cuando se vive u opera en un sistema social dominado por el mercado. Por lo demás, ya tiene más de un siglo la frase de que el hombre se diferencia del topo porque estima o pondera las consecuencias de sus actos. En la Teoría General de Keynes existen páginas enteras dedicadas al tema de las expectativas. Pero todo lo anterior, claro está, no tiene nada que ver con la hipótesis de “expectativas racionales” según la cual los individuos son racionales en el sentido de que basan su conducta, no en el pasado sino en la llamada teoría real de la economía. La autoridad monetaria o el gobierno no pueden afectar la actividad económica con políticas sistemáticas o anticipadas, porque los individuos racionales ajustarían su conducta de forma tal que el nivel natural del producto y del empleo queden inalterados. Lo que esta hipótesis quiere decir, es que hay fuerzas sistemáticas que operan en la economía de mercado, que la hacen autoestabilizable o inherentemente estable. Estamos, pues, así en el perfecto mundo neoclásico.
3. En el mundo de Smith y Ricardo la fuerza sistemática que permite generar conocimiento científico sobre el funcionamiento de una economía de mercado, es la competencia. No la competencia perfecta de los neoclásicos, sino un proceso resultante de la conducta individual que busca oportunidades de mayores excedentes económicos, poniendo en movimiento los medios de producción (como en Smith), el capital (como en Ricardo) o desarrollando el capital mediante la introducción de nuevas tecnologías y procesos de producción (como en Marx y Schumpeter). Es verdad que hay cristianos que no han leído la Biblia, como es verdad también que hay economistas que no han leído a Smith. Pero los que lo han hecho recordarán que la famosa “mano invisible del mercado” no es, por supuesto, la teoría de la oferta y demanda neoclásica, sino la teoría de la gravitación de los precios de mercado hacia los precios naturales por la fuerza de la competencia. Cuando estos precios naturales (Smith) o de producción (Ricardo) se determinan, no se modifica el nivel de la tasa de salarios reales. Esta tasa no es ni tiene por qué ser igual a la productividad marginal del trabajo. Pero además, para los clásicos la economía podía funcionar con desempleo involuntario y podía disminuirse la tasa de desempleo sin deprimir el consumo (¡aumentar el ahorro!) para aumentar la inversión.
4. Smith inquirió sobre la naturaleza y causas de la riqueza. Su contribución, por lo tanto, estuvo más por el lado de la teoría del crecimiento y de la acumulación. No nos referimos a Ricardo porque su nombre no se asocia con la “mano invisible del mercado”. Pues bien, refiriéndose a la industria manufacturera, Smith sostenía que la amplitud e intensidad de la división del trabajo se encuentra limitada por la extensión del mercado. Por tanto, cuando el tamaño de éste crece aumentan todavía más las posibilidades de extender e intensificar la división y especialización del trabajo. Este resultado, además, según Smith, no sólo estimularía el crecimiento y diversificación de la manufactura, sino también el incremento de la productividad en toda la industria, debido a que sus actividades se encuentran estrechamente interrelacionadas. Por último, en la medida en que una más extensa e intensa división del trabajo acentúa y expande dichas interrelaciones y origina mayores aumentos de la producción, la presencia de rendimientos crecientes sería concomitante al crecimiento del sector manufacturero.
5. Podemos afirmar entonces, sin temor a equivocarnos, que Smith fue un industrialista. Para él las tasas de crecimiento económico y del empleo productivo, dependen fundamentalmente de la tasa de crecimiento de la industria y del grado de su articulación. Hay una relación de directa dependencia entre los aumentos de la productividad y del empleo, por un lado, y el crecimiento de la producción por el otro. Así, para Smith, el crecimiento de la productividad es un macrofenómeno resultante de un proceso de causación circular acumulativa con la demanda por bienes manufacturados. El crecimiento de la productividad y los concomitantes cambios cualitativos en el proceso de producción, al acrecentar su competitividad en calidad y/o precios, aumenta la capacidad de penetración en los mercados externos y, por tanto, estimula el crecimiento de las exportaciones.
Hay que mencionar, para terminar, que ¡la teoría neoclásica es incompatible con los rendimientos crecientes!.¡Que Lucas no es un industrialista!. En fin...que nos disculpe el lector por haber truncado aquí esta nota.
Publicado en el periódico Solo Negocios, un tiempo después que se le entregara el premio nobel a Robert Lucas
Wednesday, June 13, 2007
Sunday, June 03, 2007
¿Aumenta vulnerabilidad de la economía?
Diversos economistas que antes se quejaban de las intervenciones esterilizadas del Banco Central de Reserva en el mercado cambiario, hoy nos dicen que el elevado nivel de Reservas Internacionales que tiene en su poder constituye un seguro que permitirá anular las presiones cambiarias y monetarias en casos de choques externos negativos. En efecto, las RIN ahora superan los US$ 21 mil millones y la posición de cambio se acerca a los US$ 15 mil millones.
Ciertamente, si el BCRP optara por utilizar sus reservas para enfrentar un choque externo adverso, sus efectos negativos en la economía serían notoriamente morigerados.
De aquí, sin embargo, no se deduce que los cambios en la política monetaria efectuados durante los últimos nueve meses, sean irrelevantes. A nuestro juicio, estos cambios están configurando un proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país. La actual política fiscal también participa en la configuración de este proceso, en un contexto internacional incierto no sólo para los términos de intercambio de nuestros productos minerales sino también para el volumen de exportaciones no tradicionales, por la desaceleración del crecimiento de la economía de los Estados Unidos. ¿Cuáles son esos hechos que confluyen en la formación de ese proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país?
En primer lugar, el reforzamiento de las expectativas apreciatorias de nuestra moneda alentadas por las declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Esta modificación de las expectativas ha originando un proceso sui géneris de carry trade cambiario, que es una apuesta especulativa a la baja del tipo de cambio. Un banco, digamos, extranjero, vende dólares a futuro (forwards) a un banco local. El banco extranjero apuesta a que, al vencimiento del contrato de ventas a futuro, el tipo de cambio de mercado sea menor que el tipo de cambio forward. Es decir, apuesta a que comprará dólares «baratos» para entregárselos al comprador de forwards, haciendo ganancias extraordinarias. Y, ¿cómo se cubre el banco local que compra los forwards (dólares a futuro)? Vende sus dólares con anticipación para, con los soles que obtiene, efectuar la compra de dólares en la fecha de vencimiento del contrato forward. No debe sorprendernos, entonces, que este proceso especulativo haya provocado un incremento de las compras por encima de las ventas de forwards por parte de las empresas bancarias locales (véase gráfico).
En segundo lugar, el aumento del margen de fluctuación potencial del tipo de cambio, con la decisión del directorio del BCRP de subir, por segunda vez, el límite operativo de las inversiones en el exterior de las AFP. Del nuevo límite de 15%, las AFP están utilizando sólo el 9%. El 6% restante equivale a US$ 1, 170 millones que, si es utilizado en el contexto de un shock externo adverso, provocaría un overshooting del tipo de cambio, haciendo inmanejable el proceso inflacionario que con ello se desataría en el país. Además, ello llevaría al incumplimiento de la meta de inflación, que ha sido reducida por el actual directorio del BCRP, lo que erosionaría su reputación, reforzando el proceso inflacionario desatado por el overshooting.
En tercer lugar, la apreciación cambiaria y un margen más amplio para las inversiones de las AFP en el exterior, facilita, como acabamos de ver, movimientos especulativos en la Bolsa de Valores. Los inversionistas de este mercado se deshacen de sus tenencias de papeles o acciones, para comprar dólares baratos y sacarlos del país. El resultado es una caída del precio de los papeles, un rebote cambiario y una recompra de papeles a precios más bajos. Los grandes especuladores hacen ganancias cambiarias y ganancias de capital en la bolsa.
En cuarto lugar, el efecto negativo de la creciente apreciación de la moneda local sobre las exportaciones no tradicionales, la balanza comercial y la balanza en cuenta corriente. Durante el primer trimestre de este año, según el INEI, las exportaciones reales crecieron en 1% y las importaciones en 15%. Ya desde el 2006 se registra una caída en el crecimiento de las exportaciones: de una tasa de 14.9% registrada en el 2005, se reduce al 1% en el 2006, mientras la tasa de crecimiento de las importaciones aumenta de 10.6% a 12.4%. En consecuencia, puede afirmarse que el superávit comercial que todavía se registra desde el 2006 a la fecha, se debe fundamentalmente a los términos de intercambio favorables. Esta disminución de los volúmenes de nuestro comercio, que ocurre en un contexto de desaceleración de la demanda norteamericana, está siendo acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.
En quinto lugar, las cuentas externas de nuestro país siguen siendo vulnerables a choques adversos de términos de intercambio, debido al predominio de las exportaciones tradicionales y al notable aumento de la propensión a importar (de 17.9% en el 2004, pasa a 18.8% en el 2005 y a 19.2% en el 2006). La demanda interna tendría que contraerse en magnitudes superiores a las registradas en períodos históricos de crisis parecidas, provocando reducciones mayores en la tasa de crecimiento del PBI. Considérese que el mercado interno, debido a los bajísimos sueldos y salarios, no es un factor de compensación de los efectos de una crisis externa.
En sexto y último lugar, los mayores créditos suplementarios solicitados por el ejecutivo y la flexibilización de la regla de crecimiento del gasto, agrega «más leña al fuego». Esta política fiscal procíclica es contraproducente para el objetivo de estabilización de la producción. No se incrementa el Fondo de Estabilidad Fiscal, ni menos se planifica la inversión pública en infraestructura para sostener el crecimiento de la demanda interna y, de este modo, morigerar la vulnerabilidad de la economía a choques externos. Peor aun, no se ha avanzado en una reforma tributaria que asegure, a futuro, un manejo fiscal responsable, con un incremento de la base tributaria, con menos peso de los impuestos indirectos y con menos exoneraciones o gastos tributarios que no cumplen su cometido.
Por las razones anteriores, hay que evitar que la actual oportunidad de desarrollo del país se trunque como en los años sesenta, cuando en la política dominaban los que tenían mayoría en el llamado, por ellos mismos, «primer poder del Estado».
Publicado en el Diario La República
Ciertamente, si el BCRP optara por utilizar sus reservas para enfrentar un choque externo adverso, sus efectos negativos en la economía serían notoriamente morigerados.
De aquí, sin embargo, no se deduce que los cambios en la política monetaria efectuados durante los últimos nueve meses, sean irrelevantes. A nuestro juicio, estos cambios están configurando un proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país. La actual política fiscal también participa en la configuración de este proceso, en un contexto internacional incierto no sólo para los términos de intercambio de nuestros productos minerales sino también para el volumen de exportaciones no tradicionales, por la desaceleración del crecimiento de la economía de los Estados Unidos. ¿Cuáles son esos hechos que confluyen en la formación de ese proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país?
En primer lugar, el reforzamiento de las expectativas apreciatorias de nuestra moneda alentadas por las declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Esta modificación de las expectativas ha originando un proceso sui géneris de carry trade cambiario, que es una apuesta especulativa a la baja del tipo de cambio. Un banco, digamos, extranjero, vende dólares a futuro (forwards) a un banco local. El banco extranjero apuesta a que, al vencimiento del contrato de ventas a futuro, el tipo de cambio de mercado sea menor que el tipo de cambio forward. Es decir, apuesta a que comprará dólares «baratos» para entregárselos al comprador de forwards, haciendo ganancias extraordinarias. Y, ¿cómo se cubre el banco local que compra los forwards (dólares a futuro)? Vende sus dólares con anticipación para, con los soles que obtiene, efectuar la compra de dólares en la fecha de vencimiento del contrato forward. No debe sorprendernos, entonces, que este proceso especulativo haya provocado un incremento de las compras por encima de las ventas de forwards por parte de las empresas bancarias locales (véase gráfico).
En segundo lugar, el aumento del margen de fluctuación potencial del tipo de cambio, con la decisión del directorio del BCRP de subir, por segunda vez, el límite operativo de las inversiones en el exterior de las AFP. Del nuevo límite de 15%, las AFP están utilizando sólo el 9%. El 6% restante equivale a US$ 1, 170 millones que, si es utilizado en el contexto de un shock externo adverso, provocaría un overshooting del tipo de cambio, haciendo inmanejable el proceso inflacionario que con ello se desataría en el país. Además, ello llevaría al incumplimiento de la meta de inflación, que ha sido reducida por el actual directorio del BCRP, lo que erosionaría su reputación, reforzando el proceso inflacionario desatado por el overshooting.
En tercer lugar, la apreciación cambiaria y un margen más amplio para las inversiones de las AFP en el exterior, facilita, como acabamos de ver, movimientos especulativos en la Bolsa de Valores. Los inversionistas de este mercado se deshacen de sus tenencias de papeles o acciones, para comprar dólares baratos y sacarlos del país. El resultado es una caída del precio de los papeles, un rebote cambiario y una recompra de papeles a precios más bajos. Los grandes especuladores hacen ganancias cambiarias y ganancias de capital en la bolsa.
En cuarto lugar, el efecto negativo de la creciente apreciación de la moneda local sobre las exportaciones no tradicionales, la balanza comercial y la balanza en cuenta corriente. Durante el primer trimestre de este año, según el INEI, las exportaciones reales crecieron en 1% y las importaciones en 15%. Ya desde el 2006 se registra una caída en el crecimiento de las exportaciones: de una tasa de 14.9% registrada en el 2005, se reduce al 1% en el 2006, mientras la tasa de crecimiento de las importaciones aumenta de 10.6% a 12.4%. En consecuencia, puede afirmarse que el superávit comercial que todavía se registra desde el 2006 a la fecha, se debe fundamentalmente a los términos de intercambio favorables. Esta disminución de los volúmenes de nuestro comercio, que ocurre en un contexto de desaceleración de la demanda norteamericana, está siendo acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.
En quinto lugar, las cuentas externas de nuestro país siguen siendo vulnerables a choques adversos de términos de intercambio, debido al predominio de las exportaciones tradicionales y al notable aumento de la propensión a importar (de 17.9% en el 2004, pasa a 18.8% en el 2005 y a 19.2% en el 2006). La demanda interna tendría que contraerse en magnitudes superiores a las registradas en períodos históricos de crisis parecidas, provocando reducciones mayores en la tasa de crecimiento del PBI. Considérese que el mercado interno, debido a los bajísimos sueldos y salarios, no es un factor de compensación de los efectos de una crisis externa.
En sexto y último lugar, los mayores créditos suplementarios solicitados por el ejecutivo y la flexibilización de la regla de crecimiento del gasto, agrega «más leña al fuego». Esta política fiscal procíclica es contraproducente para el objetivo de estabilización de la producción. No se incrementa el Fondo de Estabilidad Fiscal, ni menos se planifica la inversión pública en infraestructura para sostener el crecimiento de la demanda interna y, de este modo, morigerar la vulnerabilidad de la economía a choques externos. Peor aun, no se ha avanzado en una reforma tributaria que asegure, a futuro, un manejo fiscal responsable, con un incremento de la base tributaria, con menos peso de los impuestos indirectos y con menos exoneraciones o gastos tributarios que no cumplen su cometido.
Por las razones anteriores, hay que evitar que la actual oportunidad de desarrollo del país se trunque como en los años sesenta, cuando en la política dominaban los que tenían mayoría en el llamado, por ellos mismos, «primer poder del Estado».
Publicado en el Diario La República
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