Tras los resultados de la primera vuelta electoral, el 13 de mayo de 2011 el candidato Ollanta Humala presentó al país los Lineamientos Centrales de Política Económica y Social para un Gobierno de Concertación Nacional, documento que le permitió enfrentar con éxito la segunda vuelta electoral. En la elaboración de estos Lineamientos, ahora más conocido como la Hoja de Ruta, participamos un grupo de profesionales, en su gran mayoría independientes, como Carlos Herrera, Daniel Schydlowsky, Félix Jiménez, Germán Alarco, Humberto Campodónico, Jaime Delgado, Javier Iguiñiz, Kurt Burneo, Luis Alberto Arias, Luis Sierralta, Miguel Angel Martin, Oscar Dancourt, Salomón Lerner y Santiago Roca. Debo destacar el apoyo notable que recibimos de parte de Salomón Lerner y su gran capacidad de convocatoria.
La Hoja de Ruta es también una propuesta de transformación del país, al igual que la propuesta de La Gran Transformación, pero en ella se precisa que los cambios se realizarán de manera gradual y persistente, en el marco del Estado de Derecho y del respeto absoluto a la división de poderes del Estado. Para todos los que elaboramos la Hoja de Ruta era fundamental identificar un conjunto coherente de políticas orientado a cambiar el patrón de crecimiento de la economía por otro que, junto con incrementar sostenidamente el PBI, simultáneamente resolviera los problemas de la desigualdad y exclusión social. A este nuevo patrón de crecimiento se le denominó Crecimiento Económico Inclusivo.
¿Cómo configurar o construir este nuevo patrón de crecimiento?
Ciertamente no había que modificar, aunque sí mejorar, el actual esquema institucional de las políticas monetaria y fiscal. Este esquema introducido en los primeros años del gobierno de Toledo permitió salir de la prolongada recesión de los años 1998-2001. (Sobre el contenido de esta reforma institucional escribí tres artículos que fueron publicados en este diario los días 10, 17 y 24 de setiembre de 2004: http://www.felixjimenez.blogspot.com). Esta es la gran reforma que permitió la estabilidad macroeconómica y el crecimiento de la última década.
Pero crecimos sin generar empleos de calidad, con bajos niveles de ingresos y de productividad en más de 70% de la PEA ocupada, reproduciendo la desconexión de la economía con la geografía y demografía del país y principalmente con impulsos externos (altos precios de las materias primas e inversión extranjera dirigida a la explotación de nuestros recursos naturales). Crecimos descuidando los mercados internos, sin integrar económica y socialmente al país y descuidando el desarrollo de las comunidades de la sierra y de la selva.
Para que esta manera de crecer cambie «el Estado -- se dice en la Hoja de Ruta-- generará las condiciones para desarrollar mercados internos y expandir las exportaciones con mayor procesamiento y contenido tecnológico, en el marco de una economía abierta». Las principales políticas propuestas con este fin son básicamente las de infraestructura (vial, energética, etc.), desarrollo del mercado de capitales en moneda local, revolución educativa para diversificar conocimientos y expandir capacidades, y desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. La creación y expansión de los mercados internos es indispensable para el crecimiento de la inversión privada nacional y para orientar su asignación hacia la diversificación y descentralización del aparato productivo agrícola e industrial, y, por lo tanto, para la creación sostenida de puestos de trabajo de calidad y con ingresos decentes.
Del crecimiento exógeno al crecimiento endógeno
Mientras el crecimiento económico no sea liderado por los sectores de transformación productiva, mientras no se descentralice y modernice el aparato productivo del país, y mientras no se pase de la actual especialización primario exportadora a un proceso de diversificación del aparato productivo, el crecimiento económico seguirá dependiendo de impulsos externos y sus secuelas de subempleo, desigualdad y exclusión seguirán demandando políticas sociales compensatorias. Lograr este cambio es justamente el objetivo de la Hoja de Ruta, de sus políticas orientadas a la expansión de la inversión privada nacional, la diversificación productiva y la competitividad, promoviendo la generación de valor y los encadenamientos productivos, y aprovechando nuestros recursos naturales de manera social y ambientalmente sostenible.
Desde el lado de la teoría esto significa pasar de un patrón de crecimiento exógeno a otro de crecimiento endógeno sustentado en la expansión de los mercados internos. La diversificación productiva; la aglomeración espacial de las actividades manufactureras; la aparición de nuevos productos, nuevas industrias, nuevos métodos de producción y organización; y, el aumento de la productividad y la generación de ventajas competitivas, son parte de un proceso endógeno asociado a la división social del trabajo al interior de la economía, y cuya extensión y profundidad está limitada por el tamaño del mercado.
La diversificación productiva que resulta de la división del trabajo es la base de la competitividad y del desarrollo. Este planteamiento, recogido en toda su extensión por el Plan de Gobierno 2011-2016 La Gran Transformación, es contrario a aquel que propone la especialización de la economía como base de un comercio internacional ventajoso. El desarrollo de nuestro país, lo que se ha denominado Crecimiento Inclusivo, no puede basarse en la especialización en la producción minera o en otro recurso natural, sino en la diversificación de su aparato productivo. La explotación de un recurso natural no tiene por qué impedir el desarrollo de otros productos, sean agrícolas, agro-industriales o industriales.
De otro lado, en la concepción del Crecimiento Económico Inclusivo para nuestro país no pueden estar ausentes los consumidores y el medio ambiente. Por eso en la Hoja de Ruta se incorpora como principal política de energía «la despetrolización de la matriz energética, utilizando el gas natural y las energías renovables», y un conjunto de políticas regulatorias que aseguren su transparencia, la competencia, la protección del consumidor, y la protección del medio ambiente.
Lo social y la demanda en el crecimiento inclusivo
El lector atento se habrá dado cuenta que las políticas sociales no son las que definen el carácter socialmente inclusivo del crecimiento económico. Estas, como se señala en la Hoja de Ruta, tienen el propósito explícito de reducir el conflicto social, para facilitar la inversión privada y coadyuvar a mejorar la productividad. Sin embargo, debemos señalar que las políticas sociales de la Hoja de Ruta constituyen una importante innovación respecto a su concepción original de medidas compensatorias de los costos sociales originados por el ajuste neoliberal de los años noventa. Un aspecto que destaca en este sentido es su alejamiento de la ideología del Consenso de Washington al incorporar como política de estado el respeto efectivo de los derechos laborales, como la libre sindicalización y la negociación colectiva vinculada a los aumentos de la productividad, y el compromiso de utilizar el salario mínimo, junto a las transferencias sociales y el gasto público en inversiones, como instrumento de política para estimular y sostener niveles de demanda en consonancia con la política de desarrollo de mercados internos.
Finalmente, hay que mencionar que sólo cambiando el actual patrón de crecimiento primario exportador por otro de crecimiento económico inclusivo, será posible consolidar la democracia republicana y la libertad. Pero este es un tema que trataremos en otra oportunidad.
Nota:
Artículo publicado en dos partes en el Diario Gestión, el martes 17 y el miércoles 18 de enero.