En el tiempo que lleva el actual gobierno de Alan García, no hay políticas orientadas a sostener el crecimiento y menos a modificar su estilo primario exportador, pro mercado internacional, pro urbano y contrario al desarrollo del mercado interno, del sector rural y de la sierra y selva del país. Son cerca de dieciocho meses de usufructo de lo hecho en materia económica por el gobierno de Alejandro Toledo, pero también de retrocesos que pueden poner en peligro, más temprano que tarde, los 77 meses de crecimiento económico.
Los retrocesos en la política monetaria y fiscal
Durante este gobierno se han acentuado las expectativas apreciatorias de nuestra moneda. El tipo de cambio real bilateral se ha reducido en 8%. El tipo de cambio real multilateral, también muestra una tendencia decreciente, aunque menos pronunciada.
La pérdida de competitividad de la producción de transables asociada a la disminución del tipo de cambio real, fue acentuada con las dos rebajas arancelarias y la firma del TLC con los Estados Unidos. Mientras las exportaciones se desaceleraron, las importaciones empezaron a crecer notoriamente desde el año 2006. La reducción del tipo de cambio real, el acortamiento de la brecha de la producción no primaria y el crecimiento espectacular de las importaciones, conspiran contra la sostenibilidad del crecimiento y la estabilidad económica.
También se ha acentuado la vulnerabilidad financiera de la economía, en lugar de reducirse, con el aumento de la remuneración al encaje en moneda extranjera de 2.5% a 3.5% --medida contraria a la desdolarización de los depósitos y de los créditos--, y con el incremento de los pasivos internacionales de corto plazo del sistema bancario (en 256.7% en los últimos 8 meses).
Asimismo, se ha puesto en cuestión la credibilidad del Banco Central con la disminución de la meta inflacionaria a 2% y de sus límites inferior y superior a 1% y 3% respectivamente. La inflación acumulada en los últimos once meses fue de 3,46%, mientras que en los últimos doce meses (diciembre 2006-noviembre 2007) llegó a 3,49%. Este repunte inflacionario llevó a la autoridad monetaria a subir su tasa de interés de referencia de 4.5% a 5%, entre mayo y octubre del presente año.
Finalmente, este gobierno insiste en la política fiscal pro-cíclica; mantiene casi estancado el Fondo de Estabilización Fiscal sin previsión para la fase recesiva del ciclo; no tiene un plan de inversiones públicas en infraestructura económica y social, con un objetivo de «ocupación del territorio» y desarrollo de mercados internos; y, lo que es peor, se ha renunciado a una auténtica reforma tributaria optando por el «óbolo» y los impuestos anti-técnicos.
Crecimiento con tendencia al desequilibrio externo
Los retrocesos en los precios relativos clave de la economía y la ausencia de planes de inversión que eliminen los cuellos de botella de la estructura productiva, han configurado un patrón de crecimiento con una tendencia inflacionaria y al desequilibrio externo.
Desde el año 2006 la demanda interna lidera el crecimiento económico. El consumo e inversión privados han desplazado del liderazgo a la demanda externa neta: crecen a tasas superiores a la del PBI. Lo que llama la atención, sin embargo, es el aumento, en valor absoluto, de la «contribución negativa» de la demanda externa neta al crecimiento económico, que en los nueve primeros meses del año fue de -35.4%. La notable disminución de la contribución de las exportaciones, es acompañada con el crecimiento espectacular de las importaciones cuya tasa de crecimiento en lo que va del presente año equivale a 46.3% de la tasa de crecimiento del PBI (véase Cuadro 1).
Los que creen que el «efecto precio» sigue dominando en la contribución de la demanda externa al crecimiento económico, pueden ver el Cuadro 2 que contiene los componentes de la tasa de crecimiento del PBI nominal. En el año 2005 la demanda externa neta explicaba el 36.8% del crecimiento del PBI nominal. Este porcentaje bajó a 27.5% en el año 2006 y se hizo negativo (-7.4%) en el presente año. La contribución de las exportaciones es notoriamente decreciente, y el efecto negativo de las importaciones en el crecimiento aumentó este año, de manera espectacular, como era de esperarse, hasta 42.5%.
Estos datos revelan que con el actual gobierno de García, la cuenta corriente de la balanza de pagos, en términos reales, se ha hecho más deficitaria, y, en términos nominales, como puede verse en el gráfico, se ha configurado en dicha cuenta una clara tendencia hacia la disminución del superávit nominal.
No hay aprendizaje
Con el actual escenario internacional de crisis y con la economía norteamericana en recesión en los próximos dos años, las exportaciones no volverán a crecer a las tasas que se registraron durante el gobierno de Toledo. Nótese que el actual gobierno acaba de firmar el TLC con Estados Unidos --cuya economía está en declive--, cuando la participación de nuestras exportaciones a ese mercado se ha reducido prácticamente a la mitad (de 30.8% en 2005 a 18.5% en 2007).
En consecuencia, mientras la demanda interna siga liderando el crecimiento económico, las importaciones seguirán aumentando a tasas superiores al 20% anual y se intensificarán las presiones inflacionarias. Como no hay razones para esperar una franca recuperación de las exportaciones y si caen los términos de intercambio --dado el escenario internacional de recesión--, el desequilibrio externo y las presiones inflacionarias acompañarán, como antes, la gestión del actual gobierno. Con pena, constatamos que dicha gestión es la negación del principio de Arrow de «aprender haciendo» (learning by doing).
Publicado en el Diario La República
Sunday, December 30, 2007
Wednesday, November 07, 2007
Inflación, tipo de cambio y el BCR
En los últimos días hemos sido informados de dos nuevos hechos que, sin duda, repercutirán negativamente sobre el tipo de cambio: 1) el miércoles 31 de octubre la Reserva Federal (FED) redujo nuevamente su tasa de referencia en 25 puntos, de 4.75% a 4.5%; y, 2) la inflación de enero a octubre ha subido a 3.34%, cifra superior al límite máximo del rango-meta que el directorio del Banco Central (BCR), presidido por Julio Velarde, disminuyó de 3.5% a 3%.
Si, en correspondencia con el 3.34%, la inflación subyacente ahora sobrepasara el 2% (de enero a setiembre fue de 1.8%), es probable que el directorio del BCR decida aumentar la tasa de referencia en su reunión del próximo jueves. Si lo hace, acentuará la nueva presión a la baja del tipo de cambio asociada a la última disminución de la tasa de la FED, con lo cual el tipo de cambio terminará ubicándose por debajo de los 3 soles por dólar.
Decisiones contraproducentes
La caída sistemática del tipo de cambio es resultado de las decisiones contraproducentes adoptadas por el nuevo directorio del BCR. Cuando este directorio asumió sus funciones, la economía seguía creciendo, la inflación se ubicaba por debajo del 2%, el diferencial de las tasas del BCR y de la FED era negativo e igual a 75 puntos básicos, y la balanza comercial seguía con superávit aunque ya se registraban signos de desaceleración en la tasa de crecimiento de las exportaciones. El gobierno de García era y es, en estos llamados fundamentos del tipo de cambio, básicamente el usufructuario de lo hecho por el gobierno de Toledo.
En consecuencia, el origen de la caída en picada del tipo de cambio, tiene que ver, a mi juicio, en primer lugar, con la adhesión pública del presidente del directorio del BCR a una mayor flotación del tipo de cambio, es decir, con su adhesión al papel del mercado libre en la determinación de su nivel, y, en segundo lugar, con la decisión de dicho directorio de disminuir la meta de inflación a 2% y sus límites inferior y superior a 1% y 3%, respectivamente.
Cambio de expectativas
Las variaciones del tipo de cambio ya no se explican sólo con referencia a los flujos de comercio y a otras variables macroeconómicas. En la economía abierta actual, el tipo de cambio se comporta como el precio de un activo financiero cuyo mercado está dominado por las expectativas de los agentes que participan en él. Al igual que los precios de los demás activos financieros, los ajustes del tipo de cambio se producen con extrema rapidez ante cualquier nueva información que llega al mercado y que afectan, precisamente, las expectativas acerca de su valor futuro.
Lo que pasó, entonces, es que la adhesión al libre mercado cambiario, anunciada por el presidente del BCR cuando asumió el cargo y reiterada en más de una oportunidad, acentuó las expectativas apreciatorias de nuestra moneda. Estas declaraciones se hicieron cuando justamente en el año 2006 empieza a configurarse una tendencia al deterioro de la balanza comercial (se desaceleran los volúmenes de las exportaciones y se aceleran los de las importaciones), tendencia que la apreciación de la moneda local acentúa. El tipo de cambio real bilateral promedio de estos catorce meses, es menor en cerca de 4% que el correspondiente al período de gobierno de Toledo.
Diferencial de tasas y tipo de cambio
El repunte de la inflación de los últimos meses ha evidenciado la impertinencia de la disminución de la meta y del rango meta de la inflación. Para abatir este repunte inflacionario por factores de oferta, el BCR tuvo que elevar su tasa de referencia de 4.75% a 5.0%, exacerbando con ello la tendencia a la disminución del tipo de cambio. (Recuérdese que el 5 de julio pasado ya había elevado su tasa de 4.5% a 4.75%).
Así la impericia del directorio provocó un proceso circular de disminución del tipo de cambio, justo cuando se discutía la probable desaceleración de la tasa de crecimiento de la economía norteamericana y, por lo tanto, el inicio de disminuciones de la tasa de referencia de la FED. En efecto, el 18 de setiembre bajó su tasa de 5.25% a 4.75% y, el 31 de octubre a 4.5%. Con estas rebajas el diferencial de tasas del BCR y de la FED pasó de un valor negativo a un valor positivo equivalente a 50 puntos básicos, exacerbando nuevamente la presión a la baja del tipo de cambio.
A modo de conclusión
La presión a la baja del tipo de cambio continuará si, como se espera, este jueves el BCR aumenta su tasa de referencia a 5.25%. Pero, ¿tiene forzosamente que aumentar otra vez su tasa de referencia? Nuestra respuesta es negativa; pero, si lo hace, el actual directorio del BCR se hará cómplice de los que bajaron los aranceles para favorecer a los importadores, en un momento en que las exportaciones son afectadas por la drástica disminución del tipo de cambio y la desaceleración de la economía norteamericana.
Publicado en el Diario Gestión
Si, en correspondencia con el 3.34%, la inflación subyacente ahora sobrepasara el 2% (de enero a setiembre fue de 1.8%), es probable que el directorio del BCR decida aumentar la tasa de referencia en su reunión del próximo jueves. Si lo hace, acentuará la nueva presión a la baja del tipo de cambio asociada a la última disminución de la tasa de la FED, con lo cual el tipo de cambio terminará ubicándose por debajo de los 3 soles por dólar.
Decisiones contraproducentes
La caída sistemática del tipo de cambio es resultado de las decisiones contraproducentes adoptadas por el nuevo directorio del BCR. Cuando este directorio asumió sus funciones, la economía seguía creciendo, la inflación se ubicaba por debajo del 2%, el diferencial de las tasas del BCR y de la FED era negativo e igual a 75 puntos básicos, y la balanza comercial seguía con superávit aunque ya se registraban signos de desaceleración en la tasa de crecimiento de las exportaciones. El gobierno de García era y es, en estos llamados fundamentos del tipo de cambio, básicamente el usufructuario de lo hecho por el gobierno de Toledo.
En consecuencia, el origen de la caída en picada del tipo de cambio, tiene que ver, a mi juicio, en primer lugar, con la adhesión pública del presidente del directorio del BCR a una mayor flotación del tipo de cambio, es decir, con su adhesión al papel del mercado libre en la determinación de su nivel, y, en segundo lugar, con la decisión de dicho directorio de disminuir la meta de inflación a 2% y sus límites inferior y superior a 1% y 3%, respectivamente.
Cambio de expectativas
Las variaciones del tipo de cambio ya no se explican sólo con referencia a los flujos de comercio y a otras variables macroeconómicas. En la economía abierta actual, el tipo de cambio se comporta como el precio de un activo financiero cuyo mercado está dominado por las expectativas de los agentes que participan en él. Al igual que los precios de los demás activos financieros, los ajustes del tipo de cambio se producen con extrema rapidez ante cualquier nueva información que llega al mercado y que afectan, precisamente, las expectativas acerca de su valor futuro.
Lo que pasó, entonces, es que la adhesión al libre mercado cambiario, anunciada por el presidente del BCR cuando asumió el cargo y reiterada en más de una oportunidad, acentuó las expectativas apreciatorias de nuestra moneda. Estas declaraciones se hicieron cuando justamente en el año 2006 empieza a configurarse una tendencia al deterioro de la balanza comercial (se desaceleran los volúmenes de las exportaciones y se aceleran los de las importaciones), tendencia que la apreciación de la moneda local acentúa. El tipo de cambio real bilateral promedio de estos catorce meses, es menor en cerca de 4% que el correspondiente al período de gobierno de Toledo.
Diferencial de tasas y tipo de cambio
El repunte de la inflación de los últimos meses ha evidenciado la impertinencia de la disminución de la meta y del rango meta de la inflación. Para abatir este repunte inflacionario por factores de oferta, el BCR tuvo que elevar su tasa de referencia de 4.75% a 5.0%, exacerbando con ello la tendencia a la disminución del tipo de cambio. (Recuérdese que el 5 de julio pasado ya había elevado su tasa de 4.5% a 4.75%).
Así la impericia del directorio provocó un proceso circular de disminución del tipo de cambio, justo cuando se discutía la probable desaceleración de la tasa de crecimiento de la economía norteamericana y, por lo tanto, el inicio de disminuciones de la tasa de referencia de la FED. En efecto, el 18 de setiembre bajó su tasa de 5.25% a 4.75% y, el 31 de octubre a 4.5%. Con estas rebajas el diferencial de tasas del BCR y de la FED pasó de un valor negativo a un valor positivo equivalente a 50 puntos básicos, exacerbando nuevamente la presión a la baja del tipo de cambio.
A modo de conclusión
La presión a la baja del tipo de cambio continuará si, como se espera, este jueves el BCR aumenta su tasa de referencia a 5.25%. Pero, ¿tiene forzosamente que aumentar otra vez su tasa de referencia? Nuestra respuesta es negativa; pero, si lo hace, el actual directorio del BCR se hará cómplice de los que bajaron los aranceles para favorecer a los importadores, en un momento en que las exportaciones son afectadas por la drástica disminución del tipo de cambio y la desaceleración de la economía norteamericana.
Publicado en el Diario Gestión
Sunday, October 21, 2007
Rebaja arancelaria: cuento de lobbies
¿Qué razones explican la reciente rebaja arancelaria? Hay dos hipótesis que no se excluyen necesariamente. Una es que el ministro Carranza convenció al presidente, culposo por su pasado, que la medida permitiría «matar dos pájaros de un tiro»: revertiría tanto el repunte de la inflación como la notable apreciación de la moneda. La otra es que la presión de los lobbies encontró el momento propicio (caída del tipo de cambio y aumento de la inflación) para favorecerse con la rebaja arancelaria. Que el lector corrobore estas hipótesis.
Intromisión de Carranza en el BCRP
Para el ministro Carranza la rebaja es antiinflacionaria porque disminuirá el precio de los alimentos en 10%. Pero esta afirmación no tiene sentido ni justificación técnica porque, según el Banco Central (BCRP), «las alzas en las cotizaciones internacionales de combustibles e insumos para la producción de alimentos como el trigo, maíz y soya….no tendrán efectos permanentes sobre la tasa de inflación». El ministro también sostiene que ha bajado los aranceles para «evitar que tengamos un rebrote inflacionario», debido a que el actual crecimiento de la demanda interna puede generar cuellos de botella y, por lo tanto, aumentos de precios en sectores que llegan al límite de su capacidad. Esto lo dice un ministro que aplica una política fiscal pro cíclica, en pleno crecimiento de la demanda interna.
Sabemos que no es responsabilidad del MEF combatir la inflación y menos con rebajas arancelarias. Al hacerlo, el ministro Carranza esta invadiendo los fueros del BCRP. Pero, además, de intruso, es profano, porque desconoce el mecanismo de la franja de precios, es decir, desconoce que por el aumento significativo de sus precios, los productos agropecuarios como la leche, el azúcar, el maíz y el trigo deben tener aranceles cercanos a cero desde hace ya varios meses, como bien lo señala el presidente de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI). No se puede decir, entonces, que la rebaja arancelaria disminuirá los precios de los alimentos en 10%. Por lo demás, si el repunte inflacionario actual se debe a la inflación importada, esta ya se está combatiendo con la reciente caída del tipo de cambio. Sólo desde fines de setiembre a la fecha, el tipo de cambio promedio bancario se ha reducido en 4.34%.
Medida es contraria a la industria y a los campesinos
La medida es contraria a la inversión nacional, a la industria nacional y a la agricultura. Según la SNI, las partidas con protección efectiva negativa (insumos con arancel y producto final sin arancel) han aumentado de 33 a más de 100. Este es un shock de oferta negativo y creador de desempleo. Las pequeñas empresas metalmecánicas pagarán un arancel por los insumos que utilizan, pero enfrentarán la competencia de productos finales importados con un arancel cero. Asimismo, la rebaja del arancel a las importaciones de cemento de 12 a 0%, afectará a los productores e inversionistas nacionales y beneficiará a la transnacional CEMEX que supuestamente ya estaba penetrando el mercado nacional con precios dumping, según la asociación de sus productores. Afecta igualmente a la industria de confecciones que es intensiva en mano de obra y a los campesinos productores de alimentos. Por ejemplo, se beneficia a la empresa Gloria que es principal importador de leche en polvo y lacto suero.
La medida es, asimismo, antinacional. Según la SNI, se rebaja a cero el arancel a las importaciones de bolas de acero forjadas para moler minerales, insumo que produce una empresa arequipeña, mientras se protege con un arancel de 9% a las importaciones de acero fundidas, que es un insumo producido aquí por una empresa de capitales chilenos. De otro lado, no es difícil comprender que los otros beneficiados serán las tiendas comerciales SAGA Falabella y Ripley, que expenden básicamente productos de consumo importados.
En suma, se ha beneficiado a los importadores, a las mineras y a otras empresas de capital extranjero, que dejarán de pagar al Estado US$ 236 millones que es el monto estimado de su impacto fiscal. El lector recordará que la rebaja arancelaria de diciembre de 2006 tuvo un impacto fiscal de US$ 259 millones. Así, en menos de un año el gobierno ha «privatizado» la tributación de US$ 495 millones.
Medida conspira contra el superávit comercial
Puede, también, afirmarse que la rebaja arancelaria, al haber aumentado la propensión a importar, incrementará la demanda de dólares y, por lo tanto, ayudará a elevar el tipo de cambio. Sin embargo, este argumento deja de lado factores que, en la economía abierta actual, tienen más importancia para explicar las fluctuaciones cambiarias. Recuérdese que la rebaja arancelaria de diciembre de 2006 no hizo subir el tipo de cambio; por el contrario, bajó de un promedio de 3.20 en dicho mes a 3.168 en mayo de este año y ahora se encuentra en 3 soles por dólar.
Lo que quiere el ministro es aumentar el grado de apertura de la economía. «Estamos por debajo del 50 por ciento. Un país pequeño, con un mercado relativamente pequeño –nos dice--, no puede darse el lujo de permanecer en una situación de semi autarquía». Es claro, entonces, que el ministro ha elegido aumentar el grado de apertura entregando el mercado interno a los importadores, en un momento en el que, junto a la caída del tipo de cambio, se está configurando una tendencia al desequilibrio externo. Las exportaciones crecieron en 15.2% en el 2005, en 0.5% en el 2006 y en cerca de 3% en lo que va del presente año; mientras las importaciones crecieron en 10.9% en el 2005, en 12.3% en el 2006 y en cerca de 17% en lo que va del año. Igual tendencia se observa cuando se estiman las tasas de crecimiento de las exportaciones e importaciones nominales.
En resumen, la rebaja arancelaria es más bien el resultado de la acción de distintos lobbies que han aprovechado su oportunidad, camuflándose detrás del cuento del lobo.
Publicado en el diario La República
Intromisión de Carranza en el BCRP
Para el ministro Carranza la rebaja es antiinflacionaria porque disminuirá el precio de los alimentos en 10%. Pero esta afirmación no tiene sentido ni justificación técnica porque, según el Banco Central (BCRP), «las alzas en las cotizaciones internacionales de combustibles e insumos para la producción de alimentos como el trigo, maíz y soya….no tendrán efectos permanentes sobre la tasa de inflación». El ministro también sostiene que ha bajado los aranceles para «evitar que tengamos un rebrote inflacionario», debido a que el actual crecimiento de la demanda interna puede generar cuellos de botella y, por lo tanto, aumentos de precios en sectores que llegan al límite de su capacidad. Esto lo dice un ministro que aplica una política fiscal pro cíclica, en pleno crecimiento de la demanda interna.
Sabemos que no es responsabilidad del MEF combatir la inflación y menos con rebajas arancelarias. Al hacerlo, el ministro Carranza esta invadiendo los fueros del BCRP. Pero, además, de intruso, es profano, porque desconoce el mecanismo de la franja de precios, es decir, desconoce que por el aumento significativo de sus precios, los productos agropecuarios como la leche, el azúcar, el maíz y el trigo deben tener aranceles cercanos a cero desde hace ya varios meses, como bien lo señala el presidente de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI). No se puede decir, entonces, que la rebaja arancelaria disminuirá los precios de los alimentos en 10%. Por lo demás, si el repunte inflacionario actual se debe a la inflación importada, esta ya se está combatiendo con la reciente caída del tipo de cambio. Sólo desde fines de setiembre a la fecha, el tipo de cambio promedio bancario se ha reducido en 4.34%.
Medida es contraria a la industria y a los campesinos
La medida es contraria a la inversión nacional, a la industria nacional y a la agricultura. Según la SNI, las partidas con protección efectiva negativa (insumos con arancel y producto final sin arancel) han aumentado de 33 a más de 100. Este es un shock de oferta negativo y creador de desempleo. Las pequeñas empresas metalmecánicas pagarán un arancel por los insumos que utilizan, pero enfrentarán la competencia de productos finales importados con un arancel cero. Asimismo, la rebaja del arancel a las importaciones de cemento de 12 a 0%, afectará a los productores e inversionistas nacionales y beneficiará a la transnacional CEMEX que supuestamente ya estaba penetrando el mercado nacional con precios dumping, según la asociación de sus productores. Afecta igualmente a la industria de confecciones que es intensiva en mano de obra y a los campesinos productores de alimentos. Por ejemplo, se beneficia a la empresa Gloria que es principal importador de leche en polvo y lacto suero.
La medida es, asimismo, antinacional. Según la SNI, se rebaja a cero el arancel a las importaciones de bolas de acero forjadas para moler minerales, insumo que produce una empresa arequipeña, mientras se protege con un arancel de 9% a las importaciones de acero fundidas, que es un insumo producido aquí por una empresa de capitales chilenos. De otro lado, no es difícil comprender que los otros beneficiados serán las tiendas comerciales SAGA Falabella y Ripley, que expenden básicamente productos de consumo importados.
En suma, se ha beneficiado a los importadores, a las mineras y a otras empresas de capital extranjero, que dejarán de pagar al Estado US$ 236 millones que es el monto estimado de su impacto fiscal. El lector recordará que la rebaja arancelaria de diciembre de 2006 tuvo un impacto fiscal de US$ 259 millones. Así, en menos de un año el gobierno ha «privatizado» la tributación de US$ 495 millones.
Medida conspira contra el superávit comercial
Puede, también, afirmarse que la rebaja arancelaria, al haber aumentado la propensión a importar, incrementará la demanda de dólares y, por lo tanto, ayudará a elevar el tipo de cambio. Sin embargo, este argumento deja de lado factores que, en la economía abierta actual, tienen más importancia para explicar las fluctuaciones cambiarias. Recuérdese que la rebaja arancelaria de diciembre de 2006 no hizo subir el tipo de cambio; por el contrario, bajó de un promedio de 3.20 en dicho mes a 3.168 en mayo de este año y ahora se encuentra en 3 soles por dólar.
Lo que quiere el ministro es aumentar el grado de apertura de la economía. «Estamos por debajo del 50 por ciento. Un país pequeño, con un mercado relativamente pequeño –nos dice--, no puede darse el lujo de permanecer en una situación de semi autarquía». Es claro, entonces, que el ministro ha elegido aumentar el grado de apertura entregando el mercado interno a los importadores, en un momento en el que, junto a la caída del tipo de cambio, se está configurando una tendencia al desequilibrio externo. Las exportaciones crecieron en 15.2% en el 2005, en 0.5% en el 2006 y en cerca de 3% en lo que va del presente año; mientras las importaciones crecieron en 10.9% en el 2005, en 12.3% en el 2006 y en cerca de 17% en lo que va del año. Igual tendencia se observa cuando se estiman las tasas de crecimiento de las exportaciones e importaciones nominales.
En resumen, la rebaja arancelaria es más bien el resultado de la acción de distintos lobbies que han aprovechado su oportunidad, camuflándose detrás del cuento del lobo.
Publicado en el diario La República
Sunday, September 23, 2007
Orientar la inversión para construir Nación
Un amigo que había leído mi artículo anterior sobre este mismo tema, me preguntó: ¿Cómo se orientan las inversiones? ¿Estás proponiendo utilizar aquellas medidas «primitivas» del pasado, exoneraciones tributarias y subsidios, que ya fracasaron porque afectaron terriblemente la caja fiscal? ¡No!, le respondí. Convendrás conmigo –le dije-- que muchos de los que gobernaron nuestro país cuando «favorecieron» a la inversión privada, emplearon un lenguaje oblicuo, porque no les importó su orientación ni las condiciones en la que se llevaba a cabo. Y, lo que es peor, siempre miraron hacia afuera cuando declamaron sobre producción y crecimiento económico. No es casual que el llamado modelo exportador tiene, en nuestro país, la antigüedad de sus oligarquías. Para estas, exigirle «condiciones de desempeño» a la inversión extranjera –como la que acaba de hacerle el pueblo piurano a la Minera Majaz-, era considerado una «conspiración» contra el crecimiento y desarrollo. Hay que leer Redoble por Rancas, de Manuel Scorza, para no olvidar a La Oroya convertida en un páramo.
Los gobernantes deben saber que la inversión privada nacional tiene limitaciones de financiamiento y de mercado, que la inversión extranjera no los tiene. Esta última, dirigida fundamentalmente a la producción de «commodities» (minería, petróleo y gas) o de servicios de alta tecnología (telefonía y electricidad), tiene financiamiento y mercados asegurados. No pasa lo mismo con la inversión privada nacional. ¿Por qué las medianas, pequeñas y micro empresas no crecen y aumentan su productividad sostenidamente? ¿Por qué estas empresas también anhelan exportar y ganar, sin hacer cambios técnicos o innovaciones en sus procesos de producción y sin mejorar las remuneraciones de sus asalariados? ¿Por qué cerca del 30% de los trabajadores de las pequeñas empresas y más del 50% de los trabajadores de las micro empresas, perciben salarios menores que el mínimo?
Limitación de Financiamiento
¿Qué hechos –me preguntó mi amigo-- impiden que se produzcan en nuestro país mejoras sostenidas en la productividad? Respondí: los mismos que obstaculizan la inversión privada nacional. No hay financiamiento ni mercados internos en expansión para ejecutar proyectos productivos de mediano y largo plazo. La gran mayoría de empresas (medianas, pequeñas y micros), no pueden innovar sus procesos de producción para hacerse más productivas. No hay proyecto de inversión cuya rentabilidad supere las tasas de 30% o 45% promedio de los créditos que obtienen en el mercado, con una inflación que no supera el 3% anual. Si la «revolución del crédito» que proponía Belaúnde para derrotar a la oligarquía financiera no hubiera fracasado, otra sería la situación. El «ruido político» de la coalición APRA-UNO de esos años, constituido de motu proprio en «primer poder del estado», nos hizo perder la oportunidad de desarrollarnos. Hay que expandir el mercado de capitales, adecuando su marco regulatorio, para que las medianas y pequeñas empresas puedan financiar proyectos de mediano y largo plazo emitiendo bonos con garantías soberanas o de instituciones financieras internacionales. Imagínate –-le dije-- la «revolución capitalista» que ocurriría en el país si las diez o veinte empresas, con los mejores antecedentes crediticios, se asociaran para emitir un bono garantizado de sólo cinco años de plazo, para empezar, a tasas equivalentes a la cuarta parte de la tasa promedio que hoy pagan.
Limitación de mercado
Por otro lado, la limitación de mercado ha generado una propensión a mirar y admirar todo lo que está «fuera de nosotros mismos». Fracasó también la «Colonización Vial» de la que nos hablaba en los años sesenta el presidente Belaúnde, por las mismas razones que fracasó su «Revolución del Crédito». Para crear y expandir los mercados internos, poniendo en valor tierras aun no explotadas de la sierra y de la selva del país, hay que ocupar el territorio con infraestructura económica y social (buenas carreteras, telecomunicaciones, electrificación, aeropuertos, módulos de escuelas y colegios, hospitales, canales de riego, etc.); pero en serio, no la infraestructura de «sierra exportadora» ni los caminos rurales que financian las conocidas instituciones multilaterales. Sólo así los empresarios nacionales arriesgarán sus capitales para producir, abasteciendo tanto el mercado interno como el mercado externo. Con mercados en expansión ya no será imposible que las empresas introduzcan cambios técnicos en sus procesos de producción para producir más y mejor, es decir, para aumentar su productividad y, por ende, su competitividad. Es, además, la manera de integrar la economía con la geografía y demografía del país, de construir una verdadera Nación.
Carrera hacia el fondo
La ideología neoliberal –le dije a mi paciente amigo-- ha resucitado el viejo fenómeno de fines del siglo XIX conocido como la «carrera hacia el fondo» (Race to the Bottom). Es la competencia entre países para atraer inversiones que dio lugar al desmantelamiento de los estándares regulatorios. El mismo fenómeno ocurrió en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, cuando sus estados compitieron entre sí para atraer empresas y capitales a sus localidades. El resultado de este tipo de competencia fue la reducción generalizada de impuestos y el abaratamiento generalizado de la mano de obra, que hicieron más desigual la distribución del ingreso y aumentaron el porcentaje de población en situación de pobreza.
Esta es la receta de nuestros neoliberales criollos. Para estos, la competitividad en los mercados internacionales se conserva o se gana con salarios bajos y, si acaso, manteniendo a la abrumadora mayoría de los trabajadores con salarios por debajo del mínimo. Esta es la base del modelo exportador que preconizan. Poco se habla de los modos de mejorar la productividad que es la manera genuina de ganar competitividad en los mercados internacionales. La razón, imagino, es que hablar sobre este tema necesariamente nos conduce a mirar hacia adentro para mirar mejor hacia afuera.
El Perú como commodity
Para terminar –dije--, la creación de mercados internos y el desarrollo del mercado de capitales, adecuándolos al objetivo de construir Nación, son tareas que deben ser parte de la lucha política, en esta primera década del siglo XXI, para enfrentar a la derecha y al entreguismo de nuestro país. Para enfrentar a los que hoy reencarnan a José Rufino Echenique (1851-1855), el de la consignación del guano, con su peculiar lotización del mercado internacional; a Mariano Ignacio Prado (1876-1879), el de la inefable ley de bases de la minería; a Eduardo López de Romaña (1899-1903), el del primer Código de Minería; a Manuel Apolinario Odría (1948-1956), el del segundo Código de Minería y de la primera depreciación acelerada de activos; y, a Alberto Fujimori Fujimori (1990-2000), el de los contratos de estabilidad jurídica y tributaria, y restaurador de la depreciación acelerada de activos. Esta es, pues, también la manera de enfrentar en estos años, al gobierno del aprismo alanista, el del «óbolo» minero, que, al igual que los anteriores, representa, como dice ese ilustrado periodista César Hildebrant, «la economía primaria del saqueo colonial, la subasta invertida del Perú como commodity».
Publicado en El Diario de La República
Los gobernantes deben saber que la inversión privada nacional tiene limitaciones de financiamiento y de mercado, que la inversión extranjera no los tiene. Esta última, dirigida fundamentalmente a la producción de «commodities» (minería, petróleo y gas) o de servicios de alta tecnología (telefonía y electricidad), tiene financiamiento y mercados asegurados. No pasa lo mismo con la inversión privada nacional. ¿Por qué las medianas, pequeñas y micro empresas no crecen y aumentan su productividad sostenidamente? ¿Por qué estas empresas también anhelan exportar y ganar, sin hacer cambios técnicos o innovaciones en sus procesos de producción y sin mejorar las remuneraciones de sus asalariados? ¿Por qué cerca del 30% de los trabajadores de las pequeñas empresas y más del 50% de los trabajadores de las micro empresas, perciben salarios menores que el mínimo?
Limitación de Financiamiento
¿Qué hechos –me preguntó mi amigo-- impiden que se produzcan en nuestro país mejoras sostenidas en la productividad? Respondí: los mismos que obstaculizan la inversión privada nacional. No hay financiamiento ni mercados internos en expansión para ejecutar proyectos productivos de mediano y largo plazo. La gran mayoría de empresas (medianas, pequeñas y micros), no pueden innovar sus procesos de producción para hacerse más productivas. No hay proyecto de inversión cuya rentabilidad supere las tasas de 30% o 45% promedio de los créditos que obtienen en el mercado, con una inflación que no supera el 3% anual. Si la «revolución del crédito» que proponía Belaúnde para derrotar a la oligarquía financiera no hubiera fracasado, otra sería la situación. El «ruido político» de la coalición APRA-UNO de esos años, constituido de motu proprio en «primer poder del estado», nos hizo perder la oportunidad de desarrollarnos. Hay que expandir el mercado de capitales, adecuando su marco regulatorio, para que las medianas y pequeñas empresas puedan financiar proyectos de mediano y largo plazo emitiendo bonos con garantías soberanas o de instituciones financieras internacionales. Imagínate –-le dije-- la «revolución capitalista» que ocurriría en el país si las diez o veinte empresas, con los mejores antecedentes crediticios, se asociaran para emitir un bono garantizado de sólo cinco años de plazo, para empezar, a tasas equivalentes a la cuarta parte de la tasa promedio que hoy pagan.
Limitación de mercado
Por otro lado, la limitación de mercado ha generado una propensión a mirar y admirar todo lo que está «fuera de nosotros mismos». Fracasó también la «Colonización Vial» de la que nos hablaba en los años sesenta el presidente Belaúnde, por las mismas razones que fracasó su «Revolución del Crédito». Para crear y expandir los mercados internos, poniendo en valor tierras aun no explotadas de la sierra y de la selva del país, hay que ocupar el territorio con infraestructura económica y social (buenas carreteras, telecomunicaciones, electrificación, aeropuertos, módulos de escuelas y colegios, hospitales, canales de riego, etc.); pero en serio, no la infraestructura de «sierra exportadora» ni los caminos rurales que financian las conocidas instituciones multilaterales. Sólo así los empresarios nacionales arriesgarán sus capitales para producir, abasteciendo tanto el mercado interno como el mercado externo. Con mercados en expansión ya no será imposible que las empresas introduzcan cambios técnicos en sus procesos de producción para producir más y mejor, es decir, para aumentar su productividad y, por ende, su competitividad. Es, además, la manera de integrar la economía con la geografía y demografía del país, de construir una verdadera Nación.
Carrera hacia el fondo
La ideología neoliberal –le dije a mi paciente amigo-- ha resucitado el viejo fenómeno de fines del siglo XIX conocido como la «carrera hacia el fondo» (Race to the Bottom). Es la competencia entre países para atraer inversiones que dio lugar al desmantelamiento de los estándares regulatorios. El mismo fenómeno ocurrió en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, cuando sus estados compitieron entre sí para atraer empresas y capitales a sus localidades. El resultado de este tipo de competencia fue la reducción generalizada de impuestos y el abaratamiento generalizado de la mano de obra, que hicieron más desigual la distribución del ingreso y aumentaron el porcentaje de población en situación de pobreza.
Esta es la receta de nuestros neoliberales criollos. Para estos, la competitividad en los mercados internacionales se conserva o se gana con salarios bajos y, si acaso, manteniendo a la abrumadora mayoría de los trabajadores con salarios por debajo del mínimo. Esta es la base del modelo exportador que preconizan. Poco se habla de los modos de mejorar la productividad que es la manera genuina de ganar competitividad en los mercados internacionales. La razón, imagino, es que hablar sobre este tema necesariamente nos conduce a mirar hacia adentro para mirar mejor hacia afuera.
El Perú como commodity
Para terminar –dije--, la creación de mercados internos y el desarrollo del mercado de capitales, adecuándolos al objetivo de construir Nación, son tareas que deben ser parte de la lucha política, en esta primera década del siglo XXI, para enfrentar a la derecha y al entreguismo de nuestro país. Para enfrentar a los que hoy reencarnan a José Rufino Echenique (1851-1855), el de la consignación del guano, con su peculiar lotización del mercado internacional; a Mariano Ignacio Prado (1876-1879), el de la inefable ley de bases de la minería; a Eduardo López de Romaña (1899-1903), el del primer Código de Minería; a Manuel Apolinario Odría (1948-1956), el del segundo Código de Minería y de la primera depreciación acelerada de activos; y, a Alberto Fujimori Fujimori (1990-2000), el de los contratos de estabilidad jurídica y tributaria, y restaurador de la depreciación acelerada de activos. Esta es, pues, también la manera de enfrentar en estos años, al gobierno del aprismo alanista, el del «óbolo» minero, que, al igual que los anteriores, representa, como dice ese ilustrado periodista César Hildebrant, «la economía primaria del saqueo colonial, la subasta invertida del Perú como commodity».
Publicado en El Diario de La República
Thursday, September 06, 2007
¿Aceleración u orientación sectorial y geográfica de la Inversión?
«La Reina la apoyó contra el tronco de un árbol y le dijo amablemente:
--Ahora puedes descansar un poco.
Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa.
--Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
--¡Pues claro que sí! --convino la Reina--. Y ¿cómo si no?
--Bueno, lo que es en mi país --aclaró Alicia, jadeando aún bastante-- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
--¡Un país bastante lento! --replicó la Reina--. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio».
A través del Espejo
Lewis Carroll
Hace unos días el Presidente García pidió a los empresarios adelantar sus inversiones. «Si iban a invertir en febrero (próximo) pueden hacerlo… a partir de octubre y noviembre…porque si adelantan las inversiones –dijo--, el Perú crecerá más de lo que hubiera crecido sin el sismo». ¿Sabe el presidente lo que dice? ¿Es suficiente el crecimiento de las inversiones para remontar los obstáculos al crecimiento y desarrollo equitativo del país?
--Ahora puedes descansar un poco.
Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa.
--Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
--¡Pues claro que sí! --convino la Reina--. Y ¿cómo si no?
--Bueno, lo que es en mi país --aclaró Alicia, jadeando aún bastante-- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
--¡Un país bastante lento! --replicó la Reina--. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio».
A través del Espejo
Lewis Carroll
Hace unos días el Presidente García pidió a los empresarios adelantar sus inversiones. «Si iban a invertir en febrero (próximo) pueden hacerlo… a partir de octubre y noviembre…porque si adelantan las inversiones –dijo--, el Perú crecerá más de lo que hubiera crecido sin el sismo». ¿Sabe el presidente lo que dice? ¿Es suficiente el crecimiento de las inversiones para remontar los obstáculos al crecimiento y desarrollo equitativo del país?
La historia económica de los países de nuestra región revela que tasas altas de crecimiento de las inversiones no han generado necesariamente desarrollo ni han dado lugar a una sistemática reducción del subempleo y la pobreza. En 18 de los últimos 56 años, la inversión, en nuestro país, creció a tasas superiores al 13.0% anual hasta un máximo de 36.8%. Por ejemplo, las tasas en los años 1980 y 1981 fueron de 30.9% y 19.9%, respectivamente; en los años 1986 y 1987 del primer gobierno de García, la inversión creció a tasas de 21,7% y 17%; en los años 1994 y 1995 del fujimorato, se alcanzaron tasas de 33.7% y 21.9%; y, en el año 2006 la tasa fue de 19.0%. La tasa de crecimiento de la inversión que se logre este año, aún acelerándola como quiere el Presidente, puede ser mayor, pero no habrá cambiado por eso el estilo de crecimiento que mantiene a la mayoría de la población por debajo del nivel de subsistencia.
Desde Prebisch sabemos que no es sólo la tasa de crecimiento de la inversión, ni su aceleración, la que asegura el crecimiento y la superación del subdesarrollo de países como el nuestro. Ni tampoco es, como se demostró en el primer gobierno de García, la mayor utilización de la capacidad productiva, la que asegura el crecimiento con estabilidad y con una distribución del ingreso más equitativa. Lo que importa es la orientación de la inversión, es decir, hacía que actividades productivas se dirige la inversión. Y esta orientación debe reflejarse en su composición. En las últimas dos décadas, a diferencia de lo que ocurrió en las décadas de los años 50 a 70, la inversión en construcción es la que domina en el total, es decir, ha disminuido el peso relativo de la inversión en maquinaria y equipamiento.
En otras palabras, si los recursos de inversión se orientan a la producción de materias primas, a la explotación de recursos naturales y a la industria de la construcción, y no al desarrollo y expansión de actividades que generen valor agregado, seguiremos consolidando un crecimiento volátil con un comercio exterior especializado en la producción primaria y en actividades con escaso grado de modernización y con salarios relativamente bajos.
El actual gobierno no tiene un plan de desarrollo del país, sectorial y geográficamente balanceado, y socialmente equitativo. No hay visión de desarrollo, no tiene siquiera grandes lineamientos orientadores para la asignación de recursos privados y públicos. La improvisación está dominando a los deseos anunciados el 28 de julio de poner en ejecución el Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN). Hay que recordar que el «aceleracionismo y la improvisación» nos han mantenido en el mismo sitio o nos han llevado sólo a alguna parte, como en el país de la Reina o de Alicia en el cuento de Lewis Carroll, A Través del Espejo.
Por último, la propuesta «aceleracionista» de Alan García fue acompañada, con candorosa transparencia, de su desconocimiento acerca de la importancia y contenido de la reforma del Estado. Al pedirles a los empresarios que digan cuáles son los obstáculos en los reglamentos o leyes que deben levantarse para acelerar la inversión, el Presidente García reveló que su gobierno no tiene ni metas ni proyectos claros de una reforma del Estado para contribuir al desarrollo del país. Otros dirían que en realidad lo que Presidente anunció, fue la formalización de la privatización de las funciones del Estado, para destrabar la inversión privada.
Publicado en el diario La República
Wednesday, August 01, 2007
Balance del Primer año del Gobierno de Alan García: Crecimiento y Política Económica
“The idea of a self-adjusting market implied a stark utopia”
Kart Polanyi
“I don’t understand why the most important deity is the increase of gross domestic product. It is not about GDP. It is about the quality of life, and that is something else”
Vaclav Havel
Las cifras de pobreza publicadas recientemente revelan, con absoluta claridad, que el crecimiento económico está exacerbando la desconexión de la economía urbana con la población rural, de la economía de la costa con la población de la sierra y de la selva. No hay reducción significativa de la pobreza en las zonas rurales ni en las regiones de la sierra y la selva (véase Cuadro 1).
Kart Polanyi
“I don’t understand why the most important deity is the increase of gross domestic product. It is not about GDP. It is about the quality of life, and that is something else”
Vaclav Havel
Las cifras de pobreza publicadas recientemente revelan, con absoluta claridad, que el crecimiento económico está exacerbando la desconexión de la economía urbana con la población rural, de la economía de la costa con la población de la sierra y de la selva. No hay reducción significativa de la pobreza en las zonas rurales ni en las regiones de la sierra y la selva (véase Cuadro 1).
En el año que lleva el actual gobierno no se han producido cambios en este modo de crecer. La comparación de las tasas de variación del empleo por ciudades y en empresas de 10 y más trabajadores, del período Enero-Mayo 2006/2007 con las registradas en el período de Junio 2005 a Junio 2006, muestra que la tendencia y composición de su crecimiento se mantienen. El incremento del empleo sigue respondiendo fundamentalmente al dinamismo de las actividades extractivas, como la agricultura y la minería, y de la agroindustria orientada a la exportación (véase Cuadro 2).
En consecuencia, el modo de crecer sigue siendo primario exportador, pro mercado internacional, pro urbano y contrario al desarrollo del mercado interno, del sector rural y de la sierra y selva del país. El gobierno de Alan García no está enfrentando los grandes problemas del país. El primero, la pobreza y, consecuentemente, la insuficiencia de empleos e ingresos «decentes», es decir, las condiciones precarias de vida en la que vive la inmensa mayoría de la población. El segundo, el estilo de crecimiento y las restricciones que enfrenta para autosostenerse o ser viable a largo plazo. Y, el tercero, la desarticulación sectorial y la creación de mercados internos, mediante el uso autónomo de las políticas económicas.
Inversión, crecimiento y desequilibrio externo
Desde el año 2006 el crecimiento del PBI (8%) se explica fundamentalmente por el crecimiento de la demanda interna y, el de esta última, por la inversión privada. Más precisamente, la inversión privada y el consumo privado explican el 57.5% y el 55.0% del crecimiento del PBI, respectivamente; y, por primera vez después de cerca de diez años de crecimiento exportador, la demanda externa neta registra una «contribución» negativa de -27.2%, es decir, en lugar de aportar, reduce el crecimiento del PBI en esa magnitud. La contribución de las exportaciones fue de apenas 0.9%; esto contrasta notablemente con la cifra de 46.9% que corresponde a su aporte al crecimiento del PBI del año 2005.
En consecuencia, el modo de crecer sigue siendo primario exportador, pro mercado internacional, pro urbano y contrario al desarrollo del mercado interno, del sector rural y de la sierra y selva del país. El gobierno de Alan García no está enfrentando los grandes problemas del país. El primero, la pobreza y, consecuentemente, la insuficiencia de empleos e ingresos «decentes», es decir, las condiciones precarias de vida en la que vive la inmensa mayoría de la población. El segundo, el estilo de crecimiento y las restricciones que enfrenta para autosostenerse o ser viable a largo plazo. Y, el tercero, la desarticulación sectorial y la creación de mercados internos, mediante el uso autónomo de las políticas económicas.
Inversión, crecimiento y desequilibrio externo
Desde el año 2006 el crecimiento del PBI (8%) se explica fundamentalmente por el crecimiento de la demanda interna y, el de esta última, por la inversión privada. Más precisamente, la inversión privada y el consumo privado explican el 57.5% y el 55.0% del crecimiento del PBI, respectivamente; y, por primera vez después de cerca de diez años de crecimiento exportador, la demanda externa neta registra una «contribución» negativa de -27.2%, es decir, en lugar de aportar, reduce el crecimiento del PBI en esa magnitud. La contribución de las exportaciones fue de apenas 0.9%; esto contrasta notablemente con la cifra de 46.9% que corresponde a su aporte al crecimiento del PBI del año 2005.
El mismo patrón de crecimiento descrito se repite en el primer trimestre del año 2007. El consumo privado y la inversión privada explican el 69.6% y el 65.1% del crecimiento del producto, respectivamente. Lo que destaca, sin embargo, es el aumento, en valor absoluto, de la «contribución negativa» de la demanda externa neta, que ahora es de -36.4%. La contribución de las exportaciones es de sólo 2.7% (véase Cuadro 3).
Este comportamiento no cambia cuando se analiza la contribución al crecimiento del PBI nominal de los componentes de la demanda interna y externa. En el año 2005 la demanda externa neta explica el 31.9% del crecimiento del PBI nominal. Este porcentaje baja a 25.0% en el año 2006 y a sólo 2.7% en el primer trimestre del año 2007. Asimismo, la tendencia de la contribución de las exportaciones es notoriamente decreciente: 58.7% en el 2005; 46.1% en el 2006; y, 32.8% en el primer trimestre del año 2007 (véase Cuadro 4). Estos datos revelan que durante todo el primer año del gobierno de Alan García la cuenta corriente de la balanza de pagos, en términos reales, se ha hecho más deficitaria. De otro lado, la tendencia a una clara disminución del superávit nominal de la balanza comercial de bienes y servicios, ya ha generado un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos del primer trimestre de este año, equivalente a -0.3% del PBI (véase Tabla 99 de la Nota semanal No 28 del 20 de julio).
¿Será transitoria la desaceleración del crecimiento de las exportaciones? ¿Surgirán nuevos proyectos en la minería tradicional o en otras actividades que impulsarán el crecimiento de las exportaciones a tasas que superen el aumento del producto por lo menos en los próximos cinco años y no en los próximos diez, como lo fue en el pasado reciente? No se puede responder a estas preguntas en forma taxativa. Sin embargo, si se toma en cuenta, por un lado, el escenario internacional y la apuesta que hizo este gobierno por la firma del TLC con Estados Unidos --una economía cuyo crecimiento de largo plazo es incierto-- y, por otro lado, el crecimiento de las importaciones a tasas que casi duplican el aumento del PBI, podríamos afirmar que, si las exportaciones no se recuperan de manera significativa o caen los términos de intercambio, el desequilibrio externo acompañará la gestión del gobierno actual.
Este comportamiento no cambia cuando se analiza la contribución al crecimiento del PBI nominal de los componentes de la demanda interna y externa. En el año 2005 la demanda externa neta explica el 31.9% del crecimiento del PBI nominal. Este porcentaje baja a 25.0% en el año 2006 y a sólo 2.7% en el primer trimestre del año 2007. Asimismo, la tendencia de la contribución de las exportaciones es notoriamente decreciente: 58.7% en el 2005; 46.1% en el 2006; y, 32.8% en el primer trimestre del año 2007 (véase Cuadro 4). Estos datos revelan que durante todo el primer año del gobierno de Alan García la cuenta corriente de la balanza de pagos, en términos reales, se ha hecho más deficitaria. De otro lado, la tendencia a una clara disminución del superávit nominal de la balanza comercial de bienes y servicios, ya ha generado un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos del primer trimestre de este año, equivalente a -0.3% del PBI (véase Tabla 99 de la Nota semanal No 28 del 20 de julio).
¿Será transitoria la desaceleración del crecimiento de las exportaciones? ¿Surgirán nuevos proyectos en la minería tradicional o en otras actividades que impulsarán el crecimiento de las exportaciones a tasas que superen el aumento del producto por lo menos en los próximos cinco años y no en los próximos diez, como lo fue en el pasado reciente? No se puede responder a estas preguntas en forma taxativa. Sin embargo, si se toma en cuenta, por un lado, el escenario internacional y la apuesta que hizo este gobierno por la firma del TLC con Estados Unidos --una economía cuyo crecimiento de largo plazo es incierto-- y, por otro lado, el crecimiento de las importaciones a tasas que casi duplican el aumento del PBI, podríamos afirmar que, si las exportaciones no se recuperan de manera significativa o caen los términos de intercambio, el desequilibrio externo acompañará la gestión del gobierno actual.
Podrá decirse que, ante el debilitamiento de la demanda externa, la demanda interna sostendrá el crecimiento del PBI impulsada fundamentalmente por la inversión privada. Esta última, como se sabe, está creciendo, desde el año 2006 y en lo que va del año, a tasas cercanas al 20%. Hay que recordar que también al inicio del primer gobierno de Alan García, en los años 1986 y 1987, la inversión privada creció a tasas altas, mucho más altas que las que se registran actualmente: 38.8% y 26.7%, respectivamente. Lo que ocurrió después ya lo sabemos.
Es absolutamente claro que existe una correlación positiva entre las tasas de crecimiento de la inversión y del PBI (véase Gráfico). Pero, en realidad no es esta correlación, ni la magnitud de la tasa de crecimiento de la inversión, ni su tamaño relativo respecto al PBI, las que importan para discernir sobre la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Lo que importa es la actividad o actividades económicas a las que se dirige esta inversión.
En efecto, durante los años de desarrollo industrial, es decir, de la construcción de capacidad productiva industrial, la inversión en Maquinaria y Equipo crece sistemáticamente. En el año 1954 representaba el 32.3% de la inversión bruta fija total y alcanza su máximo de 55.0% en el año 1974. Por lo tanto, durante todo este período, la participación de la inversión en construcción, decrece. En los años de crisis y de aplicación de las políticas neoliberales, la inversión total crece fundamentalmente impulsada por la inversión en construcción; por lo tanto, su composición cambia a favor de esta última. La creación de capacidad productiva mediante la inversión en Maquinaria y Equipo pierde importancia relativa no sólo porque las inversiones se dirigen básicamente a actividades minero extractivas, sino también porque las políticas que acompañan al crecimiento son contrarias al desarrollo del mercado interno.
En consecuencia, los choques externos favorables (buenos términos de intercambio) y/o el sector construcción, son los que impulsan el crecimiento y explican el ciclo del PBI, desde la década de los años ochenta. Lo poco que queda de manufactura no primaria después de la desindustrialización neoliberal, alcanza rápidamente los límites de capacidad cuando la demanda externa neta le «cede» el liderazgo del crecimiento económico a la demanda interna. La tasa de utilización de la capacidad instalada de la manufactura no primaria ha aumentado de 65.5% en el 2004 a 80% en mayo del presente año. Por otro lado, entre diciembre de 2004 y junio de 2007, los créditos bancarios totales aumentaron en 70.2%: de US$ 11 013 millones a US$ 18 741 millones.
Es absolutamente claro que existe una correlación positiva entre las tasas de crecimiento de la inversión y del PBI (véase Gráfico). Pero, en realidad no es esta correlación, ni la magnitud de la tasa de crecimiento de la inversión, ni su tamaño relativo respecto al PBI, las que importan para discernir sobre la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Lo que importa es la actividad o actividades económicas a las que se dirige esta inversión.
En efecto, durante los años de desarrollo industrial, es decir, de la construcción de capacidad productiva industrial, la inversión en Maquinaria y Equipo crece sistemáticamente. En el año 1954 representaba el 32.3% de la inversión bruta fija total y alcanza su máximo de 55.0% en el año 1974. Por lo tanto, durante todo este período, la participación de la inversión en construcción, decrece. En los años de crisis y de aplicación de las políticas neoliberales, la inversión total crece fundamentalmente impulsada por la inversión en construcción; por lo tanto, su composición cambia a favor de esta última. La creación de capacidad productiva mediante la inversión en Maquinaria y Equipo pierde importancia relativa no sólo porque las inversiones se dirigen básicamente a actividades minero extractivas, sino también porque las políticas que acompañan al crecimiento son contrarias al desarrollo del mercado interno.
En consecuencia, los choques externos favorables (buenos términos de intercambio) y/o el sector construcción, son los que impulsan el crecimiento y explican el ciclo del PBI, desde la década de los años ochenta. Lo poco que queda de manufactura no primaria después de la desindustrialización neoliberal, alcanza rápidamente los límites de capacidad cuando la demanda externa neta le «cede» el liderazgo del crecimiento económico a la demanda interna. La tasa de utilización de la capacidad instalada de la manufactura no primaria ha aumentado de 65.5% en el 2004 a 80% en mayo del presente año. Por otro lado, entre diciembre de 2004 y junio de 2007, los créditos bancarios totales aumentaron en 70.2%: de US$ 11 013 millones a US$ 18 741 millones.
Según el Banco Central de Reserva, el crecimiento del PBI de 7.6 durante el primer semestre del año se explicaría por el «avance de diversos sectores productivos, sobre todo por el crecimiento de la construcción». ¿Acelerará, el «boom» del crédito la reducción de la brecha de la producción no primaria hasta generar presiones inflacionarias antes del término del segundo año de gobierno de Alan García y poner, así, en aprietos al directorio del Banco Central? No es fácil responder a esta pregunta sin información acerca de la magnitud de los aumentos en la capacidad de producción de la manufactura no primaria. Sin embargo, lo que sí podemos afirmar es que la historia reciente de nuestro país muestra que el tipo de crecimiento descrito involucra ciclos de corta longitud que no hacen más que aumentar la volatilidad del PBI. Por otro lado, como mostraremos más adelante, las políticas macroeconómicas no han contribuido a sentar las bases para sostener el crecimiento por largos períodos.
Las políticas monetaria y fiscal
Las políticas económicas, y no sólo las condiciones iniciales, pueden acelerar o retardar el crecimiento económico. A partir de este convencimiento evaluamos lo que ocurrió durante el gobierno de Toledo, destacando, en primer lugar, la adopción de un nuevo esquema institucional de política monetaria que redujo las tasas de interés y recuperó el tipo de cambio real; en segundo lugar, la implementación del programa de creadores de mercado de deuda pública interna y de un programa de reperfilamiento de la deuda, que permitieron prepagar sustituyendo deuda externa por interna, alargar la vida media de la deuda pública y reducir el porcentaje de deuda pública a PBI. Con ello se contribuyó a la sostenibilidad de las cuentas fiscales, reduciendo los riesgos de refinanciamiento y de mercado (cambiario y de tasas de interés); al desarrollo del mercado de capitales en soles; y, a la desdolarización del mercado financiero. No fue posible, sin embargo, introducir una regla fiscal contra cíclica y una «regla de oro» para la inversión pública que hubiera permitido, mediante inversiones en infraestructura, expandir y desarrollar mercados internos. Y, menos, ciertamente, fue posible introducir una reforma tributaria integral basada más en impuestos directos que en indirectos.
Las políticas monetaria y fiscal
Las políticas económicas, y no sólo las condiciones iniciales, pueden acelerar o retardar el crecimiento económico. A partir de este convencimiento evaluamos lo que ocurrió durante el gobierno de Toledo, destacando, en primer lugar, la adopción de un nuevo esquema institucional de política monetaria que redujo las tasas de interés y recuperó el tipo de cambio real; en segundo lugar, la implementación del programa de creadores de mercado de deuda pública interna y de un programa de reperfilamiento de la deuda, que permitieron prepagar sustituyendo deuda externa por interna, alargar la vida media de la deuda pública y reducir el porcentaje de deuda pública a PBI. Con ello se contribuyó a la sostenibilidad de las cuentas fiscales, reduciendo los riesgos de refinanciamiento y de mercado (cambiario y de tasas de interés); al desarrollo del mercado de capitales en soles; y, a la desdolarización del mercado financiero. No fue posible, sin embargo, introducir una regla fiscal contra cíclica y una «regla de oro» para la inversión pública que hubiera permitido, mediante inversiones en infraestructura, expandir y desarrollar mercados internos. Y, menos, ciertamente, fue posible introducir una reforma tributaria integral basada más en impuestos directos que en indirectos.
Este gobierno insiste en la política fiscal pro-cíclica; mantiene casi estancado el Fondo de Estabilización Fiscal (no llega ni al 0.5% del PBI) sin previsión para la fase recesiva del ciclo; no tiene un plan de inversiones públicas en infraestructura económica y social, con un objetivo de «ocupación del territorio» y desarrollo de mercados internos; y, lo que es peor, se ha renunciado a una auténtica reforma tributaria optando por el «óbolo» y los impuestos anti-técnicos. Pero, donde más destaca su carácter retrógrado, es en los cambios contraproducentes introducidos en la política monetaria. Mencionemos sólo algunos, para no repetir lo que ya mencionamos en otro artículo publicado en el primer número de esta revista.
En primer lugar, se ha acentuado las expectativas apreciatorias de nuestra moneda con las recurrentes declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Si bien no se ha producido todavía una caída del tipo de cambio real (por las compras de dólares, en magnitudes notables, efectuadas por el Banco Central), las recientes presiones inflacionarias junto a la reducción de la brecha de la producción no primaria pueden conspirar contra su estabilidad. Considérese, además, que ya se registra desde el año 2006 una disminución de los volúmenes de nuestras exportaciones y que puede ser acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.
En segundo lugar, el actual directorio del Banco Central ha aumentado la remuneración al encaje en moneda extranjera de 2.5% a 3.25%, en tres armadas. De esta manera ha «premiado» --sin razón técnica alguna-- a los bancos comerciales con algo más de US$ 22 millones, por los dólares que están obligados a depositar en las bóvedas de la autoridad monetaria. Esta medida puede estimular la dolarización de los depósitos y/o de los créditos, aumentando la vulnerabilidad financiera de la economía, en lugar de reducirla.
En tercer lugar, la disminución de la meta inflacionaria a 2% y de sus límites inferior y superior a 1% y 3% respectivamente, erosiona la credibilidad del Banco Central. Con una inflación de 1.91% en lo que va del año, no habría sido necesario aumentar la tasa de interés interbancaria de 4.5% a 4.75% de haberse mantenido la meta de inflación de 2.5% y sus límites de 1.5% y 3.5%. El directorio del Banco Central le ha hecho «autogol» a su institución, afectando su reputación. Por otro lado, como era de esperarse, el impacto del incremento en la tasa interbancaria fue inmediato en el mercado de capitales: las tasas de interés de los bonos de mediano y largo plazo subieron entre 11 y 13 puntos básicos, antes de que el MEF colocara su bono de 30 años a una tasa de 6.9% para prepagar la deuda del Club de París. ¿Cuánto se hubiera ahorrado el fisco si la operación hubiera sido coordinada por el ministro de economía y el presidente del directorio del BCRP?
Conclusiones
Como habrá advertido el lector, el primer año de gobierno ha transcurrido sin «cambio responsable» alguno. Por el contrario, no hubo «piloto automático» en la economía, sino algunos «cambios contraproducentes», sobre todo en materia de política macroeconómica, cuyos efectos son todavía impredecibles.
Conclusiones
Como habrá advertido el lector, el primer año de gobierno ha transcurrido sin «cambio responsable» alguno. Por el contrario, no hubo «piloto automático» en la economía, sino algunos «cambios contraproducentes», sobre todo en materia de política macroeconómica, cuyos efectos son todavía impredecibles.
El país necesita expandir y desarrollar sus mercados internos para sostener el crecimiento de largo plazo y, también, para sostener la ruta exportadora. Para ello es importante que el Estado contribuya a eliminar las restricciones de mercado y de financiamiento que enfrenta la inversión privada nacional. Este es el único modo de integrar a todos los peruanos, de conectar la economía con la geografía y la demografía del país, resolviendo los problemas de pobreza, subempleo y exclusión social. Pero también, es el único modo de construir una economía social de mercado abierta al mundo.
Para eliminar la restricción de mercado debe adoptarse un plan de infraestructura que incluya carreteras interoceánicas, vías longitudinales y transversales, aeropuertos regionales, puertos, electrificación, canales de riego, etc., pero con una perspectiva de «integración nacional» y de solución de las disparidades regionales. Y, para eliminar la restricción de financiamiento hay que fortalecer el mercado doméstico de capitales en soles, modificando o adecuando el marco regulatorio de la CONASEV y de las AFP, para que, entre otras cosas, las pequeñas y medianas empresas tengan acceso a financiamiento de mediano y largo plazos a tasas mucho más bajas que las que obtienen actualmente.
Publicado en la Revista Actualidad Económica, Año I No 2
Tuesday, July 10, 2007
La austeridad como coartada o la ideología de la plutocracia
Hace algunas semanas, un alumno, cuando salía de mis clases de teoría del crecimiento, me hizo las siguientes preguntas: ¿En qué se basa el Congreso de la República para afirmar que los trabajadores del Banco Central tienen salarios elevados? ¿Acaso su referencia es el decreto de austeridad impuesto por este gobierno? ¿No cree usted que la disminución de sueldos efectuada al amparo de ese decreto, es un atentando contra la esperanza de nosotros los jóvenes que aspiramos a tener mejores condiciones de vida cuando seamos profesionales?
Me quedé turbado con las preguntas. Todas reflejaban una especie de desengaño anticipado por el esfuerzo económico que supone estudiar en la universidad. Reaccioné instintivamente, afirmando, para atenuar su frustración, que los jóvenes son la esperanza; por lo tanto, mientras ustedes sigan siendo jóvenes, no podrán perderla, a menos, claro está, que renuncien a su propia juventud. Mencioné a José Enrique Rodó, para quien «las prendas del espíritu joven -el entusiasmo y la esperanza- corresponden en las armonías de la historia y la naturaleza, al movimiento y a la luz». También recordé a José Ingenieros, a Romaín Rolland y, ciertamente, a Manuel Gonzalez Prada, de quien Mariátegui admiraba su «austero ejemplo moral».
Salarios y Productividad
Mi respuesta no le satisfizo. Para él, sin duda, era una huida. ¿No hay acaso, me dijo, una teoría de los salarios vinculada a la calificación de los trabajadores y, por lo tanto, a su eficiencia? Efectivamente, respondí. Incluso, hay otra, como la del economista clásico Ricardo, según la cual el salario no se determina en el mercado, pues en su determinación influyen no sólo razones económicas, sino también sociales: el salario debe ser suficiente para que el trabajador pueda reproducir no sólo su capacidad de trabajar sino también la de su familia.
¿No desarrolló usted en su curso de macroeconomía, preguntó otro alumno, un modelo donde el esfuerzo del trabajador responde directamente al nivel de su salario real? Es cierto, le respondí. Según este modelo, las empresas pagan un salario más alto que el que equilibraría el mercado; si no lo hicieran, perderían porque sus trabajadores se «volverían menos productivos» o migrarían, acotó él, a empleos donde se les reconozcan mejor su calificación y experiencia. El mercado de trabajo no se equilibra. Hay desempleados que estarían dispuestos a trabajar por salarios más bajos. Si las empresas los contrataran, despidiendo a sus trabajadores con experiencia, afectarían la productividad y, por lo tanto, sus ganancias. El salario que pagan, más alto que el que equilibraría el mercado es, entonces, un salario de eficiencia.
Desregulación y sobreexplotación
Hay otras teorías, les dije. Por ejemplo, Bowles, Gordon y Weisskopf, sostienen que la estructura social de acumulación y crecimiento de la economía norteamericana, fue modificada radicalmente por los gobiernos republicanos de los 80s, cuando, al abandonar las políticas aplicadas después de la segunda guerra mundial, deprimieron los ingresos de los trabajadores y debilitaron sus organizaciones sindicales. En efecto, fueron los republicanos de esos años que iniciaron la desregulación de los mercados, en especial del mercado de trabajo, y redujeron, mediante políticas monetarias restrictivas, la demanda y el empleo, con el objetivo de redistribuir el ingreso a favor del gran capital y en perjuicio de los trabajadores. Como consecuencia de estas medidas, se redujo la productividad del trabajo, se quebró el poder sindical, se «aplastó» la clase media y aumentó la desigualdad en la distribución del ingreso hasta los niveles registrados en los años 20s y 30s. Los ingresos de los ejecutivos de las grandes empresas, dice Krugman, crecieron, en los últimos 30 años, mucho más rápido que los ingresos de los maestros de escuela, no obstante que ambos cursan el mismo número de años de educación formal.
Fuente: MTPE
Otro alumno preguntó, ¿qué sentido tiene, entonces, la política de austeridad? ¿No se contradice con la idea de reformar el Estado, para hacerlo más eficiente con base a la calificación profesional? «Se recorta sueldos y se gasta muy poco en educación», ¿no es esto una política contraria al desarrollo del capital humano? Recordé mis viejas lecturas de Martin Carnoy, de Samuel Levy, de Gary Becker y, antes de que yo respondiera, un alumno, cuyo trabajo de tesis, dijo, versa sobre la rentabilidad de la inversión en educación, afirmó que la política de austeridad viola las leyes del mercado, porque se afecta su rentabilidad con la reducción de los ingresos decretada por el Gobierno. Pero, intercedió una alumna, el Estado fija «precios» en el «mercado de trabajadores públicos» y, sin embargo, deja «libre» el mercado de trabajadores privados, donde campea el abuso de los «services» y de la «terciarización», junto a las sobre ganancias de las empresas mineras y financieras.
La trampa de la austeridad
Mi respuesta fue otra. Los neoliberales, afirmé, han restaurado la «nordomanía», es decir, la admiración por los «usos» norteamericanos. Esta «costumbre» denunciada por Rodó a comienzos del siglo XX, fue formalizada por los políticos, en los umbrales del siglo XXI, con su adhesión al Consenso de Washington y la firma del TLC. Sus antecedentes fueron los Planes Baker y Brady, ideados precisamente por los gobiernos de Reagan y Bush en los años 80s. Desde entonces, dije, se hizo más desigual la distribución del ingreso, aumentó vergonzosamente la pobreza, se debilitaron los sindicatos, se empobreció la calidad de la educación, y se ha enajenado la soberanía del Estado a los intereses del capital transnacional. Así, la ideología de la austeridad es la coartada para dar paso a los dueños de la vida económica. Rodó decía, recordando los últimos tiempos de la república romana, que el «advenimiento de la clase enriquecida y soberbia, es uno de los antecedentes visibles de la ruina de la libertad y de la tiranía de los Césares».
Publicado en el diario La República el Domingo 8 de Julio de 2007
Me quedé turbado con las preguntas. Todas reflejaban una especie de desengaño anticipado por el esfuerzo económico que supone estudiar en la universidad. Reaccioné instintivamente, afirmando, para atenuar su frustración, que los jóvenes son la esperanza; por lo tanto, mientras ustedes sigan siendo jóvenes, no podrán perderla, a menos, claro está, que renuncien a su propia juventud. Mencioné a José Enrique Rodó, para quien «las prendas del espíritu joven -el entusiasmo y la esperanza- corresponden en las armonías de la historia y la naturaleza, al movimiento y a la luz». También recordé a José Ingenieros, a Romaín Rolland y, ciertamente, a Manuel Gonzalez Prada, de quien Mariátegui admiraba su «austero ejemplo moral».
Salarios y Productividad
Mi respuesta no le satisfizo. Para él, sin duda, era una huida. ¿No hay acaso, me dijo, una teoría de los salarios vinculada a la calificación de los trabajadores y, por lo tanto, a su eficiencia? Efectivamente, respondí. Incluso, hay otra, como la del economista clásico Ricardo, según la cual el salario no se determina en el mercado, pues en su determinación influyen no sólo razones económicas, sino también sociales: el salario debe ser suficiente para que el trabajador pueda reproducir no sólo su capacidad de trabajar sino también la de su familia.
¿No desarrolló usted en su curso de macroeconomía, preguntó otro alumno, un modelo donde el esfuerzo del trabajador responde directamente al nivel de su salario real? Es cierto, le respondí. Según este modelo, las empresas pagan un salario más alto que el que equilibraría el mercado; si no lo hicieran, perderían porque sus trabajadores se «volverían menos productivos» o migrarían, acotó él, a empleos donde se les reconozcan mejor su calificación y experiencia. El mercado de trabajo no se equilibra. Hay desempleados que estarían dispuestos a trabajar por salarios más bajos. Si las empresas los contrataran, despidiendo a sus trabajadores con experiencia, afectarían la productividad y, por lo tanto, sus ganancias. El salario que pagan, más alto que el que equilibraría el mercado es, entonces, un salario de eficiencia.
Desregulación y sobreexplotación
Hay otras teorías, les dije. Por ejemplo, Bowles, Gordon y Weisskopf, sostienen que la estructura social de acumulación y crecimiento de la economía norteamericana, fue modificada radicalmente por los gobiernos republicanos de los 80s, cuando, al abandonar las políticas aplicadas después de la segunda guerra mundial, deprimieron los ingresos de los trabajadores y debilitaron sus organizaciones sindicales. En efecto, fueron los republicanos de esos años que iniciaron la desregulación de los mercados, en especial del mercado de trabajo, y redujeron, mediante políticas monetarias restrictivas, la demanda y el empleo, con el objetivo de redistribuir el ingreso a favor del gran capital y en perjuicio de los trabajadores. Como consecuencia de estas medidas, se redujo la productividad del trabajo, se quebró el poder sindical, se «aplastó» la clase media y aumentó la desigualdad en la distribución del ingreso hasta los niveles registrados en los años 20s y 30s. Los ingresos de los ejecutivos de las grandes empresas, dice Krugman, crecieron, en los últimos 30 años, mucho más rápido que los ingresos de los maestros de escuela, no obstante que ambos cursan el mismo número de años de educación formal.
Fuente: MTPE
Otro alumno preguntó, ¿qué sentido tiene, entonces, la política de austeridad? ¿No se contradice con la idea de reformar el Estado, para hacerlo más eficiente con base a la calificación profesional? «Se recorta sueldos y se gasta muy poco en educación», ¿no es esto una política contraria al desarrollo del capital humano? Recordé mis viejas lecturas de Martin Carnoy, de Samuel Levy, de Gary Becker y, antes de que yo respondiera, un alumno, cuyo trabajo de tesis, dijo, versa sobre la rentabilidad de la inversión en educación, afirmó que la política de austeridad viola las leyes del mercado, porque se afecta su rentabilidad con la reducción de los ingresos decretada por el Gobierno. Pero, intercedió una alumna, el Estado fija «precios» en el «mercado de trabajadores públicos» y, sin embargo, deja «libre» el mercado de trabajadores privados, donde campea el abuso de los «services» y de la «terciarización», junto a las sobre ganancias de las empresas mineras y financieras.
La trampa de la austeridad
Mi respuesta fue otra. Los neoliberales, afirmé, han restaurado la «nordomanía», es decir, la admiración por los «usos» norteamericanos. Esta «costumbre» denunciada por Rodó a comienzos del siglo XX, fue formalizada por los políticos, en los umbrales del siglo XXI, con su adhesión al Consenso de Washington y la firma del TLC. Sus antecedentes fueron los Planes Baker y Brady, ideados precisamente por los gobiernos de Reagan y Bush en los años 80s. Desde entonces, dije, se hizo más desigual la distribución del ingreso, aumentó vergonzosamente la pobreza, se debilitaron los sindicatos, se empobreció la calidad de la educación, y se ha enajenado la soberanía del Estado a los intereses del capital transnacional. Así, la ideología de la austeridad es la coartada para dar paso a los dueños de la vida económica. Rodó decía, recordando los últimos tiempos de la república romana, que el «advenimiento de la clase enriquecida y soberbia, es uno de los antecedentes visibles de la ruina de la libertad y de la tiranía de los Césares».
Publicado en el diario La República el Domingo 8 de Julio de 2007
Wednesday, June 13, 2007
LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS Y LUCAS
Hace aproximadamente dos meses leí en un artículo dedicado a Lucas, Premio Nobel de Economía 1995, que sus ideas estaban más cerca a las ideas de los economistas clásicos (es decir, de Smith y de Ricardo) que a las de los economistas neoclásicos. El autor del artículo, luego de identificarlo como abanderado de las ideas liberales, dijo que precisamente por esta cercanía de sus argumentos, Lucas es considerado el fundador de la escuela de los nuevos-clásicos. Ciertamente, no dudo que esta es una versión muy difundida en algunos círculos de economistas, pero estoy seguro que el mismo Lucas no lo aceptaría frente a un auditorio más acucioso.
Lo que sigue, si se nos permite el juego de palabras, es un ejercicio de manejo racional de la información que debemos revisar, antes de formar nuestras expectativas sobre la proximidad de las nuevas corrientes teóricas a los conceptos de la la economía clásica. Reflexiones, aunque breves como estas, podrían ser útiles para mejorar el conocimiento de nuestra economía, si recordamos que los clásicos escribieron sobre una realidad que pertenece justamente a la primera etapa del desarrollo de las economías de mercado.
1. La escuela de expectativas racionales incorpora al interior de la teoría neoclásica, el supuesto que los individuos usan la información eficientemente y que no cometen errores sistemáticos en sus expectativas. Para ambas escuelas o teorías, los mercados siempre se equilibran y los agentes económicos determinan salarios y precios, dada su información, de modo tal que se logra el pleno empleo y se maximizan los beneficios y el bienestar económico general. Así, mientras que los neoclásicos y nuevos-clásicos asumen como datos iniciales de su teoría de precios y cantidades: (a) los gustos y preferencias de los consumidores, (b) la tecnología y (c) la dotación de factores; los economistas clásicos, Smith y Ricardo, desarrollan una teoría de precios, separada de la teoría del producto, asumiendo como datos: (a) el tamaño y la composición del producto, (b) la tecnología y (c) el salario real. Por consiguiente, para los neoclásicos, partidarios o no de las expectativas racionales, la distribución del ingreso es parte de la teoría de los precios, mientras que para Smith y Ricardo, la distribución está determinada por factores sociales e institucionales. Esto ciertamente no se oponía con las ideas liberales de estos fundadores de la ciencia económica.
2. Desde W.Petty o, más precisamente, desde la aparición de las economías de mercado, se sostiene que la conducta económica está basada en expectativas, porque todo lo que se hace hoy tiene consecuencias en el futuro. No se puede imaginar otra conducta cuando se vive u opera en un sistema social dominado por el mercado. Por lo demás, ya tiene más de un siglo la frase de que el hombre se diferencia del topo porque estima o pondera las consecuencias de sus actos. En la Teoría General de Keynes existen páginas enteras dedicadas al tema de las expectativas. Pero todo lo anterior, claro está, no tiene nada que ver con la hipótesis de “expectativas racionales” según la cual los individuos son racionales en el sentido de que basan su conducta, no en el pasado sino en la llamada teoría real de la economía. La autoridad monetaria o el gobierno no pueden afectar la actividad económica con políticas sistemáticas o anticipadas, porque los individuos racionales ajustarían su conducta de forma tal que el nivel natural del producto y del empleo queden inalterados. Lo que esta hipótesis quiere decir, es que hay fuerzas sistemáticas que operan en la economía de mercado, que la hacen autoestabilizable o inherentemente estable. Estamos, pues, así en el perfecto mundo neoclásico.
3. En el mundo de Smith y Ricardo la fuerza sistemática que permite generar conocimiento científico sobre el funcionamiento de una economía de mercado, es la competencia. No la competencia perfecta de los neoclásicos, sino un proceso resultante de la conducta individual que busca oportunidades de mayores excedentes económicos, poniendo en movimiento los medios de producción (como en Smith), el capital (como en Ricardo) o desarrollando el capital mediante la introducción de nuevas tecnologías y procesos de producción (como en Marx y Schumpeter). Es verdad que hay cristianos que no han leído la Biblia, como es verdad también que hay economistas que no han leído a Smith. Pero los que lo han hecho recordarán que la famosa “mano invisible del mercado” no es, por supuesto, la teoría de la oferta y demanda neoclásica, sino la teoría de la gravitación de los precios de mercado hacia los precios naturales por la fuerza de la competencia. Cuando estos precios naturales (Smith) o de producción (Ricardo) se determinan, no se modifica el nivel de la tasa de salarios reales. Esta tasa no es ni tiene por qué ser igual a la productividad marginal del trabajo. Pero además, para los clásicos la economía podía funcionar con desempleo involuntario y podía disminuirse la tasa de desempleo sin deprimir el consumo (¡aumentar el ahorro!) para aumentar la inversión.
4. Smith inquirió sobre la naturaleza y causas de la riqueza. Su contribución, por lo tanto, estuvo más por el lado de la teoría del crecimiento y de la acumulación. No nos referimos a Ricardo porque su nombre no se asocia con la “mano invisible del mercado”. Pues bien, refiriéndose a la industria manufacturera, Smith sostenía que la amplitud e intensidad de la división del trabajo se encuentra limitada por la extensión del mercado. Por tanto, cuando el tamaño de éste crece aumentan todavía más las posibilidades de extender e intensificar la división y especialización del trabajo. Este resultado, además, según Smith, no sólo estimularía el crecimiento y diversificación de la manufactura, sino también el incremento de la productividad en toda la industria, debido a que sus actividades se encuentran estrechamente interrelacionadas. Por último, en la medida en que una más extensa e intensa división del trabajo acentúa y expande dichas interrelaciones y origina mayores aumentos de la producción, la presencia de rendimientos crecientes sería concomitante al crecimiento del sector manufacturero.
5. Podemos afirmar entonces, sin temor a equivocarnos, que Smith fue un industrialista. Para él las tasas de crecimiento económico y del empleo productivo, dependen fundamentalmente de la tasa de crecimiento de la industria y del grado de su articulación. Hay una relación de directa dependencia entre los aumentos de la productividad y del empleo, por un lado, y el crecimiento de la producción por el otro. Así, para Smith, el crecimiento de la productividad es un macrofenómeno resultante de un proceso de causación circular acumulativa con la demanda por bienes manufacturados. El crecimiento de la productividad y los concomitantes cambios cualitativos en el proceso de producción, al acrecentar su competitividad en calidad y/o precios, aumenta la capacidad de penetración en los mercados externos y, por tanto, estimula el crecimiento de las exportaciones.
Hay que mencionar, para terminar, que ¡la teoría neoclásica es incompatible con los rendimientos crecientes!.¡Que Lucas no es un industrialista!. En fin...que nos disculpe el lector por haber truncado aquí esta nota.
Publicado en el periódico Solo Negocios, un tiempo después que se le entregara el premio nobel a Robert Lucas
Lo que sigue, si se nos permite el juego de palabras, es un ejercicio de manejo racional de la información que debemos revisar, antes de formar nuestras expectativas sobre la proximidad de las nuevas corrientes teóricas a los conceptos de la la economía clásica. Reflexiones, aunque breves como estas, podrían ser útiles para mejorar el conocimiento de nuestra economía, si recordamos que los clásicos escribieron sobre una realidad que pertenece justamente a la primera etapa del desarrollo de las economías de mercado.
1. La escuela de expectativas racionales incorpora al interior de la teoría neoclásica, el supuesto que los individuos usan la información eficientemente y que no cometen errores sistemáticos en sus expectativas. Para ambas escuelas o teorías, los mercados siempre se equilibran y los agentes económicos determinan salarios y precios, dada su información, de modo tal que se logra el pleno empleo y se maximizan los beneficios y el bienestar económico general. Así, mientras que los neoclásicos y nuevos-clásicos asumen como datos iniciales de su teoría de precios y cantidades: (a) los gustos y preferencias de los consumidores, (b) la tecnología y (c) la dotación de factores; los economistas clásicos, Smith y Ricardo, desarrollan una teoría de precios, separada de la teoría del producto, asumiendo como datos: (a) el tamaño y la composición del producto, (b) la tecnología y (c) el salario real. Por consiguiente, para los neoclásicos, partidarios o no de las expectativas racionales, la distribución del ingreso es parte de la teoría de los precios, mientras que para Smith y Ricardo, la distribución está determinada por factores sociales e institucionales. Esto ciertamente no se oponía con las ideas liberales de estos fundadores de la ciencia económica.
2. Desde W.Petty o, más precisamente, desde la aparición de las economías de mercado, se sostiene que la conducta económica está basada en expectativas, porque todo lo que se hace hoy tiene consecuencias en el futuro. No se puede imaginar otra conducta cuando se vive u opera en un sistema social dominado por el mercado. Por lo demás, ya tiene más de un siglo la frase de que el hombre se diferencia del topo porque estima o pondera las consecuencias de sus actos. En la Teoría General de Keynes existen páginas enteras dedicadas al tema de las expectativas. Pero todo lo anterior, claro está, no tiene nada que ver con la hipótesis de “expectativas racionales” según la cual los individuos son racionales en el sentido de que basan su conducta, no en el pasado sino en la llamada teoría real de la economía. La autoridad monetaria o el gobierno no pueden afectar la actividad económica con políticas sistemáticas o anticipadas, porque los individuos racionales ajustarían su conducta de forma tal que el nivel natural del producto y del empleo queden inalterados. Lo que esta hipótesis quiere decir, es que hay fuerzas sistemáticas que operan en la economía de mercado, que la hacen autoestabilizable o inherentemente estable. Estamos, pues, así en el perfecto mundo neoclásico.
3. En el mundo de Smith y Ricardo la fuerza sistemática que permite generar conocimiento científico sobre el funcionamiento de una economía de mercado, es la competencia. No la competencia perfecta de los neoclásicos, sino un proceso resultante de la conducta individual que busca oportunidades de mayores excedentes económicos, poniendo en movimiento los medios de producción (como en Smith), el capital (como en Ricardo) o desarrollando el capital mediante la introducción de nuevas tecnologías y procesos de producción (como en Marx y Schumpeter). Es verdad que hay cristianos que no han leído la Biblia, como es verdad también que hay economistas que no han leído a Smith. Pero los que lo han hecho recordarán que la famosa “mano invisible del mercado” no es, por supuesto, la teoría de la oferta y demanda neoclásica, sino la teoría de la gravitación de los precios de mercado hacia los precios naturales por la fuerza de la competencia. Cuando estos precios naturales (Smith) o de producción (Ricardo) se determinan, no se modifica el nivel de la tasa de salarios reales. Esta tasa no es ni tiene por qué ser igual a la productividad marginal del trabajo. Pero además, para los clásicos la economía podía funcionar con desempleo involuntario y podía disminuirse la tasa de desempleo sin deprimir el consumo (¡aumentar el ahorro!) para aumentar la inversión.
4. Smith inquirió sobre la naturaleza y causas de la riqueza. Su contribución, por lo tanto, estuvo más por el lado de la teoría del crecimiento y de la acumulación. No nos referimos a Ricardo porque su nombre no se asocia con la “mano invisible del mercado”. Pues bien, refiriéndose a la industria manufacturera, Smith sostenía que la amplitud e intensidad de la división del trabajo se encuentra limitada por la extensión del mercado. Por tanto, cuando el tamaño de éste crece aumentan todavía más las posibilidades de extender e intensificar la división y especialización del trabajo. Este resultado, además, según Smith, no sólo estimularía el crecimiento y diversificación de la manufactura, sino también el incremento de la productividad en toda la industria, debido a que sus actividades se encuentran estrechamente interrelacionadas. Por último, en la medida en que una más extensa e intensa división del trabajo acentúa y expande dichas interrelaciones y origina mayores aumentos de la producción, la presencia de rendimientos crecientes sería concomitante al crecimiento del sector manufacturero.
5. Podemos afirmar entonces, sin temor a equivocarnos, que Smith fue un industrialista. Para él las tasas de crecimiento económico y del empleo productivo, dependen fundamentalmente de la tasa de crecimiento de la industria y del grado de su articulación. Hay una relación de directa dependencia entre los aumentos de la productividad y del empleo, por un lado, y el crecimiento de la producción por el otro. Así, para Smith, el crecimiento de la productividad es un macrofenómeno resultante de un proceso de causación circular acumulativa con la demanda por bienes manufacturados. El crecimiento de la productividad y los concomitantes cambios cualitativos en el proceso de producción, al acrecentar su competitividad en calidad y/o precios, aumenta la capacidad de penetración en los mercados externos y, por tanto, estimula el crecimiento de las exportaciones.
Hay que mencionar, para terminar, que ¡la teoría neoclásica es incompatible con los rendimientos crecientes!.¡Que Lucas no es un industrialista!. En fin...que nos disculpe el lector por haber truncado aquí esta nota.
Publicado en el periódico Solo Negocios, un tiempo después que se le entregara el premio nobel a Robert Lucas
Sunday, June 03, 2007
¿Aumenta vulnerabilidad de la economía?
Diversos economistas que antes se quejaban de las intervenciones esterilizadas del Banco Central de Reserva en el mercado cambiario, hoy nos dicen que el elevado nivel de Reservas Internacionales que tiene en su poder constituye un seguro que permitirá anular las presiones cambiarias y monetarias en casos de choques externos negativos. En efecto, las RIN ahora superan los US$ 21 mil millones y la posición de cambio se acerca a los US$ 15 mil millones.
Ciertamente, si el BCRP optara por utilizar sus reservas para enfrentar un choque externo adverso, sus efectos negativos en la economía serían notoriamente morigerados.
De aquí, sin embargo, no se deduce que los cambios en la política monetaria efectuados durante los últimos nueve meses, sean irrelevantes. A nuestro juicio, estos cambios están configurando un proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país. La actual política fiscal también participa en la configuración de este proceso, en un contexto internacional incierto no sólo para los términos de intercambio de nuestros productos minerales sino también para el volumen de exportaciones no tradicionales, por la desaceleración del crecimiento de la economía de los Estados Unidos. ¿Cuáles son esos hechos que confluyen en la formación de ese proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país?
En primer lugar, el reforzamiento de las expectativas apreciatorias de nuestra moneda alentadas por las declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Esta modificación de las expectativas ha originando un proceso sui géneris de carry trade cambiario, que es una apuesta especulativa a la baja del tipo de cambio. Un banco, digamos, extranjero, vende dólares a futuro (forwards) a un banco local. El banco extranjero apuesta a que, al vencimiento del contrato de ventas a futuro, el tipo de cambio de mercado sea menor que el tipo de cambio forward. Es decir, apuesta a que comprará dólares «baratos» para entregárselos al comprador de forwards, haciendo ganancias extraordinarias. Y, ¿cómo se cubre el banco local que compra los forwards (dólares a futuro)? Vende sus dólares con anticipación para, con los soles que obtiene, efectuar la compra de dólares en la fecha de vencimiento del contrato forward. No debe sorprendernos, entonces, que este proceso especulativo haya provocado un incremento de las compras por encima de las ventas de forwards por parte de las empresas bancarias locales (véase gráfico).
En segundo lugar, el aumento del margen de fluctuación potencial del tipo de cambio, con la decisión del directorio del BCRP de subir, por segunda vez, el límite operativo de las inversiones en el exterior de las AFP. Del nuevo límite de 15%, las AFP están utilizando sólo el 9%. El 6% restante equivale a US$ 1, 170 millones que, si es utilizado en el contexto de un shock externo adverso, provocaría un overshooting del tipo de cambio, haciendo inmanejable el proceso inflacionario que con ello se desataría en el país. Además, ello llevaría al incumplimiento de la meta de inflación, que ha sido reducida por el actual directorio del BCRP, lo que erosionaría su reputación, reforzando el proceso inflacionario desatado por el overshooting.
En tercer lugar, la apreciación cambiaria y un margen más amplio para las inversiones de las AFP en el exterior, facilita, como acabamos de ver, movimientos especulativos en la Bolsa de Valores. Los inversionistas de este mercado se deshacen de sus tenencias de papeles o acciones, para comprar dólares baratos y sacarlos del país. El resultado es una caída del precio de los papeles, un rebote cambiario y una recompra de papeles a precios más bajos. Los grandes especuladores hacen ganancias cambiarias y ganancias de capital en la bolsa.
En cuarto lugar, el efecto negativo de la creciente apreciación de la moneda local sobre las exportaciones no tradicionales, la balanza comercial y la balanza en cuenta corriente. Durante el primer trimestre de este año, según el INEI, las exportaciones reales crecieron en 1% y las importaciones en 15%. Ya desde el 2006 se registra una caída en el crecimiento de las exportaciones: de una tasa de 14.9% registrada en el 2005, se reduce al 1% en el 2006, mientras la tasa de crecimiento de las importaciones aumenta de 10.6% a 12.4%. En consecuencia, puede afirmarse que el superávit comercial que todavía se registra desde el 2006 a la fecha, se debe fundamentalmente a los términos de intercambio favorables. Esta disminución de los volúmenes de nuestro comercio, que ocurre en un contexto de desaceleración de la demanda norteamericana, está siendo acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.
En quinto lugar, las cuentas externas de nuestro país siguen siendo vulnerables a choques adversos de términos de intercambio, debido al predominio de las exportaciones tradicionales y al notable aumento de la propensión a importar (de 17.9% en el 2004, pasa a 18.8% en el 2005 y a 19.2% en el 2006). La demanda interna tendría que contraerse en magnitudes superiores a las registradas en períodos históricos de crisis parecidas, provocando reducciones mayores en la tasa de crecimiento del PBI. Considérese que el mercado interno, debido a los bajísimos sueldos y salarios, no es un factor de compensación de los efectos de una crisis externa.
En sexto y último lugar, los mayores créditos suplementarios solicitados por el ejecutivo y la flexibilización de la regla de crecimiento del gasto, agrega «más leña al fuego». Esta política fiscal procíclica es contraproducente para el objetivo de estabilización de la producción. No se incrementa el Fondo de Estabilidad Fiscal, ni menos se planifica la inversión pública en infraestructura para sostener el crecimiento de la demanda interna y, de este modo, morigerar la vulnerabilidad de la economía a choques externos. Peor aun, no se ha avanzado en una reforma tributaria que asegure, a futuro, un manejo fiscal responsable, con un incremento de la base tributaria, con menos peso de los impuestos indirectos y con menos exoneraciones o gastos tributarios que no cumplen su cometido.
Por las razones anteriores, hay que evitar que la actual oportunidad de desarrollo del país se trunque como en los años sesenta, cuando en la política dominaban los que tenían mayoría en el llamado, por ellos mismos, «primer poder del Estado».
Publicado en el Diario La República
Ciertamente, si el BCRP optara por utilizar sus reservas para enfrentar un choque externo adverso, sus efectos negativos en la economía serían notoriamente morigerados.
De aquí, sin embargo, no se deduce que los cambios en la política monetaria efectuados durante los últimos nueve meses, sean irrelevantes. A nuestro juicio, estos cambios están configurando un proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país. La actual política fiscal también participa en la configuración de este proceso, en un contexto internacional incierto no sólo para los términos de intercambio de nuestros productos minerales sino también para el volumen de exportaciones no tradicionales, por la desaceleración del crecimiento de la economía de los Estados Unidos. ¿Cuáles son esos hechos que confluyen en la formación de ese proceso nocivo para la estabilidad económica y financiera del país?
En primer lugar, el reforzamiento de las expectativas apreciatorias de nuestra moneda alentadas por las declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Esta modificación de las expectativas ha originando un proceso sui géneris de carry trade cambiario, que es una apuesta especulativa a la baja del tipo de cambio. Un banco, digamos, extranjero, vende dólares a futuro (forwards) a un banco local. El banco extranjero apuesta a que, al vencimiento del contrato de ventas a futuro, el tipo de cambio de mercado sea menor que el tipo de cambio forward. Es decir, apuesta a que comprará dólares «baratos» para entregárselos al comprador de forwards, haciendo ganancias extraordinarias. Y, ¿cómo se cubre el banco local que compra los forwards (dólares a futuro)? Vende sus dólares con anticipación para, con los soles que obtiene, efectuar la compra de dólares en la fecha de vencimiento del contrato forward. No debe sorprendernos, entonces, que este proceso especulativo haya provocado un incremento de las compras por encima de las ventas de forwards por parte de las empresas bancarias locales (véase gráfico).
En segundo lugar, el aumento del margen de fluctuación potencial del tipo de cambio, con la decisión del directorio del BCRP de subir, por segunda vez, el límite operativo de las inversiones en el exterior de las AFP. Del nuevo límite de 15%, las AFP están utilizando sólo el 9%. El 6% restante equivale a US$ 1, 170 millones que, si es utilizado en el contexto de un shock externo adverso, provocaría un overshooting del tipo de cambio, haciendo inmanejable el proceso inflacionario que con ello se desataría en el país. Además, ello llevaría al incumplimiento de la meta de inflación, que ha sido reducida por el actual directorio del BCRP, lo que erosionaría su reputación, reforzando el proceso inflacionario desatado por el overshooting.
En tercer lugar, la apreciación cambiaria y un margen más amplio para las inversiones de las AFP en el exterior, facilita, como acabamos de ver, movimientos especulativos en la Bolsa de Valores. Los inversionistas de este mercado se deshacen de sus tenencias de papeles o acciones, para comprar dólares baratos y sacarlos del país. El resultado es una caída del precio de los papeles, un rebote cambiario y una recompra de papeles a precios más bajos. Los grandes especuladores hacen ganancias cambiarias y ganancias de capital en la bolsa.
En cuarto lugar, el efecto negativo de la creciente apreciación de la moneda local sobre las exportaciones no tradicionales, la balanza comercial y la balanza en cuenta corriente. Durante el primer trimestre de este año, según el INEI, las exportaciones reales crecieron en 1% y las importaciones en 15%. Ya desde el 2006 se registra una caída en el crecimiento de las exportaciones: de una tasa de 14.9% registrada en el 2005, se reduce al 1% en el 2006, mientras la tasa de crecimiento de las importaciones aumenta de 10.6% a 12.4%. En consecuencia, puede afirmarse que el superávit comercial que todavía se registra desde el 2006 a la fecha, se debe fundamentalmente a los términos de intercambio favorables. Esta disminución de los volúmenes de nuestro comercio, que ocurre en un contexto de desaceleración de la demanda norteamericana, está siendo acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.
En quinto lugar, las cuentas externas de nuestro país siguen siendo vulnerables a choques adversos de términos de intercambio, debido al predominio de las exportaciones tradicionales y al notable aumento de la propensión a importar (de 17.9% en el 2004, pasa a 18.8% en el 2005 y a 19.2% en el 2006). La demanda interna tendría que contraerse en magnitudes superiores a las registradas en períodos históricos de crisis parecidas, provocando reducciones mayores en la tasa de crecimiento del PBI. Considérese que el mercado interno, debido a los bajísimos sueldos y salarios, no es un factor de compensación de los efectos de una crisis externa.
En sexto y último lugar, los mayores créditos suplementarios solicitados por el ejecutivo y la flexibilización de la regla de crecimiento del gasto, agrega «más leña al fuego». Esta política fiscal procíclica es contraproducente para el objetivo de estabilización de la producción. No se incrementa el Fondo de Estabilidad Fiscal, ni menos se planifica la inversión pública en infraestructura para sostener el crecimiento de la demanda interna y, de este modo, morigerar la vulnerabilidad de la economía a choques externos. Peor aun, no se ha avanzado en una reforma tributaria que asegure, a futuro, un manejo fiscal responsable, con un incremento de la base tributaria, con menos peso de los impuestos indirectos y con menos exoneraciones o gastos tributarios que no cumplen su cometido.
Por las razones anteriores, hay que evitar que la actual oportunidad de desarrollo del país se trunque como en los años sesenta, cuando en la política dominaban los que tenían mayoría en el llamado, por ellos mismos, «primer poder del Estado».
Publicado en el Diario La República
Tuesday, May 22, 2007
Neoliberalismo y Estructura del Comercio Exterior
La historia de los países muestra el importante papel desempeñado por el comercio en el crecimiento de largo plazo. Antecedentes teóricos de este hecho se encuentran en escritos que datan desde el siglo XVII (Cantillón en 1755, Smith en 1776) hasta el siglo XIX (Ricardo 1817, Marshall en 1890). Ninguno de estos autores, sin embargo, pasaban por alto los efectos del contenido y de los términos del comercio. El neoliberalismo se apropió de la idea del comercio como motor del crecimiento, pero dejó de lado esos efectos.
El contenido y los términos del comercio explican por qué no todos los países comparten equitativamente sus beneficios. Ello depende --estaba claro desde los primeros escritos teóricos sobre el tema--, de las características de la oferta y de la demanda de los bienes que los países producen y comercian, pero también de las políticas económicas que adoptan.
No puede haber ganancias equitativas de comercio si su liberalización, en países como el nuestro, no modifica su estructura tradicional y, si los países desarrollados no modifican sus políticas de comercio dirigidas hacia nuestros mercados. Mientras estos nos exigen liberalizar nuestro comercio, ellos continúan protegiendo sus mercados, mediante, por ejemplo, los subsidios a sus productos agrícolas.
Después de más de quince años de libre comercio en nuestro país, no han cambiado ni la estructura de su comercio ni sus términos. Nuestros ingresos por exportaciones continúan dominados por las ventas de productos primarios, mientras aumentaron significativamente la penetración de importaciones manufactureras a nuestro mercado interno. Un shock externo adverso, puede, en estas condiciones, compensar las «ganancias actuales» de comercio con la reducción de la producción, en magnitudes mayores que en períodos anteriores, para contraer las importaciones.
Las exportaciones tradicionales siguen predominando en el total de las exportaciones. Durante 1994-2005, representaron, en promedio, el 70% del total y mostraron una ligera tendencia creciente. Por su parte, la participación de los productos no tradicionales disminuyó de 27.5% en 1994 a 24.7% en el 2005. En el total de los productos tradicionales, los mineros representaron una alta y creciente proporción. Entre los minerales más exportados se encuentran el cobre y el oro. China y Estados Unidos son los más importantes demandantes de cobre y, Estados Unidos, Suiza y Canadá, del oro. Le siguen las exportaciones de molibdeno (dirigidas principalmente a Chile); el zinc y el plomo. China es, además, el principal demandante de hierro y plomo. Aparte de los minerales, destacan los productos pesqueros, como la harina de pescado cuyos principales destinos son China, Alemania y Japón.
Tampoco hubo cambios importantes por el lado de las importaciones. Siguen pesando más las importaciones de insumos y bienes de capital. Su participación aumento de 71.2% en 1994 a 80.0% en el 2005. Este aumento se explica por el crecimiento relativo de las importaciones de combustibles, lubricantes y conexos: de 5.75% en 1994 pasa a 19.24% en el 2005. La participación de los insumos y bienes de capital para la industria se mantiene prácticamente constante en 50%. Nótese, además, que los insumos más requeridos provinieron de la industria minera y química; y, que las mayores demandas de bienes de capital importados se originaron en las industrias de telecomunicaciones, servicios de informática y manufacturera.
Estos datos indican que la liberalización del comercio no es un sustituto de la estrategia de desarrollo para países como el nuestro.
Publicado por el Diario La República
El contenido y los términos del comercio explican por qué no todos los países comparten equitativamente sus beneficios. Ello depende --estaba claro desde los primeros escritos teóricos sobre el tema--, de las características de la oferta y de la demanda de los bienes que los países producen y comercian, pero también de las políticas económicas que adoptan.
No puede haber ganancias equitativas de comercio si su liberalización, en países como el nuestro, no modifica su estructura tradicional y, si los países desarrollados no modifican sus políticas de comercio dirigidas hacia nuestros mercados. Mientras estos nos exigen liberalizar nuestro comercio, ellos continúan protegiendo sus mercados, mediante, por ejemplo, los subsidios a sus productos agrícolas.
Después de más de quince años de libre comercio en nuestro país, no han cambiado ni la estructura de su comercio ni sus términos. Nuestros ingresos por exportaciones continúan dominados por las ventas de productos primarios, mientras aumentaron significativamente la penetración de importaciones manufactureras a nuestro mercado interno. Un shock externo adverso, puede, en estas condiciones, compensar las «ganancias actuales» de comercio con la reducción de la producción, en magnitudes mayores que en períodos anteriores, para contraer las importaciones.
Las exportaciones tradicionales siguen predominando en el total de las exportaciones. Durante 1994-2005, representaron, en promedio, el 70% del total y mostraron una ligera tendencia creciente. Por su parte, la participación de los productos no tradicionales disminuyó de 27.5% en 1994 a 24.7% en el 2005. En el total de los productos tradicionales, los mineros representaron una alta y creciente proporción. Entre los minerales más exportados se encuentran el cobre y el oro. China y Estados Unidos son los más importantes demandantes de cobre y, Estados Unidos, Suiza y Canadá, del oro. Le siguen las exportaciones de molibdeno (dirigidas principalmente a Chile); el zinc y el plomo. China es, además, el principal demandante de hierro y plomo. Aparte de los minerales, destacan los productos pesqueros, como la harina de pescado cuyos principales destinos son China, Alemania y Japón.
Tampoco hubo cambios importantes por el lado de las importaciones. Siguen pesando más las importaciones de insumos y bienes de capital. Su participación aumento de 71.2% en 1994 a 80.0% en el 2005. Este aumento se explica por el crecimiento relativo de las importaciones de combustibles, lubricantes y conexos: de 5.75% en 1994 pasa a 19.24% en el 2005. La participación de los insumos y bienes de capital para la industria se mantiene prácticamente constante en 50%. Nótese, además, que los insumos más requeridos provinieron de la industria minera y química; y, que las mayores demandas de bienes de capital importados se originaron en las industrias de telecomunicaciones, servicios de informática y manufacturera.
Estos datos indican que la liberalización del comercio no es un sustituto de la estrategia de desarrollo para países como el nuestro.
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Sunday, May 06, 2007
¿Por qué el Perú sigue creciendo?
Hay tres fuentes que explican el crecimiento económico. Dos corresponden al mercado interno y la tercera al mercado externo. Las dos primeras provienen del crecimiento de la demanda interna y de la sustitución (o desustitución) de importaciones. La demanda en el mercado interno se satisface con producción nacional y/o con importaciones. Si el crecimiento de esta demanda es acompañado con un menor crecimiento de importaciones, entonces crece la participación relativa de la producción nacional en el abastecimiento del mercado interno: este fenómeno es conocido como «sustitución de importaciones». Si ocurre lo contrario, la producción extranjera desplaza a la producción nacional: se pierde mercado interno. La tercera fuente es el crecimiento de las exportaciones que se expresa en un incremento de la penetración de nuestros productos en el mercado externo.
Los primeros datos
De 1990 al 2000, el PBI y la demanda interna crecieron a tasas anuales promedio parecidas (3.97%). Las exportaciones e importaciones también crecieron a tasas anuales promedio prácticamente iguales (8.0%). Pero, lo más destacable es la pérdida relativa de mercado interno (la propensión a importar aumenta a una tasa de 3.9% promedio anual), aunque también aumenta a la misma tasa (3.9%) la penetración de nuestros productos en el mercado externo medido por el coeficiente de exportaciones a PBI.
Durante los años 2000 al 2006, la situación cambia notablemente. El PBI crece a una tasa anual promedio cercana al 5%, la demanda interna lo hace a una tasa ligeramente menor (4.5%), mientras que las exportaciones crecen a una tasa que supera a la tasa de las importaciones en 1.4%. Ambas tasas (8.43% y 7.0%, respectivamente) son significativamente mayores que la tasa de crecimiento del PBI. Además, la pérdida de mercado interno se desacelera (la propensión a importar crece a una tasa promedio anual de 2.3%), mientras que la penetración de nuestros productos en los mercados externos (es decir, el coeficiente de exportaciones a PBI) crece a una tasa superior de 3.4%.
Las fuentes del crecimiento
En ambos períodos el crecimiento del PBI estuvo básicamente influido por el efecto demanda interna, aunque este disminuye relativamente su importancia del 2000 al 2006. Por otro lado, el efecto de las exportaciones en el crecimiento del PBI aumenta al paso de los años: en el periodo 1990-2000 fue de 27.6% y de 31.9% en el periodo 2000-2006.
El efecto demanda interna fue de 88.8% en el período 1990-2000. Este porcentaje se obtiene manteniendo constante la propensión a importar del año inicial. Pero, durante el fujimorismo se produjo una importante pérdida de mercado interno que afectó el crecimiento del PBI con -16.6%. Este efecto, que Chenery llama el «efecto desustitución de importaciones», fue prácticamente compensado con el efecto que sobre el crecimiento económico tuvo el aumento del coeficiente de exportaciones a PBI.
En el período 2000-2006 la composición de las fuentes de crecimiento se modifica significativamente: el 78.4% corresponde al efecto demanda interna; 16.5% al crecimiento de las exportaciones sin cambios en su relación con el PBI; 15.3% al aumento de la penetración de nuestros productos en los mercados externos; y, solo -10.3% a la «desustitución de importaciones».
Políticas que acompañaron el crecimiento
Entre las que nos importa destacar hay dos. En el período 1990-2000 se aplica una política monetaria que encarece el costo del dinero y que, además, favorece la dolarización del sistema bancario. Por esta razón el crecimiento de la demanda interna fue acompañado por el crecimiento de los créditos al consumo en moneda extranjera. De otro lado, esa misma política, cuyo objetivo fue bajar drásticamente la inflación, deprimió el tipo de cambio real restando competitividad de nuestros productos en los mercados externos.
Tipo de Cambio Real Bilateral
Los primeros datos
De 1990 al 2000, el PBI y la demanda interna crecieron a tasas anuales promedio parecidas (3.97%). Las exportaciones e importaciones también crecieron a tasas anuales promedio prácticamente iguales (8.0%). Pero, lo más destacable es la pérdida relativa de mercado interno (la propensión a importar aumenta a una tasa de 3.9% promedio anual), aunque también aumenta a la misma tasa (3.9%) la penetración de nuestros productos en el mercado externo medido por el coeficiente de exportaciones a PBI.
Durante los años 2000 al 2006, la situación cambia notablemente. El PBI crece a una tasa anual promedio cercana al 5%, la demanda interna lo hace a una tasa ligeramente menor (4.5%), mientras que las exportaciones crecen a una tasa que supera a la tasa de las importaciones en 1.4%. Ambas tasas (8.43% y 7.0%, respectivamente) son significativamente mayores que la tasa de crecimiento del PBI. Además, la pérdida de mercado interno se desacelera (la propensión a importar crece a una tasa promedio anual de 2.3%), mientras que la penetración de nuestros productos en los mercados externos (es decir, el coeficiente de exportaciones a PBI) crece a una tasa superior de 3.4%.
Las fuentes del crecimiento
En ambos períodos el crecimiento del PBI estuvo básicamente influido por el efecto demanda interna, aunque este disminuye relativamente su importancia del 2000 al 2006. Por otro lado, el efecto de las exportaciones en el crecimiento del PBI aumenta al paso de los años: en el periodo 1990-2000 fue de 27.6% y de 31.9% en el periodo 2000-2006.
El efecto demanda interna fue de 88.8% en el período 1990-2000. Este porcentaje se obtiene manteniendo constante la propensión a importar del año inicial. Pero, durante el fujimorismo se produjo una importante pérdida de mercado interno que afectó el crecimiento del PBI con -16.6%. Este efecto, que Chenery llama el «efecto desustitución de importaciones», fue prácticamente compensado con el efecto que sobre el crecimiento económico tuvo el aumento del coeficiente de exportaciones a PBI.
En el período 2000-2006 la composición de las fuentes de crecimiento se modifica significativamente: el 78.4% corresponde al efecto demanda interna; 16.5% al crecimiento de las exportaciones sin cambios en su relación con el PBI; 15.3% al aumento de la penetración de nuestros productos en los mercados externos; y, solo -10.3% a la «desustitución de importaciones».
Políticas que acompañaron el crecimiento
Entre las que nos importa destacar hay dos. En el período 1990-2000 se aplica una política monetaria que encarece el costo del dinero y que, además, favorece la dolarización del sistema bancario. Por esta razón el crecimiento de la demanda interna fue acompañado por el crecimiento de los créditos al consumo en moneda extranjera. De otro lado, esa misma política, cuyo objetivo fue bajar drásticamente la inflación, deprimió el tipo de cambio real restando competitividad de nuestros productos en los mercados externos.
Tipo de Cambio Real Bilateral
El régimen de política macroeconómica cambia durante los años 2000-2006. Se adopta un esquema de política monetaria basada en metas de inflación que reduce el costo del dinero. Esta política se acompaña con intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario, cuyo efecto fue elevar el tipo de cambio real. Por último, se introdujo el «programa de creadores de mercado de deuda pública interna» que, al estimular el desarrollo del mercado doméstico de capitales en soles, contribuyó no sólo con la eficiencia de la nueva política monetaria, sino también con la desdolarización del sistema bancario.
Tasas de Interés Activas en MN y ME
Tasas de Interés Activas en MN y ME
Crédito en MN y ME
A modo de conclusión, podemos decir entonces que los riesgos que enfrenta el actual crecimiento del PBI no están solo por el lado de los shocks externos adversos (como la caída de los precios de los minerales que exportamos o una salida de capitales al extranjero), sino también por el lado de la política monetaria que está promoviendo una mayor disminución del precio del dólar, poniendo en riesgo el crecimiento liderado por las exportaciones.
Publicado por el Diario La República
Thursday, April 12, 2007
Cambios en la Composición y Destino de las Exportaciones
Durante los años noventa las exportaciones crecen a tasas históricamente conocidas. Lo que sí se acelera es el crecimiento de las importaciones; por esta razón la economía registra recurrentes déficits comerciales. Recién a partir del 2001 se produce un cambio significativo en la tasa de crecimiento de las exportaciones de bienes. De 1994 al 2000, en 6 años, éstas aumentan en 57.2% en dólares corrientes; pero en los siguientes seis años, del 2000 al 2006, aumentan en 242.5%.
¿Qué efecto tiene este crecimiento en la composición y en el destino de las exportaciones? ¿Cambió definitivamente el peso histórico que las exportaciones tradicionales tenían sobre el total? ¿Se diversificó el destino de las exportaciones con la apertura de los años noventa?
En el año 1994 las exportaciones no tradicionales representaban el 27.5% del total. Este porcentaje aumenta hasta un promedio de 30% entre los años 1997 y 2001. Alcanza su máximo de 34.2% en 1998. Después, baja monotónicamente hasta alcanzar, en el año 2006, niveles registrados en los años 1979-1985: a 28.8% en el 2003; a 27.2% en el 2004; a 24.7% en el 2005 y a 22.2% en el 2006. Por otro lado, si tomamos el conjunto de los doce años, de 1994 al 2006, la participación de las exportaciones tradicionales aumentaron de 71.4% a 77.2%.
El dominio de las exportaciones tradicionales no es nuevo. Lo nuevo es que este dominio ocurre en un escenario neoliberal con contratos de estabilidad jurídica y tributaria, con «óbolos mineros», con salarios africanos y con inexistentes articulaciones sectoriales en la economía interna, todo lo cual habría configurado una auténtica «economía de enclave» con escasísimos retornos para la economía nacional. En el período 1950-1977, se registró un superávit comercial promedio de 0.5% del PBI, mientras que la renta de factores privado reportaba un déficit promedio de -2% del PBI. Estos porcentajes siguen siendo bajos y del mismo signo durante 1978-1990: 2.7% de superavit comercial y -1.7% de déficit en la renta de factores privado. Este comportamiento cambia en los años del fujimorismo: las dos balanzas registran déficit: -2.3% en la balanza comercial y -1.2% en la renta de factores privado. Después, en los años 2001-2006, cuando fructificaron las «gollerías» neoliberales, el superávit comercial de 3.7% del PBI fue compensado por el déficit de -3.5% en la renta de factores, que básicamente incluye repatriación de utilidades de las inversión extranjera directa.
Por el lado del destino de las exportaciones, el continente americano mantuvo el mayor porcentaje: 50.9% en el 2006. Al interior, el principal destino fue los Estados Unidos. Durante los años 1994 al 2005, su participación en las exportaciones totales casi se duplicó: de 16.2% aumento a 30.9%. Sin embargo, hay que señalar que en el 2006, esta participación descendió a 23.7%, coincidiendo con la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana iniciada a fines del año 2005.
En consecuencia, la apertura no produjo cambios duraderos en la composición de las exportaciones. Pero, dio lugar a una economía de «enclave especial» expuesta, como antes --aunque con efectos de distinto grado en la economía interna--, a estrangulamientos externos derivados de cambios adversos en los términos de intercambio. Y, por el lado del destino de las exportaciones, más que una diversificación de mercados, el neoliberalismo produjo una mayor concentración hacia el continente americano y, dentro de este, hacia el mercado norteamericano.
Publicado por el Diario La República
¿Qué efecto tiene este crecimiento en la composición y en el destino de las exportaciones? ¿Cambió definitivamente el peso histórico que las exportaciones tradicionales tenían sobre el total? ¿Se diversificó el destino de las exportaciones con la apertura de los años noventa?
En el año 1994 las exportaciones no tradicionales representaban el 27.5% del total. Este porcentaje aumenta hasta un promedio de 30% entre los años 1997 y 2001. Alcanza su máximo de 34.2% en 1998. Después, baja monotónicamente hasta alcanzar, en el año 2006, niveles registrados en los años 1979-1985: a 28.8% en el 2003; a 27.2% en el 2004; a 24.7% en el 2005 y a 22.2% en el 2006. Por otro lado, si tomamos el conjunto de los doce años, de 1994 al 2006, la participación de las exportaciones tradicionales aumentaron de 71.4% a 77.2%.
El dominio de las exportaciones tradicionales no es nuevo. Lo nuevo es que este dominio ocurre en un escenario neoliberal con contratos de estabilidad jurídica y tributaria, con «óbolos mineros», con salarios africanos y con inexistentes articulaciones sectoriales en la economía interna, todo lo cual habría configurado una auténtica «economía de enclave» con escasísimos retornos para la economía nacional. En el período 1950-1977, se registró un superávit comercial promedio de 0.5% del PBI, mientras que la renta de factores privado reportaba un déficit promedio de -2% del PBI. Estos porcentajes siguen siendo bajos y del mismo signo durante 1978-1990: 2.7% de superavit comercial y -1.7% de déficit en la renta de factores privado. Este comportamiento cambia en los años del fujimorismo: las dos balanzas registran déficit: -2.3% en la balanza comercial y -1.2% en la renta de factores privado. Después, en los años 2001-2006, cuando fructificaron las «gollerías» neoliberales, el superávit comercial de 3.7% del PBI fue compensado por el déficit de -3.5% en la renta de factores, que básicamente incluye repatriación de utilidades de las inversión extranjera directa.
Por el lado del destino de las exportaciones, el continente americano mantuvo el mayor porcentaje: 50.9% en el 2006. Al interior, el principal destino fue los Estados Unidos. Durante los años 1994 al 2005, su participación en las exportaciones totales casi se duplicó: de 16.2% aumento a 30.9%. Sin embargo, hay que señalar que en el 2006, esta participación descendió a 23.7%, coincidiendo con la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana iniciada a fines del año 2005.
En consecuencia, la apertura no produjo cambios duraderos en la composición de las exportaciones. Pero, dio lugar a una economía de «enclave especial» expuesta, como antes --aunque con efectos de distinto grado en la economía interna--, a estrangulamientos externos derivados de cambios adversos en los términos de intercambio. Y, por el lado del destino de las exportaciones, más que una diversificación de mercados, el neoliberalismo produjo una mayor concentración hacia el continente americano y, dentro de este, hacia el mercado norteamericano.
Publicado por el Diario La República
Thursday, March 22, 2007
Neoliberalismo, Educación y Crecimiento
En un artículo anterior mostramos que las políticas del Consenso de Washington afectaron el crecimiento de largo plazo porque frenaron el aumento del stock de capital: disminuyó el porcentaje de la inversión privada a PBI y la participación de la inversión en equipo. Pero, además, esas políticas también afectaron el crecimiento de largo plazo y la competitividad, a través de su influencia negativa en el desarrollo tecnológico.
Las políticas orientadas a mejorar la calificación de los trabajadores, aumentan su eficiencia y, en consecuencia, su capacidad para utilizar las tecnologías modernas. Como se sabe, trabajadores con mayor conocimiento son capaces de generar mayor valor agregado. Esto no es posible cuando las políticas afectan la inversión en capital humano, particularmente, cuando limitan el gasto en educación, en salud y en investigación. En los países industrializados la contribución relativa del capital humano al crecimiento es grande y son ellos los que más invierten en este tipo de capital.
Desde el año 1973 hasta fines de los ochenta, el gasto en educación registró una tendencia decreciente que se acentuó dramáticamente en los años del primer gobierno de Alan García. Después, en los años noventa, cuando se recupera la economía y se supera la hiperinflación, el gasto en educación como porcentaje del PBI retoma sus valores de inicios de la década de los años ochenta; pero, no llega a superar los niveles registrados en los años setenta (ver gráfico 1). Lo que es peor, las «reformas estructurales» y el énfasis en la reducción del tamaño del Estado, afectaron significativamente la calidad de la educación. La recuperación relativa del gasto fue parte de la política fiscal procíclica y no de un plan de mejoramiento de largo plazo de la calidad del sistema educativo.
Gráfico 1
Gráfico 1
Fuente: INEI, SIAF-MEF
No puede decirse que los neoliberales de nuestro país buscan hacer de la educación el pivote del crecimiento económico de largo plazo. Los recortes de gastos junto a la ausencia de una auténtica reforma tributaria, han empobrecido a las escuelas y universidades públicas. Nótese, además, que un sistema impositivo que grave más a los que más tienen, no es visto por los neoliberales como parte integrante de la reforma del Estado.
El neoliberalismo ha convertido en guetos de «pobreza» a los espacios y bienes públicos. A diferencia de lo que ocurría en los años previos a la moda neoliberal, hoy las escuelas y universidades públicas son lugares exclusivos de los «pobres» o de los que forman parte del 54% de la población. El Estado parece que se está retirando del país. Esto lo expresa bien el actual gobierno de Alan García, quien ha calificado de «pedilones» a los pobladores de los barrios pobres, al mismo tiempo que ha institucionalizado el «óbolo» de las empresas transnacionales que explotan nuestros recursos naturales.
Con un sistema educativo que ha perdido calidad y que no invierte adecuadamente en investigación, tiene que haberse afectado la productividad de los trabajadores y, por ende, su capacidad de operar con tecnologías más modernas. Este hecho, el freno al crecimiento del stock de capital y la disminución relativa de la inversión en equipo, son los responsables del largo estancamiento de la relación capital-trabajo (ver gráfico 2).
Gráfico 2
Gráfico 2
Fuente: INEI
Publicado por La República
Publicado por La República
Tuesday, March 13, 2007
Neoliberalismo afectó crecimiento de largo plazo
Se sabe que las políticas económicas pueden acelerar o retardar el crecimiento económico de largo plazo a través de su influencia en el desarrollo tecnológico y en la tendencia de la relación capital-trabajo (o intensidad de capital). En este artículo vamos a mostrar los efectos negativos de las políticas del Consenso de Washington en el crecimiento del stock de capital (equipos y máquinas, edificios, puertos, etc.) a disposición de un trabajador promedio. En otra entrega abordaremos sus efectos negativos en el desarrollo tecnológico. Una economía intensiva en capital es más productiva y genera mejores condiciones de bienestar para la población. El neoliberalismo, que hoy ha retomado el Poder Ejecutivo, afectó la productividad, la competitividad de la economía y el bienestar de la población. Reprimarizó la economía y sacrificó el dinamismo de la demanda interna al hacer posible el ajuste de los ingresos de los trabajadores hacia abajo, sin límite legal alguno que lo evite compulsivamente. Una economía reprimarizada y con una participación decreciente de los salarios en el ingreso, no genera estímulos para aumentar el stock de capital y, por lo tanto, la capacidad productiva orientada al mercado interno.
La inversión privada cae estrepitosamente durante el primer gobierno de Alan García: desde un 24.4% del PBI que alcanzó en el año 1981 hasta un promedio de 14.8% durante 1985-1990. Los años siguientes fluctúa generando una tendencia decreciente. La inversión pública tiene un comportamiento parecido: cae de 8.6% a 4.8%. La recuperación de la inversión privada durante el primer gobierno de Alberto Fujimori asociada al «boom privatizador», no reprodujo sus niveles históricos como porcentaje del PBI. Después, de 1990 al 2005, reanudó su tendencia decreciente a una tasa de -2.4% promedio anual. Pero lo que más llama la atención es la dramática reducción de la inversión en equipamiento en comparación con la inversión en construcción (véase gráfico). La tendencia creciente de la inversión en equipamiento termina en el año 1981, cuando alcanza el 48.8% de la inversión total. Alan García, en su primer gobierno, lo deja en 22.7% y, durante los últimos quince años, el crecimiento de la inversión privada es liderado por la construcción, pues la inversión en equipo se mantiene en un promedio de 21.3% del total.
La pérdida de importancia relativa de la inversión en equipamiento ocurre junto a una significativa disminución de la inversión en equipo producido localmente, mientras aumenta la inversión en equipo importado: entre 1987 y 2005, esta última aumenta de 50% a 72%. Tómese en cuenta, además, que la inversión extranjera adquiere con el neoliberalismo reprimarizador un papel dominante en desmedro de la inversión privada nacional.
Finalmente, hay que señalar que la reducción de la inversión en equipamiento tiene que haber afectado la capacidad productiva per cápita y, por consiguiente, la productividad y la competitividad de la economía. Este es el resultado de una política económica que no incorpora entre sus prioridades la modernización el aparato productivo del país y que apuesta por un patrón de crecimiento que resta importancia a la producción industrial para el mercado interno.
La inversión privada cae estrepitosamente durante el primer gobierno de Alan García: desde un 24.4% del PBI que alcanzó en el año 1981 hasta un promedio de 14.8% durante 1985-1990. Los años siguientes fluctúa generando una tendencia decreciente. La inversión pública tiene un comportamiento parecido: cae de 8.6% a 4.8%. La recuperación de la inversión privada durante el primer gobierno de Alberto Fujimori asociada al «boom privatizador», no reprodujo sus niveles históricos como porcentaje del PBI. Después, de 1990 al 2005, reanudó su tendencia decreciente a una tasa de -2.4% promedio anual. Pero lo que más llama la atención es la dramática reducción de la inversión en equipamiento en comparación con la inversión en construcción (véase gráfico). La tendencia creciente de la inversión en equipamiento termina en el año 1981, cuando alcanza el 48.8% de la inversión total. Alan García, en su primer gobierno, lo deja en 22.7% y, durante los últimos quince años, el crecimiento de la inversión privada es liderado por la construcción, pues la inversión en equipo se mantiene en un promedio de 21.3% del total.
La pérdida de importancia relativa de la inversión en equipamiento ocurre junto a una significativa disminución de la inversión en equipo producido localmente, mientras aumenta la inversión en equipo importado: entre 1987 y 2005, esta última aumenta de 50% a 72%. Tómese en cuenta, además, que la inversión extranjera adquiere con el neoliberalismo reprimarizador un papel dominante en desmedro de la inversión privada nacional.
Finalmente, hay que señalar que la reducción de la inversión en equipamiento tiene que haber afectado la capacidad productiva per cápita y, por consiguiente, la productividad y la competitividad de la economía. Este es el resultado de una política económica que no incorpora entre sus prioridades la modernización el aparato productivo del país y que apuesta por un patrón de crecimiento que resta importancia a la producción industrial para el mercado interno.
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Wednesday, February 28, 2007
Cambios Contraproducentes en la Política Monetaria
La experiencia de los últimos cinco años muestra la importancia que la política monetaria tiene para mantener la estabilidad de los precios y para estimular el crecimiento económico. Sin embargo, varios cambios recientes, poco discutidos, están minando la solidez de la política monetaria aplicada en el último quinquenio.
En primer lugar, el anuncio de una mayor flexibilidad cambiaria ha exacerbado la tendencia a la apreciación del sol, conspirando contra la efectividad de la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario. Como dice el mismo Velarde, los inversionistas extranjeros están apostando más por el nuevo sol y «hay una mayor confianza en que el sol se hace cada vez más fuerte». No hay que olvidar que el aumento y posterior estabilidad del tipo de cambio real efectuado por el anterior directorio del BCRP, tuvo un papel importante en el crecimiento y diversificación de las exportaciones no tradicionales.
En segundo lugar, se está debilitando el desarrollo del mercado doméstico de capitales, al promover la continua exportación de nuestros ahorros. Se ha aumentado por segunda vez el límite operativo a las inversiones de las AFP en el exterior, con el argumento de beneficiar a sus afiliados. Una mayor inversión en el exterior –se dice– minimizaría y diversificaría el riesgo de sus carteras favoreciendo a sus afiliados. Pero este argumento choca con otro: mientras menos bonos domésticos, en soles o en dólares, compren las AFP, más altas serán las tasas de interés de largo plazo en ambas monedas. El bono de 20 años en soles que hoy se cotiza a una tasa de 6.76% anual puede cotizarse a una tasa mayor en el futuro, aun cuando la autoridad monetaria no suba su tasa de interés de corto plazo.
En tercer lugar, se está estimulando la dolarización aunque Velarde dice que busca lo contrario. No se puede desdolarizar el sistema financiero debilitando el mercado local de capitales y aumentando la remuneración al encaje en moneda extranjera. El directorio presidido por Velarde ha subido dos veces (de 2.5% a 3% anual) la tasa de interés que el BCRP paga a los bancos comerciales por los 3 mil millones de dólares y pico que estos están obligados a depositar en las bóvedas de la autoridad monetaria. Esta medida puede aumentar la tasa pasiva en moneda extranjera, y por esta vía estimular la mayor dolarización de los depósitos, o puede disminuir la tasa activa en moneda extranjera, y por esta vía aumentar la dolarización de las colocaciones bancarias.
En cuarto lugar, se está afectando eventualmente la reputación del BCRP. En el último reporte de inflación se anuncia la reducción de la meta de inflación de 2.5% a 2% anual, para «fortalecer la confianza en el sol y reducir la vulnerabilidad de la economía». En una economía expuesta a choques de oferta adversos, especialmente externos, reducir la meta de inflación pone en riesgo su cumplimiento. Recuérdese que a mediados del año 2004 un choque oferta de este tipo hizo subir la inflación de los últimos 12 meses por encima del 4.5% anual. Si el BCRP incumple su meta de inflación por un periodo largo, pueden descontrolarse las expectativas de inflación.
En resumen, se ha roto la continuidad de la política monetaria incrementando innecesariamente los riesgos macroeconómicos que afronta la economía peruana.
Publicado por La República
En primer lugar, el anuncio de una mayor flexibilidad cambiaria ha exacerbado la tendencia a la apreciación del sol, conspirando contra la efectividad de la regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario. Como dice el mismo Velarde, los inversionistas extranjeros están apostando más por el nuevo sol y «hay una mayor confianza en que el sol se hace cada vez más fuerte». No hay que olvidar que el aumento y posterior estabilidad del tipo de cambio real efectuado por el anterior directorio del BCRP, tuvo un papel importante en el crecimiento y diversificación de las exportaciones no tradicionales.
En segundo lugar, se está debilitando el desarrollo del mercado doméstico de capitales, al promover la continua exportación de nuestros ahorros. Se ha aumentado por segunda vez el límite operativo a las inversiones de las AFP en el exterior, con el argumento de beneficiar a sus afiliados. Una mayor inversión en el exterior –se dice– minimizaría y diversificaría el riesgo de sus carteras favoreciendo a sus afiliados. Pero este argumento choca con otro: mientras menos bonos domésticos, en soles o en dólares, compren las AFP, más altas serán las tasas de interés de largo plazo en ambas monedas. El bono de 20 años en soles que hoy se cotiza a una tasa de 6.76% anual puede cotizarse a una tasa mayor en el futuro, aun cuando la autoridad monetaria no suba su tasa de interés de corto plazo.
En tercer lugar, se está estimulando la dolarización aunque Velarde dice que busca lo contrario. No se puede desdolarizar el sistema financiero debilitando el mercado local de capitales y aumentando la remuneración al encaje en moneda extranjera. El directorio presidido por Velarde ha subido dos veces (de 2.5% a 3% anual) la tasa de interés que el BCRP paga a los bancos comerciales por los 3 mil millones de dólares y pico que estos están obligados a depositar en las bóvedas de la autoridad monetaria. Esta medida puede aumentar la tasa pasiva en moneda extranjera, y por esta vía estimular la mayor dolarización de los depósitos, o puede disminuir la tasa activa en moneda extranjera, y por esta vía aumentar la dolarización de las colocaciones bancarias.
En cuarto lugar, se está afectando eventualmente la reputación del BCRP. En el último reporte de inflación se anuncia la reducción de la meta de inflación de 2.5% a 2% anual, para «fortalecer la confianza en el sol y reducir la vulnerabilidad de la economía». En una economía expuesta a choques de oferta adversos, especialmente externos, reducir la meta de inflación pone en riesgo su cumplimiento. Recuérdese que a mediados del año 2004 un choque oferta de este tipo hizo subir la inflación de los últimos 12 meses por encima del 4.5% anual. Si el BCRP incumple su meta de inflación por un periodo largo, pueden descontrolarse las expectativas de inflación.
En resumen, se ha roto la continuidad de la política monetaria incrementando innecesariamente los riesgos macroeconómicos que afronta la economía peruana.
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