Las cinco movilizaciones de los jóvenes efectuadas
entre el 18 de diciembre de 2014 y el 26 de enero de este año, lograron su
cometido: el Congreso de la República, en legislatura extraordinaria convocada
por el presidente Humala, derogó la ley de empleo juvenil que le recortaba
derechos y beneficios sociales. Por primera vez en la historia moderna de
nuestro país se deroga una ley mediante la participación activa de ciudadanos
movilizados. Además, se deroga una ley que forma parte de la reforma laboral
neoliberal iniciada en los años noventa. Se trata entonces de un hecho
histórico que, junto a la desaceleración económica y la erosión de la
democracia constitucional liberal, ha configurado un momento de cambio
significativo (coyuntura crítica) en la economía y en la política.
La crítica al modelo económico neoliberal
La reforma laboral neoliberal se orienta a flexibilizar el mercado de trabajo, es decir, a la «eliminación de trabas o rigideces que impiden la libre operación del mecanismo de la oferta y la demanda». Entre estas trabas o rigideces se encuentran no solo los contratos colectivos y la sindicalización, sino también otros derechos y beneficios laborales que, según el discurso neoliberal, encarecen la mano de obra. En la lógica de este discurso, el abaratamiento de la mano de obra es fundamental para incentivar las inversiones y, en consecuencia, el crecimiento del empleo. Por esta razón se propone reducir los costos de producción de las empresas a costa de los trabajadores. De otro lado, los neoliberales sostienen que un país compite mejor con otros por inversiones extranjeras, cuando tiene los salarios más bajos. Se fomenta así una competencia espuria, rentista o extractivista, en empresas que producen para los mercados internacionales, y se reduce el mercado interno, al disminuir o estancar la capacidad de compra de los salarios, para empresas que producen para el mercado interno.
La crítica al modelo económico neoliberal
La reforma laboral neoliberal se orienta a flexibilizar el mercado de trabajo, es decir, a la «eliminación de trabas o rigideces que impiden la libre operación del mecanismo de la oferta y la demanda». Entre estas trabas o rigideces se encuentran no solo los contratos colectivos y la sindicalización, sino también otros derechos y beneficios laborales que, según el discurso neoliberal, encarecen la mano de obra. En la lógica de este discurso, el abaratamiento de la mano de obra es fundamental para incentivar las inversiones y, en consecuencia, el crecimiento del empleo. Por esta razón se propone reducir los costos de producción de las empresas a costa de los trabajadores. De otro lado, los neoliberales sostienen que un país compite mejor con otros por inversiones extranjeras, cuando tiene los salarios más bajos. Se fomenta así una competencia espuria, rentista o extractivista, en empresas que producen para los mercados internacionales, y se reduce el mercado interno, al disminuir o estancar la capacidad de compra de los salarios, para empresas que producen para el mercado interno.
Esta flexibilización laboral ha precarizado
el empleo y deteriorado las condiciones de vida de los trabajadores de nuestro país.
Por eso los jóvenes que se movilizaron saben que rechazando a la ley --que
ellos denominaron Pulpín--, rechazaban también el modelo económico neoliberal.
Saben, por lo tanto, que las políticas de reforma del mercado de trabajo que se
iniciaron en los años noventa no lograron su objetivo de reducción
significativa de la informalidad. Durante el «fujimorato» el porcentaje de
trabajadores informales aumentó hasta alcanzar en 1997 el 77.4% de la PEA
ocupada total; en 2005 subió a 78.3%; y, en los años siguientes se redujo
lentamente hasta alcanzar el 73.7% en 2013. Este último porcentaje equivale
a 11 millones 559 mil trabajadores. Los
jóvenes saben, asimismo, que el 70.9% del empleo total se encuentra en empresas
de «1 a 10 trabajadores» donde el ingreso promedio mensual es de solo 962.8
soles; y, que los trabajadores de 14 a 24 años tienen un ingreso promedio
mensual de 845.2 soles.
Los jóvenes, entonces, con el rechazo y derogación de la ley Pulpín han iniciado la lucha contra todas las normas o regímenes especiales que discriminan y recortan derechos laborales, y por la aprobación de la Ley General del Trabajo. Como lo están anunciando sus líderes, han iniciado la lucha por la «igualdad de derechos para todos los peruanos sin excepción».
La recuperación de la política
Al cuestionamiento del modelo se suma la incursión masiva de los jóvenes en la política. Lograron la derogatoria de la ley Pulpín con cinco movilizaciones. Este hecho histórico evidencia la posibilidad de cambiar la actual institucionalidad democrática y de acercar los principios democráticos a la realidad social y política en la que se aplican. Con el neoliberalismo estos principios se han hecho más distantes de la práctica política --divorciada de las aspiraciones de la comunidad-- de los gobiernos y partidos.
El neoliberalismo ha despolitizado a la política al confiar la solución de los problemas sociales a la dinámica del mercado; ha suprimido así el sentido original de la democracia. El neoliberalismo convive bien con la falta de compromiso civil con la democracia, porque desconfía de los ciudadanos. Como dice Pisarello, el neoliberalismo «coloca el orden espontáneo del mercado a resguardo de las urnas y evita que las poblaciones ignorantes se inmiscuyan en las leyes de la economía».
Frente a este funcionamiento insatisfactorio de la democracia, con gobiernos y representantes que no rinden cuentas de sus acciones y quedan fuera del control de los ciudadanos, la incursión de los jóvenes constituye el inicio de la recuperación las virtudes cívicas para revalorar la política o para rescatar su sentido de lazo de conexión social. En un poco más de un mes construyeron coaliciones efectivas con espacios diversos: jóvenes sindicalizados, universitarios, jóvenes partidarizados, agrupaciones por zonas, colectividades, entre otras; y, fueron capaces de organizarse en una coordinadora general y en asambleas, sin hegemonías, buscando consensos y poniéndose límites recíprocamente. Pusieron en práctica una manera distinta de hacer política, proclamándose autónomos respecto de los partidos y de las organizaciones a las que algunos pertenecen (partidos políticos, federaciones, CGTP, etc.). En otras palabras, han revelado que es posible la ruptura del actual equilibrio extractivista para dar paso a la innovación política y económica.
A modo de Conclusión
Con las movilizaciones de los jóvenes hemos empezado a transitar el camino del republicanismo que «reivindica la política como actividad humana para todos, como una manera de entender y vivir la democracia». Hemos empezado a recuperar las virtudes cívicas para recuperar el sentido de la política.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 31 de enero.
Los jóvenes, entonces, con el rechazo y derogación de la ley Pulpín han iniciado la lucha contra todas las normas o regímenes especiales que discriminan y recortan derechos laborales, y por la aprobación de la Ley General del Trabajo. Como lo están anunciando sus líderes, han iniciado la lucha por la «igualdad de derechos para todos los peruanos sin excepción».
La recuperación de la política
Al cuestionamiento del modelo se suma la incursión masiva de los jóvenes en la política. Lograron la derogatoria de la ley Pulpín con cinco movilizaciones. Este hecho histórico evidencia la posibilidad de cambiar la actual institucionalidad democrática y de acercar los principios democráticos a la realidad social y política en la que se aplican. Con el neoliberalismo estos principios se han hecho más distantes de la práctica política --divorciada de las aspiraciones de la comunidad-- de los gobiernos y partidos.
El neoliberalismo ha despolitizado a la política al confiar la solución de los problemas sociales a la dinámica del mercado; ha suprimido así el sentido original de la democracia. El neoliberalismo convive bien con la falta de compromiso civil con la democracia, porque desconfía de los ciudadanos. Como dice Pisarello, el neoliberalismo «coloca el orden espontáneo del mercado a resguardo de las urnas y evita que las poblaciones ignorantes se inmiscuyan en las leyes de la economía».
Frente a este funcionamiento insatisfactorio de la democracia, con gobiernos y representantes que no rinden cuentas de sus acciones y quedan fuera del control de los ciudadanos, la incursión de los jóvenes constituye el inicio de la recuperación las virtudes cívicas para revalorar la política o para rescatar su sentido de lazo de conexión social. En un poco más de un mes construyeron coaliciones efectivas con espacios diversos: jóvenes sindicalizados, universitarios, jóvenes partidarizados, agrupaciones por zonas, colectividades, entre otras; y, fueron capaces de organizarse en una coordinadora general y en asambleas, sin hegemonías, buscando consensos y poniéndose límites recíprocamente. Pusieron en práctica una manera distinta de hacer política, proclamándose autónomos respecto de los partidos y de las organizaciones a las que algunos pertenecen (partidos políticos, federaciones, CGTP, etc.). En otras palabras, han revelado que es posible la ruptura del actual equilibrio extractivista para dar paso a la innovación política y económica.
A modo de Conclusión
Con las movilizaciones de los jóvenes hemos empezado a transitar el camino del republicanismo que «reivindica la política como actividad humana para todos, como una manera de entender y vivir la democracia». Hemos empezado a recuperar las virtudes cívicas para recuperar el sentido de la política.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 31 de enero.