El actual proceso electoral ha vuelto
a poner en debate el cambio o la continuidad del modelo económico neoliberal.
Los que defienden el modelo dicen, por ejemplo, que en los últimos 25 años de
neoliberalismo ha habido: a) mayor estabilidad política; b) mayor estabilidad
macroeconómica; c) mayor eficiencia productiva y mayor bienestar del consumidor
asociados a la liberalización comercial;
d) recomposición del aparato productivo y mayor competitividad también
asociados a la apertura comercial; e) reducción de la pobreza vinculada al
crecimiento económico y al gasto social; y, f) un mejoramiento de la
infraestructura a través de asociaciones público privadas (véase Gestión,
23-marzo-2016).
No
hay peor ciego que el que no quiere ver
1) En
lugar de estabilidad política, hay una degradación de la política y de la
democracia. Las
prácticas clientelares y corruptas del fujimorismo de los noventa (compra de
apoyo electoral; compra de congresistas para lograr mayoría en el congreso, compra
de los medios de comunicación, etc.), sumadas a la penetración aprista y
fujimorista en los poderes electoral y judicial, son expresiones de la degradación
de las instituciones y de la corrupción
en el ejercicio de la función pública.
El neoliberalismo envileció las reglas de convivencia social y política,
en lugar de fortalecer la democracia, la ciudadanía y la política.
2) No
se puede decir que la relativa estabilidad macroeconómica es fruto de las políticas neoliberales. Las políticas neoliberales dolarizaron
el crédito en los años 1990 y en los años 2006 a 2015, y en estos mismos años
apreciaron la moneda haciéndoles perder competitividad a los exportadores no
tradicionales. La subida abrupta del tipo de cambio asociada a la crisis
asiática y rusa produjo quiebras bancarias, debido a la dolarización de los
créditos; y, el rescate del sistema bancario le costó al Estado cerca de mil
millones de dólares. La reciente subida del tipo de cambio no ha generado
quiebras bancarias, pero le ha hecho perder el 50% de sus reservas al Banco
Central. Por último, hay que mencionar que el actual esquema institucional de
política monetaria y fiscal fue introducido en los años 2001-2003 por un equipo
de economistas progresistas que dirigieron el Banco Central y los
viceministerios del MEF. Las actuales autoridades económicas han usufructuado
de este nuevo esquema, aunque gestionándolo de manera ineficiente.
3) No
hay evidencia de una mayor eficiencia productiva ni de un aumento del bienestar
de los trabajadores. La
eficiencia de la inversión (medida por la inversa de la relación incremental
capital-producto), fue menor en los años del neoliberalismo que en los años 1970-1980.
Tampoco se puede decir que la apertura comercial incrementó el bienestar de los
consumidores. Después de 25 años, más del 70% de los trabajadores siguen siendo
informales. Los salarios reales están prácticamente estancados y un alto
porcentaje de los trabajadores tienen sus derechos recortados.
4) No
aumentó la competitividad basada en la productividad ni se mejoró la
composición del aparato productivo.
Se buscó aumentar la competitividad abaratando el costo del trabajo mediante
recortes de derechos laborales. Este tipo de competitividad es espuria y no
tiene relación alguna con los aumentos de la productividad. Por esta razón los
sectores que lideraron el crecimiento no fueron los transables sino los
sectores terciarios como el comercio y los servicios, junto con la exportación
primaria. Veinticinco años de neoliberalismo ha dejado una economía menos
industrial y menos agrícola.
5) El
crecimiento económico de los años 2003-2013 solo redujo la pobreza monetaria,
pero no la multidimensional. El crecimiento fue resultado de los precios
altos de los minerales y de una demanda externa creciente por estos productos.
Este contexto externo favorable ya no existe, por lo tanto la economía ya no
crece como antes y es altamente probable que en este año y los próximos se
revierta la reducción de la pobreza lograda en el período de alto crecimiento.
Además, el actual enfriamiento económico y las exoneraciones tributarias
efectuadas por el actual gobierno, reducirán la presión tributaria y, por
tanto, el financiamiento de los programas sociales.
6) Finalmente,
el gasto en infraestructura no responde a un ordenamiento territorial en macro
regiones, para integrar el país.
Por lo demás, la modalidad de asociaciones público-privadas utilizada en este
tipo de inversión ni es transparente ni asegura una distribución de riesgos
equitativa. Al respecto podríamos decir que las APP son la expresión de un
neoliberalismo de Estado porque se promueve el negocio privado junto a pérdidas
para el sector público (véase Germán Alarco, Desventajas tributarias de lo público privado, 25-06-2014).
A modo de conclusión
Según el diario El Comercio
(21-marzo-2016) en los últimos veinticinco años se ha venido aplicando con
éxito el sistema de libertad económica. pero, lo que sabemos es que este sistema le
ha permitido a El Comercio controlar cerca del 80% del mercado en el que opera.
Un sistema de mercado que fomenta la posición de dominio no puede ser
beneficioso para la población. Y cuando hay posición de dominio o poder de mercado,
no hay asignación eficiente de recursos, según la propia teoría económica que
defienden los neoliberales.
El Comercio usa su posición de dominio
para desorientar y mentir. Dice que mencionar en un plan de gobierno que se
reducirá «la tasa de interés de referencia del Banco Central de Reserva para
generar condiciones de mayor acceso al crédito», es una abierta intervención del
Ejecutivo en la autonomía del Banco Central. Todo economista instruido sabe que cuando la economía se desacelera
(como ocurre actualmente) el Banco Central debe bajar su tasa en lugar de
subirla. Ahora bien, si un nuevo gobierno nombra directores del Banco Central instruidos,
sin duda, en el marco de la ley del propio banco, ellos propondrán la
aplicación de una política monetaria contra cíclica para reactivar la economía.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 26 de marzo.