Saturday, February 22, 2014

Crisis de Ideologías: libertad, democracia y mercado


Después de la caída del muro de Berlín (1989), el neoliberalismo --doctrina que se había desarrollado a contrapelo del llamado socialismo real--, se impone en casi todos los países del mundo. En realidad, con la crisis del sistema de Bretton Woods, la estanflación de los años 1970 y la crisis de la deuda externa que se inicia en 1982, había concluido el compromiso del Estado con la democracia de velar por los equilibrios macroeconómicos y resolver las injusticias sociales generadas por el funcionamiento de los mercados en los países de democracias constitucionales. Por lo tanto, las políticas neoliberales se imponen desde los años |1979-1980 como salida a estas crisis, y su aplicación se extiende a los países de la periferia, siguiendo el recetario del Consenso de Washington de 1989. Pero, con las tres décadas de aplicación de las políticas neoliberales volvieron los problemas del pasado. La distribución del ingreso se hizo más desigual, originando la proliferación de conflictos sociales y políticos. Los mercados desregulados generaron asimetrías de poder que causaron la crisis internacional de 2008-2009 que aun no termina de resolverse, y que revela el fin de la ideología neoliberal que, entre otras cosas, contrapone y privilegia el mercado frente al Estado, abogando por su total neutralidad económica.    
 
La crisis de las ideologías y del constitucionalismo liberal
 
La caída del muro de Berlín (1989) puso fin a la ideología del colectivismo estatista que servía de sustento a los partidos de izquierda que defendían el voluntarismo colectivo frente al voluntarismo individualista de los neoliberales. Con la crisis terminal de la economía estatal como sistema, se impuso la ideología de los mercados desregulados. Pero, tanto en los países que abandonaron el colectivismo estatista como en las democracias constitucionales, la moda neoliberal en la política aceleró la degradación de los valores, normas, e instituciones concebidas por el liberalismo decimonónico. La caída del Estado denominado socialista, mostraba al mismo tiempo la crisis del Estado constitucional democrático que se había mantenido larvada durante los años de la guerra fría.
 
En el mundo de hoy, entonces, ya no son relevantes las ideologías que compitieron entre sí durante casi un siglo. A la degradación del colectivismo estatista, le siguió la degradación del constitucionalismo liberal y de la democracia representativa. El objetivo de la división de poderes (limitación mutua) pierde sentido cuando el poder ejecutivo anula la capacidad fiscalizadora del legislativo mediante el control absoluto de su bancada y sus aliados; y, cuando el poder judicial violenta su objetivo decimonónico de constituirse en instrumento de garantía de los derechos del sujeto individual. Siguiendo a Eloy García, podemos decir que, cuando la judicatura traspasa los límites de la legalidad positiva y se abre a la interpretación, adquiere la capacidad de imponer reglas informales a los que reclaman justicia, y se somete a los poderes políticos y económicos. Tampoco funciona el objetivo de la representación democrática; los elegidos adquieren vida propia al margen del pueblo o de sus electores. Las campañas electorales han sustituido el debate ideológico y programático por el marketing, y la conformación de oligarquías políticas vinculadas a los poderes económicos, afecta la esencia misma de la democracia y el ejercicio de las libertades.
 
Para el neoliberalismo “fuera del mercado” no hay salvación posible.  La libertad económica de los individuos es la única causa de la prosperidad; por lo tanto, no hay problema social que no lo resuelva el mercado si la libertad económica no es interferida por el Estado.  El Estado no debe limitar, sino facilitar, el poder económico. No hay interés común ni voluntad general, y la sociedad es solo una suma de individuos. En consecuencia, el neoliberalismo socava definitivamente los fundamentos de la democracia que el liberalismo decimonónico había construido. Se degradan así los principios del Estado de Derecho, la propia naturaleza de los derechos del hombre y de su libertad, la legalidad y la juridicidad del poder, la representación democrática y los procesos electorales libres.  En ausencia de interés común, el predominio de los intereses individuales anula el significado de la política como lazo de conexión social e instrumento de justicia. 
 
Estado, estructuras de poder y mercado
 
El liberalismo y el neoliberalismo parten de una base doctrinaria común: defienden el ámbito privado y la neutralidad del Estado.  Para defenderse del poder del Estado proponen la ausencia de sus intervenciones en los asuntos de la economía y el mercado. Este temor al Estado proviene de la previa existencia de Estados como estructuras despóticas de poder que correspondían al antiguo régimen de las monarquías absolutistas. Pasado el tiempo, este miedo al Estado que correspondía a la tradición liberal, reaparece con el totalitarismo del llamado socialismo real que se derrumba en 1989. 
 
Ciertamente, el Estado es una estructura de poder, pero no es la única que existe en nuestras sociedades. Liberales y neoliberales olvidan que en el mercado, en tanto institución social, también se constituyen estructuras de poder que afectan el ejercicio de la libertad y de la democracia representativa.
 
A modo de conclusión
 
La crisis de las ideologías ha revelado, entonces, la necesidad de replantear la concepción de la libertad, de la democracia y del mercado.  La libertad no solo debe definirse como ausencia de interferencia del Estado. Por su parte, la democracia requiere de nuevos mecanismos de control de los electores a sus representantes; y, para que el mercado se constituya en un mecanismo institucional que sirva al ejercicio de la libertad y del progreso social, debe replantear su conexión con el Estado.
 
 
 
 
Publicado en el diario La Primera,  el sábado 22 .
 
 
 
 
Nota:
Mil disculpas a los lectores de este blog por ausentarme cerca de dos semanas debido a problemas de salud. 
 
 

Saturday, February 01, 2014

Neoliberalismo y Asimetrías de Mercado

El debate suscitado por la compra de EPENSA y ALFA BETA SISTEMAS por parte del Grupo El Comercio, se ha circunscrito a su efecto violatorio de las libertades de expresión e información. Es verdad que al tener ahora una participación de cerca de 80% en el mercado de la prensa escrita y controlar el 79% de los ingresos por publicidad, el Grupo El Comercio ha acrecentado su poder de controlar y administrar información, afectando así libertades constitucionales básicas. Pero, hay que señalar que la violación al artículo 61 de la Constitución de 1993 no solo se da en el mercado de los medios de prensa, sino también en otros mercados.
 
La doctrina neoliberal del mercado
 
La doctrina neoliberal surge como reacción a la instauración del comunismo en 1917 y al ascenso del nazismo en Alemania. Es una reacción contra la «economía estatal». Esta doctrina se aleja del pensamiento liberal clásico porque –como dice Vargas Llosa en su artículo «Liberales y Liberales» (La República, 26 de enero)-- convierte al liberalismo en una doctrina «esencialmente económica, que gira en torno del mercado como una panacea mágica para la resolución de todos los problemas sociales».  Sus más preclaros representantes son Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek de la llamada escuela austriaca. Ambos argumentaban que la privación de la autonomía económica del individuo conduce a la esclavitud política. Estos son los ideólogos de la oposición entre el Estado y el mercado, de la ausencia de intervenciones económicas del Estado en el mercado. Con precios y salarios flexibles, los mercados libres, sin restricciones, asignan eficientemente los recursos generando bienestar general. Como el mercado no puede hacer nada mal, los neoliberales proclaman una intervención estatal especial: la supresión sistemática de toda traba al libre funcionamiento del mercado.
 
Esta doctrina se pone en práctica con Ronald Reagan en los Estados Unidos (1981-1989) y Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990). Sus reformas económicas y sociales --que Vargas Llosa las concibe como «de inequívoca raíz liberal»--, se apoyan precisamente en esa concepción que antepone el mercado al Estado. Reagan desmanteló el compromiso de la democracia con el capitalismo, compromiso que le asignó al Estado el papel de asegurar los equilibrios macroeconómicos y corregir las injusticias sociales derivadas del funcionamiento del mercado. Para Reagan el Estado era el «problema» frente al mercado que encarnaba la «solución». Thatcher siguió el mismo camino. Revelando su franca adhesión a la escuela austriaca llegó a afirmar que «La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales».
 
En consecuencia, no se puede afirmar, como lo hace Vargas Llosa, que Reagan y Thatcher «impulsaron la cultura de la libertad de manera extraordinaria». Es imposible preservar la libertad renunciando a la sociabilidad. En la visión atomista del individuo no hay interés común o colectivo que oriente sus decisiones como ciudadano. Por lo tanto, el neoliberalismo pone en riesgo la libertad de los individuos como ciudadanos y, por lo tanto, la democracia.
 
Las asimetrías de poder en el mercado
 
La crisis internacional actual ha demostrado que el funcionamiento libre del mercado no lleva al bienestar general. Pero también ha mostrado que alienta la formación de grupos de poder económico. El Estado intervino para socializar los riesgos y efectos negativos del mercado desregulado, y para mantener el carácter privado e individual de los beneficios financieros y económicos. Es la paradoja del «neoliberalismo de Estado» que privilegia la constitución de individuos y grupos con poder económico que no rinden cuentas a nadie. Además, el neoliberalismo alienta la globalización, lo cual hace posible que los agentes económicos evadan el control político de los Estados nacionales. Es el ideal neoliberal: el Estado y los políticos puestos al servicio de los poderes económicos.
 
Los mercados desregulados tienden, entonces, a generar asimetrías de poder, con individuos o grupos de individuos que acaparan «poder de mercado» y que suelen constituirse en oligarquías político-económicas. Así, las instituciones que genera la desregulación de los mercados, son extractivistas o rentistas, enemigas de la pluralidad y de la democracia, enemigas de la innovación y del cambio. Estas instituciones revelan la existencia de otra paradoja en la praxis neoliberal: se rechaza la intervención del Estado en nombre de la libertad de los individuos, y al mismo tiempo que se dificulta esta libertad con «la libertad sin restricciones que se concede al mercado y a las empresas privadas».
 
El mercado desregulado ya no es la institución social que puede alimentar el encuentro entre individuos libres y civilmente independientes, pero con dimensión social.  Este encuentro, según imaginaba Adam Smith, permitía asegurar  el mejoramiento de las condiciones de vida a que todo ser humano aspira, y que este mejoramiento material ocurra en una comunidad plural, diversa y en ningún caso en una sociedad socialmente fracturada. Para Smith –como nos recuerda David Casassas--, la libertad y la equidad no solo son compatibles, sino que se necesitan mutuamente.
 
A modo de Conclusión   
 
Para regresar al principio de este artículo, el debate sobre la concentración de los medios de prensa escrita debe ampliarse a otros mercados de bienes y servicios, y ayudar a crear consensos sobre medidas específicas como el impulso de una ley de fusiones y concentraciones.
 
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 01 de febrero.