Leí
un resumen de este texto el 21 de mayo en el conversatorio El Fantasma de Marx:
sobre la vigencia de sus ideas. El conversatorio fue organizado por el
Instituto Goethe y la Facultad de Fuilosofía de la PUCP.
De El capital de Marx
a la Democracia Republicana
En el segundo centenario de su nacimiento
Muchas gracias.
Voy a dividir mi exposición en tres partes:
Primero, describiré mi encuentro con los escritos de Marx
y adónde me condujo.
Segundo, mencionaré algunas críticas a sus planteamientos
más importantes, y
Por último, concluiré mencionando cuál sería el contenido
de un ideario político-filosófico partiendo de un Marx partidario de la Democracia
con emancipación.
Mi
encuentro
Debo decir que empecé a leer
a Marx desde muy joven y que fui impactado por sus Manuscritos de 1844 y por sus poemas a Jenny von Westphalen compuestos
antes de su casamiento de 1843: “Amor es Jenny, Jenny es el nombre del amor”,
decía Marx; “Toma estos cantos / en los que todo es melodía, / alberga este
amor que, humilde, a tus pies se postra”.
Después me topé con Marx y su concepto del hombre, obra escrita
por Erich Fromm inspirada en los Manuscritos,
y en el que señala que, según Marx, el espíritu de independencia caracteriza la naturaleza del hombre. Este libro de
Fromm termina con la interesante entrevista a Marx que le hace su hija Eleanor.
Marx no era Marxista y nada humano le era ajeno, según dicha entrevista.
Después leí otros libros,
varios de ellos escritos con Federico Engels como: La sagrada Familia (o critica de la critica critica), La ideología Alemana, El Manifiesto Comunista, y Salario, Precio y Ganancia, que fue el discurso pronunciado en 1865 criticando a
John Weston de la AIT.
Debo decir, sin embargo, que
empecé una lectura sistemática de El
Capital, sus Borradores
(Grundrisse) y otros trabajos de Marx, recién a comienzos de la década de 1970
en el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales que dirigía Aníbal Quijano
y en el que también participaba Guillermo Rochabrún. Luego continué con este
tipo de lectura en México.
En esa misma década, cuando
hacía mi maestría en economía en El Colegio de México, conocí a Carlos Roces y a su padre Wenceslao, el que tradujo El Capital y que publicó el Fondo de Cultura
Económica. Carlos fue mi profesor de Teoría Económica y después mi asesor de
tesis. Me gradué de Magister en Economía
con la tesis titulada Marx y Wicksell:
dos concepciones sobre el valor, los precios y la distribución.
Debo mencionar, por último,
a manera de homenaje, a José Arico (Pancho, para sus amigos) —que trabajaba en
la Editorial Siglo XXI de México—, autor del libro Marx y América Latina. Él tuvo la paciencia de leer algunos
capítulos de mi tesis y fui favorecido con una vasta bibliografía inédita en
español que él solía proporcionarme.
Varias lecturas y relecturas
posteriores como las de los autores Polanyi, Keynes, Kaldor, Kalecki, Sraffa,
Skidelsky, Acemoglu, Jeffrey Wiliamson; mis relecturas de Smith y Ricardo, y de
varios teóricos del subdesarrollo y la dependencia, de Giovanni Arrighi —el
autor del importante libro Adam Smith en
Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI—, de Todorov y de algunos
teóricos de la escuela de Cambridge sobre el Republicanismo (Pocock, Skinner y
Petit), hicieron que Marx pasara a un segundo plano en mis reflexiones teóricas
y políticas.
No obstante lo anterior, leyendo
el libro de Derrida —cuyo título inspira este conversatorio— caigo en la cuenta
que efectivamente hay un «Un fantasma (que) no muere jamás, (que) siempre está
por aparecer y por (re)aparecer».[1] Este es el fantasma del
Marx crítico y del ciudadano en acción que buscaba un mundo mejor y más justo. Es
el fantasma capaz de autocrítica y abierto —dice Derrida—«a su propia
transformación, a su reevaluación y a su auto reinterpretación».[2]
Con la audacia que me genera
esta afirmación de Derrida intentaré primero pergeñar una criticas al pensamiento
de Marx y luego, también siguiendo las sugerencias de Derrida, propondré el
contenido de un ideario político alternativo. No aludiré en absoluto al
heterogéneo marxismo, recordando que el propio Marx se declaraba «no ser un marxista».
Mis críticas
1) Para
Marx, el Capital es una relación social de explotación de la clase obrera por
la clase capitalista, de valorización en el sentido de extracción de la mayor cantidad
posible de excedente. «El capital produce esencialmente capital, y lo hace así
en tanto que produce valor excedente».[3]
De esta formidable explicación de la
explotación de los trabajadores, Marx pasa a afirmar que el capital y el
capitalismo, son el resultado inexorable del desarrollo de las fuerzas
productivas. «No son los artículos elaborados —dice Marx—, sino cómo fueron
elaborados y con qué instrumentos, lo que nos permite distinguir diferentes
épocas económicas. Los instrumentos de trabajo no solamente ofrecen un estándar
del grado de desarrollo que el trabajo humano logra, sino que también son
indicadores de las condiciones sociales por las que el trabajo es llevado a
cabo». [4]
Hay, por consiguiente,—según Marx— una ley
inexorable en la historia, una «fatalidad histórica», que condujo al
capitalismo y que nos conducirá al socialismo.[5]
La
contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
de producción anuncia, en determinado momento de la historia, el cambio hacia
un nuevo modo de producción. El ser determina la conciencia.
Este
es un determinismo ciertamente criticable.
Pero
Marx también es un voluntarista. Hay un curso inexorable que toma la historia.
Si la clase —que no tiene nada que perder, solo sus cadenas—actúa provocando cambios
que se ajustan a este curso de la historia, entonces «Ahora —como dice Todorov—
le toca a la consciencia determinar la existencia».[6]
Hay
que anotar, además, que la lucha de clases es, para Marx, la única forma de
interacción social que caracteriza la historia de la humanidad.[7] La clase que se apodera
del poder lo utiliza para explotar a la otra. En esta concepción —como dice
Todorov—, «Nada es común a todos los miembros de una sociedad. Todo forma parte
de uno u otro bando en lucha. No hay ninguna categoría universal, ni la moral,
ni la justicia, ni las ideas, ni la civilización. Ninguna religión, ninguna
tradición (como la familia, incluso la propiedad privada) escapa a su
pertenencia a una clase»[8]. [9]
En el socialismo, desaparecerá la clase
capitalista como resultado de una revolución social conducida por la clase
obrera. Es imposible, sin embargo, que este tipo de revolución ocurra sin
derramamiento de sangre.[10] [11]
2) Su determinismo
le llevó a afirmar que «los países pobres
tienen en los países ricos el espejo de su propio porvenir». Los países
pobres tienen que pasar por esta «fatalidad histórica». No importa que su
teoría elaborada corresponda a una economía con una estructura productiva
distinta a la que tienen los países pobres (que conduce a patrones de
crecimiento y acumulación distintos). Por eso no sorprende que Marx afirme,
refiriéndose a la dominación de Inglaterra sobre la India, lo siguiente:
«Bien es verdad que al realizar una
revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los
intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de
imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber
si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado
social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes,
Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha
revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos
personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de
vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: ¿Quién
lamenta los estragos / Si los frutos son placeres? / ¿No aplastó miles de seres
/ Tamerlán en su reinado?».[12] [13]
3) Marx
escribe en ese largo siglo XIX (que va de 1789 a 1914), en los inicios de la
segunda revolución industrial y en pleno apogeo del mercado autorregulado.
Pero, para él no es el sistema de mercado autorregulado el que puso en riesgo a
la sociedad en su conjunto y que condujo a una profunda degradación de los
valores y las instituciones. La corrupción y el asalto político de los grandes
poderes económicos, fueron parte de
un proceso caracterizado por una conducta social y una práctica política que
operaron en el sentido del deterioro de la sociedad. El presidente de Estados
Unidos Rutherford Hayes de esa época (1876) decía con todo cinismo: «este
gobierno es de las empresas, por las empresas y para las empresas».[14]
Karl Polanyi sostiene que un mercado que se
regula a sí mismo «no podía existir de forma duradera sin aniquilar la
sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin
transformar su ecosistema en un desierto»[15].
Lo ocurrido en el siglo XIX condujo a «una de
las crisis más profundas que han existido en la historia de la humanidad». Los
contra-movimientos de defensa amortiguaron la acción de ese mecanismo
autodestructivo, pero desembocaron, por una parte, en el denominado socialismo,
y por otra, en el fascismo y el nacionalsocialismo.
Para Polanyi, la historia, es la historia de la
autodefensa de la sociedad frente a la utopía del mercado autorregulado, la
historia del proteccionismo frente a la idea de mercantilización de todas las
cosas. «La civilización del siglo XIX —dice Polanyi— no fue destruida por un
ataque exterior o interior de los bárbaros; su vitalidad no se vio minada ni
por las devastaciones de la Primera Guerra mundial, ni por la rebelión de un
proletariado socialista o de una pequeña burguesía fascista. Su fracaso no fue
consecuencia de supuestas leyes de la economía, tales como la baja tendencial
de la tasa de ganancias, la del subconsumo o la de la super-producción. Su
desintegración fue más bien el resultado de un conjunto de causas muy
diferentes: las medidas adoptadas por la sociedad para no verse aniquilada por
la acción del mercado autorregulador».[16]
Hasta aquí mis críticas.
El contenido de un nuevo ideario
El pensamiento de Marx —dice
Derrida— «Es heredero (del) espíritu de la Ilustración
al que no hay que renunciar» y pide, a partir
de él, asumir la responsabilidad de construir un nuevo ideario
político-filosófico de transformación.[17]
Pero, ¿cuál sería el
contenido de este ideario, después de la impostura del socialismo real y en
plena globalización del mercado autorregulado de los últimos treinta años?
Este ideario se debería
construir —según Derrida— «sin renunciar
a un ideal de democracia y de emancipación, intentando, más bien, pensarlo y ponerlo en marcha de otra manera».[18]
A mi juicio, construir un
ideario de “democracia con emancipación”, implica recurrir al humanismo del
joven Marx de los Manuscritos;
recordar su militancia en la primera asociación política internacional denominada
Fraternal Democrats fundada en
Londres en 1845[19]; partir de su reconocimiento a la
importancia de la idea de una República
Democrática cuando en 1864 le escribe a
Abraham Lincoln felicitándolo por su reelección luego de haber derrotado
a las fuerzas esclavistas del sur; recordar
su republicanismo, es decir, al Marx que se despedía en muchas de sus cartas
anteponiendo el adverbio «fraternalmente» a la firma[20]; al Marx al que, según
propia confesión, «nada humano le era ajeno»; y, en fin..…inspirarnos siempre en
su onceava Tesis sobre Feuerbach de 1845.
La tarea, entonces, sería
reconstruir los fundamentos del «ideal de democracia con emancipación»,
mediante una relectura del pensamiento republicanista sobre la libertad, el mercado, la democracia y
el Estado; de una relectura de los
valores fundacionales de la tradición republicana, como son la emancipación
social, el énfasis en lo público y la virtud cívica (Pocock, Dunn, Skinner,
Pettit y Viroli).
El contenido de este nuevo
ideario debe incluir, entonces:
1) La
concepción republicada de la libertad como ausencia de
dominación; y, no «como simple isonomía frente a la ley y ausencia de
interferencia». Las personas no pueden ser libres si no disponen de condiciones
materiales de existencia. Para garantizar esta libertad, según Polanyi, debe
haber un diseño institucional o una
regulación política-jurídica, y también económica.[21]
Para
el republicanismo, como nos recuerda Casassas, la vida social no es un espacio
políticamente neutral; no es un espacio sin relaciones de poder, en donde los
actores sociales se limitan a la firma de contratos, libre y voluntariamente[22]. Por lo tanto, la
libertad no es exógena a la vida social. Se alcanza y se mantiene por medios
políticos, construyendo lo que Adam Smith denominaba cortafuegos con el fin de impedir la dominación social.
2) La concepción
republicana del Mercado. Reconocer que la economía de mercado
no es necesariamente sinónimo de economía capitalista, ni de mercado
autorregulado.
Gran parte de la izquierda cometió el error
de «cederle» la institución del mercado a la derecha liberal. El neoliberalismo
exacerbó este prejuicio de la izquierda al contraponer el mercado al Estado y
la economía a la política.
Tenemos que restituirle al mercado su
carácter de institución social y su capacidad de mecanismo de inclusión social.
Este papel del mercado, de acuerdo al pensamiento republicanista, se construye
políticamente. El Estado tiene que eliminar las fuentes institucionales y
sociales de poderes económicos que afectan a la libertad y a la democracia.
Estos poderes no rinden cuentas a nadie y transforman las democracias en
plutocracias.
3) Construir
una democracia republicana. La globalización del
mercado autorregulado y el rechazo a la intervención económica del Estado, desencadenó
una crisis de ideologías y puso en evidencia las debilidades de la democracia. La
lógica del poder se impuso en la política dañando severamente la esencia de la
democracia: los partidos desprovistos de ideología se convirtieron solo en
estructuras de poder. La «democracia» se reduce al momento de elegir a los
representantes, pero cuando los grupos de poder privados asumen el control
mediático de la sociedad, se anula en la práctica la libertad de los electores.
Se
trata entonces de restituirle a la democracia la virtud cívica: «piedra angular de la vida en común en una sociedad
civil plural, diferenciada». Esta restitución debe ser acompañada del
perfeccionamiento de los controles democráticos que permitan evitar, lo que
Antonio Rivera llama, «la patológica oligarquización del Estado o la usurpación
del espacio político por una minoría»[23].
Nuevos
mecanismos de control constitucional de los elegidos, el principio de rotación
o de no reelección, y la limitación recíproca de los poderes, incluido el poder
económico y mediático, harán posible el retorno de la política como lazo de
conexión social; el retorno de la virtud cívica o del deber de participar en la
esfera política.
4) Construir
un Estado que asegure el ejercicio pleno de la libertad. Mientras
el neioliberalismo combate el intervencionismo del Estado y postula su
neutralidad económica, el republicanismo le otorga un papel promotor de la
libertad y la democracia y no lo contrapone al mercado. El Estado republicano debe
ejercer una tarea regulatoria para evitar la acumulación de poder económico y asegurar
el ejercicio pleno de la libertad, dotando de condiciones materiales de
existencia a todos los que carecen de ellas. También debe promover la virtud
cívica y el ejercicio de la ciudadanía, e incorporar mecanismos
constitucionales de evaluación y control de los gobernantes elegidos por el
pueblo para impedir que gobiernen en función de los intereses de minorías
económicas.
Debe, además, promover el desarrollo de mercados internos.
La ausencia o poco desarrollo de estos mercados, es la otra cara de la
perpetuación de la desigualdad y desarticulación del país. Cuando no hay
mercados o estos están poco desarrollados –decimos parafraseando al Marx
republicano--, las poblaciones pobres y excluidas no llevan en el bolsillo su
conexión con la sociedad.
Todo ello nos debería llevar
a recuperar la soberanía de los Estados Nacionales.
La
Globalización del mercado autorregulado ha acentuado la miseria y
exclusión social de centenares de millones de personas, convirtiéndose así en
una seria amenaza no sólo a su libertad, sino también a la autodeterminación
soberana de muchos países del llamado tercer mundo. El modelo económico
difundido con esta globalización ha acentuado en nuestro país el extractivismo
político y económico. La economía funciona con impulsos externos y con
actividades primarias que no respetan la ecología y, por lo tanto, los derechos
de los pueblos indígenas.
La libertad y la ciudadanía
republicanas son incompatibles con las relaciones de dominación y la
dependencia material. La desigualdad resultante de la constitución de poderes
económicos, atenta contra la libertad y la democracia. De la misma manera, la
soberanía de un Estado es incompatible con la dependencia económica de poderes
extranjeros. Sin el uso autónomo de sus recursos naturales para el desarrollo
nacional, no hay ejercicio pleno de su soberanía.
La convivencia democrática
en el concierto internacional, en condiciones de igualdad, y con una economía
abierta, supone la existencia de Estados
soberanos con condiciones materiales que les permite interactuar libremente.
Entonces, en consonancia con
el pensamiento republicano, el carácter nacional de la transformación que
requiere nuestro país, tiene que ser una reacción de autodeterminación nacional
frente a las presiones de la globalización para desmantelar todos los
estándares regulatorios (abaratamiento del costo del trabajo y flexibilización
laboral, liberalización total del comercio y de los flujos de capital
internacional, estímulos tributarios al capital extranjero, etc.). La autodeterminación
nacional, el ejercicio soberano de las políticas económicas y el
fortalecimiento de la democracia son incompatibles con esta globalización que
especializa y no diversifica el aparato productivo del país.
Muchas gracias.
[1]
Véase
Jacques Derrida, Espectros de Marx. El Estado de la Deuda, el Trabajo del Duelo
y la Nueva Internacional. Editorial Trotta, España, Quinta Edición, 2012, p. 115.
[2] Véase
Jacques Derrida, Espectros de Marx. El Estado de la Deuda, el Trabajo del Duelo
y la Nueva Internacional. Editorial Trotta, España, Quinta Edición, 2012, p.
102.
[4] Véase K. Marx. Capital, Vol
1, International Publishers, p. 180.
[5] Como
señala Todorov, Marx desarrolla su pensamiento “en una época en la que en
general se admiran los logros de la ciencia, que en esos momentos ilustra la
Revolución industrial. De ahí surgirá una doctrina, el cientificismo, que no
debe confundirse con la ciencia, y que incluso se opone a su espíritu. El
cientificismo afirma que el mundo puede conocerse íntegramente, y que por lo
tanto puede transformarse en función de un ideal. Y que este ideal no se elige
libremente, sino que deriva del propio conocimiento”. Véase T. Todorov, Los enemigos Íntimos de la Democracia,
Editorial: Galaxia Gutenberg. pp. 44.
[6] Véase
T. Todorov, Los enemigos Íntimos de la
Democracia, Editorial: Galaxia Gutenberg, 2012, p. 46. Se dice que «que la
actividad humana está totalmente sometida a leyes sobre las que los hombres no
tienen la menor influencia. Sin embargo, el marxismo no es sólo una doctrina
determinista, sino que es a la vez de un voluntarismo intransigente. La
articulación de estas dos características, en apariencia contradictorias, queda
explicitada en el famoso dogma marxista que afirma que «la existencia determina
la consciencia». La consciencia, y por lo tanto la voluntad de los individuos,
está segura de actuar en el sentido que prevén las leyes de la historia, porque
es producto de ella. El querer secunda necesariamente al ser». Idem, p. 46
[7] En
el Manifiesto del partido comunista se lee: «Las proposiciones teóricas de los
comunistas no se fundan de ningún modo en ideas y principios inventados o
descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de
conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un
movimiento histórico en constante evolución». Véase K. Marx y F. Engels, El
Manifiesto Comunista, Ediciones elaleph.com, 2000, p. 50
[8] Véase
T. Todorov, Los enemigos Íntimos de la
Democracia, Editorial: Galaxia Gutenberg, 2012, p. 44.
[9] Como
bien se sabe Antonio Gramsci introduce el concepto de hegemonía que se impone sobre el de lucha de clases. Así, para este marxista italiano, los procesos de
emancipación podían ser liderados por las “organizaciones” con hegemonía moral
y política.
[10] Pero,
como señala Todorov, «El fin previsto por la «ciencia» marxista es que
desaparezcan todas las diferencias entre grupos humanos, porque consideran que
toda diferencia es una fuente de conflictos, y en último término una lucha a
muerte. Por eso es preciso abolir la propiedad privada y concentrar todos los
medios de producción en manos del Estado. Se eliminará a los que ofrezcan
resistencia, así como a la burguesía, cuyos intereses van en sentido contrario».
ídem, p. 45
[11] «De
todas formas, la transformación de la sociedad que contempla el Manifiesto es
tan radical -supresión de la propiedad privada y desaparición de las clases-
que es inconcebible que pueda ponerse en práctica sin derramar sangre».
Todorov, Ídem, p. 46.
[12] Véase
K. Marx, La dominación británica en la India, (1853)
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/25-vi-1853.htm
[13] Según Immanuel Wallerstein, «Marx siempre estuvo dispuesto a
lidiar con la realidad del mundo, no como muchos otros que dogmáticamente
impusieron sus puntos de vista. Marx cam,bió de parecer a menudo». Véase
Marcello Musto, ¡Leer a Marx!: una conversación con Immanuel Wallerstein. En Sin Permiso, del 05 de Mayo de 2018. En
efecto, en 1881, dos años antes de su muerte, en carta a Vera Zasúlich, Marx
afirma que se ha convencido de que la comuna rural «es el puto de apoyo de la
regeneración social en Rusia, mas para que pueda funcionar como tal será
preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por
todas partes y a continuación asegurarle las condiciones normales para un
desarrollo espontáneo». Véase Carta de
Karl Marx a Vera Zasúlich, publicado por Matxingune taldea en 2014.
[14] Véase
Salvador López Arnal, Entrevista a Antoni Domenech, en Rebelión, junio/julio 2003, p. 22
[15] Véase
K. Polanyi, La gran Transformación, 2003: p. 26
[16] Véase
K. Polanyi, La gran Transformación, 2003: p. 391
[17] Véase
Jacques Derrida, Espectros de Marx. El Estado de la Deuda, el Trabajo del Duelo
y la Nueva Internacional. Editorial Trotta, España, Quinta Edición, 2012, p.
102.
[18]
Véase Jacques Derrida, Espectros
de Marx. El Estado de la Deuda, el Trabajo del Duelo y la Nueva Internacional.
Editorial Trotta, España, Quinta Edición, 2012, pp. 104-105. Derrida nos pide
realizar “una transformación profunda, proyectada sobre un largo período, del
derecho internacional, de sus conceptos y de su campo de intervención” que él
llama «la nueva Internacional». ídem, p. 98.
[19] Véase
Salvador Lópes Arnal, «Entrevista político-filosófica a Antoni Doménech,
catedrático de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Barcelona», en Rebelión Junio/julio 2003, p. 5.
[20] Ídem,
p. 6.
[21] «Si
un Estado está comprometido con el progreso de la causa de la libertad como
no-dominación entre sus ciudadanos
--dice Pettit--, no puede menos que adoptar una política que promueva la
independencia socioeconómica».
[22] Véase
Entrevista a David Casassas sobre Adam
Smith y La ciudad en llamas, publicada en SinPermiso, nº 9, 2011, pp. 103-126.
[23] Véase
Antonio Rivera García, «Apología del republicanismo democrático» (p.193), en Res publica, 20, 2008, pp. 193-201