Todos los domingos, desde el 5 de marzo, publicaremos nuestra columna "Economía y Democracia", el el diario UNO.
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La
corrupción que ha penetrado el Estado en las últimas décadas no tiene relación
alguna --dicen varios analistas y politólogos-- con el modelo económico y político
neoliberal aplicado a rajatabla en nuestro país. Esta tesis condescendiente con
el modelo es políticamente paralizante porque fomenta el «gatopardismo»: «cambiar
todo para que nada cambie». En nuestra
opinión, la corrupción, al haberse convertido en una forma de gobierno, revela la
existencia de un grave declive en la salud de la institucionalidad democrática
de nuestro país. Por lo tanto, es fundamental identificar la causa de esta
degradación.
La corrupción
como proceso sociológico
En
su Historia de Florencia Maquiavelo define
a la corrupción como un proceso sociológico colectivo de degradación de las
instituciones que definen a una sociedad como comunidad política. El patrón de
conducta social y del obrar político se trastocan
y operan en el sentido del
deterioro de la sociedad (véase Eloy García, Istorie Fiorentine de Maquiavelo, 2010).
Con instituciones
degradadas ya no es posible practicar la virtud cívica y la democracia. La
conducta social ya no responde a los principios ni preceptos democráticos
orientados al bien común; las instituciones se han desnaturalizado. Como dice Eloy García «los gobernantes no
obedecen ellos mismos las reglas que exigen e imponen a los gobernados, y los
gobernados no condenan moralmente esas conductas sino que buscan ansiosamente
los medios para también ellos, poder llevarlas a cabo de manera impune». Una sociedad en decadencia no es
libre. Reinan las oligarquías políticas practicando la impostura, en un contexto institucional convertido en
extractivista, de provecho fácil y propio. El interés privado desplaza al
interés público, y estas oligarquías, parafraseando a Maquiavelo, se ganan a la
«plebe con festejos y dádivas públicas».
Este
es el tipo de sociedad que tenemos a la vista en nuestro país. ¿Cómo hemos
llegado a esta situación? No hablamos de ilícitos penales particulares que no
distinguen colores ideológicos, sino de un estado social colectivo cuya
solución va más allá remedios legales. Hay dos períodos en la historia moderna con
este tipo de fenómeno sociológico y en estos dos momentos se publica y lee la Historia de Florencia de Maquiavelo,
publicado en 1532.
El
mercado autorregulado del periodo del despilfarro
El
primer período comprendido entre fines de los años 1800 y los años 1920, es
conocido como The Gilded Age (La Edad del Despilfarro). Son años de
auge del capitalismo impulsado por la segunda revolución industrial, pero
también de despilfarro, corrupción y exhibición de riqueza en la sociedad
norteamericana. Dominan los Robber Barons
(Barones del Hurto) que penetran el
poder del Estado (petroleros, mineros, ferrocarrileros, constructores, industriales,
financistas y banqueros), en un contexto de mercado autorregulado y de rechazo
a la intervención regulatoria del Estado. No había impedimento para prácticas
monopolistas y lograr posiciones de dominio, ni para organizar lobbies e
influir en la política con el objeto de eludir impuestos, pagar salarios bajos
y obtener otras canonjías. El interés privado desplazó al interés público
El Sherman Anti-Trust Act de 1980 (ley de
competencia) fue insuficiente para limitar la acción de los Robber Barons, pero fue el preludio del
fin del mercado autorregulado y que en realidad ocurrió luego de las crisis de
los años 1920.
La
responsabilidad del neoliberalismo
El
período que siguió a la segunda guerra mundial y terminó a fines del años 1970
—conocido como la Edad de Oro del
Capitalismo—, fue de crecimiento sostenido y bienestar social. Se había logrado
un compromiso entre el Estado y la Democracia de los países industrializados,
otorgándole al primero las tareas de asegurar los equilibrios macroeconómicos y
resolver las injusticias sociales generadas por el mercado. Este período concluyó
a fines de los años 1970 y empezó la Globalización
Neoliberal con la imposición en el mundo de las reformas y políticas de
libre mercado y privatistas.
Con
la Globalización Neoliberal retorna,
después de un siglo, el mercado autorregulado y el rechazo a la intervención regulatoria
del Estado. Las medidas desregulatorias y la imposición de la subsidiariedad del Estado, junto al
fomento del individualismo emprendedor, transformaron a las instituciones en
extractivistas y subordinaron el interés público al interés privado. Se volvió
a promover la «carrera hacia el fondo», afectando
a los trabajadores y aumentando la desigualdad en la distribución del ingreso
como en los años de los Robber Barons,
pero con la diferencia de que ahora los que imponen su conducta inmoral son
empresas transnacionales en un contexto de pérdida de soberanía de los Estados
nacionales.
A
modo de conclusión
Lo
que dijo Karl Polanyi –en su libro La
Gran Transformación (1944)-, refiriéndose al capitalismo autorregulado del
siglo XIX, vale también para este período de Globalización Neoliberal. «La idea de un mercado que se regula a sí
mismo –dice Polanyi-- es una idea puramente utópica. Una institución como ésta
no podía existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la
naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su
ecosistema en un desierto».
Publicado en el diario UNO, el domingo 5 de marzo.
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