El triunfo electoral de PPK en el balotaje
no fue el triunfo de su programa, sino el triunfo de los defensores de la
democracia. El 5 de junio, entonces, debe ser recordado como la segunda gesta ciudadana,
después de la marcha de los cuatro suyos liderada por Alejandro Toledo. Pero,
lo que diferencia a esta gesta de la primera, es que ocurre en una coyuntura
crítica de envergadura, económica y política, generada por veinticinco años de
neoliberalismo.
Lo que expresan los resultados
electorales
Veinticinco años de construcción
—desde el Estado— de una economía de «mercado libre», en particular en el mundo del trabajo, de la tierra y de los
recursos naturales, tuvo que afectar a las instituciones políticas y a las condiciones
de vida de la población, en especial, del interior país, pues el neoliberalismo
se impuso en un Perú todavía fracturado en dos, como decía Matos Mar, en un
Perú Oficial y en el Otro Perú de la sierra y de la amazonia. La reducción de
la pobreza monetaria en los años de alto crecimiento, no eliminó las precarias
condiciones de vida de esta población. Además, la lógica del «laissez-faire»
penetró en todas las esferas de la vida social y política, degradando la
democracia y trastornando la vida en sociedad.
«Los mercados de trabajo, de tierra y
de dinero, son sin ninguna duda —dice Karl Polanyi, el autor de La Gran Transformación— esenciales para
la economía de mercado. No obstante, ninguna sociedad podría soportar, incluso
por un breve lapso de tiempo, los efectos de semejante sistema [de mercado
autorregulado], a no ser que su sustancia humana y natural, así como su
organización económica, estuviesen protegidas contra [sus] devastaciones» (1989,
p. 129).
Los resultados electorales, expresan precisamente
la masiva insatisfacción ciudadana con su situación económica y social. No
expresan, como creen algunos analistas, el amplio «triunfo de partidos que se
entienden como “derecha” y el fracaso de los partidos de “izquierda” que no lograron
pasar a la segunda vuelta». Esta población insatisfecha se distribuyó entre el «partido»
del fujimorismo Fuerza Popular, la izquierda liderada por Verónika Mendoza y el
«partido» de PPK; y, aparece en plena coyuntura crítica caracterizada no solo por
el fin del super-ciclo de las materias primas y la degradación de las
instituciones de la democracia, sino también por la crisis de ideologías que
antes impulsaban a los partidos políticos.
La alternancia democrática electoral después
de la «marcha de los cuatro suyos», no
alteró la «cultura de la informalidad» que fue la principal creación del fundamentalismo
del «laissez-faire» en un país subdesarrollado como el nuestro. Aumentó la
inseguridad ciudadana por proliferación del crimen; se expandió la corrupción
en todos los poderes del Estado; y, se deterioró la calidad de vida tanto por
el estancamiento de los ingresos reales de los trabajadores, como por la inseguridad
en los empleos.
El
populismo antidemocrático y clientelar
Estas consecuencias culturales,
sociales y económicas del neoliberalismo, constituyen la base del nacimiento de
un nuevo populismo en nuestro país. En la primera vuelta, los votos de Keiko
Fujimori y Verónika Mendoza sumaron el 58.7% del total. Si se toma en cuenta
los votos de Barrenechea, Gregorio Santos y Fernando Olivera, el porcentaje
asciende a 71%. Esta cifra, que incorpora votación fundamentalmente popular, indica
que algo anda mal en la economía y en la sociedad. Esto es así aun cuando las
propuestas del fujimorismo que obtuvo el 39.8% y de la izquierda que obtuvo el
18.9%, no son coincidentes. No incluimos el 20.98% que obtuvo PPK, porque
asumimos que corresponde a una votación que no es mayoritariamente popular. Entonces,
la gran mayoría de la población, en especial, la de escasos recursos (donde
están los trabajadores informales, los campesinos, los mineros, los
desempleados, etc.), expresó con el voto, su insatisfacción con la actual
situación económica y social.
No se puede afirmar, por lo tanto, que
la votación por Keiko Fujimori fue de defensa del modelo económico. Bastaría
repasar sus propuestas intervencionistas en la economía para darse cuenta de
ello. ¿Qué representa entonces el «partido» Fuerza Popular? No es un «partido»
democrático, no es un «partido» que reivindica la práctica de la virtud cívica,
sino el «partido» que representa la «cultura de la informalidad», de los que no
saben comportarse en democracia, de los que han hecho de la corrupción una
forma de hacer política, de los que no son beneficiarios del neoliberalismo. Su
sesgo anti-democrático, clientelista, corrupto y caudillista corresponde al
actual momento crítico generado por el neoliberalismo. Aunque su rasgo común
con los populismos del pasado es el intervencionismo del Estado, este es, por
su origen, un populismo que no puede conducir a la construcción de ciudadanía
ni al fortalecimiento de la democracia. Es la base social que requieren los regímenes
autoritarios o dictatoriales.
¿Se abrirá una nueva ruta de
desarrollo?
En consecuencia, en el balotaje
compitieron un populismo corrupto y antidemocrático con un movimiento de
defensa de la democracia que, en la coyuntura actual, le tocó liderar a Pedro
Pablo Kuczynski. Si su gobierno se orienta no solo a mitigar las consecuencias
negativas del neoliberalismo sino a transformar el estilo de crecimiento
económico, entonces habrá abierto la posibilidad de un proceso democratizador e
integrador. Él ha dicho, por ejemplo, que su «gobierno construirá un ducto de
gas por la ruta Sicuani-Juliaca-Puno-Arequipa, para distribuirlo en distintas
ciudades del sur del país, hasta llegar al mar donde se construirá una planta
de fertilizantes». También ha dicho que se «impulsará una planta de cobre para industrializarlo
en el Perú y no exportarlo» y que respetará los derechos de los trabajadores.
Siguiendo a Polanyi podemos afirmar
que la coyuntura crítica creada por el neoliberalismo, ha revelado la presencia
de un doble movimiento en el terreno de la política. Así, el gobierno de Pedro
Pablo Kuczynski puede crear las condiciones para el desarrollo de un movimiento
político que «apunte a la reinscripción de la economía en reglas que aseguren
el respeto al marco democrático». El fundamentalismo del mercado amenaza a la
democracia y parece que el momento de librarla de esta amenaza ha llegado.
Publicado en el diario UNO, el sábado 09 de julio.
No comments:
Post a Comment