En materia económica el país se
encuentra en una disyuntiva: o se reactiva el modelo primario exportador o se
cambia el estilo de crecimiento. Los que apuestan por seguir con el actual modelo
de crecimiento, no obstante la presencia de una coyuntura internacional
desfavorable y con una política macro que le es funcional, no se han enterado
aún —como diría Dani Rodrik— que la liberalización comercial y financiera
dirigida a integrarnos plenamente al mercado mundial, ha «desagarrado a
nuestras sociedades». Es, por lo tanto, una opción que nos conducirá al
despeñadero.
Lo que nuestro país requiere en la
hora actual es cambiar de estilo de crecimiento. Pero es una tarea difícil porque
se necesita mucha imaginación, aunque es urgente si queremos —como parece ser
el deseo de Pedro Pablo Kuczynski— «un país más igual, más socialmente
desarrollado». Cambiar la manera como se crece es cambiar el patrón de
acumulación de capital, es apostar por una inversión dirigida a la
diversificación productiva mediante una industrialización basada en la agricultura
y en nuestros propios recursos naturales.
La economía que recibe PPK y su
propuesta tributaria
El gobierno de PPK recibirá una
economía con problemas macroeconómicos importantes. El déficit fiscal está en
3% del PBI; la cuenta corriente de la
balanza de pagos registra un déficit de cerca del 5% del PBI; las reservas
internacionales (Posición de Cambio) que pertenecen al Banco Central
ascienden ahora a solo el 13.5% del PBI; la deuda pública externa ha aumentado
hasta superar el 60% del total (es 15% del PBI); la deuda externa privada se ha
casi triplicado de 2007 a 2015: asciende al 18% del PBI (y de este porcentaje
cerca de 8 puntos le pertenecen al sector financiero privado); la industria manufacturera
está en recesión desde el año 2014; la inversión privada decrece desde el año
2014; y, el empleo urbano prácticamente ya no crece.
Por otro lado, la tasa de crecimiento
del PBI que bordea el 4%, no es sostenible. Se explica en casi 50% por el
crecimiento del sector minería resultante de las inversiones pasadas. Y, como
no hay nuevas inversiones, el crecimiento de este sector terminará en uno o dos
años. No hay manera entonces de continuar con el crecimiento primario
exportador. Además, con una economía que se desacelera, los ingresos
tributarios seguirán el mismo curso. Si a esto se le agrega la disminución propuesta del
IGV y el mantenimiento de la reducción del impuesto a la renta efectuada por el
gobierno de Humala, la recaudación disminuirá entre uno y dos puntos del PBI.
Por lo tanto, el déficit fiscal aumentaría hasta situarse entre 4% y 5% del PBI.
No estamos considerando el ofrecimiento que les hizo PPK a las empresas que
facturen 2,300 UIT o más, de descontar el total de sus inversiones del monto
imponible contra el impuesto a la renta.
En resumidas cuentas, entonces, si el
ministro de economía de PPK decide que el déficit fiscal no supere el 3% del
PBI, tendrá necesariamente que recortar el gasto; y, si este fuera el caso, el
gasto que recortaría sería el gasto en inversión pública, como lo ha sido
siempre. No habrá, en consecuencia, posibilidades de reactivar la economía con
una política fiscal expansiva. Por otro lado, si se persiste en el ofrecimiento
del presidente electo de fortalecer los programas sociales y de universalizar
la dotación de servicios básicos del agua y alcantarillado, entonces tendrá que
enfrentar un déficit fiscal de 5% del PBI o más con endeudamiento, generando una tímida reactivación. La evidencia empírica señala que las reducciones de
impuestos no tienen efectos multiplicadores significativos sobre el producto, y
la inversión pública en servicios básicos solo reactivaría actividades
terciarias de baja productividad. Parece que estas son las dos únicas rutas a
las que nos conduciría la propuesta de política macroeconómica del gobierno
entrante.
La inversión privada y la reactivación
económica
El futuro ministro de economía confía
más en medidas administrativas orientadas a destrabar las inversiones privadas.
El proyecto del gasoducto del sur y la construcción de una planta de
fertilizantes; el proyecto de la línea 2 del metro; la ampliación del
aeropuerto Jorge Chávez y, quizá el aeropuerto de Chincheros del Cuzco. Se
habla de un monto de inversión cercano a los 25 mil millones de dólares.
Afortunadamente, no se habla de flexibilizar el mercado laboral (sobre todo en los
temas de contratación y de despido de los trabajadores); pero la reactivación
con megaproyectos como los mencionados, sin políticas efectivas de
diversificación productiva, a la larga solo exacerbarán los desequilibrios
macroeconómicos.
No hay proyectos de inversión pública
que sirvan para reactivar la economía y al mismo tiempo para cambiar el estilo
de crecimiento, desarrollando fuentes internas para asegurar su
sostenibilidad. Tampoco hay una propuesta de política macro consistente con
este propósito de transformación. Las políticas monetaria y cambiaria tendrán
el mismo curso actual y, ciertamente, no acompañarían a luna política fiscal
expansiva, en caso de adoptarse.
Por angas o por mangas habrá que
enfrentar el déficit fiscal con endeudamiento. Si PPK sigue la ruta del actual gobierno,
de endeudar al Estado en moneda extranjera (se habla de un endeudamiento de cerca
de 6 mil millones de dólares), aumentará el riego de mercado cambiario de las
cuentas fiscales. Puede evitarse este endeudamiento si se recurre a los ahorros
del tesoro que equivalen al 16% del PBI. Pero aquí sí la tramitología, aunque
básicamente política, es importante: el gobierno requiere de una ley para
utilizar, por ejemplo, los recursos del Fondo de Estabilización Fiscal que se
aproximan al 5% del PBI.
Finalmente, como dijimos en un
artículo anterior (9/7/16), algunas propuestas del presidente electo pueden
abrir la ruta de la transformación del estilo de crecimiento. Por ejemplo ha
ofrecido, entre otras cosas, industrializar nuestros recursos naturales. Pero
de esto y de las políticas macro respectivas, trataremos en nuestro próximo
artículo.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 16 de julio.
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