La exclusión de Julio Guzmán y de
César Acuña de la contienda electoral, deja sin derecho a elegir a sus
candidatos a cerca de la quinta parte del electorado. Solo esto podría indicar
que estamos ante un proceso totalmente viciado. Parafraseando a Rousseau
podríamos decir que en nuestra «democracia» ya no somos libres ni antes ni en el
mismo acto de votar. El uso que hacemos de nuestra libertad en «los cortos
momentos que utilizamos para votar», ha sido ahora envilecido por el Jurado
Nacional de Elecciones (JNE). Llama sobremanera la atención, la exclusión de
Guzmán. El JNE tomó esa decisión supuestamente porque en el partido de Guzmán se
siguieron «procedimientos incongruentes con sus normas internas». Lo excluyó
entonces por una falta administrativa. Una falta de este tipo ha sido puesta
por encima de un derecho constitucional.
Pero lo más grave es otra cosa. El JNE
es ilegítimo porque esta penetrado por personas que han cometido «inconducta
funcional», que han recibido dinero para restituir en su puesto a un alcalde corrupto,
y, en fin, por personas estrechamente vinculadas a uno de los partidos (dizque
con historia) que participa con una alianza en el actual proceso electoral.
Estos señores del JNE no han cometido faltas administrativas. Sus actos
corruptos los invalidan para ser dignos representantes del poder electoral. Este
JNE, entonces, no merece el respeto del pueblo. Como dice John Stuart Mill, en
la política «la conducta y solo la conducta da derecho al respeto; en lo que el
hombre ejecuta se funda su derecho a la consideración pública; y el mérito lo
aceptamos por único título legítimo para el ejercicio del poder y la autoridad»
(Mill, 2008: 294-295).
Degradación
de la vida política y social
El JNE ha favorecido –ellos dirán que
No-- a candidatos que financiaron sus estudios con dinero robado al Estado; a
los que fugaron para que prescriban sus actos ilícitos contra los derechos
humanos y contra el patrimonio del Estado; a los narco-indultadores; a los
lobistas, racistas y discriminadores de las poblaciones andinas; y, a los que
entregaron el gas al poder transnacional. Estas son las opciones que el JNE ha
definido y le ofrece al pueblo. Dirán que hay otros (aunque están en la cola de
las encuestas); pero es claro que no son los favoritos de este JNE.
Desafortunadamente lo que demuestra la
situación electoral actual es la total pérdida de valor de los principios no
solo en la administración de la cosa pública sino también en parte de la
población que acepta a los «roban pero hacen obras». Sobre cómo hemos llegado a esta situación
escribí en mi artículo del 20-02-2016. El neoliberalismo y la inconducta de los
sucesivos gobiernos, fueron destruyendo los principios que regulan la vida
política y social en nuestro país. Hay
–como dice Eloy García, aunque refiriéndose a su país España--, una situación
de decadencia, de degeneración, de corrupción. No nos habla del sentido
jurídico de este término «en el sentido de la infracción penal», sino de su
sentido sociológico-político, es decir, de la pérdida de «vigencia social de
los principios».
«Hay corrupción –dice Eloy García--
cuando los gobernantes no obedecen ellos mismos las reglas que exigen e imponen
a los gobernados, y cuando los gobernados no condenan moralmente esas conductas
sino que buscan ansiosamente los medios para también ellos, poder llevarlas a
cabo de manera impune. La corrupción es, por consiguiente, un estadio social en
el que la sociedad en su conjunto (gobernantes y gobernados), desconocen las
pautas de conducta moral que se proclaman como imperantes, y se vinculan, más o
menos vergonzosamente, a otras reglas que forman parte de una moralidad nueva,
al menos por el momento públicamente inconfesable» (E. García, 2012: 204).
«Ser
ciudadano significa aprender a decir no»
Esta frase que se le atribuye a Émile
Chatier (Alain), es un llamado que calza perfectamente en la situación actual
de nuestro país. Podemos utilizarla para crear conciencia pública y pedir a la
población que elija solo tomando en cuenta a los que hoy se encuentran en la
cola de las encuestas. ¡Ojalá no les salga la jugada ni al dueño del ego
colosal, ni a la candidata del «fujimorato», ni al lobista que entregó el gas!
La degeneración y la decadencia, la
ruptura de valores morales y una práctica política y social «que poco a poco
fuerzan las normas establecidas», generan una situación de ilegitimidad que
puede desembocar en un cambio social, un cambio que restituya el valor de la
política como instrumento de justicia social. El régimen político de la impostura
no puede durar tanto tiempo. Las sociedades no pierden totalmente su capacidad
de recuperación, de una cura moral.
Pero es importante señalar que esta
situación no se resuelve con medidas jurídicas. No se trata ahora de sancionar
individualidades, porque la situación por la que atraviesa nuestra sociedad no
es un problema individual, sino social. Y, como diría Eloy García, es la hora
de tomar medidas sociales, es la hora de la sociedad porque solo esta puede
cambiar el estado de cosas actual. Aprendamos a ser ciudadanos. Digámosle NO a
esta situación y votemos por el candidato o candidata que ofrece cambiar el actual
modelo económico y el sistema político.
A
modo de conclusión
No podemos permitir la continuidad del
neoliberalismo ni en la economía ni en la política. No podemos permitir la
continuidad de gobiernos que nos han conducido a la actual degradación social y
política. Tenemos que decirle No a los corruptos y entreguistas de los últimos veinticinco
años. Es la oportunidad de ser libres votando contra el neoliberalismo y el
Extractivismo rentista.
Publicado en el Diario UNO el sábado 12 de marzo
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