El
presidente Ollanta Humala afirmó recientemente que su gobierno «ha roto con el
viejo poder de los poderes económicos» y que él trabaja para los de abajo. Este
fue una lapsus línguae; una mala
jugada de su inconsciente que, siguiendo a Freud, diríamos que revela
precisamente una impostura. Es verdad que fue elegido por los de abajo, pero
los traicionó al gobernar con el programa de los que perdieron las elecciones.
Es verdad que en la campaña electoral fue vilipendiado por los grupos de poder
económico, pero después se sometió a sus designios. El carácter indigno de este
sometimiento ha hecho que estos mismos grupos de poder lleguen a aborrecerlo,
como lo hicieron con Sánchez Cerro.
Las
políticas macro y el crecimiento económico
Humala
recibió una economía en crecimiento y la mantuvo en piloto automático. La
economía siguió creciendo impulsada por factores externos favorables, a pesar
de las políticas macroeconómicas que se aplicaron desde el MEF y el Banco
Central. Durante el período 2003-2013 creció a una tasa de 6.1% promedio anual,
excepto el año 2009, en el que la tasa baja hasta 0.9%. En 2014, año en el que
se acentúa el enfriamiento, la tasa de crecimiento se redujo a 2.35% y, es
altamente probable que en este año y en el próximo se sitúe por debajo de 3%
promedio anual debido a que el contexto externo cambió de signo.
El
crecimiento durante 2003-2013 no tuvo
que ver ni con los tratados de libre comercio ni la política cambiaria. Las
«políticas» cambiaria y comercial le quitaron competitividad a la producción y
exportación de transables, en particular a la manufactura, al mismo tiempo que
provocaron una notable penetración de importaciones en el mercado interno.
Entre julio de 2006 y abril de 2013 los tipos de cambio real bilateral y
multilateral cayeron 25.6% y 14.1%, respectivamente. (Entre 2002 y 2006 hubo un
manejo más sensato de la política cambiaria). Las importaciones como porcentaje
del PBI manufacturero aumentaron de 87.2% en 2002 a 146.2% en 2013. Ni la
apertura comercial ni el atraso cambiario fueron, entonces, el motor del
crecimiento.
El
crecimiento tampoco tuvo que ver con las políticas fiscal y monetaria. En la
década 2003-2013, la generación de superávit primario alcanzó el 2.6% del PBI,
no obstante que el ratio de deuda a PBI había disminuido significativamente.
Los cálculos del déficit estructural también muestran la práctica de una
política fiscal contractiva. En plena desaceleración económica, desde 2014 se
siguen generando superávit primarios. Este fue
de 2.1% en el primer semestre de 2015.
La
política monetaria tampoco fue directamente pro-crecimiento. Creció el crédito
doméstico estimulado por el contexto financiero externo favorable, pero se promovió
su dolarización junto a una reducción sistemática del tipo de cambio real.
Cerca de 32% del crédito doméstico total esta dolarizado, lo que genera un descalce
de monedas que dificulta un manejo eficiente de las políticas monetaria y
cambiaria durante la actual desaceleración del crecimiento.
Los
problemas económicos que deja Humala
No
hay relación directa entre las políticas macro descritas y el crecimiento
económico. Esas políticas (y las elevadas tarifas de los servicios públicos)
fueron contrarias al desarrollo industrial y a la diversificación productiva, y
le hicieron perder competitividad a los productores privados en los mercados
internacionales.
Humala
deja una economía camino a la recesión. Con el fin del súper ciclo de las
materias primas, deja una economía relativamente menos productora de transables
y, por tanto, menos industrial. La producción manufacturera como porcentaje de
la demanda interna bajó de 17.5% en 2003 a 13.8% en 2014. Además, esta producción está cayendo
sistemáticamente desde julio de 2014 a una tasa de 2.6% promedio mensual
anualizada.
No
creció la capacidad productiva per cápita al ritmo necesario para crear puestos
de trabajo adecuados y con ingresos decentes. Esta es la razón por la cual el
73.7% de los trabajadores son informales. Los salarios reales prácticamente se
mantuvieron estancados: entre 2001 y
2013 crecieron a la tasa de 1% anual. La situación laboral tiende a empeorar
debido a la notable desaceleración del crecimiento del empleo en empresas de 10
y más trabajadores. La tasa de crecimiento anualizada de los últimos meses está
por debajo del 1%, cifra ocho veces menor que el promedio registrado en los
meses de enero a abril de 2011.
Aumentó
la vulnerabilidad de la economía frente a los shocks externos y la dependencia de la economía de las
importaciones y de la inversión extranjera. En plena desaceleración económica
aumenta el déficit comercial y el déficit de la cuenta corriente de la balanza
de pagos. En el año 2014 estos déficit fueron de 0.6% y de 4.0% del PBI, y de
2.1% y 4.5% en el primer semestre de este año, respectivamente. Se descapitalizó
al país acrecentando el déficit de la balanza de servicios financieros privados.
Por
último, el actual gobierno ha debilitado la presión tributaria con la reducción
del impuesto a la renta que ha
favorecido fundamentalmente a las grandes empresas, y con la imposición de un
gravamen enteramente favorable a las empresas mineras. Humala dejará una presión
tributaria relativamente menor de la que encontró cuando asumió el poder, lo
que sin duda afectará el financiamiento de los programas sociales en plena
recesión económica.
A
modo de conclusión
El próximo proceso
electoral, a diferencia de los dos anteriores, se realizará en el contexto de
una economía que tiende a la recesión o al estancamiento. Será entonces un
proceso en el que se debatirá la continuidad o el cambio del modelo económico
neoliberal.
Publicado en el Diario UNO, el sábado 31 de octubre
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