El homo economicus neoliberal y el ciudadano de Adam
Smith
El neoliberalismo se impone en el mundo con el ascenso al poder de
Margaret Thatcher en Inglaterra (1979) y de Ronald Reagan en Estados Unidos
(1981). Fue el inicio de la globalización de una nueva forma de mesianismo
ideológico, fundado en la idea del homo
economicus que actúa racionalmente guiado por su propio interés individual y
que sabe lo que quiere. Este mesianismo tiene sus antecedentes doctrinarios en Camino de servidumbre de Hayek (1944)
–justo el mismo año en el que se publica La
Gran Transformación de Polanyi que es, entre otras cosas, una crítica al
capitalismo desregulado— donde se sostiene que el desarrollo de la civilización
fue posible por el sometimiento del hombre a las fuerzas impersonales del
mercado. Aboga por las libertades individuales para que los protagonistas de la
vida económica –el homo economicus—,
actuando en un sistema de libre mercado, logre el supuesto bienestar general de
la sociedad. Como dice Todorov –en Experiencia Totalitaria, 2009—, el
neoliberalismo «coloca la soberanía de las fuerzas económicas, encarnadas en la
voluntad de los individuos, por encima de la soberanía política, sea cual sea
su naturaleza. Al hacerlo, contraviene
--paradójicamente— el principio fundador del pensamiento liberal que es
que un poder limite otro».
Smith, por su parte, concibe al individuo, a la persona, como un
ser social --como un ser preparado por naturaleza para vivir en sociedad-- y al
mercado como institución social. En su Teoría
de los sentimientos morales (1759) sostiene que la simpatía (sympathy), es decir, el proceso de ponerse en el
lugar del otro y asumir su situación, es una característica de los individuos que
viven en una sociedad donde la vida social es civilizada (en una sociedad civil de ciudadanos). La simpatía no excluye el amor propio (self love), pues este es compatible con la preocupación por los
demás. Lo que no puede existir en la sociedad
civil es el egoísmo (selfishness) porque es incompatible con
la simpatía.
La concepción de Justicia
(en la sociedad civil), es no lesionar al prójimo. No es una concepción de
amparo que lleva al fortalecimiento del poder del Estado con la excusa de
proteger a los más débiles. Esta
concepción de Justicia está en la
base de la explicación del desarrollo económico y social que Smith hace en su
libro más conocido Investigación sobre la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776). No es sobre la libertad del homo economicus de la que nos habla Adam
Smith. Para él, la libertad, el autogobierno y la condición de ciudadanía, es
evidente, es visible, únicamente cuando los individuos son concebidos dentro de
un contexto de relaciones e instituciones sociales. Esta es una visión
republicana –como señala David Casassas en Ciudad
en Llamas, La vigencia del republicanismo comercial de Adam Smith (2010).
El mercado como institución social
La prédica de M. Friedman sobre la libertad de los mercados
también contribuyó a la imposición del neoliberalismo en el mundo. Él no explicó cómo se crean los mercados, ni
diferenció el mercado de crédito del mercado de bienes, pero apoyándose en la
frase «la mano invisible del mercado»
de Smith, preconizó su desregulación y la ausencia de intervención del Estado
en la economía. El resultado de las
políticas aplicadas sobre la base de este discurso «libertario» fue la acentuación
de la desigualdad distributiva, porque propició la desconexión de la evolución
de los salarios reales del comportamiento de la productividad.
Para Smith los individuos pueden actuar libremente en el mercado «en
tanto no violen las leyes de la justicia». Ahora bien, como la libertad del
individuo no es exógena a la vida social, «se alcanza y se mantiene por medios
políticos, en el seno de la vida social». En este sentido la sociedad civil es concebida como una
asociación de individuos libres e iguales (iguales en el sentido de ser
igualmente libres, como enfatiza Casassas) en una comunidad «cuyos miembros de
pleno derecho disfrutan, sin excepción, de independencia material, es decir, están
libres de dominación». Por su parte, como el mercado también es una institución
social, puede estar bloqueado por grupos de presión, políticos y económicos,
que impiden el ejercicio de la libertad individual. Por lo tanto, el mercado
puede ser diseñado políticamente en tal forma que sea compatible con la
existencia de individuos libres e iguales. La mano invisible es, entonces una
construcción social y política porque «actúa», se hace realidad, en una
sociedad sin dominación social.
A modo de conclusión
El neoliberalismo es la negación de la libertad republicana de Smith. Facilita la concentración del poder,
económico y político, al hacer posible, con la desregulación, la pérdida de
capacidad de negociación de los trabajadores. Los defensores del neoliberalismo
deberían leer lo que dijo el neoclásico John Bates Clark: «La disciplina del
hambre descalifica al trabajador para hacer una negociación exitosa, y si el
empleador está en total libertad de contratar a estos trabajadores que, bajo
tal presión, individualmente se ofrecen a trabajar, el empleador puede
conseguirlo por muy poco» (Clark, 1913). Paradójicamente M. Friedman recibió la
medalla J. B. Clark en 1951.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 15 de setiembre
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