Nadie duda que las políticas económicas pueden retrasar o acelerar el crecimiento económico y, por lo tanto, empeorar o mejorar la calidad de vida de un país. Lo que ocurrió en el primer gobierno de Alan García es un trágico ejemplo del primer tipo de políticas: se atrasó el crecimiento económico y se empeoró la calidad de vida de nuestra población, al haber provocado una espectacular caída de su principal determinante: la productividad por trabajador promedio. Entre 1987 y 1990, esta productividad se redujo en 26% y el PBI per cápita en 30.2%. Como resultado de esta brutal contracción, los hogares por debajo de la línea de la pobreza pasaron de 16.9% a 44.3%; el consumo per cápita se redujo en 47% y las remuneraciones cayeron en 53%.
Alan García ha vuelto por segunda vez al gobierno bajo la promesa de un «cambio responsable». ¿Qué debe significar esta promesa si tomamos en cuenta el perjuicio que originó en su primer gobierno? Sus recientes medidas --austeridad, sanciones a los que incumplen las metas fiscales, formalización del óbolo de la mineras, shock (¿?) de inversiones, sierra exportadora, etc.-- y su obsesión por la legalización de la pena de muerte, descubren no sólo su medianía intelectual, sino también, como dice Alberto Adrianzén, la inconsecuencia respecto a sus ofertas hechas durante la campaña electoral (revisión del TLC, eliminación de la renta básica de la telefonía, regreso a la Constitución del 79, libre desafiliación de las AFP, etc.). Pero, lo que es peor, nada de lo que esta haciendo ahora Alan García permite aproximarnos a las políticas económicas que definirían su promesa de «cambio responsable». Lo que sí destaca en su actual gobierno, es la presencia de un comportamiento político amoral porque se ha formalizado el «cinismo político», al haberse cobijado en puestos importantes del Estado a connotados fujimontesinistas, varios de los cuales antes negaban calculadamente su pasado.
Para aproximarnos al significado económico que debería tener una genuina promesa de «cambio responsable», imaginemos que a un gerente que provocó importantes pérdidas en una empresa se le permite, después de cierto tiempo de «saneamiento», una nueva gestión bajo el compromiso de un «cambio responsable». Si aceptamos este supuesto absurdo (porque no ocurre en el mundo de los negocios privados), tendríamos que convenir que se le permitiría una segunda oportunidad sólo con el objeto de resarcir a la empresa de las pérdidas que originó, es decir, para pagar el daño que causó, pero sin afectar el rumbo de la empresa en las nuevas condiciones.
Aplicando esta figura a la promesa de «cambio responsable», tendríamos que exigirle al actual gobierno de Alan García que implemente un conjunto preciso de políticas para que, por lo menos, se recupere el producto per cápita perdido por la irresponsabilidad de su primera gestión gubernamental. Esto es fundamental para no confundir los resultados de su actual gobierno. Por lo tanto, si «cambio responsable» significa «pagar» esa pérdida, Alan García debería adoptar medidas para culminar su mandato con un PBI de 283,561 millones de soles y un PBI per cápita de 9,697 soles, ambos a precios de 1994. En otras palabras, el PBI debería crecer a una tasa de 12.3 % promedio anual durante los años 2007 a 2011 y el PBI per cápita a una tasa de 4.6% (que es la que en promedio se registró en los años 2003 a 2005). El gráfico que ilustra de manera elocuente este ejercicio se ha construido bajo el supuesto de un crecimiento del PBI durante los años 1987 a 1990 a la misma tasa de crecimiento de la población de esos años. En resumen, sólo con un PBI per cápita que en el 2011 sea mayor en 77.8% que el del año 2005, se habrá recuperado responsablemente lo que se perdió entre los años 1987-1990, sin alterar la senda de crecimiento de los últimos años del Toledismo.
Publicado en La República el 9 de enero de 2007
Alan García ha vuelto por segunda vez al gobierno bajo la promesa de un «cambio responsable». ¿Qué debe significar esta promesa si tomamos en cuenta el perjuicio que originó en su primer gobierno? Sus recientes medidas --austeridad, sanciones a los que incumplen las metas fiscales, formalización del óbolo de la mineras, shock (¿?) de inversiones, sierra exportadora, etc.-- y su obsesión por la legalización de la pena de muerte, descubren no sólo su medianía intelectual, sino también, como dice Alberto Adrianzén, la inconsecuencia respecto a sus ofertas hechas durante la campaña electoral (revisión del TLC, eliminación de la renta básica de la telefonía, regreso a la Constitución del 79, libre desafiliación de las AFP, etc.). Pero, lo que es peor, nada de lo que esta haciendo ahora Alan García permite aproximarnos a las políticas económicas que definirían su promesa de «cambio responsable». Lo que sí destaca en su actual gobierno, es la presencia de un comportamiento político amoral porque se ha formalizado el «cinismo político», al haberse cobijado en puestos importantes del Estado a connotados fujimontesinistas, varios de los cuales antes negaban calculadamente su pasado.
Para aproximarnos al significado económico que debería tener una genuina promesa de «cambio responsable», imaginemos que a un gerente que provocó importantes pérdidas en una empresa se le permite, después de cierto tiempo de «saneamiento», una nueva gestión bajo el compromiso de un «cambio responsable». Si aceptamos este supuesto absurdo (porque no ocurre en el mundo de los negocios privados), tendríamos que convenir que se le permitiría una segunda oportunidad sólo con el objeto de resarcir a la empresa de las pérdidas que originó, es decir, para pagar el daño que causó, pero sin afectar el rumbo de la empresa en las nuevas condiciones.
Aplicando esta figura a la promesa de «cambio responsable», tendríamos que exigirle al actual gobierno de Alan García que implemente un conjunto preciso de políticas para que, por lo menos, se recupere el producto per cápita perdido por la irresponsabilidad de su primera gestión gubernamental. Esto es fundamental para no confundir los resultados de su actual gobierno. Por lo tanto, si «cambio responsable» significa «pagar» esa pérdida, Alan García debería adoptar medidas para culminar su mandato con un PBI de 283,561 millones de soles y un PBI per cápita de 9,697 soles, ambos a precios de 1994. En otras palabras, el PBI debería crecer a una tasa de 12.3 % promedio anual durante los años 2007 a 2011 y el PBI per cápita a una tasa de 4.6% (que es la que en promedio se registró en los años 2003 a 2005). El gráfico que ilustra de manera elocuente este ejercicio se ha construido bajo el supuesto de un crecimiento del PBI durante los años 1987 a 1990 a la misma tasa de crecimiento de la población de esos años. En resumen, sólo con un PBI per cápita que en el 2011 sea mayor en 77.8% que el del año 2005, se habrá recuperado responsablemente lo que se perdió entre los años 1987-1990, sin alterar la senda de crecimiento de los últimos años del Toledismo.
Publicado en La República el 9 de enero de 2007
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