Hay una polarización del discurso
económico del fujimorismo para esta segunda vuelta electoral. Los fujimoristas
dicen que el candidato PPK representa a las grandes empresas porque, según su plan
de gobierno, las empresas que facturen «2300 UIT’s —9 millones de soles— o más
pueden descontar el integro de su inversión de su monto imponible». Esta es
«una ofrenda a los grandes empresarios», «es una propuesta tributaria que
favorece directa y únicamente a las grandes empresas», dijo su nuevo vocero
económico Elmer Cuba. Hay un «desconocimiento del mundo de las micro, pequeñas
y medianas empresas. Es una ridiculez pensar —enfatizó Cuba— que la gente se va a
formalizar por bajar un punto el IGV, no hay evidencia internacional que
sostenga semejante planteamiento».
El fujimorismo está reproduciendo, mutatis mutandis, el escenario de la
segunda vuelta electoral del año 1990. Mientras se autoproclama representante
de los llamados «emprendedores», acusa a su contrincante PPK, de representante
de las grandes empresas que no «requieren de ofrendas para invertir». En este empeño de polarización, el
fujimorismo anuncia también que derogará la norma que reduce el impuesto a la
renta hasta 26% y acelerará «el crecimiento económico con políticas
macroeconómicas fuertemente anti-cíclicas bien pensadas, para llevar a una tasa
de crecimiento de 5% o 6% en los cinco años de gestión».
Fujimorismo es contrario a la democracia
Este discurso económico es efectista,
electorero, y no apunta a la solución de los problemas estructurales del país.
Hay que agregar que estamos frente a una maquinaria política clientelista
caza-votos para «conquistar» el poder; maquinaria que ha sido construida
durante varios años de «trabajo», no de formación de adherentes ciudadanos, sino
de «compra» de votantes con dinero aparentemente «inexplicable».
Como lo señalamos en nuestro artículo
del 20/02/2016, la aplicación de las reformas y políticas neoliberales en los
años 1990, «dio curso al individualismo “criollo” y a la reproducción de la
informalidad en la economía y en la política». Por esta razón, la organización que lidera Keiko Fujimori, no
puede calificarse de democrática. No son ciudadanos lo que le dan sustento,
sino los informales, los que transgreden la ley, los mineros ilegales, los que
provienen de la «cultura-combi» y la practican, los que no respetan los
espacios públicos, los «pastores» conservadores y otros personajes
extorsionadores. A este cultura combi o
de la informalidad y que yo llamo «subcultura de la yuca» —recordando el gesto
de su padre—, pertenece el fujimorismo liderado hoy por Keiko.
Este fujimorismo convive con la actual
crisis política. Es parte de esta crisis porque
envilecieron y siguen envileciendo la política. Porque hicieron y
seguirán haciendo del fraude, de la
corrupción, del delito y de la mentira, una forma de gobernar. El fujimorismo
en el poder degradará aún más a la democracia, vaciándola de contenido.
El fujimorismo económico
El mundo de la informalidad
—económica, social y política— proviene de las reformas neoliberales llevadas a
cabo en la década de los años 1990. Con las desregulaciones y
privatizaciones, aumentó la informalidad.
El sector servicios —donde se encuentra el grueso de los trabajadores
no-calificados y de baja productividad—,
es donde más crece el empleo. El número de trabajadores en este sector aumentó en
26.7 % durante el período 1992-2000. El empleo sin contrato creció en 22.3 %
durante este mismo período. También creció de manera notable el empleo sin
contrato en las micro empresas (representaron el 72.3 % en el año 2000). Por
último, aumentó el número de trabajadores en el sector informal, pasando de cerca de 50 % en 1992 a 63 % en el
año 2000. En la actualidad más del 70% de los trabajadores son informales.
Durante esta misma década disminuyeron
de manera notable los presupuestos de educación, salud y seguridad social, como
porcentaje del PBI. Pero, se robó cerca de 6 mil millones de dólares del
patrimonio el Estado, equivalentes a 11.4 % del
PBI promedio de los años 1995-2000 y a 17.1 % del PBI promedio de
1990-1994. De acuerdo con estos porcentajes, ese monto correspondía de 5 a 8
presupuestos del sector educación.
Es curioso, por decir lo menos, que
los efectos sociales negativos de las políticas del fujimorismo neoliberal de
los años 1990, sean ahora la explicación del crecimiento de su maquinaria
política. El país se hizo más informal y se expandieron las instituciones
extractivistas en la economía y la política, y en casi todo el aparato
gubernamental del Estado.
A modo de conclusión
La actual degradación de la política y
la democracia será exacerbada con la vuelta del fujimorismo al poder. Se
cerrarán las puertas a los movimientos ciudadanos que están por el cambio social.
La izquierda tendrá menos posibilidades de competir con una maquinaria de este
tipo. El fujimorismo será un gobierno que se servirá de la palabra democracia
para mantenerse en el poder, pero socavándola o degradándola más. En
consecuencia, el fujimorismo debe ser visto como el enemigo fundamental de la
democracia. Tenemos que impedir, desde las urnas, que vuelva al poder.
Publicado por el Diario UNO, el sábado 7 de mayo.
Publicado por el Diario UNO, el sábado 7 de mayo.
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