La coyuntura por la que atraviesa actualmente
el país está caracterizada por la confluencia de dos hechos. En primer lugar está
el enfriamiento de la economía y su incapacidad de reproducir en el futuro
próximo las altas tasas de crecimiento de los años previos a la crisis internacional
de 2008-2009. El incierto contexto externo ha puesto en cuestión el estilo
neoliberal de crecimiento y acumulación de capital de las últimas dos décadas.
Y, en segundo lugar, está el creciente deterioro de la democracia
constitucional liberal. Los partidos políticos han perdido total credibilidad y
todos los poderes del Estado están penetrados por la corrupción. No hay control
ni rendición de cuentas creíbles de los elegidos. El extractivismo económico
promovido por las políticas neoliberales, llegó hasta los niveles más altos de
las instituciones del Estado en forma de aprovechamiento desembozado de los
recursos públicos. Hay corruptos y corruptores que han infiltrado el poder
judicial, el ministerio público y la contraloría general de la república para operar
con impunidad. Las instituciones políticas y económicas extractivistas
impulsadas por el poder político desde la década del «fujimorato» se reforzaron
mutuamente aprovechando los periodos de altos precios de las materias primas.
La configuración de una coyuntura crítica
La masiva irrupción de jóvenes en la política
con movilizaciones contra la Ley Pulpín que les recorta derechos y beneficios
sociales –que ha puesto al margen a los políticos tradicionales--, se han
sumado al enfriamiento económico y a la erosión de la democracia constitucional
liberal, configurando una coyuntura crítica que puede trastornar el equilibrio
existente de poder político y económico neoliberal. Se trata de un momento de
cambio significativo –como dirían David y Ruth Collier (1991)-- que está dando
paso justamente a una nueva expresión política en el país.
Las movilizaciones masivas de los jóvenes y
que continuarán según sus organizadores a nivel nacional, apuntan directamente
contra el extractivismo neoliberal en el mercado de trabajo. Todas las
políticas neoliberales –la liberalización comercial y financiera, las
facilidades al capital transnacional, el establecimiento de una competencia
entre países mediante el desmantelamiento de los estándares regulatorios, las
privatizaciones, el debilitamiento de los sindicatos, la desprotección laboral,
y el recorte de beneficios y derechos de los trabajadores--, afectan a los
trabajadores de los sectores privado y público, precarizan el empleo, y reducen
y/o estancan la capacidad de compra de los salarios. Por esta razón, en casi
todos los países que adoptaron el credo neoliberal, aumentó la desigualdad en
la distribución de los ingresos.
La indignación de los jóvenes apunta
precisamente al núcleo del discurso neoliberal según el cual la diminución
relativa de los costos laborales aparece como un factor indispensable para
ganar competitividad en el comercio internacional e insertar las unidades
productivas en las cadenas de valor de la economía global, y como un incentivo
para promover las inversiones privadas. Es el primer cuestionamiento masivo,
social y juvenil, al modelo neoliberal que no pudo resolver la informalidad en
la que se encuentran más del 70% de los trabajadores.
¿Fin del equilibrio extractivista?
Pero el desenlace de la actual coyuntura
crítica, es incierto. «El camino exacto del desarrollo institucional durante
las coyunturas críticas --nos recuerdan Acemoglu y Robinson--, depende de cuál
de las fuerzas en oposición logra tener éxito, de qué grupos son capaces de
formar coaliciones efectivas y de qué líderes pueden estructurar los
acontecimientos en provecho propio».
Lo que queda claro es que las protestas
juveniles han puesto en agenda los temas antes evitados por el poder político y
económico. El rechazo a la restricción de derechos y beneficios laborales expresada en diversos
dispositivos que generan distintos regímenes (Ley MYPES, Agroindustria, Textil,
CAS, Trabajadores del Hogar, entre otros). Esto pone en cuestión la
sobrevaloración del mercado autoregulado. La demanda de derogatoria de la ley
Pulpin, puede entonces dar inicio a una movilización masiva por la aprobación
de la ley general del trabajo que restituya todos los beneficios y derechos
laborales y elimine los distintos regímenes especiales.
El otro tema es el del colapso de los
partidos políticos, junto al rechazo de sus principales «líderes» vinculados
directa o indirectamente con la corrupción y/o que aprovechan los cargos
públicos para hacer negocios privados. Los jóvenes reclaman una nueva forma de
hacer política. Es la primera participación ciudadana, activa y directa, el
germen de la virtud cívica en jóvenes interesados en mejorar sus condiciones de
vida en sociedad,
Si las movilizaciones continúan y se expanden
a lo largo y ancho del país, si los jóvenes y otros movimientos progresistas
construyen coaliciones efectivas, entonces se producirá una recomposición del
espacio político haciendo posible la ruptura definitiva del equilibrio
extractivista para dar paso a la innovación política y económica.
A modo de conclusión
«Toda juventud es inquieta –decía José
Ingenieros. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de
los enmohecidos y de los seniles (…) Nada cabe esperar de los hombres que
entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron
jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven; hay que
adquirir la juventud. Y sin un ideal no
se adquiere».
Publicado e el diario UNO, el sábado 03 de enero de 2015
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