Mientras el liberalismo
combate el intervencionismo del Estado y postula su neutralidad económica, el
republicanismo le otorga un papel promotor de la libertad y la democracia y no
lo contrapone al mercado. El Estado republicano debe asegurar el ejercicio
pleno de la libertad, dotando de condiciones materiales de existencia a todos
los que carecen de ellas, promover la virtud cívica y el ejercicio de la
ciudadanía, e incorporar mecanismos constitucionales de evaluación y control de
los gobernantes elegidos por el pueblo para impedir que gobiernen en función de
los intereses de minorías económicas. Debe,
además, promover el desarrollo de mercados y ejercer al mismo tiempo una tarea regulatoria
para evitar la acumulación de poder económico. El mercado como institución
social puede diseñarse para lograr la expansión de la libertad y democracia. Con
el republicanismo, entonces, cambiará el modo de hacer política porque se
recuperará su carácter de instrumento de justicia social. Así, una nueva
izquierda practicante de un nuevo modo de hacer política, no puede ser
estatista ni anti-mercado.
Republicanismo
y construcción de la Nación
La universalización de
la libertad republicana supone la inclusión ciudadana de la mayoría pobre y
excluida económica, social y políticamente. Esta exclusión es dramática en
países poco integrados o desarticulados como Perú, que responde a un solo
Estado pero no constituye una sola Nación. Las elites empresariales y políticas
que detentaron el poder de este Estado, perpetuaron la desigualdad de ingresos
y de acceso a servicios sociales básicos manteniendo alejada de la modernidad a
la población de la sierra y de la selva del país. Con ello reprodujeron su desarticulación
económica, social y política impidiendo la construcción de una Nación o
comunidad política de ciudadanos libres y con iguales derechos.
La práctica de una
democracia republicana en nuestro país debe, por lo tanto, contribuir también a
la construcción de la Nación, generándole condiciones materiales de existencia
a los pueblos excluidos de la sierra y de la selva, respetando sus derechos y evitando
daños al medio ambiente. Este es el requisito para el ejercicio pleno de su
libertad y el fortalecimiento de la democracia. Ahora bien, la ausencia o poco
desarrollo de los mercados internos, es la otra cara de la perpetuación de la
desigualdad y desarticulación del país. Cuando no hay mercados o estos están
poco desarrollados –decimos parafraseando al Marx republicano--, las
poblaciones pobres y excluidas no llevan en el bolsillo su conexión con la
sociedad.
El mercado como
institución social puede tener un papel integrador y, por lo tanto, contribuir,
con su expansión y desarrollo a la construcción de una Nación integrada social
y políticamente, con igualdad de oportunidades y de acceso a la justicia,
educación, salud y servicios básicos. Su diseño institucional debe ser compatible
con un orden republicano donde los hombres son libres porque tienen las
condiciones materiales para serlo, y con un Estado que promueve activamente el
desarrollo de los mercados y que los regula para impedir la acumulación de
poder económico que es el origen de la exclusión social y política.
Republicanismo
y Globalización económica
Nuestro país llegó a la
era de la globalización económica sin terminar de construir la Nación. La
acumulación desregulada de capital y de grandes fortunas que caracteriza a esta
globalización, ha acentuado la miseria y exclusión social de centenares de millones
de personas, convirtiéndose así en una seria amenaza no sólo a la libertad de
estas personas, sino también a la autodeterminación soberana de muchos países
del llamado tercer mundo.
El modelo económico
neoliberal difundido con esta globalización ha acentuado en nuestro país el
extractivismo político y económico. La economía funciona con impulsos externos
y con actividades primarias que no respetan la ecología y, por lo tanto, los
derechos de los pueblos indígenas. No es endógeno ni contribuye a la
articulación del país. Su carácter no inclusivo exacerba la crisis de la
democracia representativa porque incrementa la desigualdad y los conflictos
sociales, al mismo tiempo que perpetúa la exclusión y la ausencia de
condiciones materiales de la libertad de dichos pueblos. Tampoco promueve el
desarrollo y expansión de mercados internos; su carácter especializado es contrario
a la industrialización y la diversificación productiva.
La libertad y la
ciudadanía republicanas son incompatibles con las relaciones de dominación y la
dependencia material. La desigualdad resultante de la constitución de poderes
económicos, atenta contra la libertad y la democracia. De la misma manera, la
soberanía de un Estado es incompatible con la dependencia económica de poderes
extranjeros. Sin el uso autónomo de sus recursos naturales para el desarrollo
nacional, no hay ejercicio pleno de su soberanía. La convivencia democrática en
el concierto internacional, en condiciones de igualdad, y con una economía
abierta, supone la existencia de Estados
soberanos con condiciones materiales que les permite interactuar libremente.
Entonces, en consonancia
con el pensamiento republicano, el carácter nacional de la transformación que
requiere nuestro país, tiene que ser una reacción de autodeterminación nacional
frente a las presiones de la globalización para desmantelar todos los
estándares regulatorios (abaratamiento del costo del trabajo y flexibilización
laboral, liberalización total del comercio y de los flujos de capital
internacional, estímulos tributarios al capital extranjero, etc.). La
autodeterminación nacional, el ejercicio soberano de las políticas económicas y
el fortalecimiento de la democracia son incompatibles con esta globalización
que especializa y no diversifica el aparato productivo
del país.
A modo de conclusión
«Las grandes
desigualdades sociales –dice Raventós—son las causas de la falta de libertad.
Por esta razón el republicanismo democrático promueve mecanismos
institucionales para que la ciudadanía tenga la existencia material, fundamento
de la libertad plenamente garantizada». Esto es válido tanto para la libertad del
individuo como para la autodeterminación de las naciones.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 15 de marzo
Publicado en el diario La Primera, el sábado 15 de marzo
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