La
ideología de la tiranía del interés privado
El
5 de enero El Comercio respondió a
las declaraciones del Presidente Humala contra la concentración de medios y a su
propuesta de debatir el tema en el Congreso. El Comercio –que ya había «informado»
que Humala había lanzado una «velada
amenaza contra la libertad de expresión»-- ahora, respondiendo a sus preguntas
(¿Quién amenaza realmente a la libertad de expresión? ¿Aquel grupo empresarial
que compra los medios de comunicación o el presidente de la República?), dice: «aquí
le dejamos la respuesta, señor presidente: usted. Usted amenaza la libertad de
expresión, igual que cualquiera que proponga limitar por ley lo que es parte
del derecho a elegir de todos y cada uno de los ciudadanos».
Sin
remordimiento alguno por su acción anticonstitucional de acaparamiento, El Comercio se justifica afirmando que:
«No existe cuota de mercado alguna que no provenga de los ciudadanos que lo
escogen y consumen. Los consumidores son los que tienen la última y definitiva
palabra a la hora de “concentrar” o “desconcentrar” cuotas de un mercado y la
ejercen, de hecho, de manera muy activa y contundente».
Este
argumento se funda en la llamada soberanía del consumidor, que para la
ideología neoliberal es la «soberanía de las fuerzas económicas, encarnadas en
la voluntad de los individuos, por encima de la soberanía política». Es, como
dice Todorov, una ideología de la tiranía de los individuos que daña los
fundamentos de la democracia. «El neoliberalismo pretende impedir que la
voluntad general limite la acción de los individuos, y como no admite la
existencia de un interés común, reduce la sociedad a la suma de las personas
que la componen».
Por
lo tanto, la soberanía que el neoliberalismo le confiere al individuo, le quita
su carácter de ciudadano. (Nótese que El
Comercio confunde subliminalmente a «su» consumidor con un ciudadano). En
una masa indiferenciada de individuos reducidos a sus intereses económicos, no
puede haber ciudadanos. El neoliberalismo tiene una visión atomista del
individuo y de sus intereses. No hay un interés común o colectivo que oriente las
decisiones del individuo como ciudadano. El neoliberalismo alienta la tiranía
de los individuos a expensas de la libertad y soberanía de los ciudadanos. Como
es contrario a la soberanía de los ciudadanos, el neoliberalismo debilita la
democracia.
En
esta lógica individualista Hayekiana se encuentra la concepción neoliberal de
la libertad sin restricciones del mercado y de las empresas privadas. Por eso El Comercio no cree que acapara, aunque
sabe que se ha constituido en poder económico que, en el campo mediático,
controla y administra información, afectando la pluralidad informativa, que es
un derecho ciudadano.
La
falacia de la libertad de elegir
El Comercio dice: «la libertad de un medio
de llegar a tal o cual cuota del mercado no es más que la otra cara del derecho
de sus consumidores a elegirlo y no se puede limitar aquella sin restringir al
mismo tiempo a este». Defiende el poder que tiene ahora argumentando que así
defiende la libertad que tienen los «consumidores» de «comprarlo». ¡La libertad
de los consumidores es la otra cara de su libertad de acaparar! Por eso, El Comercio cree que la crítica a su
acaparamiento de la propiedad en la prensa es un «ataque» a la inversión
privada.
Decir
que el «consumidor» es libre para elegir, es una osadía. Los neoliberales, con
su rechazo a toda intervención del Estado, desbrozan el camino hacia la
configuración de grupos con poder económico que afectan directamente a la
democracia y a la soberanía popular. Frente al poder de los medios (escritos y
televisivos) que concentran la propiedad, que insisten sobre un mismo «mensaje»
o manipulan la información, los ciudadanos «disponemos de poca libertad para
formarnos nuestras opiniones y tomar nuestras decisiones».
De
aquí se deduce que la pluralidad de información y la limitación a la
concentración de la propiedad son fundamentales para la democracia. Si se tiene
mucho dinero --dice Todorov—es posible «comprarse una cadena de televisión, o
cinco, o diez, y emisoras de radio, y periódicos, y hacer que digan lo que queremos
para que los consumidores, lectores, oyentes y espectadores piensen lo que
queremos. En este caso ya no se trata de democracia, sino de plutocracia, ya no
es el pueblo quien tiene el poder, sino sencillamente el dinero. El poderoso
puede imponer tranquilamente su voluntad a la mayoría».
A modo de
Conclusión
En nuestra sociedad los
poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) están separados para que
se limiten mutuamente; pero, los poderes económico y mediático están banalizando
o instrumentalizando estos contrapesos democráticos. Por eso, para fortalecer
la democracia hay que limitar todos los poderes, los de Estado y los poderes, económico
y mediático.Publicado en el diario La Primera, el sábado 11 de enero.
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