Abuso de
poder e irrespeto al Estado de Derecho
Estos seis
consejeros archivaron el caso, no obstante tener conocimiento de que la misma
Sala Penal de la Corte Suprema anulara la sentencia a favor del Grupo Colina, luego
de la protesta nacional e internacional. Sabían, también, que Villa Stein y
Josué Pariona, sostuvieron que ese Grupo no habría cometido delitos de lesa
humanidad, en clara oposición a la opinión de los jueces Jorge Salas, Baltazar
Morales y Francisco Molina. Por lo tanto, las razones para realizar una
investigación y abrirle proceso disciplinario a Villa Stein eran todas
justificadas. Además, los citados seis miembros del CNM no acataron los fallos
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el Grupo Colina, fallos
que deben respetarse y tomar en cuenta, en mérito a los compromisos asumidos
soberanamente por el Estado Peruano en el derecho internacional.
La
decisión de los seis consejeros es absolutamente contraria a la misión del CNM,
que consiste en «fortalecer el sistema de administración de justicia, nombrando
y ratificando a jueces y fiscales probos y eficientes y destituyendo a los que
transgredan sus responsabilidades, contribuyendo de ese modo a mejorar la
administración de justicia y la defensa de la legalidad en el país». Estos
consejeros están, asimismo, atentando contra la visión del CNM, tomando decisiones
sobre «la incorporación y separación de magistrados y autoridades
civiles-administrativas», que no son justas ni transparentes, y que le restan
credibilidad y legitimidad a la institución que representan.
El CNM es
parte de la institucionalidad del sistema democrático; por lo tanto, las
decisiones de sus autoridades, cuando no son justas ni transparentes, y cuando
violentan la justicia y la legalidad, debilitan la democracia y corrompen o
vician el sistema político y de gobierno. Este tipo de decisiones son las que
caracterizan a las instituciones políticas y económicas extractivistas, que según
James Robinson, coautor junto con Acemoglu del libro Why Nations Fail, «fomentan el clientelismo político, los
monopolios y la violencia como enemigos del progreso y el desarrollo»
No hay desarrollo
con instituciones extractivistas
En nuestro
país la corrupción ha penetrado el sistema político y de gobierno; se
pervierten o vician la naturaleza de las instituciones, impunemente.
Participamos en la elección de nuestras autoridades, pero éstas una vez en el
cargo, se desempeñan en función de los intereses de minorías que no han sido
elegidas por el voto popular. Esta práctica extractivista debilita y
desprestigia a la democracia representativa y al propio Estado de Derecho,
porque no se respetan los derechos de los ciudadanos. No hay mecanismos de
acción popular ni de fiscalización de las autoridades penetradas por los grupos
de poder que han convertido a las instituciones del Estado en clientelista y
patrimonialista.
Cuando no
se respetan los derechos ciudadanos ni la separación de poderes y el orden
constitucional, se fomenta el conflicto social y político; y, esta práctica de
las autoridades no puede ser inclusiva ni política ni económicamente. Con este
tipo de institucionalidad no es posible hacer de la cultura ciudadana el
fundamento de la convivencia pacífica. El extractivismo genera un círculo
vicioso que perpetúa la desigualdad, la
violencia y la exclusión.
Según Acemoglu
y Robinson, las instituciones económicas se configuran desde el «contexto
político». Por lo tanto, no hay manera de transitar hacia instituciones
económicas inclusivas --que fomentan la innovación, la competencia y el
empleo--, si no se erradica la corrupción y el clientelismo en las
instituciones de la administración del Estado. No son pues las llamadas
políticas sociales las que definen el carácter inclusivo de un modelo de desarrollo.
Lo que
nuestro país requiere –como se señala en el plan La Gran Transformación— es erradicar la corrupción y el
narcotráfico para «transformar el modo de hacer política,
restituyéndole el carácter de instrumento al servicio de la justicia». Necesitamos una cura moral y practicar la
decencia como el «supremo valor moral en toda clase de relación –personal,
social, política y profesional». No hay
otra manera de hacer de la política «una acción de servicio social y no de provecho propio».
A modo de
conclusión
La corrupción y el clientelismo son uno de
los enemigos íntimos de la democracia en nuestro país. Luchar contra este enemigo es, la mismo
tiempo, luchar por una forma republicana
y democrática de gobierno, con mecanismos explícitos de evaluación y control
constitucional de los gobernantes.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 02 de febrero.
1 comment:
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