Algunos aspectos de la desindustrialización
neoliberal
Ya hemos mostrado que «tres décadas de
neoliberalismo han consolidado una estructura productiva de servicios de baja
productividad y primario exportadora». La industria manufacturera perdió
importancia y liderazgo en el crecimiento económico. Entre 1950 y 1960 su
participación en la generación del PBI aumentó sostenidamente de 13.2% a 17.2%.
Entre 1960 y 1980 se mantuvo en un promedio de 17.4% con una desviación
estándar de 0.37; y, entre 1990 y 2011, bajó a un promedio de 15.2% con una
desviación estándar de 0.46.
Algo similar pasó con su capacidad de generación de
empleo. Un promedio de 11.9% de los trabajadores se encontraba en la
manufactura en el período 1950-1960. Durante 1960-1980 este porcentaje subió a
12.9% (con una desviación estándar de 0.51); pero durante 1990-2011 bajó a un
promedio de 10.5% (con una desviación estándar de 0.60). Los trabajadores que
no fueron absorbidos por la manufactura, se dirigieron básicamente a los
sectores de Servicios, Comercio y Construcción, pues el sector agropecuario
redujo su participación en la generación de empleo sostenidamente desde 1950.
El crecimiento económico no puede ser realmente
inclusivo sin el liderazgo de la manufactura. Este sector es el que puede
emplear contingentes importantes de trabajadores con moderada calificación y
proporcionar empleos estables mejores salarios. «Sin una base industrial
importante --dice Rodrik--, las sociedades tienden a dividirse entre ricos y
pobres –aquellos con acceso a empleos estables y bien pagados, y aquellos cuyos
empleos son menos seguros y tienen una vida más precaria. La manufactura es
fundamental para la vitalidad de la democracia en una nación». En nuestro país,
un prerrequisito para una rápida industrialización y, en particular, para
resolver el problema del subempleo y la existencia de empleos precarios, es revolucionar
la agricultura, lo que implica desarrollar mercados internos y al mismo tiempo
mejorar la infraestructura de la agricultura a pequeña escala.
Los principios para una nueva política
industrial
Desde los años 2001-2003 contamos con un esquema
institucional de política monetaria y fiscal que nos ha permitido mantener una
baja inflación, disminuir notoriamente el peso de la deuda pública a PBI, y acumular
reservas internacionales tanto en el BCR como en el MEF. Esto es fundamental para iniciar el cambio en el
actual estilo de crecimiento, estimulando la diversificación productiva. Es la hora de
la política industrial.
De acuerdo con Rodrik, la formulación y aplicación de la
política industrial debe basarse en los siguientes tres principios: «En primer
lugar, la política industrial es un estado de ánimo más que una lista de
políticas específicas. Es más importante crear un clima de colaboración entre
el gobierno y el sector privado que proporcionar incentivos financieros». El
objetivo debe ser obtener información sobre oportunidades de inversión y
cuellos de botella, mediante la constitución de consejos de reflexión, foros de
desarrollo de proveedores, consejos de asesoramiento de inversiones, mesas de
discusión por rama industrial, o fondos de riesgo público-privados. «En segundo
lugar, la política industrial debe recurrir tanto a las zanahorias como a los
palos». La idea es promover la creación de nuevas industrias, pero los incentivos
no pueden ser permanentes y deben basarse en resultados. Y, «En tercer lugar,
quienes aplican la política industrial deben tener presente que esta se orienta
a servir a toda la sociedad, no a los burócratas que la administran ni a las
empresas que reciben incentivos». Un política industrial transparente,
responsable y abierta a nuevos participantes, impide el abuso y el acaparamiento.
Adelantándose a los críticos de la política industrial,
Dani Rodrik dice que «Lo que determina el éxito de la política industrial no es
la capacidad de los gobiernos para reconocer a los triunfadores, sino su
capacidad para abandonar a los perdedores. La incertidumbre garantiza que
incluso políticas supuestamente óptimas pueden conducir a errores. La cuestión
es que los gobiernos reconozcan esos errores y retiren su apoyo antes de que
resulten demasiado costosos».
A modo de conclusión
Es la hora de la industrialización. Es la hora de «pasar
del mito de las ventajas de la especialización productiva --del modelo primario
exportador--, a la estrategia de diversificación productiva, es decir, hacía
políticas que propicien el desarrollo de la agricultura y de la industria manufacturera».
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