A Pablo Bustamante le parece increíble que la lucha por los mercados externos sea un juego de suma cero porque, imagino, nunca ha leído un texto elemental de comercio. Si en el mundo hubiera sólo dos países y uno tuviera superávit comercial, el otro tendría que tener déficit. La suma de sus balanzas comerciales tendría que ser, por lo tanto, igual a cero. Si hay países superavitarios tienen que haber necesariamente países deficitarios. ¡No pueden ser todos superavitarios! Stglitz lo menciona en el libro que supuestamente ha leído Bustamante: “…si un país importa más de lo que exporta (es decir, tiene déficit comercial), otro país debe estar exportando más de los que importa (tiene un superávit comercial). Una regla inquebrantable de la contabilidad internacional es que la suma de todos los déficits del mundo debe igualar a la suma de todos los superávits” (“El malestar de la globalización”, Taurus, 2002, página 253). Increíble que no lo sepa el ex gerente de la desaparecida Orión.
Es verdad que la globalización es una realidad, pero también es verdad que tiene efectos nocivos en economías como la nuestra, donde la pobreza sigue siendo superior al 50% de la población después de tres lustros de neoliberalismo. Según Stiglitz: “…las políticas económicas derivadas del Consenso de Washington y aplicadas en las naciones subdesarrolladas no eran las apropiadas…” (Ídem, página 41). “Forzar a un país en desarrollo a abrirse a los productos importados que compiten con los elaborados por alguna de sus industrias, peligrosamente vulnerables a la competencia de buena parte de industrias más vigorosas en otros países, puede tener consecuencias desastrosas, sociales y económicas. Se han destruido empleos sistemáticamente…antes que los sectores industriales y agrícolas de los países pudieran fortalecerse y crear nuevos puestos de trabajo” (Ídem, página 42). Precisamente, en el Plan de Humala se propone fortalecer la industria y el agro nacionales, y sus mercados internos, para competir en mejores condiciones en los mercados internacionales.
Stiglitz no dice que la globalización per se ayuda a eliminar la pobreza. “Los críticos de la globalización acusan a los países occidentales de hipócritas, con razón: forzaron a los pobres a eliminar las barreras comerciales, pero ellos mantuvieron las suyas e impidieron a los países subdesarrollados exportar productos agrícolas privándolos de una angustiosamente necesaria renta vía exportaciones” (Ídem, página 31). Más adelante agrega, “Si los beneficios de la globalización han resultado en demasiadas ocasiones inferiores a los que sus defensores reivindican, el precio pagado ha sido superior, porque el medio ambiente fue destruido, los procesos políticos corrompidos y el veloz ritmo de los cambios no dejó a los países un tiempo suficiente para la adaptación cultural” (Ídem, página 33).
A Bustamante no le gusta que la economía de mercado sea regulada y que el Estado tenga responsabilidad de velar por el interés económico nacional frente a las empresas extranjeras que operan en actividades estratégicas para el desarrollo. Stiglitz dice: “...los avances más recientes de la teoría económica...han probado que cuando la información es imperfecta y los mercados incompletos (es decir: siempre, y especialmente en los países en desarrollo), entonces la mano invisible funciona de modo muy deficiente. Lo significativo es que hay intervenciones estatales deseables que, en principio, pueden mejorar la eficiencia del mercado” (páginas 103-104). Y, como si estuviera refiriéndose al Perú de hoy, Stiglitz afirma: “La privatización, sin políticas de competencia y vigilancia que impidan los abusos de los poderes monopólicos, puede terminar en que los precios al consumo sean más altos y no más bajos. La austeridad fiscal, perseguida ciegamente, en las circunstancias equivocadas, puede producir más paro y la ruptura del contrato social” (Ídem, página 115)
“Los fundamentalistas del mercado -dice Stiglitz- creen que en general el mercado funciona bien y que en general el Estado funciona mal” (página 248). “El Estado puede cumplir y ha cumplido un papel fundamental no sólo en mitigar (los) fallos del mercado sino también en garantizar la justicia social (…). En países que han tenido grandes éxitos… (los) Estados suministraron una educación de alta calidad a todos y aportaron el grueso de la infraestructura (…). Regularon el sector financiero y lograron que los mercados de capitales operaran más como se suponía que debían hacerlo; aportaron una red de seguridad para los pobres; promovieron la tecnología, de las telecomunicaciones a la agricultura, los motores de aviación y los radares. Aunque hay un vivo debate sobre cual debería ser el papel preciso del Estado…, existe un amplio acuerdo de que el Estado cumple una función para que cualquier sociedad y cualquier economía actúen con eficacia –y humanidad-” (Ídem, páginas 273-274).
Diario La República
Tuesday, March 14, 2006
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