La
Asamblea Anual del FMI y el Banco
Mundial llevada a cabo recientemente en Lima, provocó comentarios de distinto
signo y, sobre todo, preguntas acerca del papel desempeñado por estas
instituciones en las economías de nuestros países. Sin duda, lo más positivo y
notorio en la situación actual del país, fue que aumentó el turismo y que
benefició notablemente a los negocios del rubro de la gastronomía. Pero, ni las
conferencias ni los informes efectuados durante el desarrollo de la Asamblea,
abordaron autocríticamente los efectos de las reformas y políticas patrocinadas
por dichas instituciones. Por ejemplo, no se dijo nada sobre lo que actualmente
ocurre en Grecia luego de que la troika
(el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) le impusiera un
paquete draconiano de medidas consistente en reducciones de sueldos y
jubilaciones, privatizaciones, aumentos de impuestos y despidos de funcionarios
de su administración gubernamental.
La
pérdida de soberanía del Estado nacional
Los
préstamos (créditos stand-by) del FMI
condicionados a ese paquete de medidas y a la firma de una carta de intención por los gobiernos y autoridades económicas, son
bien conocidos en América Latina. Durante la crisis de la deuda externa (fines
de los años 1970 y los años 1980), la condicionalidad de los ajustes propuestos
por el FMI se intensificó con la participación del Banco Mundial (BM) y de la
propia administración norteamericana. En el primer lustro de los años 1980 se
impuso el denominado Plan Baker consistente en la generación de liquidez en los
países deudores, bajo la condición de que adoptaran el paquete de
estabilización del FMI y otras políticas de libre mercado. Esta institución actuaba
como intermediario entre los países deudores y los bancos acreedores. El plan Baker no contemplaba la reducción de la deuda ni de la carga de su servicio. Recién en 1989 se anuncia el Plan Brady cuyo objetivo era «disminuir el valor nominal de la deuda, reducir su servicio y/o facilitar préstamos nuevos», pero en el contexto de programas de reformas impuestos por el FMI y el BM que incluían, además de las políticas de estabilización conocidas, «medidas para alentar nuevas inversiones extranjeras, repatriar capitales, cancelar atrasos, privatizaciones y canje deuda por acciones de capital». Estos programas fueron implementados bajo la supervisión conjunta del FMI y del BM.
La
crisis de la deuda provocó un cambio drástico en los roles asignados en 1944,
en Bretton Woods, al FMI y al BM. La función original del FMI era facilitar la
corrección de los desequilibrios macro mediante préstamos y políticas de ajuste
fiscal y monetario; mientras la del BM era financiar la ejecución de proyectos
específicos de inversión, para promover el crecimiento económico a largo plazo.
Esta separación de roles terminó con la crisis de la deuda. El FMI introdujo el
«Extended Fund Facility» y el «Structural Adjustment Facility», cuyo
propósito era afectar la oferta agregada mediante la desregulación de todos los
mercados. El BM, por su parte, empezó a condicionar sus préstamos a la adopción
de las políticas de estabilización del FMI. De esta manera institucionalizaron
el llamado Consenso de Washington sobre
la libertad irrestricta del mercado y la eliminación de la intervención del
Estado.
El
hecho que las políticas económicas se definieran en el exterior con la
participación de estas dos instituciones, condujo, por lo tanto, a la pérdida
de soberanía de nuestros Estados Nacionales.
La
década perdida de América Latina
¿Cuáles
fueron los resultados de la aplicación de las reformas y ajustes neoliberales
patrocinadas por estas dos instituciones? Su costo económico y social fue
enorme. Sin embargo, hasta ahora no hemos escuchado ni leído autocrítica
alguna. Nuestras economías se estancaron durante más de una década. Crecieron
la informalidad, el subempleo y la pobreza; bajó la inflación, aunque muy poco,
a costa de la apreciación monetaria y la contracción de la capacidad de compra de
los sueldos y salarios; aumentaron las tarifas de los servicios públicos; aumentó
el costo del crédito; se redujeron los presupuestos de educación, salud y de
inversión en infraestructura; y, los «despedidos pagados» de funcionarios
públicos precarizaron la burocracia de los Estados. Por estas razones, la década de los años 1980
es conocida ahora como la «década perdida de América Latina».
Las
reformas y políticas neoliberales siguieron en los años 1990. Las consecuencias
en nuestro país fueron: reducción del ritmo de crecimiento de la capacidad
productiva per cápita que agravó los desajustes entre la oferta de empleos y el
crecimiento de la fuerza laboral; reprimarización de la economía; dolarización
de los créditos; pérdida de competitividad de las actividades de bienes y
servicios transables; e inicio de un cambio estructural regresivo: la economía
tendía hacerse menos industrial y menos agrícola, y más productora de servicios
de baja productividad. La crisis asiática y rusa de 1997-1998 agravó esta
situación: ocasionó quiebras bancarias y una notable recesión
que se prolongó hasta el año 2002.
A
modo de ConclusiónNingún analista político ni periodista aprovechó la realización de la citada Asamblea en Lima, para informar que durante los años 2001-2006 se recobró algo de soberanía nacional en la definición las políticas fiscal, monetaria y cambiaria. Sobre esto hemos escrito en otras oportunidades. Se intentó salir de la ruta neoliberal que nos conducía al papel de productores de materias primas y a servir al proceso de acumulación y crecimiento de los países del centro con la enajenación de nuestros mercados.
Publicado en el Diario UNO, el domingo 18 de octubre
No comments:
Post a Comment