El debate suscitado por la compra de EPENSA y
ALFA BETA SISTEMAS por parte del Grupo El
Comercio, se ha circunscrito a su efecto violatorio de las libertades de
expresión e información. Es verdad que al tener ahora una participación de
cerca de 80% en el mercado de la prensa escrita y controlar el 79% de los
ingresos por publicidad, el Grupo El
Comercio ha acrecentado su poder de controlar y administrar información,
afectando así libertades constitucionales básicas. Pero, hay que señalar que la
violación al artículo 61 de la Constitución de 1993 no solo se da en el mercado
de los medios de prensa, sino también en otros mercados.
La
doctrina neoliberal del mercado
La
doctrina neoliberal surge como reacción a la instauración del comunismo en 1917
y al ascenso del nazismo en Alemania. Es una reacción contra la «economía
estatal». Esta doctrina se aleja del pensamiento liberal clásico porque –como
dice Vargas Llosa en su artículo «Liberales
y Liberales» (La República, 26 de enero)-- convierte al liberalismo en una
doctrina «esencialmente económica, que gira en torno del mercado como una
panacea mágica para la resolución de todos los problemas sociales». Sus más preclaros representantes son Ludwig
von Mises y Friedrich A. Hayek de la llamada escuela austriaca. Ambos argumentaban
que la privación de la autonomía económica del individuo conduce a la
esclavitud política. Estos son los ideólogos de la oposición entre el Estado y
el mercado, de la ausencia de intervenciones económicas del Estado en el
mercado. Con precios y salarios flexibles, los mercados libres, sin
restricciones, asignan eficientemente los recursos generando bienestar general.
Como el mercado no puede hacer nada mal, los neoliberales proclaman una
intervención estatal especial: la supresión sistemática de toda traba al libre
funcionamiento del mercado.
Esta
doctrina se pone en práctica con Ronald Reagan en los Estados Unidos
(1981-1989) y Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990). Sus reformas
económicas y sociales --que Vargas Llosa las concibe como «de inequívoca raíz
liberal»--, se apoyan precisamente en esa concepción que antepone el mercado al
Estado. Reagan desmanteló el compromiso de la democracia con el capitalismo,
compromiso que le asignó al Estado el papel de asegurar los equilibrios
macroeconómicos y corregir las injusticias sociales derivadas del funcionamiento
del mercado. Para Reagan el Estado era el «problema» frente al mercado que
encarnaba la «solución». Thatcher siguió el mismo camino. Revelando su franca
adhesión a la escuela austriaca llegó a afirmar que «La sociedad no existe.
Sólo existen hombres y mujeres individuales».
En
consecuencia, no se puede afirmar, como lo hace Vargas Llosa, que Reagan y
Thatcher «impulsaron la cultura de la libertad de manera extraordinaria». Es
imposible preservar la libertad renunciando a la sociabilidad. En la visión
atomista del individuo no hay interés común o colectivo que oriente sus
decisiones como ciudadano. Por lo tanto, el neoliberalismo pone en riesgo la
libertad de los individuos como ciudadanos y, por lo tanto, la democracia.
Las
asimetrías de poder en el mercado
La
crisis internacional actual ha demostrado que el funcionamiento libre del
mercado no lleva al bienestar general. Pero también ha mostrado que alienta la
formación de grupos de poder económico. El Estado intervino para socializar los
riesgos y efectos negativos del mercado desregulado, y para mantener el
carácter privado e individual de los beneficios financieros y económicos. Es la
paradoja del «neoliberalismo de Estado» que privilegia la constitución de
individuos y grupos con poder económico que no rinden cuentas a nadie. Además,
el neoliberalismo alienta la globalización, lo cual hace posible que los
agentes económicos evadan el control político de los Estados nacionales. Es el
ideal neoliberal: el Estado y los políticos puestos al servicio de los poderes
económicos.
Los
mercados desregulados tienden, entonces, a generar asimetrías de poder, con individuos
o grupos de individuos que acaparan «poder de mercado» y que suelen constituirse
en oligarquías político-económicas. Así, las instituciones que genera la
desregulación de los mercados, son extractivistas o rentistas, enemigas de la
pluralidad y de la democracia, enemigas de la innovación y del cambio. Estas
instituciones revelan la existencia de otra paradoja en la praxis neoliberal: se
rechaza la intervención del Estado en nombre de la libertad de los individuos, y
al mismo tiempo que se dificulta esta libertad con «la libertad sin
restricciones que se concede al mercado y a las empresas privadas».
El
mercado desregulado ya no es la institución social que puede alimentar el
encuentro entre individuos libres y civilmente independientes, pero con
dimensión social. Este encuentro, según
imaginaba Adam Smith, permitía asegurar
el mejoramiento de las condiciones de vida a que todo ser humano aspira,
y que este mejoramiento material ocurra en una comunidad plural, diversa y en
ningún caso en una sociedad socialmente fracturada. Para Smith –como nos
recuerda David Casassas--, la libertad y la equidad no solo son compatibles,
sino que se necesitan mutuamente.
A
modo de Conclusión
Para
regresar al principio de este artículo, el debate sobre la concentración de los
medios de prensa escrita debe ampliarse a otros mercados de bienes y servicios,
y ayudar a crear consensos sobre medidas específicas como el impulso de una ley
de fusiones y concentraciones.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 01 de febrero.
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