El discurso de Dilma Rousseff, presidenta del Brasil, en la
inauguración de la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América del
Sur y de los países árabes (ASPA), a diferencia del pronunciado después por el
presidente Ollanta Humala, hizo énfasis en la necesidad de optar por una ruta
independiente de desarrollo. «Las naciones sudamericanas y árabes requieren
asegurar que las turbulencias de la economía internacional no creen obstáculos
adicionales a nuestro desarrollo», dijo distanciándose del continuismo
neoliberal que aun se aplican en algunos países de la región como Perú. Ollanta Humala, por su parte, aprovechó para
reiterar la importancia de la «creación de un clima favorable a la inversión (extranjera)
que garantice la seguridad jurídica y una economía estable». Nosotros, dijo, «nos
hemos esforzado mucho por presentar estas condiciones y reafirmamos ahora
nuestro compromiso en mantenerlas».
Desarrollo endógeno como respuesta a la crisis
internacional
La
presidenta del Brasil afirmó que los países más desarrollados están tratando de
remontar la crisis por la que atraviesan, aplicando políticas que afectan a los
países en desarrollo. «El efecto acumulativo de esas políticas monetarias
expansionistas, conjugadas con una exagerada austeridad --sentenció--, exporta
la crisis al resto del mundo y no resuelve los graves problemas de los países
desarrollados como el desempleo galopante y la desesperanza».
La
recesión y la devaluación de las monedas de los países desarrollados limitan
nuestras exportaciones. «La crisis económica persistente nos está proponiendo
nuevos retos a las naciones sudamericanas y árabes», dijo. Por eso, tenemos que
asegurar que la turbulencia de la economía internacional no obstaculice nuestro
desarrollo. La cooperación es importante, pero como parte de un esfuerzo
nacional para endogenizar los determinantes del crecimiento y desarrollo. «No
podemos conformarnos –dijo mirando al auditorio-- con el papel de apenas ser
exportadores de commodities». «Nuestra
soberanía política –afirmó-- está asociada a nuestra capacidad de educar, de
producir ciencia y también de innovar».
En
su país, Dilma Rousseff representa el cambio. Se ha propuesto pasar a un
régimen de política monetaria y cambiaria más activa, y, junto con abandonar el
atraso cambiario, adoptar un programa de estímulo fiscal y de política
industrial. Brasil quiere recuperar el tiempo perdido para ponerse en el nivel
de las naciones más desarrolladas, con un sólido desarrollo industrial,
diversificando más la capacidad productiva de su economía. Este cambio es,
según los brasileños, una nueva propuesta desarrollista que, a diferencia del
neoliberalismo, «no cree que el mercado pueda resolverlo todo ni que las
instituciones deban limitarse a garantizar la propiedad privada y el
cumplimiento de los contratos», y que le otorga un papel central al Estado, el
que debe ser «financieramente sólido y administrativamente eficiente».
La
política cambiaria del continuismo humalista
El
mantenimiento de tasas de interés muy bajas por parte de los países más
desarrollados y la debilidad de sus monedas, es la causa de la entrada masiva
de capitales en las economías emergentes. Pero el gobierno brasileño ya ha
reaccionado con una política de depreciación de su moneda para defender la
competitividad de sus industrias, mediante la compra de dólares, la
introducción de depósitos en moneda extranjera no remunerados, y otras medidas
como los impuestos a las respectivas transacciones financieras.
En una economía abierta, donde ya no se estila el uso de aranceles a
las importaciones, mantener un tipo de cambio estable y competitivo, como se
anunciaba en el plan La Gran
Transformación, es el principal instrumento para promover la
industrialización y la diversificación de la capacidad productiva. A Ollanta
candidato se le explicó con detalle. Pero, también lo escuchó el 2010 de boca
de Michael Porter y de Dani Rodrik, como lo ha escuchado ahora de boca de Vilma
Rousseff. Y, como él recordará, la
propuesta de un tipo de cambio estable y competitivo se concebía como parte de
una estrategia de desarrollo de una economía
nacional de mercado, abierta al mundo.
Sin embargo, Humala optó por el continuismo y, por decisión propia, mantuvo
a dos connotados escuderos del modelo neoliberal. El primero, Julio Velarde, es
el responsable de la caída sistemática del tipo de cambio real desde que asumió
la presidencia del directorio del Banco Central en agosto del año 2006. El tipo de cambio real bilateral de agosto de
este año tiene el mismo nivel que el de enero de 1998 y el tipo de cambio real
multilateral está muy por debajo de su nivel registrado en esa fecha. El
segundo, Luis Miguel Castilla, hecho ministro por Humala, decía que la
apreciación de nuestra moneda era un «signo de la fortaleza de la economía».
Ahora dice «que descarta la adopción de controles de capital para frenar el
ingreso de dólares especulativos» y que cree que es mejor «ampliar el límite de
inversión en el exterior de las AFP».
A modo de conclusión
Humala ha reiterado que la III Cumbre de ASPA «genera oportunidades de inversión en el Perú y abre la posibilidad de acceso a un mercado de 700 millones de personas para nuestras exportaciones». ¿Sabrá que en agosto de este año las exportaciones se redujeron en 25%? ¿Tendrá idea que esta reducción se debe, en parte, a la pérdida de competitividad ocasionada por la caída del tipo de cambio real?
Publicado el sábado 6 de octubre en el diario La Primera.
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