Por Pedro Francke y
Félix Jiménez
Profesores de la PUCP
Alan García le encomendó a Luis Valdivieso la tarea de abatir la inflación, cuando él mismo ya morigeraba su entusiasmo de crecer a ritmo Chino y empezaba a difundir su teoría del blindaje de la economía frente a los evidentes signos de crisis internacional. Valdivieso era un funcionario del FMI curtido sólo en experiencias de recortes notables de gastos gubernamentales. Cuando entró al MEF tenía la idea de recortar 5 mil millones de soles del presupuesto; pero, sólo pudo recortar cerca de un mil quinientos millones. Pocos meses después, cuando el presidente dejó de lado su teoría del “blindaje” de la economía frente a la crisis internacional, Valdivieso recibió el encargo de formular un plan anticrisis que, por donde se le mire, tenía que incorporar políticas fiscales expansivas y no contractivas. Era pedirle peras al olmo.
A pocos días de anunciado el llamado “plan anticrisis”, Luis Carranza, ex ministro de Economía y Finanzas y a la sazón asesor presidencial, criticó la tardanza en darse el plan anticrisis y la lentitud de su ejecución. También cuestionó la decisión del BCR de no reducir la tasa de interés de referencia para activar la economía, pues, según señaló, la inflación bajaría en el largo plazo. El monto de S/. 10 mil millones dijo, es «correcto y adecuado en proporción al PBI»; pero, al igual que Cáceres Sayán, pidió que se acelere la ejecución de los proyectos de inversión: «A nivel de la gestión pública hay que asegurarse de que no haya ninguna demora en la ejecución de este paquete», sentenció. Hoy resulta claro que se trataba de una serruchada de piso contra Valdivieso, alentada por el propio Presidente García.
En este contexto, ¿qué se puede esperar de la segunda gestión de Carranza? En síntesis: más gasto público en infraestructura pero la misma política neoliberal de apertura comercial, beneficios especiales a los grandes inversionistas y las mínimas concesiones políticamente posibles a los trabajadores y sectores sociales.
Más rápido ahora: ¿rumbo al precipicio?
La mezcla de más gasto fiscal y menor tasa de interés de referencia del BCR, preconizada por Carranza y deseada por García, si se aplicara, serviría para evitar una recesión abrupta. Al mantener la demanda agregada, la economía podría seguir creciendo. ¿Cuánto? Todo dependerá de la fuerza real que tenga el gasto público en infraestructura, que puede tener serios cuellos de botella en los problemas de las gestiones ministeriales.
La nueva política García-Carranza mantendría, junto a una demanda agregada con alto crecimiento, un tipo de cambio congelado y las rebajas arancelarias. Ya antes Carranza se distinguió precisamente por reducir los aranceles, promover TLCs y apoyar el retraso cambiario, generando déficits en cuenta corriente de cerca del 4% del PBI en la primera mitad del 2008. Pero ahora, en el contexto de la crisis internacional, tal política agravará el déficit del sector externo y acelerará la pérdida de reservas internacionales.
Al aumentar la demanda interna y mantenerse relativamente baratos los precios de las importaciones, estás seguirán a los elevadísimos ritmos actuales, que superan los US$ 2,500 millones mensuales. Al mismo tiempo, el contexto internacional de recesión económica ya ha significado una caída del superávit comercial de 7.8% del PBI en el año 2007 a 3.3% en los primeros nueve meses del año 2008, y la caída sigue. Al deterioro comercial y de la cuenta corriente se suma la reducción de la inversión extranjera. Todavía tenemos reservas internacionales, pero la fuerza y duración de la crisis internacional hacen prever que hay un serio riesgo de su agotamiento, si se sigue impidiendo que suba el tipo de cambio. Y ese sería un problema muy grave, a evitar a toda costa, porque en ese caso una maxidevaluación y crisis financiera, serán muy difíciles de evitar. Además, la consecuencia sería una abrupta recesión.
Este era un problema que ya habíamos advertido muchos meses atrás, y que hoy se hace mucho más evidente. Desde fines del 2007 y hasta la primera mitad del 2008, cuando Luis Carranza renuncia al MEF, alertamos sobre la creciente pérdida de mercado interno por la penetración de las importaciones y la configuración de una tendencia hacia la crisis del sector externo. Hay que recordar que este debate se desarrolló cuando a nivel internacional ya existían signos evidentes de una crisis financiera de envergadura. Pero en julio 2008 ganó en Alan García el temor a la inflación, por el trauma que le causó el desastre hiperinflacionario de su primer gobierno y convencido por Carranza de que la crisis era leve, pasajera y no nos traería problemas. Así llegó el “mago” Valdivieso sacando de su sombrero la tijera de los recortes en el gasto social y de inversiones públicas.
¿Cuál gasto fiscal?
Si hoy la Confiep se ha pasado al keynesianismo y los neoliberales promueven una política anticíclica de aumento del gasto público, no es solamente por haber mejorado sus conocimientos ante los debates nacionales e internacionales. Es también por amor a los chicharrones. Du Bois y la Confiep insisten en que les permitan pagar impuestos con obras, retrocediendo a una política tributaria casi feudal. Asimismo, promueven que el reglamento de las asociaciones público-privadas les permita que los empresarios privados decidan sin planificación estatal qué obras de infraestructura hacer, pero que luego el Estado igual cubra parte de sus costos y casi todo el riesgo.
Ni hablar desde luego, de ningún atisbo redistributivo: ni impuestos a las ganancias de capital, ni aporte especial por las mineras y bancos que hicieron ganancias extraordinarias, ni centímetro de reforma en las AFPs que perdieron 40% de nuestra plata pero se dan lujo de subirnos las comisiones.
La gente
Mientras tanto, la crisis sigue su marcha. Según una reciente encuesta 33% de la gente sabe que en su trabajo han reducido personal. La industria textil fuertemente golpeada por las importaciones de China e India a precio dumping. Cincuenta mil empleos se han perdido en Lima. Cinco mil mineros despedidos. Los precios que reciben los productos agropecuarios por productos como espárragos, el arroz o el café, se han ido al piso. También han caído los precios internacionales del trigo y el maíz, pero los precios que se pagan en la ciudad por el pan no han variado y el pollo ha vuelto a subir.
Las medidas del gobierno para enfrentar la crisis (porque a eso definitivamente no se le puede llamar plan) poco o nada tienen para que los trabajadores, los agricultores y las amas de casa no sigan sufriendo los efectos conjuntos de la crisis y de la aplicación de un modelo neoliberal que los pone al final de la cola de los beneficios pero como los primeros en sufrir golpes y pérdidas económicas.
Félix Jiménez
Profesores de la PUCP
Alan García le encomendó a Luis Valdivieso la tarea de abatir la inflación, cuando él mismo ya morigeraba su entusiasmo de crecer a ritmo Chino y empezaba a difundir su teoría del blindaje de la economía frente a los evidentes signos de crisis internacional. Valdivieso era un funcionario del FMI curtido sólo en experiencias de recortes notables de gastos gubernamentales. Cuando entró al MEF tenía la idea de recortar 5 mil millones de soles del presupuesto; pero, sólo pudo recortar cerca de un mil quinientos millones. Pocos meses después, cuando el presidente dejó de lado su teoría del “blindaje” de la economía frente a la crisis internacional, Valdivieso recibió el encargo de formular un plan anticrisis que, por donde se le mire, tenía que incorporar políticas fiscales expansivas y no contractivas. Era pedirle peras al olmo.
A pocos días de anunciado el llamado “plan anticrisis”, Luis Carranza, ex ministro de Economía y Finanzas y a la sazón asesor presidencial, criticó la tardanza en darse el plan anticrisis y la lentitud de su ejecución. También cuestionó la decisión del BCR de no reducir la tasa de interés de referencia para activar la economía, pues, según señaló, la inflación bajaría en el largo plazo. El monto de S/. 10 mil millones dijo, es «correcto y adecuado en proporción al PBI»; pero, al igual que Cáceres Sayán, pidió que se acelere la ejecución de los proyectos de inversión: «A nivel de la gestión pública hay que asegurarse de que no haya ninguna demora en la ejecución de este paquete», sentenció. Hoy resulta claro que se trataba de una serruchada de piso contra Valdivieso, alentada por el propio Presidente García.
En este contexto, ¿qué se puede esperar de la segunda gestión de Carranza? En síntesis: más gasto público en infraestructura pero la misma política neoliberal de apertura comercial, beneficios especiales a los grandes inversionistas y las mínimas concesiones políticamente posibles a los trabajadores y sectores sociales.
Más rápido ahora: ¿rumbo al precipicio?
La mezcla de más gasto fiscal y menor tasa de interés de referencia del BCR, preconizada por Carranza y deseada por García, si se aplicara, serviría para evitar una recesión abrupta. Al mantener la demanda agregada, la economía podría seguir creciendo. ¿Cuánto? Todo dependerá de la fuerza real que tenga el gasto público en infraestructura, que puede tener serios cuellos de botella en los problemas de las gestiones ministeriales.
La nueva política García-Carranza mantendría, junto a una demanda agregada con alto crecimiento, un tipo de cambio congelado y las rebajas arancelarias. Ya antes Carranza se distinguió precisamente por reducir los aranceles, promover TLCs y apoyar el retraso cambiario, generando déficits en cuenta corriente de cerca del 4% del PBI en la primera mitad del 2008. Pero ahora, en el contexto de la crisis internacional, tal política agravará el déficit del sector externo y acelerará la pérdida de reservas internacionales.
Al aumentar la demanda interna y mantenerse relativamente baratos los precios de las importaciones, estás seguirán a los elevadísimos ritmos actuales, que superan los US$ 2,500 millones mensuales. Al mismo tiempo, el contexto internacional de recesión económica ya ha significado una caída del superávit comercial de 7.8% del PBI en el año 2007 a 3.3% en los primeros nueve meses del año 2008, y la caída sigue. Al deterioro comercial y de la cuenta corriente se suma la reducción de la inversión extranjera. Todavía tenemos reservas internacionales, pero la fuerza y duración de la crisis internacional hacen prever que hay un serio riesgo de su agotamiento, si se sigue impidiendo que suba el tipo de cambio. Y ese sería un problema muy grave, a evitar a toda costa, porque en ese caso una maxidevaluación y crisis financiera, serán muy difíciles de evitar. Además, la consecuencia sería una abrupta recesión.
Este era un problema que ya habíamos advertido muchos meses atrás, y que hoy se hace mucho más evidente. Desde fines del 2007 y hasta la primera mitad del 2008, cuando Luis Carranza renuncia al MEF, alertamos sobre la creciente pérdida de mercado interno por la penetración de las importaciones y la configuración de una tendencia hacia la crisis del sector externo. Hay que recordar que este debate se desarrolló cuando a nivel internacional ya existían signos evidentes de una crisis financiera de envergadura. Pero en julio 2008 ganó en Alan García el temor a la inflación, por el trauma que le causó el desastre hiperinflacionario de su primer gobierno y convencido por Carranza de que la crisis era leve, pasajera y no nos traería problemas. Así llegó el “mago” Valdivieso sacando de su sombrero la tijera de los recortes en el gasto social y de inversiones públicas.
¿Cuál gasto fiscal?
Si hoy la Confiep se ha pasado al keynesianismo y los neoliberales promueven una política anticíclica de aumento del gasto público, no es solamente por haber mejorado sus conocimientos ante los debates nacionales e internacionales. Es también por amor a los chicharrones. Du Bois y la Confiep insisten en que les permitan pagar impuestos con obras, retrocediendo a una política tributaria casi feudal. Asimismo, promueven que el reglamento de las asociaciones público-privadas les permita que los empresarios privados decidan sin planificación estatal qué obras de infraestructura hacer, pero que luego el Estado igual cubra parte de sus costos y casi todo el riesgo.
Ni hablar desde luego, de ningún atisbo redistributivo: ni impuestos a las ganancias de capital, ni aporte especial por las mineras y bancos que hicieron ganancias extraordinarias, ni centímetro de reforma en las AFPs que perdieron 40% de nuestra plata pero se dan lujo de subirnos las comisiones.
La gente
Mientras tanto, la crisis sigue su marcha. Según una reciente encuesta 33% de la gente sabe que en su trabajo han reducido personal. La industria textil fuertemente golpeada por las importaciones de China e India a precio dumping. Cincuenta mil empleos se han perdido en Lima. Cinco mil mineros despedidos. Los precios que reciben los productos agropecuarios por productos como espárragos, el arroz o el café, se han ido al piso. También han caído los precios internacionales del trigo y el maíz, pero los precios que se pagan en la ciudad por el pan no han variado y el pollo ha vuelto a subir.
Las medidas del gobierno para enfrentar la crisis (porque a eso definitivamente no se le puede llamar plan) poco o nada tienen para que los trabajadores, los agricultores y las amas de casa no sigan sufriendo los efectos conjuntos de la crisis y de la aplicación de un modelo neoliberal que los pone al final de la cola de los beneficios pero como los primeros en sufrir golpes y pérdidas económicas.
Publicado en el diario La República
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