Tuesday, April 15, 2008

El remedo de las siete modernizaciones

«La revolución constructiva del aprismo: teoría y práctica de la modernidad», termina con un capítulo ignominioso. Su autor dice que el aprismo (sic) ha puesto en marcha siete modernizaciones que contienen «todas las tesis y la doctrina de Haya de la Torre, confrontadas a la nueva realidad del siglo XXI». Pero lo que no dice es que estas siete modernizaciones son una copia de las siete modernizaciones desarrolladas por José Piñera en 1977 y propuestas al gobierno de Augusto Pinochet.

En el año 1979 Pinochet las anunció a su país como «progreso, como un avance de la libertad de elegir», en un contexto macroeconómico de relativa estabilidad y de recuperación económica. La primera, la modernización del mercado laboral, tenía como objetivo limitar el derecho de huelga, eliminar la negociación colectiva y desregular o flexibilizar el mercado. La segunda era la reforma previsional con la cual se traspasaron los fondos de pensiones del sector estatal al sector privado. En tercer lugar se proponía la modernización administrativa y una nueva división del territorio nacional, es decir, la llamada regionalización. La cuarta era la modernización del sistema educacional consistente en la municipalización de las escuelas, la privatización de la enseñanza y la eliminación de las «interferencias gremiales y políticas». En quinto lugar se anunciaba la modernización y reestructuración del sector salud «mediante la concentración del Estado en la atención de los necesitados y la privatización de la captación de las cotizaciones de los particulares». La sexta era la modernización de la justicia y del aparato judicial. Y la séptima era la modernización del sector agrícola que incluía políticas de saneamiento y de liberalización para orientarla hacia la exportación.

Alan García sin mencionar o citar la autoría de José Piñera «propone» para nuestro país también siete modernizaciones: 1) la modernización democrática y social; 2) la modernización económica y comercial; 3) la modernización descentralista y la redistribución espacial de la población; 4) la modernización educativa y cultural; 5) la modernización en el área de la salud; 6) la modernización en la administración de la justicia y la seguridad ciudadana; y, 7) la modernización y reforma del Estado. García mantiene, sin decirlo, cuatro de las siete modernizaciones del gobierno de Pinochet y solo la primera, la segunda y la séptima son dizque de su cosecha.

Veamos si las cuatro modernizaciones que mantiene son distintas o parecidas a las anunciadas por Pinochet. Su tercera modernización es la misma de descentralización regional propuesta por Piñera, aunque es aquí donde García anuncia la municipalización de la educación y la salud, y su privatización. «En ese propósito democrático y descentralizador –dice- se debe involucrar a la población organizada para que sea ella la que efectúe los gastos básicos en los servicios» (p. 125). La cuarta, es decir, la modernización educativa, es también similar a la pinochetista. Propone capacitar al magisterio, «romper la alianza politiquera del facilismo y la mediocridad», «que solamente los que aprueben un examen nacional del ministerio participen en las contrataciones y nombramientos que hace el Estado» (pp. 126-127), etc. La quinta modernización, la del área de la salud, también tiene el mismo espíritu de la propuesta de Piñera. García dice que los trabajadores de las micro y pequeñas empresas deben formalizarse primero para que se incorporen al aseguramiento universal, «pues de lo contrario...se incorporarían como desempleados, sin hacer ningún aporte, lo que haría insostenible el sistema por su alto costo no financiado» (p.129). Finalmente, ocurre igual con la sexta modernización, el de la justicia. García también insiste en la necesaria autonomía y moralización del poder judicial, y en su eficiencia.

Ahora bien, ¿son realmente de su cosecha la primera, la segunda y la séptima modernizaciones incorporadas en su texto?

Sobre la primera, la modernización de la democracia social, García dice que «uno de los propósitos...del APRA...es mantener vigentes las libertades, la elección popular, la independencia de los poderes y la participación social» (p.118) No hay diferencia con la propuesta de Piñera, para quien: «solo realizando una serie de profundas reformas estructurales ancladas en la libertad –que después (llamé) las “siete modernizaciones”-- Chile (podrá) llegar a ser un país desarrollado, y…(este) proceso (hará) posible una democracia estable y una sociedad integralmente libre» (La ruta al desarrollo y la democracia, 1977). García convierte este planteamiento en «su» primera modernización, en reemplazo de la reforma laboral de Piñera, porque esta ya la había hecho Fujimori.

Ocurre lo mismo con la reforma previsional. También la hizo Fujimori, copiando precisamente el modelo chileno. García la reemplaza por la modernización económica y social que, para él, significa «impulsar un crecimiento continuo y descentralizado» atrayendo y acrecentando «la inversión nacional y extranjera...Ello se logra –dice- con reglas de estabilidad fiscal y monetaria y de seguridad jurídica que garanticen la inversión» (p. 120-121). En estas reglas también se le adelantó Fujimori. Pero, ¿que dijo Piñera sobre el cambio de la economía y la sociedad chilena en su discurso de 1977? Se trata «ahora de enfrentar –dijo- el desafío del desarrollo. Sólo con tasas altas y sostenidas de crecimiento de la actividad productiva (podemos) sacar a nuestro país de la mediocridad...si se sigue un conjunto de políticas coherentes ancladas en la libertad de los mercados».

Finalmente, la séptima modernización de Piñera, la del sector agrícola, es reemplazada por García con la modernización y reforma del Estado. No podía incluir su «sierra exportadora», porque esta no se puede comparar con la propuesta chilena de «industrializar al agro para responder a las exigencias de la competitividad». El protagonismo del capital extranjero fue enorme en el agro chileno donde «grandes extensiones de tierras pasaron a manos de empresas extranjeras y transnacionales». Y, claro, «sierra exportadora» no muestra un sólo ejemplo de participación de ese capital en la industrialización y modernización del agro. García reemplazó esta modernización por la reforma del Estado, tan venida a menos. Le dedica sólo 19 líneas para decir: se «requiere de la evaluación y de la capacitación permanente de sus funcionarios y trabajadores», de la reducción del número de organismos públicos y de programas sociales, y de la simplificación administrativa. No menciona una sola autocrítica de los efectos nocivos a la eficiencia de la función pública de su decisión de reducir los sueldos de los funcionarios.

Cuando uno termina la lectura del texto de García siente varias cosas indescriptibles. García ha convertido a Piñera y a Pinochet en apristas o en continuadores del pensamiento de Haya de la Torre.





Publicado en el diario La Primera

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