El ministro de Economía Alfredo Thorne en su reciente presentación
ante la comisión de producción del congreso, dijo que «será un gran milagro si
la economía llega a crecer 3% este año». Luego, suelto de huesos, anunció sus
proyecciones de crecimiento de 4.5% para 2018 y de 5% para los años 2019 a
2021. Lo más probable es que no se produzca ese «gran milagro» y que tampoco se
cumplan sus proyecciones optimistas.
El ministro ya se acostumbró a los retrocesos, generando un backward path dependency del cual, creo,
ya no podrá liberarse. No bajará el IGV; la presión tributaria no volverá al 16.1% del PBI que alcanzó en 2015; no
aumentará la formalización; no habrá un crecimiento este año de 3% sino cercano
al 2%; tampoco se crecerá por encima de 4% en los años siguientes y, sin duda,
no se cumplirán sus metas respecto a la reconstrucción. El ministro tiene la
contabilidad física de los daños de El
Niño Costero, pero no ha hecho el cálculo detallado de los costos de la
«reconstrucción con cambios». La
improvisación del gobierno, del cual es parte el ministro, es impresionante.
Las «fuentes» del crecimiento según el ministro
El ministro dice que la economía peruana no tiene «suficientes
fuentes de crecimiento de largo plazo sostenibles y que la minería no puede ser
el único sector que dinamice la economía». Sin embargo, en el «Informe de
actualización de proyecciones macroeconómicas» publicado por el MEF el 30 de
abril, no hay una sola propuesta de construcción de alguna fuente interna de
crecimiento que, por lo menos, morigere su dependencia de la producción y
exportación de productos primarios. La volatilidad del crecimiento es causada
por la volatilidad de los términos del intercambio; además, como muestra la
evidencia empírica, el crecimiento impulsado por el aumento de los términos de
intercambio, tiene un efecto des-industrializador (Williamson 2006, 2012;
Jiménez, 2017).
El ministro apuesta por un crecimiento de la inversión pública de hasta
15% en los años 2017 y 2018, años en los cuales el déficit fiscal alcanzaría el
3% y 3.5% del PBI, respectivamente. Después le seguiría un ajuste; es decir,
una reducción de la tasa de crecimiento de esta inversión hasta 5% en 2019 y
4.5% en los años siguientes, para así converger a un déficit de 1% del PBI en
el año 2021. El Ministro cree, entonces,
que la inversión pública cumplirá su papel en la reconstrucción solo hasta el
año 2018. Por el lado de la inversión privada tampoco hay explicaciones de su recuperación,
pues esta ha decrecido desde el año 2014 a una tasa de 4.2% promedio anual. Sin
cambios notables en el entorno internacional, se espera que la inversión
privada crezca desde 5% en 2018 hasta 6.5% en 2021, solo por el «efecto
reconstrucción». ¿Cuál será el señuelo que atraerá a la inversión privada? ¿Las
APP y las «obras por terrenos»?
Del impulso primario exportador se pasa al «efecto reconstrucción»
para justificar sus proyecciones optimistas. La inversión privada pasaría a
explicar un poco más de 1% del crecimiento proyectado para los años 2018 a
2021. Por lo tanto, en correspondencia con el impulso al crecimiento por el
«efecto reconstrucción», el sector que liderará el crecimiento será el sector
construcción, ahora alicaído por los
escándalos de corrupción de Odebrecht, pero que es el que crecería a tasas
relativamente más altas según las proyecciones del MEF.
La importancia del motor industrial
La única manera de lograr una fuente de crecimiento sostenible a
largo plazo, es sustituyendo el liderazgo de los sectores volátiles, como la
minería y la construcción, por la industria manufacturera. Esta industria, como dice Rodrik, tiene
características que la distinguen de otras y le otorgan un papel decisivo en el
proceso de crecimiento: «En primer lugar, la manufactura tiende a ser tecnológicamente un sector
dinámico. De hecho, [...] la actividad manufacturera exhibe convergencia
incondicional de la productividad laboral, a diferencia del resto de la
economía. En segundo lugar, la manufactura ha absorbido tradicionalmente
cantidades significativas de mano de obra no calificada, algo que la distingue
de otros sectores de alta productividad como la minería o las finanzas. En
tercer lugar, la manufactura es un sector comercializable (tradable sector), lo que implica que no enfrenta las restricciones
de demanda de un mercado doméstico poblado por consumidores de bajos ingresos.
Se puede expandir y absorber a los trabajadores incluso si el resto de la economía
se mantiene tecnológicamente estancada. En conjunto, estas características
hacen de la manufactura la escalera perfecta para las economías en desarrollo» (Rodrik, 2016: 3).
Ni la minería ni la construcción multiplican en ingreso y el
empleo como lo hace la manufactura. Esta es la única que, cuando se expande, lo
hace generando rendimientos crecientes estáticos y dinámicos. «Los rendimientos
estáticos se refieren principalmente a las economías de escala internas a la
empresa, mientras que los rendimientos dinámicos se refieren al aumento de la
productividad derivado del aprendizaje [learning by doing], el cambio
tecnológico "inducido" y las economías externas del propio proceso de
producción la producción» (Libanio, 2006: 4).
A modo de conclusión
En un estilo de crecimiento liderado por la manufactura, la
productividad y el progreso técnico son endógenos. Cuando se expanden los
mercados aumenta la posibilidad de incorporar nuevos métodos y medios de
producción que dan lugar a un aumento de la productividad del trabajo. Se
producen innovaciones tecnológicas en los procesos productivos y «procesos
graduales de aprendizaje por el ajuste de tecnologías que permiten optimizar el
uso de los recursos, o por la agregación de pequeñas innovaciones que se adelantan
en las empresas para adaptar tecnologías en la generación de nuevos productos
bajo condiciones locales» (Villamil, 2003: 153).
Publicado en el Diario UNO, el domingo 7 de mayo