La economía
peruana va camino al estancamiento económico en consonancia con la disminución
de los precios de los commodities y
el débil dinamismo de la demanda externa. Este entorno internacional
desfavorable tardará varios años en revertirse. Si se considera que en los
últimos quince meses los sectores manufactura y construcción han registrado
tasas negativas de crecimiento, se puede afirmar que, para propósitos
prácticos, la economía ya se encuentra en recesión. De otro lado, el bajo
crecimiento del empleo registrado recientemente (alrededor de 2%), es de baja
calidad. Crece el subempleo mientras el empleo adecuado ya no crece.
El
crecimiento del PBI durante estos mismos meses --que en promedio se ubica por
debajo del 3%--, se explica fundamentalmente por la expansión de la producción
de los sectores terciarios: estos crecen por encima del 5% con la «ayuda» del
INEI. Por ejemplo, en los últimos 24 meses los servicios financieros y seguros
y los servicios prestados a empresas, crecieron a las tasas promedio
mensual-anualizadas de 11.6% y 5.98%, respectivamente.
Revertir
la desaceleración del crecimiento de la producción y el empleo con políticas
macroeconómicas contra-cíclicas, sin cambiar el estilo de crecimiento y en un
contexto externo económico y financiero desfavorable, es difícil. Hay, además,
una situación interna que exacerba esta dificultad. El 33% de los créditos están
dolarizados; el aumento del tipo de cambio –que se acentuará con la reciente
elevación de la tasa de interés de la FED--, incrementa la inflación; las
reservas internacionales del Banco Central (BCR) han caído en cerca de 50%
(ahora dispone de solo US $ 25,226.36 millones, equivalente al 12.4% del PBI). Esta
es una realidad que ha obligado al BCR a subir su tasa de interés de referencia
en dos ocasiones, situándola desde el 9 de este mes en
3.75%.
La
oportunidad para cambiar el modelo económico
La actual
crítica situación económica que se da en el contexto de una profunda crisis
política, ha generado nuevamente, como en otras ocasiones en la historia
económica de nuestro país, una gran oportunidad para iniciar el camino al
desarrollo. Es la hora de cambiar el modelo de crecimiento y acumulación de
capital. Es la hora de emprender un proceso de industrialización de nuevo tipo,
basado en la agricultura y en la agroindustria, y con políticas macroeconómicas
adecuadas a este propósito.
Esta
oportunidad está caracterizada por la caída de los términos de intercambio y
una demanda externa por commodities,
cuya debilidad se prolongará por varios años, acompañada de condiciones
financieras desfavorables a la práctica rentista (carry trade) de endeudarse
«barato» en el extranjero para prestar «caro» en la economía doméstica. Hemos
pasado de un largo período de apreciación cambiaria que le quitó competitividad
a las actividades transables y manufactureras, a otra de signo contrario:
aumenta el tipo de cambio y, bajo ciertas condiciones de política, se genera la
posibilidad de diversificar e industrializar la economía. Hemos pasado de una
situación donde el financiamiento del crecimiento provenía básicamente de la
inversión extranjera y de los influjos de liquidez internacional, a otra que,
sin rechazar la inversión extranjera, exige promover la inversión privada
nacional orientada a la diversificación productiva y basar el financiamiento
del crecimiento en el desarrollo del mercado de capitales en moneda local. En
fin, podemos decir que hemos pasado de un largo período de pérdida de la
autodeterminación nacional en las decisiones de política económica, a otra
donde se abren posibilidades de un manejo soberano de la política monetaria y
cambiaria, y de cambio en la orientación de la política fiscal y de inversiones
públicas.
Políticas
macro para iniciar el cambio del modelo
En
primer lugar, hay que recuperar el manejo soberano de la política cambiaria
para convertirlo en el principal instrumento de diversificación productiva.
Esto requiere terminar con la dolarización de los créditos y adoptar
restricciones fiscales o de otro tipo principalmente a la entrada de capital
especulativo internacional. Hay que impedir la práctica rentista del «carry trade» por parte de la banca
comercial.
En
segundo lugar, hay que recuperar también el manejo soberano de la política
monetaria, para que el BCR no siga subiendo su tasa de interés en pleno
enfriamiento económico, por temor a los efectos del aumento del tipo de cambio.
Este riesgo desaparece en un sistema financiero que no dolariza los créditos,
pero también cuando se morigera la vulnerabilidad de la economía al movimiento
del capital especulativo internacional. Un instrumento de política adicional
que permitirá mejorar la eficiencia de la política monetaria, es el desarrollo
del mercado de capitales en soles. Con un mercado de capitales dinámico y en
expansión aumenta la competitividad en el mercado financiero y abarata el costo
del endeudamiento doméstico en moneda local.
En
tercer lugar, adecuar la política fiscal al objetivo del crecimiento y del
cambio estructural. Esto requiere priorizar la inversión en infraestructura
pública sobre la base de un reordenamiento territorial que dé lugar a un nuevo
esquema de regionalización. La diversificación productiva y el cambio en el
actual modelo de crecimiento no pueden realizarse bajo el actual esquema de
«regionalización». De otro lado, sin capacidad financiera el Estado no puede
promover el cambio estructural. Es necesario entonces reformar el sistema
tributario para hacerlo más progresivo y combatir la evasión y la elusión.
A
modo de conclusión
El
esbozo de política macro presentado aquí se orienta a promover el desarrollo de
mercados internos para apuntalar el cambio estructural. No limita sino que
aumenta los espacios de acción del mercado, pero al mismo tiempo exige una
revalorización del papel del Estado. Hay que abandonar el tratamiento
contrapuesto y dicotómico del Estado y el mercado que hace el
neoliberalismo.
Publicado en el diario UNO, el sábado 19 de diciembre de 2015