Saturday, October 04, 2014

Crisis de las ideologías y corrupción en la política

El proceso electoral que culmina el próximo 5 de octubre, ha revelado no solo la persistencia de la fragmentación «política» (muchos candidatos para una misma presidencia regional o para una misma alcaldía), sino también la presencia de un alto porcentaje de candidatos con antecedentes de conducta corrupta, de violaciones a la legalidad o con  vinculaciones con el narcotráfico. La pregunta que surge de este dato real es: ¿qué deficiencia muestra la democracia peruana para que en una contienda electoral predomine este tipo de candidatos sobre otros con antecedentes honorables? ¿Por qué este tipo de candidatos (que «roban pero hacen obras») logran el apoyo de vastos sectores de la población? El caso paradigmático, conocido por todos, es el del candidato Castañeda a la alcaldía de Lima  Metropolitana denunciado por el caso Comunicore y, después, sorprendentemente absuelto. Este candidato es el favorito de la población frente a la candidata a la reelección Susana Villarán, con una gestión proba, no corrupta, pero a diferencia del primero vilipendiada por la derecha desde que asumió el cargo. 

Dos explicaciones insuficientes
Entre lo que se ha escrito sobre esta situación hay dos explicaciones, a nuestro juicio, insuficientes. En primer lugar, está la explicación más sofisticada, pero circunscrita a Lima Metropolitana. Ese tipo de candidatos tiene el apoyo –aunque solo sea un apoyo bastante pasivo--, porque junto con no afectar a un vasto sector informal de la ciudad, atiende las necesidades básicas de sus sectores populares. La explicación de este apoyo no está ni en la naturaleza corrupta del candidato, ni en la incapacidad de votar «bien» de parte de los sectores que lo apoyan; sino en el hecho que el candidato con sospechas de corrupción y de actos ilícitos, ha sido capaz de «recoger las necesidades de los sectores populares para transformarlas en políticas públicas».  

Los que sostienen esta explicación se adelantan a responder otra pregunta: ¿por qué el honesto y que hace obras (como Susana Villarán, por ejemplo) no tiene el apoyo popular? Se responden, porque no hay partidos ni políticos con «propuestas sostenibles de reformas que hayan logrado involucrar a esos sectores mayoritarios». Pero, no dicen por qué no hay esos partidos ni esos políticos.
La segunda explicación, es trivial y contradictoria. No obstante que los sectores populares saben que su candidato es corrupto, están dispuestos a votar por él. ¿Por qué? Porque no hay élites políticas ni administrativas dignas de imitar ni instituciones inclusivas e igualitarias.  En el Perú las «élites nunca han tenido un comportamiento ejemplar; son excluyentes, prepotentes y abusivas con los sectores populares. Practican la separación social, una forma de «convivencia» paralela con estos sectores populares «informales». La consecuencia es que estos sectores viven entre la legalidad y la ilegalidad, y como no pueden “derrotar a esas elites”, se unen a ellas.  Se sienten incluidos identificándose con el candidato corrupto a través de la mediación de las obras que éste hace. Este nexo entre las elites corruptas y los informales es «lo único que la política puede hacer». Pero, adelantándose a una crítica inmediata, los que sostienen esta explicación dicen: «pensar que todo está perdido sería un error», porque «los excluidos, los discriminados, votan por aquellos candidatos que critican el sistema político y económico  y que cuestionan las desigualdades sociales». ¿En qué quedamos?

Una explicación alternativa a modo de hipótesis
En nuestro país, candidatos y elegidos, ministros, jueces y magistrados, y otros altos funcionarios, en connivencia con sujetos privados, se benefician de los recursos públicos o practican la política de la «puerta giratoria» degradando con este tipo de conducta la naturaleza de la función pública. Esta práctica se hizo más visible y zafia desde los años noventa del siglo XX, con el «fujimorato» que introdujo las reformas y políticas neoliberales. Pero, el inicio del período neoliberal en nuestro país coincidió con la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, hechos que tuvieron un efecto fulminante en las ideologías y que, en países como el nuestro, generó un profundo vacío interpretativo de sus problemas y fenómenos reales. Ser importadores de doctrinas ideo-políticas,  nos dejó desvalidos, acelerando la crisis de sus principales usufructuarios, los partidos políticos; de todos los partidos, porque esa crisis también puso en evidencia las debilidades de la institucionalidad democrática de nuestros países. 

Por lo tanto, cuando el funcionamiento real de la democracia constitucional  choca con los principios que lo inspiran, «una ola de desafección por los mecanismos y prácticas políticas», invade a las democracias.  «En semejante contexto --dice Eloy García— se multiplican los episodios individuales de violación de las reglas de conducta de los gobernantes, en un tiempo en que la perdida de ideología de los partidos convierte a la vida política en una lucha por el botín del poder».
A modo de conclusión

La crisis política por la que atraviesa nuestro país tiene que ver, entonces, con la ausencia de principios ideo-políticos sólidos provocada por la crisis de las ideologías y con la pérdida del sentido de la política y de su arraigo en la población.


Publicado en el Diario UNO el sábado 4 de octubre

No comments: