Sunday, March 19, 2017

Corrupción y Neoliberalismo en Perú (Final)


La práctica de atribuirle a otro un argumento que no le pertenece, para luego supuestamente criticarlo, es también un comportamiento inmoral. Uno de estos críticos dice que yo sostengo que «el modelo económico neoliberal es el único causante de la corrupción en el Perú». Aunque una frase de este tipo no existe en ninguno de mis dos artículos anteriores, el crítico de marras afirma que el concepto de corrupción que desarrollo en ellos, es economicista.  Luego sentencia muy orondo que el uso de fondos del tesoro o la práctica de patrimonialismo es una costumbre de los que detentan el poder desde la época virreinal.

La concepción de corrupción que desarrollo en mis artículos no alude exclusivamente al acto ilícito penal de  usufructo privado y, por lo tanto, inmoral de la cosa pública. Estos actos han existido siempre y no tienen necesariamente colores ideológicos. Lo que sostenemos es que la corrupción que caracteriza a la sociedad peruana actual, es un proceso sociológico colectivo de degradación. Hay una alteración generalizada de la conducta social y política que desnaturaliza las instituciones de la sociedad. Parafraseando a Eloy García, podemos decir que la sociedad se ha corrompido porque lo que los hombres hacen en su vida social, difiere de lo que tienen por norma, aunque la reconozcan formalmente.

El significado de la Globalización Neoliberal

El neoliberalismo es un planteamiento ideo-político que  se impone en el mundo a fines de los años 1970, mediante cambios constitucionales y las políticas públicas. El nuevo andamiaje institucional subordina a la sociedad y a la política a la dinámica de lo que se concibe como mercado autorregulado.  Se impone un modelo político y económico que cambia los equilibrios de poder debilitando notablemente la sindicalización de los trabajadores, y que genera exclusión social, exacerba los problemas de distribución, mina los acuerdos sociales básicos dentro de cada país,  y acrecienta la desigualdad en la distribución de los ingresos. Así, a nivel mundial se impone la práctica extractivista de ganancia fácil, que abre paso a una degradación moral generalizada.     

De otro lado, con la globalización neoliberal los Estados Nacionales pierden soberanía, dejan de actuar en defensa del interés de su colectividad, facilitado la expansión de las empresas multinacionales que son responsables únicamente ante sus administradores y accionistas. Pierden soberanía. Y, como dice Dani Rodrik «las multinacionales que solicitan tribunales de arbitraje especiales no tienen (…) consideración por el interés público». Con Estados subordinados, la corrupción se convierte en una forma de gobierno. Sin duda, la intensidad de esta degradación estará en relación directa con la historia pasada de los gobiernos y de su relación con la respectiva comunidad política.

Sin estado soberano y con una conducta individualista que antepone el interés privado sobre el público, se abandona los deberes cívicos y la importancia de estar «socialmente vinculado». Se llega así a un estado social colectivo de irrespeto deliberado y generalizado de las normas e instituciones que definen el Estado de Derecho.

Como dice J. M. Ros, el repliegue de los individuos en su esfera privada «fomenta su obsesión por el bienestar material y les hace indiferentes hacia los asuntos públicos, lejos de aumentar (…) su independencia y realización personal, los sitúa en realidad, de manera subrepticia y paternalista, a merced de las nuevas formas de despotismo (el providencialismo estatal, la metafísica economicista del mercado etc.) (Véase su artículo «Consideraciones sobre la crítica republicada al liberalismo»).

Como salir de la crisis

No se sale de esta situación de degradación solo cambiando el modelo económico o el capítulo económico de la constitución. Como señalamos en nuestro libro «Otra Ruta de Desarrollo para el Perú: crítica del neoliberalismo y propuesta de transformación republicana», los ejes de las reformas político-constitucionales  deberían ser:

1) Como la legitimidad democrática se expresa y compendia en la Constitución,  es importante crear condiciones institucionales y legales mediante un cambio de la Constitución, para que la legitimidad del poder político provenga del pueblo. Ello implica, entre otras cosas, incorporar mecanismos explícitos de comunicación y control ciudadano sobre los elegidos por el voto popular.
2) Reivindicar el principio de la participación política, desarrollado ciudadanos como sujetos activos de derechos y deberes. No puede haber ciudadanos súbditos, ni gobernantes soberanos ni representantes elegidos que practican la impostura.  El ciudadano, como propietario de su soberanía, debe tener canales para asegurar su participación activa en la discusión y toma de decisiones que atañen a la colectividad, a su vida en sociedad;
3) Transformar el modelo neoliberal. Se tiene que crear un contexto económico y social que haga posible la justicia, libertad, la preservación ecológica, y que funde la legitimidad de la democracia en la licencia social para explotar los recursos naturales.

A modo de conclusión

En el libro también proponemos medidas específicas de reforma política para: a) Fortalecer a los partidos sin quitarle poder a los ciudadanos; b) Desprofesionalizar la política, y fortalecer la ciudadanía y la política; c) Fortalecer la independencia de los poderes del Estado e introducir el control constitucional de los elegidos, y, d) Institucionalizar la vigilancia permanente de la ciudadanía a sus representantes.





Publicado en el diario UNO, el domingo 19 de marzo. 

Saturday, March 18, 2017

Corrupción y Neoliberalismo en Perú (II)


En nuestro artículo anterior sostuvimos la tesis de que la corrupción que sufre el país, es un proceso caracterizado por una conducta social y una práctica política que operan en el sentido del deterioro de la sociedad. Las instituciones que definen a una sociedad como comunidad política, se degradan. También dijimos que hay dos períodos en la historia moderna con este tipo de fenómeno sociológico: el Gilded Age de los años 1800 a los años 1920, y el actual de Globalización Neoliberal que empezó a fines de los años 1970. En ambos se denostó contra el papel regulador del Estado y se promovió el mercado auto-regulado. En esos períodos se transformaron a las instituciones en extractivistas, se subordinó el interés público al interés privado, se promovió la «carrera hacia el fondo», afectando a los trabajadores y aumentando la desigualdad en la distribución del ingreso.

La crítica a nuestro concepto de corrupción

Hay, como era de esperarse, destacados analistas para quienes este estado de degradación de la sociedad y de la democracia no es propio de la globalización neoliberal.  Por más que el mercado esté regulado como lo estaba en la URSS y como también lo está ahora en China —dice por ejemplo Oswaldo de Rivero—, hay gran corrupción y esta no es un resultado del modelo neoliberal. Ilustra su afirmación señalando que en el Perú se «echó mano al tesoro público» desde el virreinato y en toda la República.

Primero, ni la fenecida URSS ni la China actual pueden ser ejemplo de regulación de los mercados. Estatización o control estatal de las inversiones, no es regulación. Segundo, la definición de corrupción que utiliza, es general. Una descripción excelente de la práctica constante de aprovechamiento de los recursos y patrimonio del Estado, desde el poder político y en muchos casos con participación de intereses privados, es la que hace Alfonso Quiroz en su libro «Historia de la corrupción en el Perú»; sin embargo, tampoco trabaja el concepto que nosotros utilizamos.

No nos referimos a la corrupción en general, como acto ilícito y reñido con la moral. Para nosotros la corrupción que impera en nuestro país ahora --y que ciertamente lo incluye--, alude a un proceso sociológico colectivo de degradación. Hay un trastocamiento de la conducta social y política que afecta al conjunto de la sociedad, degradándola. Y, un proceso sociológico de este tipo no puede ser a-histórico. Tiene su propia especificidad. Las instituciones extractivistas han existido desde la colonia, como por ejemplo el obraje; pero el extractivismo que hoy practican las AFP, los Seguros, las empresas extranjeras que usufructúan de concesiones en detrimento de la población y del medio ambiente, o lo que hacen las combis con el transporte en la ciudad, responden a la lógica del fundamentalismo de mercado que sobrepone el interés privado sobre el público. Este proceso de degradación colectivo no ocurre en una sociedad colonial, sino en otra donde impera el fundamentalismo de mercado.

Privatización del Estado y degradación de la democracia

El fundamentalismo de mercado y la ideología contra el papel regulador del Estado, se impuso en los últimos 35 años en el mundo desde el poder político, mediante cambios legales y constitucionales. Es global porque trata de convertir al conjunto de las naciones en un mercado gigante, mediante la apertura  comercial y los tratados de libre comercio que operan en contra de la soberanía de los Estados Nacionales. Con la globalización neoliberal, se reproduce, a escala mundial, comportamientos y prácticas rentistas (o de ganancia fácil)  en la economía, en la política y en la conducta social.  Se acrecienta la desigualdad en la distribución del ingreso y las injusticias sociales, se deteriora el medio ambiente y se violan los derechos de los pueblos originarios, al mismo tiempo que se degradan las instituciones de la democracia constitucional liberal.

Con el neoliberalismo, entonces, se impone el interés privado sobre el público, y la política se convierte en un ejercicio de marketing de las oligarquías políticas que compiten por llegar al poder del Estado comprando directa o indirectamente el voto. Los medios de comunicación también operan con la lógica del mercado, y no del interés público. Por lo tanto, el neoliberalismo es enemigo de la democracia.  Las oligarquías políticas «roban pero hacen obras», y los votantes no son libres ni siquiera en el acto de votar porque han sido compradas sus conciencias.

En esta lógica privatista, las ganancias son siempre privadas, no importa como se obtengan, pero los riesgos (como en el caso de las famosas APP) se socializan. El Estado sale a rescatar a los bancos en crisis, por ejemplo, pero le quita derechos a los trabajadores y les impone la flexibilidad laboral. El Estado se ha privatizado o se ha impuesto un neoliberalismo de Estado, como dice Todorov. El Estado se pone al servicio de los intereses privados. Cuando la actividad económica privada se convierte en global, «ya no está sometida al control político de los Estados. Todo lo contrario, dice Todorov. Son los Estados los que se han puesto al servicio de la economía. Los Estados son, en efecto, tributarios de las agencias privadas de calificación, que orientan sus decisiones y a la vez quedan al margen de todo control político. Lo único que les queda de democracia es el nombre, porque ya no es el pueblo el que detenta el poder» (T. Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia).

A modo de conclusión

La corrupción como degradación social, no puede ser entonces un fenómeno cultural, o una ceguera que impide distinguir entre patrimonio privado y el público.






Publicado en el diario UNO, el domingo 12 de marzo. 

Corrupción y Neoliberalismo en Perú

Estimados amigos:
Todos los domingos, desde el 5 de marzo, publicaremos nuestra columna  "Economía y Democracia", el el diario UNO.
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La corrupción que ha penetrado el Estado en las últimas décadas no tiene relación alguna --dicen varios analistas y politólogos-- con el modelo económico y político neoliberal aplicado a rajatabla en nuestro país. Esta tesis condescendiente con el modelo es políticamente paralizante porque fomenta el «gatopardismo»: «cambiar todo para que nada cambie». En nuestra opinión, la corrupción, al haberse convertido en una forma de gobierno, revela la existencia de un grave declive en la salud de la institucionalidad democrática de nuestro país. Por lo tanto, es fundamental identificar la causa de esta degradación.

La corrupción como proceso sociológico

En su Historia de Florencia Maquiavelo define a la corrupción como un proceso sociológico colectivo de degradación de las instituciones que definen a una sociedad como comunidad política. El patrón de conducta social y del obrar político se trastocan
y operan en el sentido del deterioro de la sociedad (véase Eloy García, Istorie Fiorentine de Maquiavelo, 2010).

Con instituciones degradadas ya no es posible practicar la virtud cívica y la democracia. La conducta social ya no responde a los principios ni preceptos democráticos orientados al bien común; las instituciones se han desnaturalizado.  Como dice Eloy García «los gobernantes no obedecen ellos mismos las reglas que exigen e imponen a los gobernados, y los gobernados no condenan moralmente esas conductas sino que buscan ansiosamente los medios para también ellos, poder llevarlas a cabo de manera impune». Una sociedad en decadencia no es libre. Reinan las oligarquías políticas practicando la impostura,  en un contexto institucional convertido en extractivista, de provecho fácil y propio. El interés privado desplaza al interés público, y estas oligarquías, parafraseando a Maquiavelo, se ganan a la «plebe con festejos y dádivas públicas».    

Este es el tipo de sociedad que tenemos a la vista en nuestro país. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? No hablamos de ilícitos penales particulares que no distinguen colores ideológicos, sino de un estado social colectivo cuya solución va más allá remedios legales. Hay dos períodos en la historia moderna con este tipo de fenómeno sociológico y en estos dos momentos se publica y lee la Historia de Florencia de Maquiavelo, publicado en 1532.

El mercado autorregulado del periodo del despilfarro

El primer período comprendido entre fines de los años 1800 y los años 1920, es conocido como The Gilded Age (La Edad del Despilfarro). Son años de auge del capitalismo impulsado por la segunda revolución industrial, pero también de despilfarro, corrupción y exhibición de riqueza en la sociedad norteamericana. Dominan los Robber Barons (Barones del Hurto) que penetran el poder del Estado (petroleros, mineros, ferrocarrileros, constructores, industriales, financistas y banqueros), en un contexto de mercado autorregulado y de rechazo a la intervención regulatoria del Estado. No había impedimento para prácticas monopolistas y lograr posiciones de dominio, ni para organizar lobbies e influir en la política con el objeto de eludir impuestos, pagar salarios bajos y obtener otras canonjías. El interés privado desplazó al interés público

El Sherman Anti-Trust Act de 1980 (ley de competencia) fue insuficiente para limitar la acción de los Robber Barons, pero fue el preludio del fin del mercado autorregulado y que en realidad ocurrió luego de las crisis de los años 1920.

La responsabilidad del neoliberalismo

El período que siguió a la segunda guerra mundial y terminó a fines del años 1970 —conocido como la Edad de Oro del Capitalismo—, fue de crecimiento sostenido y bienestar social. Se había logrado un compromiso entre el Estado y la Democracia de los países industrializados, otorgándole al primero las tareas de asegurar los equilibrios macroeconómicos y resolver las injusticias sociales generadas por el mercado. Este período concluyó a fines de los años 1970 y empezó la Globalización Neoliberal con la imposición en el mundo de las reformas y políticas de libre mercado y privatistas.

Con la Globalización Neoliberal retorna, después de un siglo, el mercado autorregulado y el rechazo a la intervención regulatoria del Estado. Las medidas desregulatorias y la imposición de la subsidiariedad del Estado, junto al fomento del individualismo emprendedor, transformaron a las instituciones en extractivistas y subordinaron el interés público al interés privado. Se volvió a promover la «carrera hacia el fondo», afectando a los trabajadores y aumentando la desigualdad en la distribución del ingreso como en los años de los Robber Barons, pero con la diferencia de que ahora los que imponen su conducta inmoral son empresas transnacionales en un contexto de pérdida de soberanía de los Estados nacionales.

A modo de conclusión


Lo que dijo Karl Polanyi –en su libro La Gran Transformación (1944)-, refiriéndose al capitalismo autorregulado del siglo XIX, vale también para este período de Globalización Neoliberal. «La idea de un mercado que se regula a sí mismo –dice Polanyi-- es una idea puramente utópica. Una institución como ésta no podía existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su ecosistema en un desierto».




Publicado en el diario UNO, el domingo 5 de marzo.