Monday, July 25, 2016

Cómo cambiar el patrón de acumulación y el estilo de crecimiento (Parte II Final)


En nuestro artículo del 16/07/16 señalamos la propuesta económica de PPK plantea dos posibles caminos. El primero sería de estancamiento económico, con reducción de la inversión pública y con aumentos de la informalidad y el subempleo, si se decide mantener (o reducir) el déficit fiscal de 3% del PBI proyectado para este año. Este camino parece haber sido ya descartado por el ministro designado Alfredo Thorne. El segundo y el más probable, sería de un crecimiento cercano al 4%, con fuertes desequilibrios macroeconómicos. Los gastos en el fortalecimiento de los programas sociales y la universalización de los servicios básicos (como agua, alcantarillado y otros), conducirían a un déficit fiscal que puede superar el 5% del PBI, con el consecuente aumento de la deuda pública. El aumento de la demanda interna, sólo estimularía el crecimiento de actividades terciarias de baja productividad. No hay otras fuentes de crecimiento que impliquen la superación de su dependencia del ciclo de las materias primas.
 
Alfredo Thorne cree que las nuevas fuentes de crecimiento aparecerán cuando se «destraben proyectos que se encuentran atracados como los 60 mil millones de dólares de inversiones en el sector minero— y cuando se reduzca la informalidad en 50%». De los tres millones de nuevos empleos ofrecidos en la campaña —dice—, la mitad corresponderá a los puestos de trabajo que crearán los proyectos destrabados y la otra mitad a la formalización». Nada de esto, desafortunadamente, será posible. El contexto externo ya no es el mismo y la informalidad no se debe a problemas tributarios ni a problemas legales.
 
Desequilibrios macroeconómicos y mayor endeudamiento público 
 
La segunda ruta que implica un aumento notable del déficit fiscal presupone: o un fuerte endeudamiento público o una modificación de la ley de responsabilidad y transparencia fiscal en acuerdo con el congreso. No hay aumento posible de la recaudación tributaria de acuerdo con la propuesta económica de PPK. Cambiar la ley es inviable políticamente; por lo tanto, el gobierno optaría por el aumento de la deuda pública y, específicamente, externa. Es verdad que el ratio de deuda a PBI es de los más bajos de la región (está en 23% del PBI). Por eso, aumentarla en dos o tres puntos, dicen algunos, no haría mucha diferencia. Pero, en la actualidad la deuda pública externa más la deuda privada externa suma el 33% del PBI; nada menos que 144% más que las reservas internacionales (o posición de cambio) del Banco Central.
 
Esta es, entonces, la ruta de la reactivación del aparato productivo cuya composición menos industrial y menos agrícola es el resultado del estilo de crecimiento primario exportador. Con un sector manufacturero en recesión, con exportaciones que se desaceleran y una alta penetración de importaciones en el mercado interno, el aumento de la demanda interna puede traducirse en presiones inflacionarias y en un mayor desequilibrio externo. Dado el estancamiento económico externo, no hay posibilidades de crecimiento sostenido si el Estado no se involucra directamente en la generación de condiciones para cambiar el estilo de crecimiento. Lo que tendríamos, entonces, es una economía que crece sin fuentes internas sólidas y con importantes desequilibrios macroeconómicos: un déficit  en la cuenta corriente de la balanza de pagos que puede superar el 5% del PBI, un alto endeudamiento externo privado y público, y un alto déficit fiscal. La presión tributaria puede bajar porque se mantendrían las medidas tributarias regresivas dictadas por el gobierno de Humala y se reduciría en un punto del IGV, junto a la disminución de la tributación minera. De otro lado, en el año 2017 terminaría el crecimiento de la producción minera que proviene de inversiones pasadas (las Bambas, Toromocho y la ampliación de Cerro Verde). No hay ni habrá nuevas inversiones mineras como las que se hicieron durante el superciclo de las materias primas.
 
Lo que exige el nuevo estilo de crecimiento
 
Si no se desea terminar con un ajuste económico y financiero notable, tiene que iniciarse la modificación del estilo de crecimiento, cambiando la manera cómo se acumula capital y cómo se crece: pasando el liderazgo en la acumulación de capital y en el crecimiento económico de los sectores primarios extractivos a los sectores secundarios como la manufactura. Lo que a su vez significa, por un lado, sustituir el liderazgo de la inversión extranjera en sectores extractivos por el liderazgo de la inversión privada, sobre todo nacional, en el desarrollo de la industria, la agroindustria y la agricultura; y, por otro, adecuar las políticas macroeconómicas a este fin.
 
Primero, hay que eliminar las restricciones a la expansión de la inversión privada nacional y de la capacidad privada empresarial y, consecuentemente, de los mercados internos. Para ello es importante implementar un plan de inversiones en infraestructura, pública y/o en asociación con el sector privado  —carreteras, ferrocarriles, represas, canales de riego, centrales de energía, etc.— con un criterio macroregional y bajo un nuevo ordenamiento territorial. Estas inversiones generan mercados y estimulan el crecimiento de inversiones industriales privadas indispensables para diversificar el aparato productivo y para asegurar que la innovación tecnológica eleve la productividad de toda la economía. Puede empezarse con el desarrollo de la macroregión sur para el cual el gobierno entrante ha ofrecido el gasoducto, una planta de fertilizantes y la industrialización de nuestros recursos naturales.
 
La inversión privada nacional enfrenta restricciones no solo de infraestructura y de mercados, sino de financiamiento y capital humano. «La disponibilidad de capital y de habilidades suficientes —dice Rodrik— son claves para que el sector innovador se expanda en forma rápida y continua». Hay que expandir el mercado de capitales en soles para que las empresas pequeñas y medianas financien sus inversiones con deuda. El Estado puede, al inicio, garantizar las emisiones privadas a plazos prudenciales, y condicionadas al desarrollo industrial y agroindustrial. Además, se tiene que invertir en la creación de institutos tecnológicos y de facultades de ingeniería y agronomía de punta, y fomentar la investigación y el desarrollo de capacidades.
 
Finalmente, las políticas macroeconómicas deben responder al objetivo de cambio del estilo de crecimiento. Primero hay que desdolarizar las deudas para flexibilizar la gestión de la política monetaria. Segundo, se tiene que adoptar medidas que regulen el movimiento de capitales, para hacer posible una gestión cambiaria que incentive la producción de transables. Tercero, eliminar los frenos legales para utilizar los ahorros del tesoro sólo en inversión pública. Cuarto, evitar el endeudamiento externo, reduciendo al máximo el riesgo cambiario de la deuda externa y de esta manera asegurar la sostenibilidad de la política fiscal. Quinto, eliminar las medidas tributarias regresivas y no tocar el IGV. Hay más, pero es suficiente para iniciar un debate sobre las posibilidades de cambio que abre el triunfo de la democracia con la elección de PPK.
 
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 23.

Tuesday, July 19, 2016

¿Reactivar el modelo primario exportador o cambiar el estilo de crecimiento? (I)


En materia económica el país se encuentra en una disyuntiva: o se reactiva el modelo primario exportador o se cambia el estilo de crecimiento. Los que apuestan por seguir con el actual modelo de crecimiento, no obstante la presencia de una coyuntura internacional desfavorable y con una política macro que le es funcional, no se han enterado aún —como diría Dani Rodrik— que la liberalización comercial y financiera dirigida a integrarnos plenamente al mercado mundial, ha «desagarrado a nuestras sociedades». Es, por lo tanto, una opción que nos conducirá al despeñadero.
 
Lo que nuestro país requiere en la hora actual es cambiar de estilo de crecimiento. Pero es una tarea difícil porque se necesita mucha imaginación, aunque es urgente si queremos —como parece ser el deseo de Pedro Pablo Kuczynski— «un país más igual, más socialmente desarrollado». Cambiar la manera como se crece es cambiar el patrón de acumulación de capital, es apostar por una inversión dirigida a la diversificación productiva mediante una industrialización basada en la agricultura y en nuestros propios recursos naturales.
 
La economía que recibe PPK y su propuesta tributaria
 
El gobierno de PPK recibirá una economía con problemas macroeconómicos importantes. El déficit fiscal está en 3% del PBI; la cuenta corriente  de la balanza de pagos registra un déficit de cerca del 5% del PBI; las reservas internacionales (Posición de Cambio) que pertenecen al Banco Central ascienden ahora a solo el 13.5% del PBI; la deuda pública externa ha aumentado hasta superar el 60% del total (es 15% del PBI); la deuda externa privada se ha casi triplicado de 2007 a 2015: asciende al 18% del PBI (y de este porcentaje cerca de 8 puntos le pertenecen al sector financiero privado); la industria manufacturera está en recesión desde el año 2014; la inversión privada decrece desde el año 2014; y, el empleo urbano prácticamente ya no crece.
 
Por otro lado, la tasa de crecimiento del PBI que bordea el 4%, no es sostenible. Se explica en casi 50% por el crecimiento del sector minería resultante de las inversiones pasadas. Y, como no hay nuevas inversiones, el crecimiento de este sector terminará en uno o dos años. No hay manera entonces de continuar con el crecimiento primario exportador. Además, con una economía que se desacelera, los ingresos tributarios seguirán el mismo curso. Si a esto se le agrega la disminución propuesta del IGV y el mantenimiento de la reducción del impuesto a la renta efectuada por el gobierno de Humala, la recaudación disminuirá entre uno y dos puntos del PBI. Por lo tanto, el déficit fiscal aumentaría hasta situarse entre 4% y 5% del PBI. No estamos considerando el ofrecimiento que les hizo PPK a las empresas que facturen 2,300 UIT o más, de descontar el total de sus inversiones del monto imponible contra el impuesto a la renta.
 
En resumidas cuentas, entonces, si el ministro de economía de PPK decide que el déficit fiscal no supere el 3% del PBI, tendrá necesariamente que recortar el gasto; y, si este fuera el caso, el gasto que recortaría sería el gasto en inversión pública, como lo ha sido siempre. No habrá, en consecuencia, posibilidades de reactivar la economía con una política fiscal expansiva. Por otro lado, si se persiste en el ofrecimiento del presidente electo de fortalecer los programas sociales y de universalizar la dotación de servicios básicos del agua y alcantarillado, entonces tendrá que enfrentar un déficit fiscal de 5% del PBI o más con endeudamiento, generando una tímida reactivación. La evidencia empírica señala que las reducciones de impuestos no tienen efectos multiplicadores significativos sobre el producto, y la inversión pública en servicios básicos solo reactivaría actividades terciarias de baja productividad. Parece que estas son las dos únicas rutas a las que nos conduciría la propuesta de política macroeconómica del gobierno entrante.
 
La inversión privada y la reactivación económica
 
El futuro ministro de economía confía más en medidas administrativas orientadas a destrabar las inversiones privadas. El proyecto del gasoducto del sur y la construcción de una planta de fertilizantes; el proyecto de la línea 2 del metro; la ampliación del aeropuerto Jorge Chávez y, quizá el aeropuerto de Chincheros del Cuzco. Se habla de un monto de inversión cercano a los 25 mil millones de dólares. Afortunadamente, no se habla de flexibilizar el mercado laboral (sobre todo en los temas de contratación y de despido de los trabajadores); pero la reactivación con megaproyectos como los mencionados, sin políticas efectivas de diversificación productiva, a la larga solo exacerbarán los desequilibrios macroeconómicos.
 
No hay proyectos de inversión pública que sirvan para reactivar la economía y al mismo tiempo para cambiar el estilo de crecimiento, desarrollando fuentes internas para asegurar su sostenibilidad. Tampoco hay una propuesta de política macro consistente con este propósito de transformación. Las políticas monetaria y cambiaria tendrán el mismo curso actual y, ciertamente, no acompañarían a luna política fiscal expansiva, en caso de adoptarse.
 
Por angas o por mangas habrá que enfrentar el déficit fiscal con endeudamiento. Si PPK sigue la ruta del actual gobierno, de endeudar al Estado en moneda extranjera (se habla de un endeudamiento de cerca de 6 mil millones de dólares), aumentará el riego de mercado cambiario de las cuentas fiscales. Puede evitarse este endeudamiento si se recurre a los ahorros del tesoro que equivalen al 16% del PBI. Pero aquí sí la tramitología, aunque básicamente política, es importante: el gobierno requiere de una ley para utilizar, por ejemplo, los recursos del Fondo de Estabilización Fiscal que se aproximan al 5% del PBI.
 
Finalmente, como dijimos en un artículo anterior (9/7/16), algunas propuestas del presidente electo pueden abrir la ruta de la transformación del estilo de crecimiento. Por ejemplo ha ofrecido, entre otras cosas, industrializar nuestros recursos naturales. Pero de esto y de las políticas macro respectivas, trataremos en nuestro próximo artículo.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 16 de julio.

Monday, July 11, 2016

Lo que abre la derrota del populismo antidemocrático


El triunfo electoral de PPK en el balotaje no fue el triunfo de su programa, sino el triunfo de los defensores de la democracia. El 5 de junio, entonces, debe ser recordado como la segunda gesta ciudadana, después de la marcha de los cuatro suyos liderada por Alejandro Toledo. Pero, lo que diferencia a esta gesta de la primera, es que ocurre en una coyuntura crítica de envergadura, económica y política, generada por veinticinco años de neoliberalismo.
 
Lo que expresan los resultados electorales
 
Veinticinco años de construcción —desde el Estado— de una economía de «mercado libre», en particular en el  mundo del trabajo, de la tierra y de los recursos naturales, tuvo que afectar a las instituciones políticas y a las condiciones de vida de la población, en especial, del interior país, pues el neoliberalismo se impuso en un Perú todavía fracturado en dos, como decía Matos Mar, en un Perú Oficial y en el Otro Perú de la sierra y de la amazonia. La reducción de la pobreza monetaria en los años de alto crecimiento, no eliminó las precarias condiciones de vida de esta población. Además, la lógica del «laissez-faire» penetró en todas las esferas de la vida social y política, degradando la democracia y trastornando la vida en sociedad.
 
«Los mercados de trabajo, de tierra y de dinero, son sin ninguna duda —dice Karl Polanyi, el autor de La Gran Transformación— esenciales para la economía de mercado. No obstante, ninguna sociedad podría soportar, incluso por un breve lapso de tiempo, los efectos de semejante sistema [de mercado autorregulado], a no ser que su sustancia humana y natural, así como su organización económica, estuviesen protegidas contra [sus] devastaciones» (1989, p. 129).
 
Los resultados electorales, expresan precisamente la masiva insatisfacción ciudadana con su situación económica y social. No expresan, como creen algunos analistas, el amplio «triunfo de partidos que se entienden como “derecha” y el fracaso de los partidos de “izquierda” que no lograron pasar a la segunda vuelta». Esta población insatisfecha se distribuyó entre el «partido» del fujimorismo Fuerza Popular, la izquierda liderada por Verónika Mendoza y el «partido» de PPK; y, aparece en plena coyuntura crítica caracterizada no solo por el fin del super-ciclo de las materias primas y la degradación de las instituciones de la democracia, sino también por la crisis de ideologías que antes impulsaban a los partidos políticos.
 
La alternancia democrática electoral después  de la «marcha de los cuatro suyos», no alteró la «cultura de la informalidad» que fue la principal creación del fundamentalismo del «laissez-faire» en un país subdesarrollado como el nuestro. Aumentó la inseguridad ciudadana por proliferación del crimen; se expandió la corrupción en todos los poderes del Estado; y, se deterioró la calidad de vida tanto por el estancamiento de los ingresos reales de los trabajadores, como por la inseguridad en los empleos.
 
El populismo antidemocrático y clientelar
 
Estas consecuencias culturales, sociales y económicas del neoliberalismo, constituyen la base del nacimiento de un nuevo populismo en nuestro país. En la primera vuelta, los votos de Keiko Fujimori y Verónika Mendoza sumaron el 58.7% del total. Si se toma en cuenta los votos de Barrenechea, Gregorio Santos y Fernando Olivera, el porcentaje asciende a 71%. Esta cifra, que incorpora votación fundamentalmente popular, indica que algo anda mal en la economía y en la sociedad. Esto es así aun cuando las propuestas del fujimorismo que obtuvo el 39.8% y de la izquierda que obtuvo el 18.9%, no son coincidentes. No incluimos el 20.98% que obtuvo PPK, porque asumimos que corresponde a una votación que no es mayoritariamente popular. Entonces, la gran mayoría de la población, en especial, la de escasos recursos (donde están los trabajadores informales, los campesinos, los mineros, los desempleados, etc.), expresó con el voto, su insatisfacción con la actual situación económica y social.
 
No se puede afirmar, por lo tanto, que la votación por Keiko Fujimori fue de defensa del modelo económico. Bastaría repasar sus propuestas intervencionistas en la economía para darse cuenta de ello. ¿Qué representa entonces el «partido» Fuerza Popular? No es un «partido» democrático, no es un «partido» que reivindica la práctica de la virtud cívica, sino el «partido» que representa la «cultura de la informalidad», de los que no saben comportarse en democracia, de los que han hecho de la corrupción una forma de hacer política, de los que no son beneficiarios del neoliberalismo. Su sesgo anti-democrático, clientelista, corrupto y caudillista corresponde al actual momento crítico generado por el neoliberalismo. Aunque su rasgo común con los populismos del pasado es el intervencionismo del Estado, este es, por su origen, un populismo que no puede conducir a la construcción de ciudadanía ni al fortalecimiento de la democracia. Es la base social que requieren los regímenes autoritarios o dictatoriales.
 
¿Se abrirá una nueva ruta de desarrollo?
 
En consecuencia, en el balotaje compitieron un populismo corrupto y antidemocrático con un movimiento de defensa de la democracia que, en la coyuntura actual, le tocó liderar a Pedro Pablo Kuczynski. Si su gobierno se orienta no solo a mitigar las consecuencias negativas del neoliberalismo sino a transformar el estilo de crecimiento económico, entonces habrá abierto la posibilidad de un proceso democratizador e integrador. Él ha dicho, por ejemplo, que su «gobierno construirá un ducto de gas por la ruta Sicuani-Juliaca-Puno-Arequipa, para distribuirlo en distintas ciudades del sur del país, hasta llegar al mar donde se construirá una planta de fertilizantes». También ha dicho que se «impulsará una planta de cobre para industrializarlo en el Perú y no exportarlo» y que respetará los derechos de los trabajadores.
 
Siguiendo a Polanyi podemos afirmar que la coyuntura crítica creada por el neoliberalismo, ha revelado la presencia de un doble movimiento en el terreno de la política. Así, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski puede crear las condiciones para el desarrollo de un movimiento político que «apunte a la reinscripción de la economía en reglas que aseguren el respeto al marco democrático». El fundamentalismo del mercado amenaza a la democracia y parece que el momento de librarla de esta amenaza ha llegado.
 
 
Publicado en el diario UNO, el sábado 09 de julio.