Wednesday, December 15, 1993

¿Continuará la desinflación con reactivación en 1994?

El presidente Fujimori acaba de anunciar un programa que incluye, entre otras medidas, el incremento de la inversión pública con 500 millones de dólares para la construcción de infraestructura, incentivos tributarios para la construcción de viviendas populares y promoción del turismo, exoneraciones tributarias a la importación de bienes de capital y barcos destinados a la extracción de productos marinos, mantenimiento del régimen de exoneraciones para la reinversión en minería, mantenimiento de sobretasas flexibles a la importación de productos agropecuarios, y, apoyo a la pequeña y mediana empresa mediante compras de sus productos para uso social.

Se supone que con estas medidas continuará en 1994 lo ocurrido en 1993, es decir, la reducción de la inflación junto con la reactivación económica. De 56.7% de inflación acumulada en 1992 se pasó a 39.5% en 1993. El PBI cayó en 2.8% en 1992 y aumentó en 6.8% en 1993.

Se sabe, sin embargo, que esta desinflación con crecimiento se produjo junto con un significativo déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que se arrastra desde 1992; junto con una fragilidad financiera en términos de cartera pesada y de dolarización del portafolio bancario; y, junto con el deterioro de la agricultura y la economía campesina. En la base de estos desequilibrios económicos, se encuentran la caída conjunta del precio real del dólar y de los salarios reales, que coexiste con un elevado costo del crédito y altos precios reales de los combustibles y servicios públicos, en un contexto de apertura comercial y financiera. Se afecto así no sólo a las exportaciones sino al mercado interno y, por tanto, a la producción doméstica, sobretodo la de bienes de consumo. Se afectó también la capacidad de pago de las deudas de las empresas productivas con el sistema financiero. El alto costo del crédito y la eliminación del Banco Agrario, daño seriamente a los productores rurales.

El crecimiento del PBI de 6.8% en 1993 ocurrió, por tanto, sobre bases endebles. Más del 70% del crecimiento del PBI registrado en 1993 fue explicado por los sectores primarios, construcción, comercio y otros. El porcentaje restante le correspondió fundamentalmente a la manufactura ligada al procesamiento de recursos primarios. Se trató pues de un crecimiento asociado, en primer lugar, a las actividades primarias (minería y pesca) y a la industria manufacturera procesadora de recursos primarios (producción de harina y aceite de pescado; prendas de vestir e industria del cuero; papel, imprenta y editorial; sustancia químicas y derivados de petróleo; producción de minerales no-metálicos; y, fabricación de productos metálicos). En segundo lugar, el crecimiento respondió al aumento del consumo privado ligado básicamente al consumo de las ganancias acrecentadas, pues no aumentó la inversión privada. Este incremento del consumo no estimuló el crecimiento de la industria manufacturera que no procesa recursos primarios y que está orientada al mercado interno. En tercer lugar, fue resultado del aumento de la inversión pública y de las actividades de construcción que éste estimula. En cuarto lugar, también fue resultado del aumento de la producción agropecuaria vinculado al mejoramiento de las condiciones naturales (clima, agua, etc.) y que ocurrió a pesar del ineficiente manejo de los recursos, sin rentabilidad y productividad y sin un sistema financiero rural. Por último, parte de dicho crecimiento se debió a la recuperación de la productividad de empresas productivas capaces de enfrentar los procesos de desregulación, competencia internacional y cargas financieras, ocupando el lugar dejado en el mercado por las empresas "ineficientes". Según un gremio empresarial, la inversión en reconversión industrial (mejoramiento de equipos y aumento de la productividad) fue de aproximadamente 500 millones de dólares.

En resumen, pueden mencionarse como las causas del crecimiento, el mejoramiento de las condiciones naturales (agricultura y pesca), las nuevas inversiones en el sector minero asociadas a su privatización; y, la actividad de la construcción cuyo crecimiento fue reforzado por la inversión pública. Mención aparte merece el crecimiento de la productividad asociado al desplazamiento de empresas ineficientes y que permiten a las más eficientes aumentar su producción y abastecer un mercado reducido por las políticas de libre mercado, sin cambios en el empleo.

Todo lo anterior revela un escenario complicado para la permanencia del fenómeno de desinflación con reactivación en el año que empieza. (Las metas para 1994 son lograr una inflación anual de un dígito y un crecimiento del PBI de 4.5%). En efecto, a pesar del alto porcentaje de capacidad ociosa (48.1%), es poco probable que continúe el crecimiento de la producción manufacturera si se mantiene la política económica actual, cuyos efectos sobre el mercado interno son depresivos. La política de libre mercado está socavando la capacidad de este sector para impulsar el crecimiento y la modernización del país a largo plazo.

Los aumentos de la productividad en mercados estancados se agotan rápidamente; el margen para la inversión privada en reconversión industrial en mercados estancados, es reducido. La reactivación sostenida de la manufactura requiere la superación del atraso cambiario, la disminución del costo del crédito, la modificación de la política arancelaria, la reincorporación del país al pacto andino, etc., además de otras políticas capaces de cambiar, a mediano plazo, el carácter fuertemente deficitario de su balaza comercial: sus importaciones duplican el nivel de sus exportaciones.

Tampoco es previsible que continúe la tendencia a la disminución del costo del dinero. Hay factores que juegan en direcciones opuestas y que, por tanto, podrían frenar esta tendencia, con lo cual no habrían estímulos a la producción por el lado del crédito, pues las tasas de interés activas se mantienen por encima de las internacionales. Estos factores son la reducción de la remuneración al encaje, la política monetaria restrictiva, el aumento de liquidez en moneda extranjera y la mayor competencia que significará para el sistema financiero el desarrollo del mercado de capitales.

Asimismo, no es claro que se reactiven las exportaciones manufactureras: si no cambia la política de la autoridad monetaria no habrá recuperación importante en el tipo de cambio real. Además, si siguen los diferenciales de rentabilidad al no disminuir las tasas de interés, continuará la entrada de divisas del exterior, afectando más el atraso cambiario. Tómese en cuenta también que el gobierno acaba de eliminar el drawback del ISC a los combustibles, perjudicando al sector exportador, y los documentos que facilitaban las compras de insumos a los exportadores no tradicionales sin pago del IGV, por notas de crédito que implican costos financieros y administrativos.

Queda, sin embargo, otra posibilidad real de crecimiento. Con las medidas anunciadas por el presidente Fujimori, ciertamente continuará el estímulo por el lado de la inversión pública y la industria de la construcción. Pero, ambas explican entre el 12% y 15% del crecimiento del PBI. El financiamiento del presupuesto de 1994 con endeudamiento externo y con ingresos por privatización equivalen al 4.5% del PBI. El gasto total representa el 13.3% del PBI. Si los desembolsos de capitales concertados con el exterior y la privatización se atrasan, podría ocurrir una crisis fiscal con efectos negativos para la reactivación. Considérese, además, que no hay razones para pensar que en 1994 se revertirá el desbalance entre los pagos efectuados por servicio de la deuda y los nuevos desembolsos recibidos. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos persistirá, financiándose como hasta ahora, precariamente, con capitales de corto plazo.

En consecuencia, para que el crecimiento sea igual o mayor que la meta de 4.5%, y se sostenga en el tiempo, debe impulsarse el sector primario exportador fundamentalmente mediante la inversión extranjera. No hay otro modo de superar los problemas generados por el programa económico. El atraso cambiario y el alto costo del crédito impiden el desarrollo de la exportación de manufacturas. El déficit comercial y de servicios no financieros puede estallar en una crisis de balanza de pagos. Este déficit se da conjuntamente con un aumento significativo de las RIN del BCRP debido a la creciente dolarización del sistema bancario y las altas tasas de encaje por lo depósitos en dólares. La volatilidad de estas reservas mantiene latente la crisis de balanza de pagos. Esta es otra razón por la cual, la inversión extranjera en el sector primario de exportación aparece como el expediente más efectivo para contrarrestarla.

El gobierno de Fujimori no puede abandonar ni la plataforma inflacionaria de 2% mensual, ni puede generalizar la reactivación sin abandonar su programa liberal. Así, en las condiciones actuales el pilar de la recuperación y el crecimiento no puede ser otro que la inversión privada, especialmente la extranjera, orientada a la producción de exportaciones primarias. El gobierno espera que, cuando ésta empiece a hacerse significativa como porcentaje del PBI, se inicie la reactivación con resultados que remontarían los actuales entrampamientos de su programa.

No se puede negar pues que, de producirse el "apogeo" de las inversiones extranjeras, el país entraría en una etapa de crecimiento, cuya duración dependerá de los costos sociales y políticos que adicione a los actuales. Pero, recuérdese que la actividad privada primario exportadora no crea demanda interna suficiente para apoyar un crecimiento capaz de absorber la creciente mano de obra. Por lo demás, el modelo al que aspira el gobierno no garantiza la superación de los conocidos problemas estructurales de la economía nacional. Ya está acentuándose la desigualdad en el reparto de los ingresos, junto con la brecha tecnológica con efectos negativos en la distribución espacial de la producción. Por otro lado, dado el carácter subordinado de la producción para el mercado interno, la economía reprimarizada quedará cada vez más sujeta a las fluctuaciones del mercado internacional.

Si las inversiones no llegan, el presidente Fujimori quedará entrampado en su programa relanzamiento económico y su propósito reeleccionista, con resultados nefastos para la economía nacional y los 15 millones de pobres del país.

Publicado en Avance Económico

Wednesday, November 24, 1993

¿Qué está detrás del Tratado de Libre Comercio entre México y EE.UU.?

El 17 de noviembre, la cámara de representantes de los EE.UU. aprobó el Tratado de Libre Comercio (TLC) que, a partir de enero del próximo año, formalizará la generación de un importante bloque económico entre dicho país y sus socios México y Canadá. Los senados norteamericano y mexicano acaban de ratificarlo.

Las reacciones

Las reacciones a tan importante acuerdo no se hicieron esperar. Algunos, como por ejemplo la OEA, opinan que este sienta las bases para la integración comercial con América Latina y, desde esta perpectiva, contribuirá a la integración económica de la región, pero esta vez en el marco neoliberal. Como se sabe, los anteriores intentos de integración --ALALC, el Mercado Común Centro Americano, el Pacto Andino) propugnaban también políticas de libre comercio, pero subordinadas al interés de expandir las posibilidades de sustitución de importaciones. Nótese que, por esta razón, los citados intentos incorporaban esquemas complejos de integración y complementación industrial.

Otros señalan que se trata de una respuesta del gobierno norteamericano a la conformación de la Unión Europea. Para un amigo, es la respuesta política del gobierno de Clinton a siete años de conversaciones y esfuerzos, sin éxito, en la ronda del GATT. Acaba de iniciarse en Washington el nuevo período de sesiones de esta ronda, que concluirá el 15 de diciembre próximo, con el mismo propósito de liberalizar el comercio mundial. Se arguye que de no flexibilizarse la posición de los europeos (en especial, de Francia, sobre la reducción de los subsidios agrícolas), el gobierno norteamericano emprenderá la formación de otro bloque comercial, esta vez con el Grupo de Cooperación Económica Asia-Pacífico en el se encuentran quince países.

Otro amigo, esta vez un economista mexicano, argumenta que la aprobación del tratado disminuye la probabilidad de un ajuste cambiario. Ahora México podrá seguir captando los capitales que requiere su economía debido al déficit actual de su balanza de pagos y al relativo grado de sobrevaluación de su moneda.

¿Por qué el comercio libre entre los países del TLC, en especial con México, es ahora una posibilidad real?. ¿Por qué no lo fue en los 60's o 70's?. ¿Por qué el gobierno de los EE.UU. se embarca en una política comercial regional, de bloque, en lugar de apuntalar el GATT, como se esperaría, a juzgar por la actual generalización de los esquemas económicos neoliberales?....En fin, ¿es realista pensar que los procesos económicos actuales conducirán a la definitiva liberalización del comercio mundial?. Estas son algunas de las preguntas que trataremos de responder en los que sigue, basándonos en la abundante literatura keynesiana escrita al respecto.

Los cambios en el Mundo

Hay cambios económicos importantes, de orden internacional y doméstico, que preceden al interés por el libre comercio entre los citados tres países y dilerado por los EE.UU.. En la década de los 70's termina el boom económico de la postguerra, con la declinación de la tasa de acumulación y de crecimiento de la productividad, en primer lugar en los EE.UU.. Como causas de esta crisis se mencionan la sobreinversión pasada, la composición del stock de capital, el aumento del costo real del trabajo y el deterioro de los términos del intercambio de productos manufacturados.

En la búsqueda de nuevas soluciones a sus déficit fiscal y externo, el gobierno norteamericano quebró el sistema de Bretton Woods y forzó a los otros países industrializados a hacer lo mismo: en 1971 cerró la venta de oro a los compradores oficiales, devaluó el dólar, impuso una tasa de 10% a sus imp[ortaciones en forma unilateral, terminó con la era del régimen de tipo de cambio fijo y, el mantenimiento de su déficit, forzó a los países de Europa Occidental y el Japón a flotar sus monedas.

Por otro lado, la tendencia al estancamiento de los principales países industrializados se inicia justamente cuando la economía latinoamericana registra bloqueos estructurales que impiden definitivamente la reproducción de su modelo de crecimiento y acumulación. Si bien la crisis latinoamericana se desata como un problema de pagos de la deuda externa, que México inicia en 1982, ella reveló la necesidad de profundas reformas estructurales en la economía y sociedad de nuestros países.

Aquel modelo, basado en la sustitución de importaciones, que nosotros hemos llamado espúrea, no eliminó sino exacerbó la tendencia recurrente al desequilibrio externo, descuidó el desarrollo del agro y la articulación industrial, con lo cual los grados de heterogeneidad económica y social se acrecentaron.

México: Esportaciones de Mercancías

La respuesta de México a la crisis, fue abrir su economía a las importaciones durante los 80's mediante una drástica reforma comercial. El arancel promedio ponderado mexicano es, en la actualidad, de sólo 9%, aproximadamente el doble del que registra los EE.UU., y ligeramente superior al de Canadá. En consecuencia, lo que tiene que hacer México en materia de liberalización comercial, en el marco del TLC, es, como señalan diversos analistas, prácticamente marginal. Considérese, además, que los grupos económicos proteccionistas del antiguo modelo, han perdido importancia en el crecimiento del sector manufacturero: las exportaciones de este sector se han convertido en la pieza clave del futuro crecimiento económico mexicano.

Pero, para que dicho crecimiento pueda sostenerse en el tiempo, tiene que asegurársele el respectivo mercado. Puesto que ahora México es efectivamente un competidor en los mercados externos de productos manufacturados, el proteccionismo externo constituye una traba real, aunque ciertamente no-insuperable. Un amigo me recuerda, además, que, al igual que el tratado con Canadá, el efectuado con Mexico es, en mencionadas nuevas condiciones, una necesidad para evitar el proteccionismo moderno no-arancelario que practica los EE. UU..

Ahora bien, ¿por qué México opta por los EE. UU. y no, por ejemplo, por la región de la América Latina?. Porque aproximadamente el 70% de las exportaciones mexicanas totales y más del 80% de sus exportaciones manufactureras, van a los EE.UU. Se trata pues de su principal socio comercial con el cual comparte, además, un frontera de 3,000 kilómetros. Sus exportaciones a la América Latina representan apenas entre 4% y 5% del total. No existe en el mundo un mercado para México comparable al de los EE.UU. Para algunos este hecho constituye la panacea, mientras que para otros es el drama del país azteca. El mercado norteamericano es aproximadamente 23 veces más grande que el mexicano, el producto percápita en el primero es nueve veces mayor que el del segundo, mientras la proporción de los salarios es de diez a uno. De una población total de aproximadamente 87 millones de personas, 41 millones de mexicanos viven en la pobreza.

Comercio Intra-industrial y desarrollo hacia afuera

Queda, sin embargo, una pregunta por responder. ¿Por qué las exportaciones manufactureras han prosperado en la economia mexicana?. Estudios sobre el desempeño de esta economía, en la década reciente, muestran la importancia de las multinacionales en el comercio intraindustrial. Las industrias americanas no serían competitivas sino se apoyaran con la producción de insumos y de bienes intermedios dentro de la economía mexicana. La producción de estos bienes, para que consecuentemente la de los respectivos bienes finales sea competitiva, precisa del mercado libre.

Las coorporaciones multinacionales son, como nos recuerda un economista americano, los principales defensores del libre comercio, sobre todo entre países vecinos. Esto sin duda no lo puede explicar la teoría neoclásica liberal.

Ciertamente, el objetivo final del TLC es aumentar el ingreso y el empleo en los socios comerciales. Pero, dada la situación descrita anteriormente, no es seguro que el comercio libre con los EE.UU. sea, en términos netos, beneficioso para México, sobre todo si se piensa que el perfil de su aparato productivo será definido por el mercado dominado por las multinacionales. Por lo demás, habrá un costo cuya magnitud estará en directa relación con su grado de "subdesarrollo" económico y tecnologico, que se expresará en mayor destrucción de actividades industriales y agropecuarias debido a su incapacidad de competir sin protección alguna y, consecuentemente, en desempleo. Es probable, sin embargo, que con el tiempo este específico costo sea compensado por el crecimiento del ingreso y del empleo asociado a las actividades exportadoras.

No obstante todo lo anterior, es importante señalar que el libre comercio no fue ni es una condición necesaria para que los bienes producidos en México accedan al mercado norteamericano. El TLC es sobre todo un seguro, un economista mexicano, para que ese acceso no sea bloqueado por los competidores que operan dentro de la economía norteamericana.

Una vez rechazada políticamente la posibilidad de desarrollo desde dentro, posibilidad que no tenía por qué ser el retorno al modelo sustitutivo espúreo, México pudo haber buscado la liberalización del comercio mundial en el marco del GATT y no mirar sólo a los EE.UU. Pero esta ultima opción, como se comprenderá, no podía se pensable ni posible, dado el fracaso de siete años de negociaciones de los EE.UU. en la ronda del GATT.

EE.UU.: Exportación de capital productivo

En lo que concierne a los EE.UU. el mercado mexicano es poco significativo. Se dice que este adicionará menos del 4% del mercado ya existente en los EE.UU. Por lo tanto, el mayor interés de este país no está por el lado del comercio sino por el lado de la inversión y de la producción industrial de sus multinacionales, en especial en el sector automotriz.

Pero, si bien es cierto que el crecimiento de las exportaciones al mercado abierto mexicano tendrá también efectos positivos en los EE.UU., el tralado de la producción a México, a pesar de sus costos, es importante para iniciar la reestructuración de su capital productivo. Este país necesita relanzar su economía sobre nuevas bases: debe recomponer su capital físico con la ayuda de la multinacionales, para iniciar un nuevo ciclo de acumulación. El TLC le permitirá abrir más filiales en México, acceder a un mercado de trabajo barato, desarrollar esquemas de financiamiento especiales, aumentar la producción barata de bienes intermedios, aprovechar los recursos petroleros, junto con la disminución de la presión de la migración ilegal desde México hacia los EE.UU.

La reedición de los Bloques

Por último, la opción por el bloque económico, es decir, por un área de libre mercado entre pocos países, es, no cabe duda, opuesto al libre comercio mundial. Los socios optan por alguna protección contra los que no son socios. Recuérdese que el ideal del GATT es el libre comercio mundial, aunque este no rechaza la formación de bloques y especifica que la protección contra los no socios no sea en promedio mayor que el existente anteriomente.

Pero, no puede negarse que el TLC puede debilitar aun más la estructura multilateral del GATT. Puede, asimismo tener un efecto favorable si son bloques abiertos, porosos. Pero, ¿quién puede asegurar que así será en una economía internacional dominada por las multinacionales que rivalizan por los mercados tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda?.

EE.UU. opta por el bloque por razones económicas. En materia comercial, Canadá absorbe el 22% de sus exportaciones, ligeramente inferior al monto exportado a la Comunidad Europea, mientras Japón sólo absorbe el 12%. En materia productiva, las condiciones para la exportación de capitales están dadas. La integración industrial y el comercio intra-industrial con Canada tienen ya larga historia. Con México, la integración y complementación industrial, es el resultado notorio de la última década neoliberal en el que tuvieron activa participación las multinacionales.

Versión original publicada en la Revista Actualidad Económica

Friday, June 04, 1993

DEUDA EXTERNA Y MODERNIZACION CONSERVADORA

La decisión de pagar y servir la deuda externa es un problema político porque se trata de optar entre recuperar el Estado nacional como centro básico de decisiones para reestructurar nuestra economía, o desempeñar el papel de espectadores mientras el comercio libre y la transnacionalización definan el lugar que ocuparemos en la economía globalizada del futuro.[1] La deuda no descubre sólo la crisis estructural de la América Latina, sino también importantes problemas económicos en el capitalismo de los centros como la necesidad de reestructurar profundamente los aparatos productivos de países como los EE.UU., para relanzar su proceso de acumulación y crecimiento.
Esta reestructuración es un proceso político conflictivo debido a sus consecuencias en la distribución del ingreso a escala nacional e internacional. Diversos analistas mencionan que la "tercera revolución industrial" y la nueva transnacionalización comandadas por las empresas y la banca japonesa, son los dos cambios estructurales básicos que definen la actual tendencia en la división internacional del trabajo.[2] Pero, el otro cambio estructural básico es la redistribución del ingreso que perjudica a los países deudores, como resultado del largo y costoso proceso de ajuste a los que fueron sometidos en la década de los 80, proceso que continúa hasta la fecha bajo la novedosa supervisión conjunta del BM y del FMI.

Deuda y condicionalidad de los ajustes
Tres años después de la manifestación de la crisis de la deuda externa, la administración norteamericana propuso la ejecución del Plan Baker con el objeto de generar liquidez en los principales países deudores, siempre y cuando ellos adoptaran políticas de libre mercado. La administración republicana había empeorado la situación de los países subdesarrollados con sus políticas de devaluación y restricción monetaria, pues sus efectos en los términos de intercambio y en las tasas de interés, deterioraron su capacidad de compra y de pagos.[3] En consecuencia, al tiempo que se proporcionaba dinero fresco a los países deudores más importantes, se pretendía crear y multiplicar la demanda de estos últimos por productos manufacturados de los Estados Unidos y de otras economías industrializadas.
El Plan Baker y los programas de estabilización del FMI, institución que empezó a actuar como intermediario entre los países deudores y los bancos acreedores, no dieron los frutos esperados. Si bien los préstamos de ajuste estructural otorgados por el Banco Mundial ganaron importancia con el Plan Baker, éste no contemplaba la reducción de la deuda y de la carga de su servicio a través del mercado. En marzo de 1989 se anuncia el Plan Brady que postula disminuir el valor nominal de la deuda, reducir su servicio y/o facilitar préstamos nuevos pero, otra vez, sólo dentro del contexto de programas económicos "firmes" que mejoren la capacidad de amortización, programas que, "apoyados" por el FMI y el BM, deben incorporar medidas para alentar nuevas inversiones extranjeras, repatriar capitales y canjear deuda por acciones de capital.
La reestructuración de la deuda y el desembolso de nuevos créditos se hacen así contingentes a las reformas que, ahora, deben ser implementadas bajo la supervisión del BM y del FMI. A estas reformas se les añade la obligatoria cancelación de atrasos y la privatización de las empresas públicas. La crisis de la deuda originó así un cambio fundamental en los roles asignados en 1944, en Bretton Woods, al FMI y al BM, que pocos políticos y economistas destacan y critican. Mientras el FMI debía facilitar la corrección de los desequilibrios externos mediante préstamos y programas de ajuste de corto plazo cuyas políticas hacían énfasis en el control de la demanda agregada, el BM debía promover el ahorro y el crecimiento, apoyando financieramente la ejecución de proyectos y programas específicos de inversión, a largo plazo, que permitieran modificaciones en la oferta agregada.
Esta separación de roles termina, por lo menos en lo que concierne a las acciones que dichas instituciones realizan en los países deudores. El FMI introdujo el "Extended Fund Facility" y el "Structural Adjustment Facility", ambos orientados a afectar la oferta agregada mediante la desregulación de todos los mercados. El BM, por su parte, empezó a condicionar sus préstamos al manejo de la política macroeconómica en el puro estilo fondomonetarista. El resultado fue -- como apunta Meller --, la doble condicionalidad y, por consiguiente, la definición de la política interna en el exterior, es decir, la desnacionalización del centro básico de decisiones al que aludía Furtado.[4]
El BM y el FMI institucionalizaron así el llamado Consenso de Washington sobre las reformas económicas para "resolver" los desequilibrios estructurales de nuestras economías, optando por el paradigma del mercado libre y la eliminación de la intervención económica del Estado.[5] Para este paradigma, la estabilidad es inherente a la economía de libre mercado. En ésta, hay una tendencia automática a los equilibrios macroeconómicos, los que, una vez logrados, darían paso al crecimiento sostenido.

Paradigma Liberal y Modernización Conservadora
El costo económico y social de las reformas y programas de ajuste, es enorme. La tasa de inflación más baja de los últimos 15 años lograda en 1992 (57%), se sostiene precariamente en el rezago cambiario y la contracción de la capacidad de compra de la mayoría de la población. El funcionamiento libre del mercado de fondos prestables es incapaz de disminuir las tasas de interés. El alto costo del crédito acentúa la recesión y ésta junto a la restricción monetaria, constituyen los factores más importantes de la actual fragilidad financiera. Por último, como resultado de la contracción de la demanda interna la capacidad productiva ociosa bordea el 45%. La prolongada recesión y la liberalización comercial, han conducido a gran parte de las empresas al borde de la quiebra masiva.
La tendencia a la disminución del ritmo de crecimiento de la capacidad de producción observada en los 80 y exacerbada por el actual ajuste recesivo, ha agravado los desajustes entre la oferta de empleos y el crecimiento de la población. La inversión bruta privada per cápita muestra una pronunciada tendencia decreciente desde los últimos años de la década del 70. En los períodos 1981-1985, 1986-1990 y en el año 1991, los montos promedio de inversión bruta privada per cápita fueron equivalentes a 76.2%, a 69.0% y a 61.9 de su valor registrado en 1976, respectivamente.
Por otro lado, la contracción de los niveles de producción provocada por los ajustes liberales, acrecentó los déficit de la balanza comercial para un mismo nivel de producto per-capita, limitando así las posibilidades de una reactivación relativamente prolongada. Mientras el producto per cápita de 1985 se obtuvo con un superávit comercial de 5.4% del PBI, un nivel ligeramente superior de producto per cápita se obtuvo en 1988 con un déficit comercial de -0.4% del PBI. Niveles similares de superávit comercial con respecto al PBI se obtuvieron en 1984 y 1989, pero el producto per cápita de este último año fue 88% del logrado en 1984. El producto per cápita de 1992 representa el 69.5% del alcanzado en 1987 y está asociado a una balanza comercial deficitaria.
El deterioro de la balanza comercial para un mismo nivel de producto, merma, además, nuestra capacidad de pago o de transferencia de recursos al exterior. Los programas de ajuste liberal, por las razones anteriores, generan un círculo vicioso que exacerba la tendencia de largo plazo al estancamiento económico, los desajustes estructurales y los niveles de pobreza. La ortodoxia liberal está, así, transformando a la economía peruana en comercial-especulativa, porque está destruyendo la actividad productiva industrial. La liberalización es un camino a la intensificación de la subordinación vía la dependencia de importaciones. Beneficia a aquellos países que producen los bienes de capital, los insumos y las tecnologías que nosotros importamos y, por consiguiente, limita nuestra capacidad de producir nuestros bienes de capital e insumos, y de generar endógenamente tecnologías adecuadas para integrar nuestra economía.
La liberalización no es sino la otra cara de la modernización meteca, conservadora, porque reproduce nuestro pasado periférico pero, además, en condiciones de quiebra financiera y política del Estado, de fragilidad de las instituciones democráticas, de crisis del sistema político, y de desintegración social, que --como apunta Tavares-- impiden visualizar los nuevos agentes de la transformación.

Conclusión
La deuda externa total del país aumentó de 19,762 millones de dólares en 1990 a 22,000 millones de dólares en 1992, en plena recesión. Además, en este último año los pagos netos por servicios de esta deuda ascendieron a, aproximadamente, 900 millones de dólares. Nos hemos convertido en exportadores de capital.
En verdad, los programas de estabilización y ajuste estructural impuestos por el FMI y el BM a países como el nuestro, cumplieron y todavía cumplen el propósito de evitar el colapso del sistema financiero internacional, al tiempo que comprometieron gravemente las posibilidades de crecimiento de nuestros países. El empobrecimiento y estancamiento económico de nuestros países, provocado por aquellos programas, aparecen así como condiciones para "orientar" su reinserción en el mercado mundial y "apoyar" el relanzamiento de un nuevo ciclo de crecimiento y acumulación en los países del Centro.
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[1] Véase, Celso Furtado, EconomIa Mundial: Transformación y Crisis, Tercer Mundo Editores, Colombia 1990.
[2] Véase María da Conceicao Tavares, "Restructuración Industrial y Políticas de Ajuste Macroecómico en los Centros, en Investigación Económica, 199, México, enero-marzo de 1992.
[3] Para una explicación de los efectos de los shocks externos en el Perú, véase Félix Jiménez y Edward J. Nell, "The Political Economy of the External Debt and Growth: The case of Peru", en W. Semmler (ed.) Financial Dynamics and Business Cycle: New Perspectives, M.E. Sharpe, Inc. New York, 1989.
[4] Véase P. Meller "América Latina y la condicionalidad del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial" en Neoliberalismo y Neoestructuralismo en América Latina, Instituto de Investigaciones Económicas. Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito 1989.
[5] Véase R. Frenkel, J.M. Fanelli y G. Rozenwurcel, Crítica al Consenso de Washington", FONVDAD, CEPES, DESCO, Lima 1992.


Publicado en la Revista Actualidad Económica el año 1993

Friday, March 19, 1993

Mercado, Estado y Ciencia Económica

Los profesionales y militantes de la economía neo-liberal, están propalando, en nuestro país, la idea de que existen dos tipos de economistas que se diferencian, supuestamente, por su adhesión al mercado o a la intervención del Estado. El objetivo de este basto razonamiento dicotómico no es otro que el efectismo político. Se trata de hacernos creer que hay economistas y políticos partidarios o del sistema de libre mercado o del sistema estatal de planificación centralizada. Luego, para mostrar que la verdad y la realidad están de lado de los primeros, se nos recuerda el desmoronamiento, acaecido en 1989, de los regímenes totalitarios de Europa Oriental. Así, ya no parece difícil persuadirnos que el libre mercado es la fundación de la libertad y la democracia.

Ciencia económica y Competencia

Pero, un momento. ¿No es verdad acaso que en países como el nuestro, como dice Eduardo Galeano, cuanto más libres son los mercados, menos libres y más pobres son sus pueblos?. El autor de Días y Noches de Amor y Guerra, nos recuerda, además, que en nuestros países el mercado libre precisa de Mussolini. Lo que nos interesa aquí, sin embargo, no es destacar el costo social y político de los programas liberales, sino situar el debate sobre el neoliberalismo, en el terreno del objeto y método de la ciencia económica, para revelar su carácter ideológico.

Los economistas sabemos que el objeto de la ciencia económica consiste en comprender la operación del sistema capitalista de mercado en términos del modo en que resuelve los problemas económicos básicos referidos a la producción y a la distribución de lo que se produce, y a la organización técnica y social de estos procesos. Su objeto no es el estudio de la asignación de recursos escasos entre fines alternativos. Para decirlo con claridad el objeto de estudio de la economía no es un sistema estatal, sino un sistema que esta operando a través del intercambio generalizado. Los economistas, por lo tanto, no podemos separar la conducta del mercado del análisis de la determinación del producto agregado y del empleo.

Pero, además, la ciencia económica tiene sentido porque la operación del mercado es sistemática, regular, debido a la presencia del proceso de competencia. Este proceso era concebido por Smith como la "ley de la oferta y la demanda" que esencialmente significaba movilidad de medios de producción entre usos alternativos que continuamente conducía al establecimiento del "precio natural". En Ricardo el proceso de competencia también constituía la gravitación de los precios de mercado hacia los precios naturales, pero suponía sólo movimientos del capital provocados por las decisiones de los capitalistas, los mismos que conducían a la modificación de la estructura de la producción. En las versiones modernas de la ciencia económica, la noción de competencia está relacionada no sólo a los movimientos del capital, sino principalmente al desarrollo y creación del capital. Esta es la fuerza reguladora en la economía de mercado y supone la presencia de empresarios afectos al riesgo e innovadores.

Dos concepciones del capitalismo

Los economistas neoclásicos han transformado la "ley de la oferta y la demanda" en la teoría de la oferta y la demanda. Para esta teoría el precio es alto o bajo debido a la presencia o ausencia de escasez. La competencia ya no es vista como un proceso, sino como una estructura de mercado dominada por pequeñas unidades productivas tomadoras de precios. Su objetivo no es describir el proceso de gravitación de los precios de mercado hacia los precios de producción, sino explicar la determinación de precios y cantidades de equilibrio, es decir, precios y cantidades que "aseguran" el bienestar económico y la eficiencia en la utilización de los recursos productivos.

Así, para la teoría de la oferta y la demanda, el libre funcionamiento del mercado conduce al pleno empleo. En esta proposición se encuentra el origen de la profunda división dentro de la profesión de los economistas. No es la adhesión al sistema estatal o de mercado lo que diferencia a los economistas liberales de los no liberales, sino sus distintas concepciones sobre el funcionamiento de las economías capitalistas y sobre el papel de la política económica.

Para la teoría neoclásica, ortodoxa o liberal, el sistema económico capitalista es autorregulable, porque el comportamiento del sector privado es estable o autoestabilizable. La inestabilidad del mundo real proviene de la intervención del Estado, con políticas que dificultan el libre funcionamiento del mercado. Según esta teoría, el nivel de actividad económica no depende del gasto público o de otros factores de demanda, sino de la disponibilidad de factores productivos.

En cambio, para los clásicos la operación del libre mercado no conduce necesariamente al pleno empleo. Para los Keynesianos-Kaleckianos, el apogeo y la crisis son consustanciales al funcionamiento del sistema, y en este el libre mercado no asegura que su tendencia de largo plazo sea el pleno empleo de la fuerza de trabajo. Según el consenso post-Keynesiano desarrollado después de la segunda guerra mundial, el sistema económico capitalista es intrínsecamente inestable por sus efectos adversos en el mercado de trabajo. Como nada garantiza que el nivel de demanda efectiva corresponda al pleno empleo y a las necesidades básicas de la población, la intervención reguladora del Estado aparecía como una necesidad.

Estado y ausencia de competencia en la economía peruana

En pleno consenso post-keynesiano sobre la necesaria regulación del mercado capitalista de los centros, los empresarios peruanos se comprometieron con la estrategia Cepalina de sustitución de importaciones. Aceptaron la estrategia de industrialización basada en el mercado interno y no dudaron en coligarse con el Estado para usufructuar de la protección.

Ellos fueron convencidos por los vientos de la época de que este era el camino hacia la modernidad imperante en los centros. El paradigma industrial de los centros podía ser construido con la directa intervención del Estado en la política comercial, cambiaria, fiscal, monetaria, etc. Pero como este no se reñía necesariamente con el rentismo, los empresarios usufructuaron del Estado y tergiversaron el modelo sustitutivo ganando no lo que ellos gastaban, como ocurría en los "centros", sino lo que gastaba el Estado.

La modernidad que introdujeron en el país fue extranjera, no sólo por la relación comercial dependiente que establecieron entre el aparato productivo industrial y el mercado internacional vía la importación de insumos, tecnologías y bienes de capital, sino también porque adoptaron una conducta rentista y adversa al riesgo, contraria al proceso de competencia capitalista. Fracasaron, así, en la construcción de un mercado interno articulado, condición indispensable para la modernización endógena y el crecimiento económico.

Reformas liberal y nacional

El rechazo a la intervención del Estado es parte de la moda liberal actual. Nuestros empresarios --ciertamente no todos-- han descubierto ahora que el único modo de acumular y hacer crecer sus capitales es sometiéndose al "rigor" del mercado libre y a los efectos adversos que sobre la demanda tiene la austeridad fiscal. En realidad, se trata de una renuncia explícita a la modernidad endógena, la aceptación de la total fragmentación del mercado interno y de la reinserción subordinada al mercado mundial, que podría conducir de modo irremediable a la destrucción de la emergente clase empresarial nacional y de una modernidad no meteca.

La teoría económica no-neoclásica también se funda en la presencia del mercado, pero a diferencia de la economía neoclásica, sostiene que el funcionamiento libre del mercado no conduce al pleno empleo y menos al bienestar general. No existe en ella planteamiento alguno de eliminación o sustitución del mercado. Por el contrario argumenta a favor de su expansión diversificada y articulada. Mercados internos articulados y en expansión potencian la demanda final generando demandas derivadas y estimulan el progreso técnico, el crecimiento de la productividad y el desarrollo de ventajas, no sólo en costos y precios, que aumentan la capacidad exportadora.

En nuestro país, la articulación de los mercados internos y la participación no-subordinada en el mercado internacional requiere la presencia de políticas macroeconómicas activas que orienten la modificación de la composición del vector de inversiones, al mismo tiempo que desalienten el rentismo y estimulen el desarrollo empresarial innovador y competitivo. La propuesta liberal no considera que, en el país, la carencia de homogeneidad tecnológica y las desarticulaciones verticales y las sectoriales, dan lugar a que los efectos multiplicadores de las inversiones sean poco significativos, como tampoco toma en cuenta el desequilibrio estructural existente entre la composición de la oferta doméstica de producción y la composición de la demanda agregada interna.

Economía liberal o economía del ama de casa

Según la economía liberal neoclásica, la crisis es resultado de la ausencia de austeridad, de la acumulación de déficit. Los déficit generan inflación y la inflación provoca desempleo, estancamiento de las inversiones, desaceleración de la tasa de acumulación de capital, etc., etc. Por lo tanto, la estrategia de solución es simple. En primer lugar, hay que eliminar el déficit del gobierno mediante la disminución de los gastos y el aumento de los impuestos. En segundo lugar, hay que estimular el ahorro (la frugalidad). Y, por último, hay que eliminar el déficit acumulado de las empresas y las posibilidades de crédito por encima de sus posibilidades iniciales de repago.

El argumento es trivial. Se reduce la ciencia económica a la economía que practica el ama de casa. Esta economía liberal no entiende como operan los negocios capitalistas ni toma en cuenta la experiencia histórica del crecimiento y expansión de los países capitalistas avanzados.

Toda decisión individual de ahorrar (de no gastar) afecta negativamente al ingreso agregado porque se priva a otra persona del respectivo ingreso. Si todos los individuos decidieran ahorrar todos sus ingresos, el ingreso agregado sería igual a cero, lo mismo que el ahorro y el consumo. Por lo tanto, la única forma de ahorrar que tiene la comunidad es invertir. El gasto en inversión de un agente es reflejado en el ahorro, porque no aumenta el consumo pero aumenta el ingreso. Si el que recibe el ingreso incrementado lo gasta en consumo, el ahorro no desaparece. Ningún beneficio o ahorro puede ser realizado a nivel agregado, si los gastos son sólo en bienes de consumo. Algo en adición al consumo debe ser introducido, es decir, la inversión.


La importancia del mercado y del endeudamiento internos

¿Quien puede negar que la expansión de los negocios capitalistas depende del crecimiento de corto y largo plazo del mercado o, lo que es lo mismo, del crecimiento de las ventas? Una caída de los gastos provocada por la austeridad, produce una caída de la producción y, dependiendo de su magnitud, puede provocar el cierre de empresas. Estos efectos, a su turno, exacerban la reducción inicial del gasto debido al efecto multiplicador y, en consecuencia, deprimen los ingresos. Y, ciertamente, con la disminución de los gastos no se puede aumentar el ahorro, porque disminuyen los ingresos.

Por otro lado, no hay país capitalista con estructuras productivas diversificadas y articuladas, que haya incrementado su capacidad de producción sin recurrir al crédito o al endeudamiento en el mercado de capitales. El empresario innovador y competitivo se endeuda o incurre en un déficit inicial, porque arriesga confiando en el cálculo de sus probables rendimientos futuros asociado al crecimiento de las ventas esperadas. Como se comprenderá, el mercado de capitales desempeña aquí un papel fundamental: este debe financiar la inversión creando nuevos créditos o deudas. Mientras el consumo depende fundamentalmente del ingreso, la inversión es independizada del ingreso por la presencia del mercado de capitales o del sistema del sistema financiero del cual él es parte.

Versión Original publicada en la Revista Actualidad Económica