Saturday, December 28, 2013

Veintinueve meses de Gobierno de Ollanta Humala: Balance de su gestión económica

Ollanta Humala concluye la primera mitad de su gobierno elegido por el voto popular, con una economía menos competitiva, más penetrada por importaciones y menos industrial, y con un crecimiento económico que no se basa en la productividad. Las mismas tendencias que revelamos al final de sus primeros diecisiete meses de su gobierno, con la diferencia de que ahora la tasa de crecimiento económico se encuentra en franco descenso.
 
Economía menos competitiva y menos industrial
 
El gobierno de Humala continuó la política de caída sistemática del tipo de cambio real que empezó con el segundo gobierno de Alan García.  De julio de 2011 a noviembre de 2013 el tipo de cambio real multilateral se redujo en 10.5% y el tipo de cambio real bilateral en 21.5%.  Esta caída continuó, no obstante la desaceleración del crecimiento económico y de la notable reducción del ritmo de crecimiento de las exportaciones como resultado de la crisis internacional de 2008-2009. Los valores del tipo de cambio real a noviembre de este año se encuentran por debajo de los registrados antes de la crisis internacional de 1998-1999.
 
Los exportadores de productos no tradicionales saben que la caída del tipo de cambio real encarece sus productos en los mercados internacionales y, por lo tanto, les hace competir con enorme desventaja en estos mercados. Por otro lado, la caída del tipo de cambio real abarata las importaciones, facilitando su penetración en el mercado interno. En consecuencia, el gobierno de Humala, siguiendo la ruta del segundo gobierno de Alan García, ha acentuado la dependencia de importaciones de nuestra economía, al mismo tiempo que le hizo perder mercado interno a parte importante de los productores nacionales.
 
El valor de la producción manufacturera representa menos del 65.0% del total de importaciones. En otras palabras, las importaciones totales equivalen a más del 155% del valor de la producción manufacturera. En los años 1974-1975, cuando se hablaba del apogeo de una industria adicta a dólares e importaciones, los bienes de consumo duradero, insumos y bienes de capital importados representaban sólo el 55.1% de la producción manufacturera.
 
La desaceleración económica motivada por el actual estancamiento de la economía mundial, muestra que el gobierno de Ollanta Humala no hizo prácticamente nada para fortalecer la economía interna y sus mercados. Siguiendo la ruta tradicional de los gobiernos neoliberales, reeditó en escala mayor la vulnerabilidad externa de la economía. Hay una continua reducción del superávit comercial en los últimos cinco  años y este año 2013 se convertirá en déficit. Por su parte, la cuenta corriente de la balanza de pagos registra un creciente déficit en valor absoluto: pasó de -1.9% del PBI en 2011 pasó a -3.4% en 2012 y a cerca de 5.5% en 2013.
 
El crecimiento no se basa en aumentos en la productividad
 
El crecimiento económico durante la primera mitad del gobierno de Ollanta Humala fue liderado fundamentalmente por el crecimiento de la construcción, del comercio y de los servicios. Este estilo de crecimiento es el que ha predominado durante la última década de alto crecimiento del PBI y el que ha resultado de las políticas neoliberales de los últimos 23 años.
 
Durante los primeros tres trimestres de este año respecto a similar periodo de 2012, el crecimiento del PBI fue de 4.88%. Los sectores que crecieron por encima de este promedio fueron: Construcción (10.50%), Comercio (5.52%), Transporte y Comunicaciones (5.8%), Servicios Prestados a Empresas (6.65%), Restaurantes y Hoteles (6.56%), y Resto de Otros Servicios (5.63%). Todos estos son sectores de producción de no transables, es decir, de producción que no se comercian en los mercados internacionales.  La tasa de crecimiento de la manufactura fue de solo 1.51% y del sector agropecuario de 1.68%. 
 
Los sectores agropecuario, pesca y manufactura contribuyeron con solo el 7.5% del crecimiento del PBI durante los primeros meses de este año (4.88%). El sector minería e hidrocarburos contribuyó con el 1.6%, mientras el 90.9% restante le correspondió a todos los sectores no transables (construcción, comercio, servicios, derechos de importación y otros impuestos).  Por otro lado, la estructura productiva de la economía peruana está caracterizada por el predominio de los sectores no transables que representan el 71.04% del valor total del PBI,  mientras que la producción los sectores manufactura, pesca y agropecuario representan solo el 24,3%. La minería e hidrocarburos participan con el 4.67%. 
 
Los datos anteriores indican que la economía peruana se ha hecho menos industrial y agropecuaria y más productora de no-transables y servicios de baja productividad. En el conjunto de los sectores de servicios, incluido el comercio y la construcción, se encuentran de manera predominante las empresas «de 1 a 10 trabajadores» donde los ingresos y la calificación de los trabajadores son notablemente bajos. El crecimiento, entonces, está impulsado por sectores de baja productividad.
 
A modo de conclusión
 
No hay cambios en el estilo de crecimiento primario exportador, liderado por los sectores no transables de baja productividad. Pero la economía se ha hecho más dependiente de importaciones. La pérdida de mercado interno que han propiciado los últimos cuatro gobiernos neoliberales, no se compensa con el crecimiento de las exportaciones de los productos no tradicionales.
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 28 de diciembre.

Saturday, December 21, 2013

Argucias neoliberales y el síndrome de PISA

Piero Ghezzi y José Gallardo responden a mis críticas a su libro «Qué se puede hacer con el Perú…» en dos columnas publicadas en el blog La Mula.pe. Desafortunadamente lo hacen con embustes, argucias y tergiversaciones de mis argumentos. Critican un discurso que ellos construyen luego de adjudicarme su autoría. Así sus columnas adolecen del «síndrome de PISA peruano», porque revelan que no han entendido lo que han leído. Veamos:
1)    Dicen: «No hay discontinuidad de la política macroeconómica durante el gobierno de Toledo, sino un proceso de aprendizaje».
Pregunto: ¿puede haber continuidad entre la política que acentuó la recesión originada por la crisis de 1998-1999 y la política que hizo lo contrario a partir del año 2001? ¿Puede haber continuidad entre la política de deuda basada en crecientes superávit primarios para seguir honrando sus servicios descuidando los gastos en educación y salud, y una política de deuda que buscaba su sostenibilidad modificando su composición y pre-pagando para liberar recursos y destinarlos a mejorar los presupuestos de educación y salud? Si no se hubiera cambiado el esquema institucional de la política macro en los años 2001-2003, el «manejo» de la crisis de 2008-2009 habría sido tan desastroso como el «manejo» de la crisis de 1998-1999 que quebró bancos y aumentó la deuda pública en cerca de mil millones de dólares (para rescatarlos). A esta ausencia de continuidad, ellos lo denominan ¡aprendizaje!
2)    «En el caso de la deuda pública —dicen—, el análisis de Jiménez desafía las leyes de la aritmética. El factor que ha contribuido de manera más significativa a la reducción de la deuda pública (como porcentaje del PBI) es el aumento del denominador».
¿Quién no sabe que el ratio A/B disminuye si B crece más rápido que A? Esto no está en discusión. ¿Por qué entonces recurren a un embuste?  Quizá porque ellos ignoran que durante el gobierno de Toledo se redujo la deuda, se cambió su composición sustituyendo deuda externa por interna, y se reperfilaron sus servicios que el «fujimorato» dejó en cerca de 3.5% del PBI. Todo esto fue posible gracias a la creación del mercado de deuda en soles. Se redujo el riesgo cambiario de la deuda pública y se sentaron las bases de su sostenibilidad. Cuando dicen que, debido a la reciente apreciación del sol, el ratio de deuda a PBI es ahora mayor que si se hubiera quedado toda en dólares, revelan que no entendieron el sentido de la regla de intervenciones cambiarias esterilizadas introducida en los años 2001-2003. ¡Y hablan de aprendizaje! Tampoco parece que entendieron la importancia del esquema de metas de inflación para endogenizar las expectativas, por eso dicen con desparpajo que en la reducción de la inflación contribuyeron «las políticas restrictivas de los 90’s y los bajos salarios chinos mediante su efecto en los precios de las manufacturas». Les faltó decir, ¡también la apreciación del sol y que, por lo tanto, es irrelevante el esquema institucional de metas de inflación!
3)    Jiménez «distorsiona nuestro punto de vista. Somos explícitos en señalar —dicen— que el rezago de los pilares del bienestar (productividad, empleo, distribución) es consecuencia casi inevitable del modelo. Sí tienen relación y lo recalcamos repetidamente en el libro».
Si los problemas en los «pilares del bienestar» tienen relación con las políticas implementadas en la década de los 90’s, entonces «tendríamos que aceptar el oxímoron de que la economía y la institucionalidad de ese período fueron una «luz oscura» o el embuste de que las políticas neoliberales no son responsables del deterioro de los «pilares del bienestar». ¿Dónde está la distorsión? ¿No es un oxímoron decir que las políticas de la década de 1990 son buenas y aceptar, al mismo tiempo, que tienen efectos negativos nada menos que sobre los «pilares del bienestar»? En Introducción a la teoría del crecimiento, los economistas aprendemos que las políticas macro pueden afectar el crecimiento de un país por los canales de la tecnología y de la intensidad de capital. Si lo afectan negativamente, son «malas políticas».
También dicen que «el sesgo anti-exportador del modelo que Jiménez identifica simplemente no existe», porque las exportaciones no-tradicionales se cuadruplicaron en el periodo 2003-2012. Con este mismo criterio ellos deberían afirmar que tampoco hubo sesgo anti-exportador durante el primer gobierno de García porque las exportaciones no tradicionales aumentaron una y media veces en cinco años. Además, la participación de las exportaciones no-tradicionales en el total exportado fue de 27.2% en el período 1985-1990 y solo de 23.3% en el período 2003-2012. ¿Qué les parece?
4)    Jiménez «confunde modelo con institucionalidad. En particular el hecho de que el modelo primario exportador se dé en industrias “extractivas” no implica que las institucionalidad sea “extractiva”»
Otra tergiversación. Tendré que repetir lo que ya he escrito varias veces en este diario. «Las instituciones son extractivistas cuando no incentivan la innovación, cuando erosionan la democracia, cuando evaden la fiscalización y favorecen el desarrollo de la corrupción. Estas instituciones coexisten con instituciones económicas extractivistas que operan extrayendo rentas, sin transformar ni innovar, y que rechazan la regulación de los mercados». Por eso sostengo que tanto el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones como el actual modelo primario exportador peruano, operaron con instituciones políticas y económicas extractivistas.
A modo de conclusión
Las fábulas y los embustes impiden construir conocimiento.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 21 de diciembre.

Saturday, December 14, 2013

¿La hora del cambio del modelo económico neoliberal?

Hay neoliberales que no entienden que desde las instituciones políticas se definen las reglas de juego de las instituciones económicas; ni que las instituciones políticas extractivistas determinan las reglas de juego económicas, formales o informales, extractivistas, es decir, las instituciones económicas extractivistas. Por eso no entienden que las instituciones políticas extractivistas actuales, son funcionales al actual modelo neoliberal primario exportador. ¿Acaso las instituciones económicas extractivistas del actual modelo primario exportador han creado incentivos para el progreso y para la redistribución de los ingresos y del poder económico? ¿Acaso estas instituciones fomentan la innovación y el aumento de la productividad?
 
Las instituciones inclusivas y la industrialización
 
Las instituciones económicas que fomentan la innovación y el aumento generalizado de la productividad, son instituciones que, desarrollando y ampliando el mercado interno, fomentan la diversificación productiva y, por lo tanto, el desarrollo industrial. La existencia de este tipo de instituciones presupone cambiar el actual modelo económico primario exportador. Pero el cambio de este modelo es un tema de decisión política, que se resuelve en la esfera de la política.   
 
Las instituciones políticas actuales son extractivistas, han facilitado la concentración del poder económico y han pervertido la democracia representativa. Por eso decimos que desde la década de 1990 la corrupción se ha convertido en una forma de gobierno. No es que la corrupción sea un fenómeno reciente, sino que por primera vez muchas decisiones de política pública incorporan actos de corrupción explícitos. ¿Recuerdan los vladivideos, el óbolo minero, o algunas asociaciones público-privadas que distribuyen el riesgo asimétricamente perjudicando al erario nacional, o la llamada «inversión» obteniendo rentas con un incremento de las tarifas eléctricas que pagamos todos los consumidores? Estas reglas de juego extractivistas –parafraseando a Acemoglu y Robinson-- están estructuradas por la élite política «para extraer recursos del resto de la sociedad.  
 
Las instituciones políticas extractivistas tienen que ser sustituidas por instituciones políticas inclusivas. Pero, nuevamente, esto se define en la política. Es importante mencionar que las instituciones políticas inclusivas son las que promoverán el cambio de las instituciones económicas extractivistas y, por lo tanto, son las que promoverán el desarrollo industrial.
 
¿La hora de la industrialización?
 
El presidente Ollanta Humala que llegó al poder con el voto de una población que reclamaba el cambio del modelo neoliberal, el fin del extractivismo rentista,  pero que actualmente gobierna con el poder económico neoliberal, acaba de anunciar como ejes de la diversificación y desarrollo industrial bajo responsabilidad del Estado: a) Implementar un observatorio de obstáculos a la inversión privada en actividades industriales para facilitar su expansión; b) Desarrollar un programa de reconversión laboral para acceder a empleos de calidad en la industria y para que las empresas sean más productivas; c) Atraer la inversión extranjera; y, d) Incluir a las regiones menos favorecidas en el proceso de industrialización, dotándolas de infraestructura u otros factores productivos necesarios para realizar actividades industriales.
 
El actual escenario de estancamiento económico mundial revela que ha llegado nuevamente la hora de priorizar el desarrollo de los mercados internos y, por lo tanto, la hora de la industrialización y la diversificación productiva en países como el nuestro. Pero, desafortunadamente los ejes de la industrialización anunciados por el presidente Humala no constituyen una solución de continuidad del modelo neoliberal.  Lo que se haga puede derivar en un proceso espurio y extractivista como lo fue la industrialización por sustitución de importaciones.
 
La Constitución de 1993 puso en desventaja a la inversión privada nacional frente a la extranjera. Para seguir «atrayendo» inversión extranjera directa, hay que modificar esta regla de juego y luego imponerle la condición de industrializar los minerales y otros recursos primarios en aquellas actividades donde ya operan o pretenden operar. Diversificar no significa renunciar a seguir explotando minerales, pero hay que hacerlo en otras condiciones (articulándolo con otros sectores y procesándolos) y con políticas adecuadas.
 
Por otro lado, no aparece como eje del anunciado plan industrial, el mantenimiento de un tipo de cambio real competitivo. El tipo de cambio real actual, bilateral y multilateral, es desfavorable a la manufactura y a otras actividades transables no primarias. Tampoco está como eje de la industrialización el cambio de la matriz energética orientada a la construcción de la soberanía energética del país, ni hay políticas explícitas para desarrollar la industria aprovechando el gas del sur.
 
Finalmente --aunque hay otros temas igualmente importantes que no podemos mencionarlos por falta de espacio--, con el diseño regional actual es imposible un desarrollo infraestructural ordenado para facilitar el desarrollo agrícola, agroindustrial e industrial. El desarrollo de la infraestructura del país debe estar atado a una política de reordenamiento territorial, con una nueva demarcación regional.
 
A modo de conclusión
 
Keynes en 1933, decía: «Como la mayoría de los ingleses, he sido educado en el respeto del libre cambio». Pero «mis esperanzas, mis preocupaciones y mis temores han cambiado». Luego aconsejaba «Produzcamos en nuestro país cada vez que sea razonable y convenientemente posible, y sobre todo, dejad que las finanzas sean antes que nada nacionales».
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 14 de diciembre
 

Saturday, December 07, 2013

Desaceleración y Composición del Crecimiento Económico

La crisis de 2008-2009 ha configurado un escenario externo que está caracterizado por la disminución del crecimiento de la economía mundial, en especial de la economía China; la reducción de los precios de los minerales y el fin de su ciclo ascendente; y, una notable incertidumbre respecto a la tasa de interés y política monetaria de los Estados Unidos que seguirá provocando volatilidad en los mercados financieros, en especial, en los mercados de divisas de los países como el nuestro. Este escenario adverso para la economía peruana  --que para muchos será prolongado-- prácticamente ha apagado el motor de su crecimiento. Las exportaciones totales decrecieron en 2012 y es altamente probable que este año su caída sea mayor.  
 
La desaceleración del crecimiento peruano
 
La tasa de crecimiento del PBI registra una tendencia claramente descendente desde el segundo trimestre de 2010  (véase gráfico). Si el escenario internacional descrito empeora o si solo se prolonga el actual estancamiento de la economía mundial, no hay manera de reeditar las tasas de crecimiento del período previo a la crisis.
 
 
Los sectores no transables (Construcción, Comercio y Otros Servicios) son los únicos que siguen liderando el crecimiento. No obstante, es importante señalar que el crédito interno también se desacelera cuando se apaga el motor externo de la economía; en consecuencia, los sectores no transables tampoco reeditaran las tasas de crecimiento que registraron antes de la crisis de 2008-2009. Aunque los sectores Comercio y Otros Servicios siguen creciendo por encima del promedio, sus tasas ya registran una tendencia decreciente durante los últimos catorce trimestres. El sector más volátil es Construcción, pero también la tendencia de su crecimiento es a la baja.
 
De enero a setiembre el crecimiento del PBI fue de 4.9%, pero básicamente porque crecieron por encima de 5% Construcción (10.5%), Comercio (5.5%), Transportes y Comunicaciones (5.4%), Financiero y Seguros (8.2%), Servicios Prestados a Empresas (6.7%), Restaurantes y Hoteles (6.6%) y Resto de Otros Servicios (5.6%). Todos estos sectores explican el 62.81% del PBI. Visto de otra manera, los sectores transables (Agropecuario, Pesca y Manufactura) que producen fundamentalmente para el mercado interno, explican solo el  24.3% del PBI; mientras que los sectores no transables explican el 71.04% del PBI. A la Minería e Hidrocarburos le corresponde la diferencia: 4.67%.
 
Las ponderaciones y las respectivas tasas de crecimiento sectorial, permiten estimar las tasas de crecimiento de los transables y no transables. En efecto, entre enero y setiembre de este año el grupo de Transables (Agropecuario, Pesca y Manufactura) creció a la tasa de 1.5%, mientras que el grupo de no-Transables lo hizo a la tasa de  5.9%. La tasa de crecimiento de Minería e Hidrocarburos fue de 1.68%. De otro lado, en el tercer trimestre de este año, el 89.6% del crecimiento del PBI (4.4%), fue explicado nada menos que por Otros Servicios, Comercio, Construcción y, Derechos de Importación y Otros impuestos, todos los sectores no-Transables.
 
Transables, importaciones y Crecimiento del PBI
 
Los sectores más afectados por el actual estilo de crecimiento han sido los transables, en especial la industria manufacturera que prácticamente no crece desde el cuarto trimestre de 2011. Las importaciones de bienes y servicios a precios constantes representan el 196.1% de la producción manufacturera. A inicios de la década de 1990, este porcentaje era de 89.4%, en promedio. La penetración de importaciones ha sido espectacular. La propensión a importar bienes y servicios respecto a la producción total de transables (Agropecuario, Pesca y Manufactura) aumentó de 53.9% en 1991, a 82.8% en 1997 y a 103.9% en 2008. En 2012 esta propensión subió a 127.4%.  Si tomamos como referencia el PBI agregado, la propensión a importar bienes y servicios aumentó de 13,.3% en 1991 a 27.8% en 2012. Por último, las importaciones de bienes y servicios como porcentaje del consumo final privado pasaron de un promedio de 20.9% en la primera mitad de la década de 1990 a 42.0% en 2012.
 
La información anterior revela que el actual estilo de crecimiento no solo descuidó el desarrollo de mercados internos, sino que le hizo perder parte importante de los mercados existentes a la producción nacional. En estas condiciones y en el contexto internacional actual, el impulso al crecimiento del PBI mediante la expansión de la demanda interna solo puede generar crecientes déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Durante los años 2004-2007 de alto crecimiento y de precios de los minerales elevados, la cuenta corriente fue superavitaria. Después, desde 2008, la cuenta corriente es deficitaria con la novedad que los déficit son crecientes en valor absoluto: -1.9% en 2011, -3.4% en 2012 y -5.5 en los primeros tres trimestres del presente año.
 
A modo de Conclusión
 
La estructura de precios relativos configurada con las políticas neoliberales, redujo relativamente la inversión en equipamiento, mientras aumentó la inversión en construcción. Esto produjo una relativa reducción de la capacidad productiva per cápita, con lo cual, los aumentos sostenidos del PBI per cápita se traducen en mayores importaciones y, por lo tanto, en crecientes déficit comerciales. Crecer sólo con impulsos de demanda interna, dada la estructura productiva y el escenario internacional actual, es un proceso que tiende a auto-derrotarse, porque genera importantes déficit en la cuenta corriente  de la balanza de pagos.
 
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 7 de diciembre 

Saturday, November 30, 2013

Cambios para no cambiar el modelo: el «gatopardismo» neoliberal

Ghezzi y Gallardo, autores de «Qué se puede hacer con el Perú: ideas para sostener el crecimiento económico de largo plazo», dicen que el desigual desempeño de la economía se explica fundamentalmente por la  existencia de una institucionalidad débil. Sostienen que esta debilidad institucional es «en última instancia la razón por la cual la burocracia y las políticas públicas son imperfectas». Pero, cuando llegan al tema de cómo resolver ese desigual desempeño, afirman que el cambio institucional es un «proceso bastante lento y endógeno» y que, por lo tanto, no hay mucho por hacer en este terreno.
Institucionalidad: ¿débil o extractivista?
Ellos prefieren hablar de debilidad en lugar de extractivismo. Si la institucionalidad explica, entre otras cosas, la ausencia de educación de calidad, la persistencia de la desigualdad y un crecimiento económico que no se basa en aumentos de la productividad, entonces se trata nada más y nada menos que de una institucionalidad extractivista, rentista. Acemoglu y Robinson --cuya visión ellos califican de pesimista--  dicen que «las instituciones políticas extractivistas concentran el poder en manos de una élite reducida y fijan pocos límites al ejercicio de su poder. Las instituciones económicas a menudo están estructuradas por esta élite para extraer recursos del resto de la sociedad. Por lo tanto, las instituciones económicas extractivistas deben depender inherentemente de las instituciones políticas extractivistas». Precisan, además, que las instituciones económicas extractivistas «no crean incentivos para el progreso económico ni redistribuyen simultáneamente la renta y el poder»; en suma, no «fomentan la innovación, ni el aumento de la productividad y de la prosperidad económica».
La «paradoja de la evasión»
Ghezzi y Gallardo dedican el 72.5% de su texto al desarrollo de un diagnóstico en el que se destaca, de manera recurrente, la debilidad institucional como causa del desempeño desigual de la economía. Pero, no tienen propuestas de cambio institucional. Si la institucionalidad –dicen-- es una «variable de estado» (endógena), entonces el cambio puede circunscribirse a cierta burocracia y política pública (sus variables de control o exógenas). «Aquí sí se pueden hacer cambios en el corto y mediano plazo, --dicen». Empero, esta clasificación ad hoc les sirve para oscurecer la «paradoja de la evasión» en la que incurren. Saben que la causa del problema es la débil institucionalidad, pero evaden diseñar «un cambio institucional».
¿Se puede hacer cambios en la burocracia y la política económica sin hacer cambios institucionales?  Para Acemoglu y Robinson, «Es el proceso político lo que determina bajo qué instituciones económicas se vivirá y son las instituciones políticas las que determinan cómo funciona este proceso. Por ejemplo, las instituciones políticas de una nación determinan la capacidad de los ciudadanos de controlar a los políticos e influir en su comportamiento. Esto, a su vez, determina si los políticos son agentes (aunque sea imperfectos) de los ciudadanos o si son capaces de abusar del poder que se les confía o que han usurpado, para amasar sus propias fortunas y seguir sus objetivos personales en detrimento de los de los ciudadanos».
La solución está, entonces, en el campo de la política. Ghezzi y Gallardo construyen sus variables de «estado» y de «control», ignorando el tema del poder político y económico. «El problema fundamental es que necesariamente habrá disputas y conflictos sobre las instituciones económicas—dicen Acemoglu y Robinsos. Diferentes instituciones tienen distintas consecuencias para la prosperidad de una nación, sobre cómo se reparte esa prosperidad y quién tiene el poder». 
Cambios para no cambiar el modelo
Para superar el desigual del desempeño del modelo económico, Ghezzi y Gallardo proponen crear «superburocracias técnicas» en las áreas donde «no existen grupos de interés» (educación, desarrollo rural y lucha contra las actividades delictivas); y, fortalecer el liderazgo del Estado en donde hay diferentes grupos de interés y burocracias calificadas (política fiscal, regional, de competencia y de infraestructura física y social). No proporcionan criterios para mejorar, por ejemplo, la calidad y orientación de la educación o del gasto, pero justifican la clasificación de sus propuestas del «cambio» recurriendo a la teoría de la agencia (o agencia ampliada). 
Pero como han dejado de lado la Política, no se les ocurre imaginar que hay un problema de agencia mayor: el agente (el presidente elegido) en lugar de realizar el mandato del principal (sus electores), gobierna con los que no han sido elegidos, obedeciendo el mandato del poder económico. Hay riesgo moral porque el principal no puede controlar la conducta del agente que eligió, con el agravante que este agente abandona el «programa» con el que fue electo sin remordimientos ni sanciones. El riesgo moral de nuestra actual democracia «es la posibilidad real de que el agente (elegido) tenga un comportamiento indebido o inmoral, y este riesgo aumenta cuando no existen, o son débiles, los mecanismos de control».
A modo de conclusión
Cuando terminé de leer el libro de Ghezzi y Gallardo, me acordé de la novela «El Gatopardo», de Giuseppe Tomasi di Lampedusa que aborda los conflictos sociales y políticos en Sicilia de los años 1860 originados por la expansión de una nueva clase urbana y burguesa. Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, está preocupado por preservar el orden aristocrático y clasista que le da poder. Cuando la crisis se agudiza, su sobrino Tancredi le dice: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie». Después que los cambios se realizan, la vieja aristocracia se mantiene en el poder aliado, a través del matrimonio, con la nueva élite urbana.




Publicado en el diario La Primera, el sábado 30 de noviembre

Saturday, November 23, 2013

Paradojas del modelo económico neoliberal: ¿éxito o fracaso?

Piero Ghezzi y José Gallardo, autores de «Qué se puede hacer con el Perú: ideas para sostener el crecimiento económico de largo plazo», dicen que «las bondades del modelo económico peruano son evidentes. Aspectos centrales de la reforma estructural peruana como el Estado de derecho, el balance de incentivos, la actividad privada como eje de la organización económica, el rol del mercado como guía de la asignación de recursos, la apertura comercial entre otros, han sido determinantes del éxito de los últimos años».  
Los problemas del modelo y la falacia de su éxito
Pero ellos mismos mencionan un conjunto de problemas que ponen en duda este supuesto éxito. Dicen con razón que el crecimiento no se basa en aumentos de la productividad, que favorece a los sectores no transables, que las brechas tecnológicas y de productividad entre regiones y entre sectores persisten, que no hay mejoras sustantivas en la distribución del ingreso, que los indicadores de calidad educativa son decepcionantes, en fin, que las políticas públicas nacionales y regionales han sido deficientes o inadecuadas por la falta de una «burocracia técnica o de calidad» y, en general, por «la debilidad institucional del país».
¿Puede ser exitoso un modelo que liberaliza el comercio para eliminar el sesgo anti-exportador de la industrialización proteccionista, mejorar el desempeño exportador de la economía y lograr una localización de los recursos más eficiente, cuando en la realidad hace todo lo contrario? Las exportaciones de manufacturas como porcentaje de las exportaciones totales, han disminuido de 25% en 1998 a 15% en 2012. Por otro lado, las importaciones totales representan ahora el 152% de la producción manufacturera, mientras que en los años 1974-1975, cuando se hablaba del apogeo de una industria adicta a importaciones, representaban solo el 55.1%. Tampoco se puede decir que hay una mejor asignación de los recursos cuando el crecimiento, además de ser primario exportador, es liderado por los sectores de Servicios, Comercio y Construcción donde se concentra el empleo de baja productividad y calificación. ¿Qué «balance de incentivos» expresa esto?
El modelo neoliberal también se justificó con el argumento de un aumento de la inversión privada y de su eficiencia. En los años de crecimiento 1959-1967 la inversión privada como porcentaje del PBI fue de 18.7%, y en los años de crecimiento neoliberal 1993-1997 y 2004-2012 se mantuvo en 17.4% y 18.3%, respectivamente. (En estos dos últimos períodos, la inversión pública se redujo de 4.5% a 4.1% del PBI). Tampoco aumentó la eficiencia de la inversión, indicador que en términos macroeconómicos se mide mediante la proporción incremental capital/producto (ICOR, por su sigla en inglés). Cuanto menor es esta proporción, más eficiente es la inversión. El ICOR de 1950-1970 fue de 1.69 mientras que el ICOR de 1990-2008 fue de 2.4. Esto significa que para generar una tasa de crecimiento de 1% anual, antes se requería de una inversión nueva equivalente a 1.7% del PBI, mientras que ahora se requiere de una inversión nueva equivalente a 2.4% del PBI. Además, en todos estos años la relación capital/trabajo casi no crece (el peso de la inversión en construcción aumentó, mientas se redujo el de la inversión en maquinaria y equipo). De otro lado, no se morigeran las asimetrías del mercado para que sea «una guía (eficiente) de la asignación de recursos»; por el contrario, aumentó la concentración y centralización de la producción y de la propiedad (en especial de las tierras).
Finalmente, no se puede decir, sin avergonzarse, que el Estado de Derecho es parte de la reforma estructural neoliberal. La década de 1990 fue de violación sistemática al Estado de Derecho, como lo fueron los años siguientes, en especial el gobierno de Alan García que debe llevar en su conciencia la masacre de Bagua. La práctica neoliberal de la política hizo de la corrupción una forma de gobierno. Se atropelló la división de poderes y se violaron los derechos humanos y de los pueblos originarios.
Instituciones extractivistas acompañan al modelo
Ghezzi y Gallardo afirman que la debilidad institucional que acompaña al modelo, está asociado a «factores más estructurales (y permanentes)». No es serio desvincular la «debilidad institucional» del país del modelo neoliberal. En la lógica de este modelo está la «opción por la ventaja comparativa» de especializar al país en la «extracción» de los recursos y usufructuar de su renta natural; también está la apuesta por un crecimiento exportador en base al mercado externo y al capital extranjero, dejando de lado el desarrollo de los mercados internos (en clara oposición a los modelos de crecimiento endógeno que ellos dicen adherir). Se fomentó así una competitividad espuria «abaratando» el costo del trabajo  («flexibilizando» el mercado laboral). En suma, el modelo neoliberal estimuló la competencia entre países «en desarrollo» por desmantelar sus estándares regulatorios (race to the bottom) para atraer al capital extranjero.
Por lo tanto, la debilidad institucional actual no es ajena sino funcional al modelo neoliberal extractivista. La institucionalidad neoliberal es en este sentido tan extractivista como las instituciones de la colonia. Al decir que sus causas son más «estructurales y permanentes», Ghezzi y Gallardo evaden el tema central planteado por Acemoglu, Robinson y otros autores. 
A modo de conclusión
«Para seguir la ruta del desarrollo –dicen Acemoglu y Robinson—se tiene que resolver algunos problemas políticos básicos. El problema está en quién tiene el Poder (cómo se toman las decisiones, quién toma esas decisiones y por qué los que tienen el poder deciden hacer lo que hacen)». La solución está entonces por el lado de la política y de los procesos políticos. Pero sobre esto trataremos en nuestro próximo artículo.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 23 de noviembre.

Saturday, November 16, 2013

«Lectura balanceada de la economía peruana»: oxímoron o milonga

El libro «Qué se puede hacer con el Perú: ideas para sostener el crecimiento económico de largo plazo» de Piero Ghezzi y José Gallardo, es un texto con el que vale la pena debatir. Luego de un diagnóstico supuestamente «balanceado» del modelo económico neoliberal, ellos proponen un conjunto de medidas con la idea de que «No tiene sentido arriesgar lo ganado con cambios mayúsculos». Ahora comentaremos solo su «diagnóstico balanceado».
 
Explicación «balanceada» del desempeño de la economía
 
«El buen desempeño que la economía registra desde comienzos de la década de 1990», se explica –dicen--, tanto por factores internos (el programa de estabilización de 1990 que genera «una mayor fortaleza macroeconómica», «el establecimiento de un modelo de crecimiento orientado hacia el mercado que favorece la inversión privada», la «derrota de la subversión, etc.»), como por factores externos («el alto precio de las materias primas de exportación de los últimos 10 años como consecuencia, en gran parte, de la creciente importancia global de la economía China»). «Todo esto, dicen, ha contribuido a un círculo virtuoso de crecimiento, sostenibilidad en el tiempo de las política públicas y paulatino afianzamiento de la institucionalidad democrática».
 
Para «balancear» este diagnóstico optimista, los autores muestran que se ha avanzado poco «en los denominados “pilares del bienestar” de la sociedad». No se ha avanzado en educación y salud de calidad, el crecimiento económico no se basa en aumentos genuinos y generalizados de la productividad, la desigualdad en la distribución del ingreso «sigue siendo alta y persistente», las brechas de bienestar entre las zonas urbanas y del interior del país persisten, etc.
 
Para explicar este «desempeño desigual» de la economía, dan tres razones: a) desconocimiento al inicio de la década de 1990 del «efecto de la globalización sobre el empleo, la productividad y la distribución o el rol de la educación sobre la ventaja comparativa de las naciones»; b) limitación para hacer buenas políticas públicas debido a «la incapacidad de lograr equipos técnicos estables que trabajen en condiciones adecuadas»; y, c) debilidad institucional que impide «garantizar que el crecimiento económico permita mejores posibilidades y oportunidades para segmentos amplios de la población, y mejorar el modelo».
 
Los errores metodológicos del diagnóstico
 
Ghezzi y Gallardo cometen dos errores metodológicos notables: a) suponen que las políticas fiscal, monetaria y cambiaria no tienen solución de continuidad; y, b) suponen que los problemas en los «pilares del bienestar» no tienen relación con las políticas implementadas en la década de 1990. Si estos errores se pasan por alto, tendríamos que aceptar el oxímoron de que la economía y la institucionalidad de ese período fueron una «luz oscura» y un «latrocinio honrado», o el embuste de que las políticas neoliberales no son responsables del deterioro de los «pilares del bienestar».
Primero, las políticas fiscal, monetaria y cambiaria de la década de 1990, no son las mismas que se aplicaron durante el gobierno de Toledo. Sus respectivos esquemas institucionales se reformaron sustantivamente entre 2001 y 2003. Se introdujo el esquema de metas explícitas de inflación, con la tasa de interés de referencia como instrumento de política que reemplazó al control de los agregados monetarios. También se introdujo una regla de intervenciones esterilizadas en el mercado cambiario para morigerar las fluctuaciones del tipo de cambio, abandonando el papel de instrumento antiinflacionario que se le asignó durante el «fujimorato». Además, se creó el mercado de deuda pública en moneda local que permitió pre-pagar la deuda pública externa y generar una curva de rendimiento que sirve de referencia para las emisiones privadas de deuda en moneda local. Esto permitió disminuir el peso de la deuda pública externa. La inflación anual de un dígito y menor, en promedio, al 3.5%, y el bajo ratio de deuda a PBI, se deben a estas reformas.
 
Segundo, la política fiscal de la década de 1990 se orientó a servir la deuda externa, generando superávit primarios en 1991-1993 y 1996-1998, excepto en la «fiesta fiscal reeleccionista» de 1994-1995 cuando estos bajaron a 0.9% y a 0.3%, respectivamente. Esta política afectó al crecimiento al reducir o estancar los gastos en educación y salud, y descuidar la infraestructura social y económica. Además, se desmantelaron las oficinas de planeamiento y estadística sectoriales.
 
La política monetaria también fue contraria al crecimiento porque encareció el crédito. Su costo disminuyó recién con el influjo masivo de capitales. En un contexto caracterizado por bajas tasas de interés internacional, política monetaria doméstica restrictiva y tipo de cambio sobrevaluado, los bancos se endeudaron en el exterior y dolarizaron crecientemente los créditos en el mercado doméstico. La crisis internacional de 1998-1999, produjo una recesión y un «overshooting» cambiario que generó una crisis bancaria. El rescate bancario le costó al gobierno cerca de mil millones de dólares. Las políticas fiscal y monetaria de esa década fueron inoperantes para salir de la recesión, e ineficientes para bajar la inflación a un dígito.
 
Las privatizaciones tampoco tuvieron efectos económicos expansivos. Por el contrario, al cobrar precios de monopolio en electricidad y telefonía, se elevó el costo de producción de las empresas. Tampoco podían ser fuente de crecimiento los sueldos y salarios reales porque se mantuvieron estancados en 37.2% de su valor registrado en 1987, afectando los «pilares del bienestar» de los trabajadores.
 
A modo de conclusión
 
En la década de 1990 la economía creció a tasas, a pesar de las políticas macroeconómicas del Consenso de Washington, solo durante cuatro años (1993, 1994, 1995 y 1997). Este crecimiento fue impulsado por el aumento en los precios de los minerales que coincidió con la recuperación de la economía de Estados Unidos: crecieron a la tasa de 38.2% entre 1991 y 1995; pero entre 1995 y 2002 crecieron solo a la tasa de 1.1% promedio anual.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 16 de noviembre

Saturday, November 09, 2013

Ganancias extraordinarias y tributación en la minería

La economía peruana creció a la tasa de 6.3% promedio anual durante once años, pero solo en cuatro (2004 a 2007) de estos once años se registró superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Antes y después de 2004-2007 se registraron déficit. En el primer semestre de este año el déficit ya alcanzó la cifra de -5.4% del PBI. La razón por la que se registró superávit en los años 2004 a 2007 fue el crecimiento espectacular en el valor de las exportaciones mineras que dio lugar, por primera vez en la historia moderna del país, a cuatro años de superávit comercial equivalente, en promedio, al 7.2% del PBI. Aunque siguen registrándose superávit comerciales en los años 2008 a 2012, su monto equivale, en promedio, a solo 3.7% del PBI. En el periodo 1990-2003, la balanza comercial y la cuenta corriente registraron déficit de -1.5% y -4.7% del PBI, respectivamente.
 
Las extraordinarias ganancias mineras
 
Los superávit comerciales que se registraron durante 2004 a 2012, aunque decrecientes desde que se inicia la crisis internacional en 2008, fueron causados por el espectacular crecimiento de los precios de los minerales. La tasa de crecimiento promedio anual de los precios en los periodos 2002-2007 y 2009-2011 fueron de 23.5% y 24.1%, respectivamente. En el periodo 1995-2002, los precios crecieron a la tasa de 1.1% promedio anual, pero habían crecido notoriamente entre 1991 y 1995.
 
Los altos precios de los minerales generaron ganancias extraordinarias durante los años 2003 a 2012. Hay que tomar en cuenta que durante 1990-2002 la producción minera a precios constantes –según cifras del Banco Central (BC)--, creció a la tasa de 8.1% promedio anual, mientras que en los años 2002-2012 creció a la tasa de solo 2.5%.
 
Si en este último periodo los precios de las exportaciones hubieran crecido a una tasa de 11.1% promedio anual y no a la tasa de 6.8% como supusimos en nuestro artículo anterior, las ganancias extraordinarias de la minería correspondiente a los años 2004-2012, habrían ascendido a US$ 59,462 millones (US$ 6,607 millones anuales), equivalente al 5.3% del PBI. Además, si realmente los precios de los minerales hubieran crecido a dicha tasa, la balanza comercial del periodo habría registrado un déficit promedio de -0.4%.
 
Aunque la cifra estimada de las ganancias extraordinarias podría parecer abultada, esta es mucho menor que los US$ 72,966 millones que se remesaron al exterior durante los años 2004-2012 por el concepto de utilidades de la inversión extranjera directa. Este monto equivalente al 6.6% del PBI. 
 
Con una tasa impositiva extraordinaria de 45% a las ganancias extraordinarias de US$ 6,607 millones anuales (3.3% del PBI de 2012), se habría recaudado 1.5% del PBI. En otras palabras, el gobierno hubiera podido recaudar entre US$ 2,500 a US$ 2,900 millones adicionales por el concepto de impuesto a las ganancias extraordinarias. Este habría sido el caso ideal, pero hubiera bastado que se ponga un piso de US$ 1,000 a US$ 1,500 millones anuales por el concepto de un impuesto a las ganancias extraordinarias.
 
La tributación minera a la baja
 
El gobierno de Humala incumplió un compromiso electoral y cedió a las presiones del poder minero. Aprobó un nuevo régimen tributario a la actividad minera que incluye a) un impuesto especial a la minería aplicable sobre la utilidad operativa de las empresas sin contratos de estabilidad jurídica; b) un Gravamen especial aplicable sobre la utilidad operativa de las empresas con contratos de estabilidad jurídica; y, c) la modificación de la base de cálculo de la regalía minera aplicable a empresas sin contratos de estabilidad jurídica, optándose por la utilidad operativa y ya no por el nivel de las ventas. Además, de acuerdo con esta nueva normatividad, «el monto pagado es deducible como gasto para efectos del impuesto a la renta».
 
Esta nueva normatividad tiene un efecto contractivo sobre el canon que reciben los gobiernos regionales y las municipalidades, puesto que reduce la magnitud de las utilidades para efectos del pago del impuesto a la renta. No hay precedentes en gobiernos democráticos que hayan hecho tamaña concesión al poder minero, afectando a las generaciones futuras al no compensar con impuestos adecuados el agotamiento de los recursos o activos naturales.
 
Por otro lado, de acuerdo con información del BC, la recaudación por el concepto del Gravamen minero ascendió a solo 942 millones de soles en el año 2012; cifra que equivale a solo US$ 357.1 millones y que está muy lejos de los 3 mil millones de soles anuales que según el gobierno permitiría recaudar el citado Gravamen.
 
Además, hasta setiembre de este año la tributación minera (por el concepto de tercera categoría y regularizaciones) disminuyó en 2,591 millones de soles. Mientras entre enero y setiembre de 2012 se recaudaron 5,148 millones de soles, entre enero y setiembre de este año la recaudación fue de solo 2,557 millones de soles. Se produjo una caída de 50.3%. Los pagos por regalías y por el gravamen se redujeron en 16.1% y 17.2%, respectivamente, comparado con lo recaudado entre enero y setiembre de 2012. Este año, sin duda alguna, la recaudación por el gravamen será mucho menor que la cifra correspondiente a 2012.
 
A modo de conclusión
 
El ministro Castilla debe explicar las razones del «incumplimiento» de la promesa de recaudar 3 mil millones de soles con el Gravamen, pues fue él quien lideró la reforma de la tributación minera.
 
 
Nota:
En el rubro Utilidades o pérdidas devengadas de la Renta de Factores del Sector Privado la cifra correspondiente al período 2004-2012 es de US$ 72 966 millones. Como dice el propio Banco Central, este rubro  "Incluye las utilidades y dividendos remesados al exterior más las ganancias no distribuidas". Cuánto de este monto se reinvierte, es otro tema. La Renta de Factores es parte de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, mientras que la Inversión Extranjera Directa(IED) pertenece a la cuenta Financiera y de Capitales. En el período 2004-2012 la IED fue de US$ 55, 416 millones y US$ 38, 698 millones fueron reinversiones.  
 
 
 
 
Publicado en el iario La Primera, el sábado 09 de noviembre 

Saturday, November 02, 2013

Capacidad productiva y crecimiento económico

Durante 2001-2012 se creció básicamente por impulsos externos: crece la demanda externa y los precios de los minerales se elevan significativamente. La producción de los Estados Unidos se recupera en 2002 y crece hasta 2004 año en el que alcanza una tasa de 4.4%; y, la economía China crece a tasas cercanas al 10% promedio anual desde el año 2000. De otro lado, los precios de los minerales aumentan desde 2004 con un componente especulativo alto. Hay mucha afluencia de capital extranjero tanto en su forma financiera como de inversión directa. En gran parte de este período, el tipo de cambio real cae de manera dramática hasta alcanzar los niveles que registró antes de la crisis de 1998-1999.
 
Penetración de importaciones y liderazgo de no-transables
 
Las políticas macroeconómicas no fueron las que originaron el significativo crecimiento económico durante este período. Por el contrario, parte importante de estas políticas (la cambiaria y comercial) provocaron una notable pérdida tanto de competitividad de la producción de transables, en especial de la manufacturera, como de pérdida de mercado interno debido a la masiva penetración de importaciones. Es importante recordar que la apreciación cambiaria incrementa los costos de producción de la producción manufactura que usa insumos de origen nacional.
 
Es el período de mayor inserción a la economía mundial, pero al revés, porque Importamos productos manufacturados muy por encima de los que producimos y exportamos a los mercados externos. Las importaciones totales del año 2012 representan más del 160% de la producción manufacturera. Importamos más que lo que producimos en los sectores, agropecuario y manufactura. Esta penetración de importaciones exacerbó el ya reducido mercado interno asociado al estancamiento de los sueldos y salarios.
 
La manufactura perdió liderazgo y el comercio sigue siendo básicamente inter industrial. La reducción de mercado interno afectó el carácter macroeconómico de la productividad, así como la presencia e importancia de rendimientos crecientes y difusión de progreso técnico. La generación de productividad en la manufactura actual se concentra en ramas que tienen poca capacidad de generación y difusión de progreso técnico (pinturas, imprentas, maderas, etc., actividades que están más ligadas a la industria de la construcción).
 
La economía peruana actual crece fundamentalmente porque crecen las actividades no transables de Construcción, Comercio y Otros Servicios. El 83.3% del crecimiento del período 2008-2012 fue explicado por estos sectores. Este porcentaje sube hasta el 90% en los dos primeros trimestres de este año.
 
La economía se ha hecho más vulnerable y dependiente de los eventos externos. Si los precios de los metales volvieran a sus niveles normales, sus efectos en la balanza comercial y en la cuenta corriente de la balanza de pagos, serían notables. Si entre 2004 y 2012 los precios de las exportaciones hubieran crecido a la tasa de 6.8% promedio anual, entonces la balanza comercial de los años 2007-2012 habría registrado déficit.  En el año 2008, en lugar de un superávit de 2.0% se habría registrado un déficit de 6.0% del PBI. Igual habría ocurrido en los años siguientes. Por ejemplo, en el año 2012 se habría registrado un déficit de 5.8% en lugar del superávit de 2.3% del PBI.
 
Los efectos en la capacidad productiva
 
Los límites del crecimiento actual están en el propio patrón de acumulación de capital y en la estructura productiva configurada en las dos décadas de neoliberalismo. En ausencia de impulsos externos, crecer recurriendo a impulsos sostenidos de la demanda interna, generaría fuertes presiones inflacionarias y déficit importantes en la balanza comercial y en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
 
La estructura de precios relativos que se configuró en los últimos 22 años, redujo relativamente la inversión en equipamiento, mientras aumentó la inversión en construcción. Esto ha dado lugar a una relativa reducción de la capacidad productiva per cápita, con lo cual los aumentos sostenidos del PBI per cápita provocarían aumentos significativos de importaciones y, por lo tanto, un creciente déficit comercial.
 
Para mostrarlo, estimamos el déficit de la balanza comercial en 2008, suponiendo un crecimiento sostenido de los precios de las exportaciones a una tasa de 6.8% promedio anual desde el año 2004 (esta tasa corresponde a un período de 13 años). Este método, permite, además, obtener precios de los minerales netos de su componente especulativo que se sitúa entre 20 y 25%.
 
Generar en 2008 el mismo producto per cápita de 1987 (5398.5 soles constantes), habría implicado un déficit comercial de -4.3% del PBI. Ambos años son picos del ciclo económico. Por lo tanto, niveles superiores de PBI per cápita con base en aumentos significativos de la capacidad productiva, serían imposibles sin aun aumento sustancial de déficit comercial y del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
 
A modo de conclusión
 
La actividad primaria exportadora  no crea demanda interna suficiente para apoyar un crecimiento capaz de crear empleos socialmente deseables, y está sujeta a fluctuaciones del mercado internacional. Además, este estilo de crecimiento no ha resuelto la desconexión de la economía con la geografía y la demografía; por el contrario, los ha exacerbado. Los enclaves mineros dañan el medio ambiente y las condiciones de vida de las poblaciones circundantes.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 02 de noviembre.