Saturday, August 31, 2013

Política Industrial en la ruta del Republicanismo

No es posible industrializar el país sin una deliberada intervención del Estado. En una economía primario exportadora ---desconectada de la geografía y demografía, y cuya dinámica responde a los mercados externos---, sus mercados internos---poco desarrollados o inexistentes en la sierra y en la selva del país-- no pueden revelar rentabilidades de inversiones en actividades productivas que aún no existen. Sin embargo, de aquí no puede inferirse que es responsabilidad exclusiva del Estado el revelar las rentabilidades de potenciales actividades industriales a lo largo y ancho del país, ni que es el Estado el que tiene que asumir la tarea de la diversificación involucrándose en actividades empresariales. Para no repetir los errores del pasado, la industrialización debe ser de nuevo estilo; debe ser el «resultado de una acción concertada del Estado y de la reciproca colaboración público-privada».

La importancia de las instituciones: extractivismo versus inclusión

La historia de nuestro país independiente, registra la presencia, sin solución de continuidad, de instituciones políticas y económicas extractivistas. La industrialización de los años 1960s y 1970s, fue espuria: generó una industria no-competitiva y fomentó el extractivismo rentista. Los «industriales» de esa época ganaban lo que gastaba el Estado. Con la actual reprimarización neoliberal, ocurre lo mismo. Los inversionistas primario-exportadores usufructúan de la renta natural de los recursos y de sus altos precios en los mercados internacionales. Este extractivismo, al apreciar nuestra moneda y generar «enfermedad holandesa»,neutraliza los esfuerzos por elevar la competitividad de las actividades transables e impide «cerrar la brecha de productividad que tenemos con los países desarrollados».

El actual crecimiento primario-exportador es resultado de instituciones extractivistas que no fomentan la competencia, que no incentivan la innovación ni la diversificación productiva, que favorecen la concentración de la propiedad y la posición de dominio, que son enemigas de la regulación de los mercados, y que disfrutan manteniendo salarios bajos. Por lo tanto, ni este modelo neoliberal ni la industrialización de viejo estilo, ambos extractivistas, pueden constituir el camino para la diversificación productiva. Las instituciones políticas y económicas del extractivismo son funcionales, se auto refuerzan.

Una industrialización de nuevo estilo debe fundarse, entonces, en instituciones económicas inclusivas que –en el caso de nuestro país—deben conducir al desarrollo de mercados internos con igualdad de condiciones y oportunidades económicas para todos, propiciar su integración política y social, orientar la asignación de las inversiones hacia la diversificación productiva, y estimular el desarrollo del capital humano y las innovaciones tecnológicas. Estas instituciones económicas, por su propio carácter inclusivo, son contrarias al dominio de los mercados por los grupos de poder económico.

El Republicanismo y las instituciones políticas inclusivas

Una industrialización basada en la concertación y colaboración público-privada, debe ser el resultado de la construcción de instituciones políticas también inclusivas. «Nadie echa vino nuevo en odres viejos –decía Jesús-- porque los odres viejos se rompen y el vino se derrama (…); pero si echan el vino nuevo en odres nuevos, lo uno y lo otro se conservan juntamente (San Mateo 9:17)».

Las instituciones políticas inclusivas y los procesos políticos que estas generan, son los que determinan-–como dicen Acemoglu y Robinson--- el carácter inclusivo de las instituciones económicas. Si hay canales de participación ciudadana y mecanismos de control de los gobernantes, si se preserva y respeta los derechos políticos y civiles de los ciudadanos, si el poder político está ampliamente distribuido en la sociedad, si hay normas que efectivamente impiden y sancionan el uso del poder del Estado por los «políticos» y burócratas en beneficio propio, si el Estado es soberano y tiene capacidad para regular la sociedad y los mercados, si hay división de poderes y efectiva limitación reciproca de los mismos, si las decisiones del gobierno se subordinan al logro del bien común, en fin, si el «contexto político» es inclusivo, entonces «emergerán» las instituciones económicas inclusivas con los incentivos para la innovación y la diversificación productiva.

El país no tiene este tipo de instituciones políticas. La democracia que practicamos nos ha convertido en «esporádicos electores, sin influencia relevante en las decisiones del gobierno». No se fomenta la virtud cívica ni la libertad como ausencia de dominación. Por lo tanto, la democracia tiene poco que ver con un gobierno del pueblo y para el pueblo. Esto tiene que cambiar. De acuerdo al Republicanismo que inspiró la elaboración del plan La Gran Transformación, se tiene que reorganizar el poder político, y transformar el Estado para hacerlo promotor del desarrollo, con «base al acuerdo y consentimiento libre de todos los ciudadanos», incorporando mecanismos que aseguren un efectivo control y supervisión del ejercicio del poder político, de forma tal que siempre se oriente a la consecución del bien común.

A modo de Conclusión

No es la «debilidad de las instituciones» la que impide aprovechar el «boom de los altos precios de los minerales», sino las instituciones extractivistas del actual modelo neoliberal.
Publicado en el Diario La Primera, el sábado 31 de agosto.

Sunday, August 25, 2013

La Institucionalidad de la nueva Política Industrial

El objetivo de la política industrial tiene que ser transformar el actual estilo de crecimiento, es decir, pasar de la especialización primario exportadora a la diversificación productiva y, por lo tanto, a un crecimiento sustentado en la productividad. A diferencia del actual extractivismo, la política industrial debe promover el desarrollo de instituciones económicas inclusivas --que redistribuyen los recursos y fomentan la innovación, la competencia y el empleo-- en una nueva relación del mercado con el Estado. «Los mercados ---dicen Acemoglu y Robinson--- no son por si mismos una garantía de existencia de instituciones inclusivas. Los mercados, abandonados a su suerte, pueden dejar de ser inclusivos, y llegar a ser dominados por intereses económicos y políticos poderosos». Por eso las instituciones económicas inclusivas no pueden prescindir del Estado.
 
La necesidad de instituciones políticas inclusivas    
 
La diversificación productiva y el desarrollo de mercados internos deben ser procesos simultáneos. Así, la industrialización, para beneficiar al conjunto de la sociedad, debe contribuir a la integración económica, social y política del país. Las instituciones económicas que operan con este fin, deben «simultáneamente redistribuir el ingreso y el poder». Estas instituciones económicas inclusivas «requieren de mercados inclusivos que generen igualdad de condiciones y oportunidades económicas para la mayoría de la población».
 
En el modelo actual, el Estado ha sido tomado por los grupos de poder económico que no innovan, que rechazan la regulación de los mercados, que se oponen a la redistribución de los ingresos y que debilitan la democracia. Para que se abandone este modelo y ocurra el cambio estructural a favor de la industria, se necesitan instituciones políticas inclusivas. Si la industrialización implica la creación de instituciones económicas inclusivas, ella debe ser resultado de un proceso político determinado por instituciones políticas distintas a las actuales. Las nuevas instituciones económicas industriales, para ser inclusivas, no pueden surgir de un entorno constituido por instituciones políticas donde predomina la corrupción, el clientelismo y los intereses de los grupos de poder.
 
Se tienen que desarrollar instituciones que incentiven la innovación en la política, que fomenten la democracia y libertad republicanas, que respeten los derechos de las poblaciones nativas, que no toleren la depredación del medio ambiente, que extirpen la corrupción del aparato del Estado, que aseguren que se gobierne a favor de toda la población, y que promuevan el desarrollo de mecanismos eficientes de fiscalización y la rendición de cuentas en todos los poderes del Estado.
 
«Las instituciones políticas de un país –-según Acemoglu y Robinson--- son las que determinan la capacidad de los ciudadanos para controlar a los políticos e influir en la forma cómo se comportan. Esto a su turno determina si los políticos son agentes de los ciudadanos, si abusan del poder que se les ha confiado para amasar sus fortunas y perseguir sus propios intereses en detrimento de los intereses de los ciudadanos». Una de estas instituciones es la Constitución de la República.
 
La institucionalidad para el desarrollo industrial
 
La diversificación productiva debe ser fruto del esfuerzo conjunto entre el Estado y el empresariado privado, para innovar, para crear nuevas actividades productivas a lo largo y ancho del país, y para generar externalidades de aprendizaje y tecnológicas en beneficio de toda la sociedad. El dominio del modelo extractivista ha mostrado que el mercado no orienta las inversiones hacia la diversificación y el desarrollo de mercados internos; pero, de aquí no se deduce que esta debe ser una tarea exclusiva del Estado.
 
La administración del Estado, es una institución social como lo es el mercado. Ambos no están libres de comportamientos rentistas y corruptos, y de colusión y abuso de poder. Por eso, para industrializarnos, las inversiones que se orientan a generar igualdad de condiciones para el desarrollo de actividades empresariales rentables, y los sistemas de incentivos a la empresa privada orientada a la diversificación, deben ser producto de la coordinación, de la deliberación y del intercambio de información entre las instituciones públicas y privadas. Para ello, podría constituirse un Consejo de Desarrollo Industrial público-privado donde, además de otras tareas, se identifiquen las necesidades de inversión en infraestructura para crear mercados internos, los proyectos de normas para eliminar costos de transacción y obstáculos a la inversión privada orientada a la diversificación, los sistemas de incentivos y sus condicionalidades, y los apoyos financieros a las inversiones innovadoras.
 
A modo de Conclusión
Rodrik, en Industrial Policy for the Twenty-First Century (2004), propone un conjunto de elementos constitutivos de la «arquitectura institucional» para la nueva política industrial: apoyo político de alto nivel; coordinación y deliberación público-privada; transparencia y rendición de cuentas; y, criterios para el diseño de las políticas entre los que se encuentran: incentivos solo para nuevas actividades, condiciones de éxito y fracaso, cláusulas de extinción de los incentivos, apoyo público a actividades y no a sectores, y apoyo a actividades que generen externalidades tecnológicas y de información.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 24 de agosto.
 
 

Saturday, August 17, 2013

Política Industrial como Transformación Estructural

El principal problema del actual modelo económico de «mercado libre» es que las fuerzas del mercado orientan la asignación de los recursos (inversiones privadas) hacia las actividades primarias y de no-transables, y no hacia las actividades industriales manufactureras. La solución no es, por lo tanto, un shock de confianza para el empresariado. El gobierno les puede «jurar de rodillas a los grandes empresarios» que no se apartará del modelo neoliberal y esto no detendrá los efectos de la crisis internacional ni provocará un cambio hacia la ruta del desarrollo industrial.
La institucionalidad neoliberal es contraria a la Política Industrial
Optar desde el gobierno por la Política Industrial es, entonces, optar por el cambio del actual modelo neoliberal que ha estimulado el comportamiento rentista y desalentado el desarrollo de la actividades manufactureras. Desarrollar industria en el país es transformar no sólo la actual manera de acumular capital y crecer,  sino también las actuales instituciones políticas y económicas extractivistas.
El trato privilegiado a la inversión extranjera y las exportaciones basadas en reducciones salariales son parte de las políticas del Consenso de Washington. Ninguna de las dos generó externalidades tecnológicas y de aprendizaje para la diversificación productiva. El ministro Castilla fue y es el abanderado de estas políticas: es el campeón de los Road Shows externos y enemigo del salario mínimo como instrumento de política de ingresos. Con Road Shows internos hubiera identificado obstáculos y oportunidades de inversión privada en actividades industriales, y la inversión pública respondería a una visión de integración del país y al objetivo de estimular la inversión privada y la capacidad empresarial nacionales. 
La inversión extranjera es atraída con una serie de privilegios que ponen en desventaja a la inversión nacional. Los tratados de libre comercio y la propia Constitución de 1993, permiten a los inversionistas extranjeros someter las disputas legales internas al arbitraje internacional. El neoliberalismo alienta la competencia entre los países «pobres» para atraer a la inversión extranjera, con incentivos que generan comportamientos rentistas y no innovadores (Race to the Bottom). Ha desmantelado los estándares regulatorios. La inversión extranjera en nuestro país no es el motor del cambio tecnológico ni promotor de actividades manufactureras.
En general, los acuerdos multilaterales, regionales y bilaterales impulsados por los neoliberales han limitado la capacidad del Estado para emprender, con autonomía, políticas para industrializar y diversificar la producción.  Los Estados Unidos son los campeones en imponer estas restricciones en los acuerdos en los que participa: son notables las cláusulas sobre el trato privilegiado a la inversión extranjera, la protección a la propiedad intelectual y el rechazo asimétrico a los subsidios a la producción agrícola de los países como el nuestro.
La Política Industrial: ¿un retorno al pasado?
Promover la industrialización no es invitar a retomar las políticas del pasado. Hace ya un buen tiempo que mostramos que la industrialización sustitutiva de importaciones aplicado en el país, en lugar de fomentar actividades manufactureras competitivas alentó, al igual que el neoliberalismo actual, el comportamiento rentista y extractivista de los empresarios (véase Jiménez, F. et al. De la industrialización proteccionista a la desindustrialización neoliberal, PUCP-CIES 1999).
Ni la industrialización sustitutiva de importaciones ni el modelo primario exportador neoliberal, han logrado integrar el país. La economía «moderna» sigue sin integrarse plenamente a la demografía y geografía del interior del país. No hay desarrollo industrial ni agro-industrial; no hay actividades nuevas e innovadoras en la sierra y en la selva. Por lo tanto, el país necesita un nuevo modelo de desarrollo que ---respetando nuestra diversidad étnica, cultural y ecológica--- promueva la eclosión y expansión de los mercados internos con una nueva Política Industrial; que recupere el control nacional de los recursos energéticos; y, que termine con la desarticulación productiva y la ausencia de oportunidades de trabajo con ingresos dignos.
La nueva Política Industrial requiere, por lo tanto, que el Estado recupere su soberanía, es decir, su capacidad de impulsar la diversificación productiva, convirtiendo las restricciones potenciales del actual entorno internacional ---como dice D. Rodrik (2004)--- en oportunidades. La búsqueda de mayor acceso a los mercados a costa de la capacidad promotora del Estado, es un mal negocio. La nueva Política Industrial debe ser concebida como un proceso de interacción entre el Estado y los empresarios privados nacionales, para desarrollar mercados internos –sin cerrarse al mundo-- con inversiones en infraestructura, en educación, en programas específicos de capacitación, en ciencia y tecnología apoyando el surgimiento de actividades nuevas, y con un mercado de capitales para financiar las inversiones privadas nacionales.
 
A modo de Conclusión
Optar por la ruta de la diversificación productiva y el desarrollo industrial supone cambiar de raíz las instituciones políticas extractivistas que son las que conspiran contra el desarrollo inclusivo y, contra la democracia y la libertad republicanas. La nueva Política Industrial requiere de instituciones políticas inclusivas.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 17 de agosto

Saturday, August 10, 2013

El neoliberalismo y el plan de industrialización

Ollanta Humala ha dicho que su gobierno está diseñando un «Plan Nacional de Desarrollo Industrial» con el objetivo de diversificar la producción y fomentar el «valor agregado». ¿Serán elementos de este plan la despetrolización de la matriz energética, utilizando el gas natural y las energías renovables? ¿El gas será prioritariamente para el Perú?¿Se incluirá como parte de ese Plan el gasoducto del sur y otros proyectos para masificar el consumo del gas en el norte y centro del país? ¿Se renegociará, entonces,  definitivamente el contrato del Lote 88? ¿Será parte de ese Plan el desarrollo de la industria petroquímica y el fortalecimiento de Petroperú? Finalmente, ¿cuáles serán las tipos de políticas industriales orientadas a la diversificación productiva?
 
El neoliberalismo es contrario a la política industrial
 
Si la idea del Plan Industrial nació con el sello neoliberal del equipo económico liderado por Castilla, no hay duda que será sólo un remedo, una parodia.  Este ministro es el autor del retiro de la web de Petroperú de su documento  «Objetivos anuales y quinquenales: 2013-2017» aprobado el pasado 31 de julio por resolución ministerial de Energía y Minas. En este documento se planteaba la recuperación para Petroperú de  los lotes ubicados en la zona noreste y en la selva peruana para su explotación directa o en asociación; asimismo, se proponía la modernización de la refinería de Talara y la ampliación de la red de grifos o estaciones de servicio de la empresa.
 
Para los neoliberales, las empresas públicas –-no importa la actividad en que operen--- y la política industrial, generan distorsiones en el mercado. Las intervenciones de política sólo pueden justificarse para superar las fallas de mercado. Por eso proponen la minimización del Estado y rechazan sus intervenciones en la economía. Les es difícil entender que estas intervenciones pueden contribuir al desarrollo y diversificación de los mercados, a la generación de estrategias de colaboración entre el sector privado y el gobierno para remover los obstáculos a la diversificación productiva.
 
A los neoliberales no les importa la diversificación porque es contraria al principio de las ventajas comparativas. La lógica de este principio es la lógica de la especialización que resulta del libre comercio. Los neoliberales creen que las restricciones al comercio no permiten que nuestras economías se especialicen de acuerdo a sus ventajas comparativas; por eso promueven tratados de libre comercio. La clave para lograr el desarrollo es exponer la economía al mercado internacional. No han asimilado la experiencia histórica de los países que hoy participan en el comercio internacional con exportaciones manufactureras diversificadas. De acuerdo con Imbs y Wacziarg (2003), los países pobres se hacieron ricos y desarrollados cuando diversificaron su producción y empleo sectorial, es decir, cuando superaron la especialización. Muestran. asimismo, que la diversificación no fue ni puede ser un proceso natural.
 
El neoliberalismo promueve el rentismo extractivista
 
Las políticas neoliberales aplicadas en nuestro país han fomentado el rentismo extractivista. Las exportaciones siguen, como antes, concentradas en productos primarios. El actual estilo de crecimiento es, por lo tanto, contrario a la industria. Los altos precios de los minerales y el libre comercio orientaron los recursos hacia las exportaciones primarias y no hacia la industria.
 
Jeffrey G. Willamson, en su reciente libro «Trade and Poverty. When the Third World fell Behind», muestra que los períodos de boom de los términos del intercambio provocaron la desindustrialización y el atraso de los países de la periferia, junto a un comportamiento rentista. Se trata de la «enfermedad holandesa». La economía responde al boom de precios y al «descubrimiento de nuevos recursos naturales», atrayendo recursos hacia la producción y exportación de materias primas (commodities). El consecuente boom de los commodities acrecienta la oferta de moneda extranjera y aprecia la moneda doméstica, abaratando de este modo las importaciones de bienes manufacturados. Ambos procesos desindustrializan y/o impiden el desarrollo de las actividades manufactureras.
 
El crecimiento primario exportador en el contexto de la globalización, también genera un comportamiento rentista en los empresarios. No solo aumenta el comportamiento rentista de los que explotan los recursos naturales, sino también del resto de la clase empresarial que busca ganancias rápidas en los mercados internacionales con salarios bajos. La flexibilización del mercado laboral y el abaratamiento del costo del trabajo, es la otra cara del comportamiento rentista. El neoliberalismo no promueve la cultura empresarial innovadora y el aumento de la productividad, sino la fácil extracción de rentas, explotando recursos naturales o abaratando los costos salariales.
 
A modo de conclusión
 
Hay un alineamiento absoluto de los empresarios con el neoliberalismo. Son, por lo tanto, contrarios a la intervención del Estado y a las transformaciones estructurales. En lugar de convertirse en promotores activos de la industrialización, en el actual contexto internacional de crisis, reclaman al gobierno generar confianza en los inversionistas para sostener el crecimiento. Esta clase empresarial se encargará de impedir que el anunciado plan Industrial se salga de la lógica del neoliberalismo extractivista.
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 10 de agosto.

Saturday, August 03, 2013

La industria en el discurso de Ollanta Humala


El pasado 28 de julio el presidente Humala reconoció que el período de altos precios de los minerales que impulsó el crecimiento en los últimos años, estaba llegando a su fin. Ello no obstante, afirmó que nuestra economía estaba en capacidad de afrontar esta situación y que, por lo tanto,  continuaría en su senda de crecimiento.  
 
La industria durante el crecimiento primario exportador 
 
Entre 2002 y 2004 el PBI creció a una tasa de 4.7% promedio anual. Recién a partir de 2005 se registraron tasas crecientes. De 6.8% en 2005 se pasó a 7.7% en 2006, a 8.9% en 2007 y a 9.8% en 2008. Luego de la crisis internacional de 2008-2009, las tasas de crecimiento del PBI disminuyen sostenidamente. La tasa de crecimiento del año 2012 fue de 6.3% y este año  el gobierno proyecta una tasa alrededor de 6%.
 
Durante estos años de alto crecimiento la Industria manufacturera y la Agricultura perdieron participación en la generación del PBI, mientras se expandieron los sectores no transables de Construcción, Comercio y Otros Servicios.  El crecimiento de los últimos años fue así el resultado de la presencia de un auge minero, en el marco de una política macroeconómica estable (a su vez resultado de las reformas fiscal y monetaria efectuadas en los años 2001-2003). Fue un crecimiento con «enfermedad holandesa» (significativa apreciación de la moneda) y con expansión de sectores productores de bienes no transables.
 
Este estilo de crecimiento es contrario al aumento sostenido de las exportaciones manufactureras. El presidente dijo: «Las cifras demuestran que estamos progresivamente diversificando nuestra economía. Las exportaciones no tradicionales representan un tercio del total de nuestras exportaciones». Pero, esto no es verdad. Las exportaciones no tradicionales representan solo el 24.2%.  En los años de alto crecimiento (2005-2008) fluctuaron entre el 22.2% y el 24.6%.  Estos porcentajes son similares a los que se registraron en el primer quinquenio de los años 1980. Además, con el actual estilo de crecimiento que promueve a los sectores no transables, el patrón de comercio está sesgado a las exportaciones de productos primarios.
 
No puede haber diversificación con un estilo de crecimiento que limita el crecimiento de la industria manufacturera y promueve la creciente penetración de importaciones en el mercado interno. Hoy las importaciones totales (que son predominantemente de bienes manufacturados) representan el 151.1% de la producción de bienes manufacturados. En el año 2012 las importaciones totales fueron de US $ 36,967 millones de dólares y el PBI del sector manufacturo solo fue de US $ 24,395 millones.
 
Con el fin del auge minero y la consecuente reducción de las exportaciones, la continuación del crecimiento es y será acompañado por déficits en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Esta cuenta registró superávits en los años 2004-2007 y desde el año 2010 es crecientemente deficitaria. El déficit de 2.5% del PBI en 2010 pasó a 3.6% en 2012, y a 5.2% en el primer trimestre de 2013. Asimismo, debido a que la economía ha perdido capacidad de abastecer la demanda interna con productos manufacturados y agropecuarios, la continuación del crecimiento con aumentos en la demanda interna tenderá a ser inflacionaria.
 
El anuncio del Plan de Desarrollo Industrial
 
El actual estilo de crecimiento, al afectar notablemente a la industria y basarse en el crecimiento de sectores no transables y en la exportación de bienes primarios, no fue acompañado con el desarrollo de la productividad y el cambio técnico. Cerca del 80% del total de la PEA ocupada se encuentra en empresas de «1 a 10 trabajadores» y estas empresas, como se sabe, se encuentran fundamentalmente en los sectores no transables y en la agricultura donde los empleos son de baja calificación.
 
El presidente dijo que «el cierre de las brechas de productividad que aún nos separan de las economías más exitosas es un gran desafío pendiente» y, a renglón seguido, anunció que su gobierno está diseñando un «Plan Nacional de Desarrollo Industrial que tiene como objetivo la diversificación productiva y el fomento del valor agregado».
 
Sin embargo, no anunció los lineamientos de política de este plan. Tampoco se refirió a las restricciones que el actual estilo de crecimiento impone a la política industrial orientada a «reasignar recursos hacia sectores manufactureros con capacidad para explotar economía de escala». Si lo hubiera hecho, habría anunciado el cambio en el actual estilo de crecimiento extractivista.
 
La política industrial, para ser eficaz, depende de condiciones «que permitan que la reasignación de recursos hacia estos sectores sea rentable». No es suficiente desarrollar el capital humano y la investigación aplicada. Hay que generar las condiciones para acrecentar la dotación del capital y su acumulación, expandiendo los mercados internos y las oportunidades de financiamiento para todo tipo de empresas industriales en el mercado de capitales. Tampoco se dijo nada respecto al papel que el tipo de cambio tendría en el plan de industrialización.
 
A modo de conclusión
 
El presidente ha anunciado un plan en la lógica del actual estilo de crecimiento, no de su transformación. No se puede desarrollar industria con «incentivos tributarios y condiciones laborales especiales para las pequeñas y medianas empresas». No es la menara de reducir los costos unitarios de producción para ganar competitividad.
 
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 03 de agosto.