Friday, March 19, 1993

Mercado, Estado y Ciencia Económica

Los profesionales y militantes de la economía neo-liberal, están propalando, en nuestro país, la idea de que existen dos tipos de economistas que se diferencian, supuestamente, por su adhesión al mercado o a la intervención del Estado. El objetivo de este basto razonamiento dicotómico no es otro que el efectismo político. Se trata de hacernos creer que hay economistas y políticos partidarios o del sistema de libre mercado o del sistema estatal de planificación centralizada. Luego, para mostrar que la verdad y la realidad están de lado de los primeros, se nos recuerda el desmoronamiento, acaecido en 1989, de los regímenes totalitarios de Europa Oriental. Así, ya no parece difícil persuadirnos que el libre mercado es la fundación de la libertad y la democracia.

Ciencia económica y Competencia

Pero, un momento. ¿No es verdad acaso que en países como el nuestro, como dice Eduardo Galeano, cuanto más libres son los mercados, menos libres y más pobres son sus pueblos?. El autor de Días y Noches de Amor y Guerra, nos recuerda, además, que en nuestros países el mercado libre precisa de Mussolini. Lo que nos interesa aquí, sin embargo, no es destacar el costo social y político de los programas liberales, sino situar el debate sobre el neoliberalismo, en el terreno del objeto y método de la ciencia económica, para revelar su carácter ideológico.

Los economistas sabemos que el objeto de la ciencia económica consiste en comprender la operación del sistema capitalista de mercado en términos del modo en que resuelve los problemas económicos básicos referidos a la producción y a la distribución de lo que se produce, y a la organización técnica y social de estos procesos. Su objeto no es el estudio de la asignación de recursos escasos entre fines alternativos. Para decirlo con claridad el objeto de estudio de la economía no es un sistema estatal, sino un sistema que esta operando a través del intercambio generalizado. Los economistas, por lo tanto, no podemos separar la conducta del mercado del análisis de la determinación del producto agregado y del empleo.

Pero, además, la ciencia económica tiene sentido porque la operación del mercado es sistemática, regular, debido a la presencia del proceso de competencia. Este proceso era concebido por Smith como la "ley de la oferta y la demanda" que esencialmente significaba movilidad de medios de producción entre usos alternativos que continuamente conducía al establecimiento del "precio natural". En Ricardo el proceso de competencia también constituía la gravitación de los precios de mercado hacia los precios naturales, pero suponía sólo movimientos del capital provocados por las decisiones de los capitalistas, los mismos que conducían a la modificación de la estructura de la producción. En las versiones modernas de la ciencia económica, la noción de competencia está relacionada no sólo a los movimientos del capital, sino principalmente al desarrollo y creación del capital. Esta es la fuerza reguladora en la economía de mercado y supone la presencia de empresarios afectos al riesgo e innovadores.

Dos concepciones del capitalismo

Los economistas neoclásicos han transformado la "ley de la oferta y la demanda" en la teoría de la oferta y la demanda. Para esta teoría el precio es alto o bajo debido a la presencia o ausencia de escasez. La competencia ya no es vista como un proceso, sino como una estructura de mercado dominada por pequeñas unidades productivas tomadoras de precios. Su objetivo no es describir el proceso de gravitación de los precios de mercado hacia los precios de producción, sino explicar la determinación de precios y cantidades de equilibrio, es decir, precios y cantidades que "aseguran" el bienestar económico y la eficiencia en la utilización de los recursos productivos.

Así, para la teoría de la oferta y la demanda, el libre funcionamiento del mercado conduce al pleno empleo. En esta proposición se encuentra el origen de la profunda división dentro de la profesión de los economistas. No es la adhesión al sistema estatal o de mercado lo que diferencia a los economistas liberales de los no liberales, sino sus distintas concepciones sobre el funcionamiento de las economías capitalistas y sobre el papel de la política económica.

Para la teoría neoclásica, ortodoxa o liberal, el sistema económico capitalista es autorregulable, porque el comportamiento del sector privado es estable o autoestabilizable. La inestabilidad del mundo real proviene de la intervención del Estado, con políticas que dificultan el libre funcionamiento del mercado. Según esta teoría, el nivel de actividad económica no depende del gasto público o de otros factores de demanda, sino de la disponibilidad de factores productivos.

En cambio, para los clásicos la operación del libre mercado no conduce necesariamente al pleno empleo. Para los Keynesianos-Kaleckianos, el apogeo y la crisis son consustanciales al funcionamiento del sistema, y en este el libre mercado no asegura que su tendencia de largo plazo sea el pleno empleo de la fuerza de trabajo. Según el consenso post-Keynesiano desarrollado después de la segunda guerra mundial, el sistema económico capitalista es intrínsecamente inestable por sus efectos adversos en el mercado de trabajo. Como nada garantiza que el nivel de demanda efectiva corresponda al pleno empleo y a las necesidades básicas de la población, la intervención reguladora del Estado aparecía como una necesidad.

Estado y ausencia de competencia en la economía peruana

En pleno consenso post-keynesiano sobre la necesaria regulación del mercado capitalista de los centros, los empresarios peruanos se comprometieron con la estrategia Cepalina de sustitución de importaciones. Aceptaron la estrategia de industrialización basada en el mercado interno y no dudaron en coligarse con el Estado para usufructuar de la protección.

Ellos fueron convencidos por los vientos de la época de que este era el camino hacia la modernidad imperante en los centros. El paradigma industrial de los centros podía ser construido con la directa intervención del Estado en la política comercial, cambiaria, fiscal, monetaria, etc. Pero como este no se reñía necesariamente con el rentismo, los empresarios usufructuaron del Estado y tergiversaron el modelo sustitutivo ganando no lo que ellos gastaban, como ocurría en los "centros", sino lo que gastaba el Estado.

La modernidad que introdujeron en el país fue extranjera, no sólo por la relación comercial dependiente que establecieron entre el aparato productivo industrial y el mercado internacional vía la importación de insumos, tecnologías y bienes de capital, sino también porque adoptaron una conducta rentista y adversa al riesgo, contraria al proceso de competencia capitalista. Fracasaron, así, en la construcción de un mercado interno articulado, condición indispensable para la modernización endógena y el crecimiento económico.

Reformas liberal y nacional

El rechazo a la intervención del Estado es parte de la moda liberal actual. Nuestros empresarios --ciertamente no todos-- han descubierto ahora que el único modo de acumular y hacer crecer sus capitales es sometiéndose al "rigor" del mercado libre y a los efectos adversos que sobre la demanda tiene la austeridad fiscal. En realidad, se trata de una renuncia explícita a la modernidad endógena, la aceptación de la total fragmentación del mercado interno y de la reinserción subordinada al mercado mundial, que podría conducir de modo irremediable a la destrucción de la emergente clase empresarial nacional y de una modernidad no meteca.

La teoría económica no-neoclásica también se funda en la presencia del mercado, pero a diferencia de la economía neoclásica, sostiene que el funcionamiento libre del mercado no conduce al pleno empleo y menos al bienestar general. No existe en ella planteamiento alguno de eliminación o sustitución del mercado. Por el contrario argumenta a favor de su expansión diversificada y articulada. Mercados internos articulados y en expansión potencian la demanda final generando demandas derivadas y estimulan el progreso técnico, el crecimiento de la productividad y el desarrollo de ventajas, no sólo en costos y precios, que aumentan la capacidad exportadora.

En nuestro país, la articulación de los mercados internos y la participación no-subordinada en el mercado internacional requiere la presencia de políticas macroeconómicas activas que orienten la modificación de la composición del vector de inversiones, al mismo tiempo que desalienten el rentismo y estimulen el desarrollo empresarial innovador y competitivo. La propuesta liberal no considera que, en el país, la carencia de homogeneidad tecnológica y las desarticulaciones verticales y las sectoriales, dan lugar a que los efectos multiplicadores de las inversiones sean poco significativos, como tampoco toma en cuenta el desequilibrio estructural existente entre la composición de la oferta doméstica de producción y la composición de la demanda agregada interna.

Economía liberal o economía del ama de casa

Según la economía liberal neoclásica, la crisis es resultado de la ausencia de austeridad, de la acumulación de déficit. Los déficit generan inflación y la inflación provoca desempleo, estancamiento de las inversiones, desaceleración de la tasa de acumulación de capital, etc., etc. Por lo tanto, la estrategia de solución es simple. En primer lugar, hay que eliminar el déficit del gobierno mediante la disminución de los gastos y el aumento de los impuestos. En segundo lugar, hay que estimular el ahorro (la frugalidad). Y, por último, hay que eliminar el déficit acumulado de las empresas y las posibilidades de crédito por encima de sus posibilidades iniciales de repago.

El argumento es trivial. Se reduce la ciencia económica a la economía que practica el ama de casa. Esta economía liberal no entiende como operan los negocios capitalistas ni toma en cuenta la experiencia histórica del crecimiento y expansión de los países capitalistas avanzados.

Toda decisión individual de ahorrar (de no gastar) afecta negativamente al ingreso agregado porque se priva a otra persona del respectivo ingreso. Si todos los individuos decidieran ahorrar todos sus ingresos, el ingreso agregado sería igual a cero, lo mismo que el ahorro y el consumo. Por lo tanto, la única forma de ahorrar que tiene la comunidad es invertir. El gasto en inversión de un agente es reflejado en el ahorro, porque no aumenta el consumo pero aumenta el ingreso. Si el que recibe el ingreso incrementado lo gasta en consumo, el ahorro no desaparece. Ningún beneficio o ahorro puede ser realizado a nivel agregado, si los gastos son sólo en bienes de consumo. Algo en adición al consumo debe ser introducido, es decir, la inversión.


La importancia del mercado y del endeudamiento internos

¿Quien puede negar que la expansión de los negocios capitalistas depende del crecimiento de corto y largo plazo del mercado o, lo que es lo mismo, del crecimiento de las ventas? Una caída de los gastos provocada por la austeridad, produce una caída de la producción y, dependiendo de su magnitud, puede provocar el cierre de empresas. Estos efectos, a su turno, exacerban la reducción inicial del gasto debido al efecto multiplicador y, en consecuencia, deprimen los ingresos. Y, ciertamente, con la disminución de los gastos no se puede aumentar el ahorro, porque disminuyen los ingresos.

Por otro lado, no hay país capitalista con estructuras productivas diversificadas y articuladas, que haya incrementado su capacidad de producción sin recurrir al crédito o al endeudamiento en el mercado de capitales. El empresario innovador y competitivo se endeuda o incurre en un déficit inicial, porque arriesga confiando en el cálculo de sus probables rendimientos futuros asociado al crecimiento de las ventas esperadas. Como se comprenderá, el mercado de capitales desempeña aquí un papel fundamental: este debe financiar la inversión creando nuevos créditos o deudas. Mientras el consumo depende fundamentalmente del ingreso, la inversión es independizada del ingreso por la presencia del mercado de capitales o del sistema del sistema financiero del cual él es parte.

Versión Original publicada en la Revista Actualidad Económica